31.3.12

Daños elegidos

Juan Villoro, escritor de culto mexicano, crea en Arrecife, su nueva novela, un complejo relato sobre la amistad en la tercera juventud, con el narco de por medio
El ensayista, narrador y cronista Juan Villoro. foto:Carles Ribas.fuente:elpais.com

En el origen de los relatos de Juan Villoro (México, 1956) suele ocultarse una imagen o un sueño detenido. En Arrecife (Anagrama), el núcleo argumental básico se corresponde con una postal paradisiaca, en un hotel de descanso en el Caribe, como hay tantos en México, pero en el lateral, una situación, que no se identifica si es de juego o de violencia, altera el paisaje. Esa arista perturbadora tiene que ver con la búsqueda de emociones fuertes y el contexto de violencia en que se mueve México, con cuerpos que aparecen decapitados en lugares imprevistos, como Acapulco, antaño edén turístico. "Me gustó poner en tensión ambas cosas. El narco y los clientes de un resort ansiosos de peligros controlados", cuenta Juan Villoro, en su piso del Eixample barcelonés, decorado en un estilo minimalista, con los muebles justos y espacio para moverse. El escritor, uno de los autores de culto de su país, acaba de regresar de México. Vive entre los dos continentes. Ha gestionado la entrevista por su cuenta, sin agentes ni editores de por medio. Sobre la mesa de la cocina reposa el ordenador encendido. Escribe por las mañanas, en lo que denomina un horario bancario, regado con café. En un rato, saldrá para la Universidad Pompeu Fabra, donde imparte clases de literatura.

Con los alumnos debatirá sobre la importancia del cuento en América Latina, pero esta mañana su interés se centra en la violencia de los narcos y cómo han convertido los asesinatos en mensajes, según las distintas maneras de matar; unos los envuelven en mantas y otros practican la llamada corbata colombiana (sacar la lengua por la garganta). A través de ese discurso de la violencia se identifica a los autores de manera que las víctimas se conviertan en mensajes del horror y así matan dos veces. La situación suena escalofriante. Hasta ahora, los mexicanos vivían en dos mundos diferenciados, el de la violencia y el de la vida común, pero el crimen organizado se ha convertido ya en otra normalidad. En algunas regiones del país funcionan escuelas para narcos, hospitales donde son atendidos, clubes deportivos donde están inscritos e iglesias para ellos. "La vida mexicana transita del apocalipsis al carnaval y en ocasiones mezcla las dos categorías", como su nueva novela.

En el argumento de Arrecife, un músico retirado funda un resort en Kukulcán con extraños programas de entretenimiento: un paraíso que incluye ciertas dosis de crueldad. No es casual que la novela transcurra en el lugar de los antiguos mayas, una zona de esplendor religioso y gastronómico, donde solo quedan los mayas diminutos que sirven cócteles en los bares.

El fondo y la atmósfera de la novela tienen que ver con esa coreografía de la violencia, pero otra de las lecturas posibles de Arrecife se relaciona con la progresión de la contracultura. Frente a los que sostienen que todas las puertas que se abrieron en los sesenta encontraron una clausura apocalíptica o dramática en la realidad —la revolución sexual se truncó con el sida, la búsqueda de rebeldía acabó en la crisis de las ideologías, los paraísos artificiales de la droga en el narcotráfico—, Villoro defiende que los grandes anhelos de esos años no fracasaron del todo: "La contracultura ha encontrado formas de realizarse en otros ámbitos, como la realidad virtual y las nuevas tecnologías. Silicon Valley está lleno de hippies que pasaron del éxtasis del LSD al digital, encontraron visiones sustitutas", cuenta. Quizás por eso, los protagonistas de su novela son precisamente dos músicos de esa generación, marcados por las secuelas de las drogas: "Pasé la primera parte de mi vida tratando de despertarme, la segunda tratando de dormir, me pregunto si habrá una tercera parte", cuenta el narrador en el arranque de la novela. La obra transcurre justamente en ese tercer acto de la vida de las personas en el que, sin llegar a sentir la vejez, se enfrentan a los desafíos de las últimas oportunidades. Arrecife es también una novela sobre la amistad y el amor. "Es difícil encontrar temas más interesantes que la familia y los amigos. El gran enigma es la persona que está más cerca de ti".

"Me gustó poner en tensión el narco y los clientes de un 'resort' ansiosos de peligros controlados"

Tony (Antonio Góngora), un trasunto con todas las consecuencias del bajista Jaco Pastorius —"heredó sus problemas pero no su talento"—, un adicto a la adicción, que sueña con medirse con su homólogo en la Weather Report, pone también la banda sonora. Ha perdido parte de la memoria, como consecuencia del abuso de estupefacientes, pero a lo largo del relato va recuperando recuerdos. Y su memoria llega de la mano de su íntimo amigo Mario Müller, cantante de Los Extraditables, el grupo de rock en el que ambos militaban y que fracasó. La amistad de ambos está hecha de afecto, pero también de heridas y deudas, relacionadas con la adolescencia, de lo que uno ha hecho por otro. "Una ayuda demasiado grande puede ser un motivo de irritación", cuenta el autor.

Müller decide encarnar los sueños de transformación de la realidad en un proyecto turístico, una ciudadela de la redención donde juega a ser el alcalde mágico. "Müller se divierte con lo que siempre ha jugado el rock, la noción de peligro, esa frontera entre el placer y el daño. Por eso se le ocurren programas recreativos con una coreografía delictiva, como que te secuestre la guerrilla. Muchos europeos y norteamericanos buscan en el Tercer Mundo ese tipo de excesos. Vivir una revolución, pero por un fin de semana, o entrar en contacto con una emoción y luego volver a tu vida de bienestar".

Villoro tiene un curioso tic. Necesita frotar su llavero para encauzar su mente. Inés, su hija pequeña, se lo robó en una ocasión y frotándolo entre sus manos gritó: "He heredado el negocio familiar". Lo cuenta su padre divertido con el llavero entre sus dedos. "La novela nos puede procurar algo que solo provee la literatura y que nos ayuda a entender mejor el mundo; no se trata de una explicación cien por ciento racional, sino de la recreación de emociones que le dan sentido a una época y a una gente y esa manera de conocer emotivamente una realidad y una época solo la encontramos en la literatura".

"La literatura es una forma del misterio, cuando uno escribe aclara el mundo a través de un libro"

Domina todos los géneros: columnista, cuentista, narrador y ensayista. Los temas sobre los que trabaja van surgiendo y los títulos llegan ahora a las librerías en avalancha. Junto a la novela, se reedita La casa pierde (Alfaguara), un libro de relatos con todas las bendiciones de la crítica; el cómic La calavera de cristal (Sexto Piso), que se convertirá en una serie arqueológica con diferentes personajes; y en México se ha editado también ¿Hay vida en la tierra? (Almadía), que reúne narraciones cotidianas que tratan de aprovechar la realidad, escritas hace 17 años y que ha ido colando en columnas periodísticas. Villoro bromea al escuchar la lista de trabajos que se juntan ahora. "Un síntoma de vejez, mi propio tercer acto de la vida", remarca sonriente. "Soy un autor bastante disperso, me demoro mucho redactando —Arrecife ha tardado ocho años—, pero hago muchas otras cosas alimentarias como el periodismo o la crónica". Tomó la decisión "precipitada" de dedicarse a la escritura y para sobrevivir se ve obligado a comportarse como un mayorista. "Se trata de una solución que me conviene, no soportaría estar en una oficina". El periodismo, dice, le permite la posibilidad de salir de su casa. Si la tragedia de un hombre comienza cuando no puede estar solo en su habitación, ese es su drama. La situación de arresto domiciliario a que te condena la escritura de una novela le resulta una idea tediosa, especialmente para alguien que se define como fisgón y entrometido. "Me gusta averiguar cosas que solo puedes entender en el lugar de los hechos. Soy amigo del periodista Jon Lee Anderson, que en un año cruza el Atlántico veinte veces, pero yo no podría. Él lo que hace es cambiar de miedos cruzando fronteras, pero mi vocación de salir al mundo es limitada, mis odiseas acaban en 24 horas".

Hace muchos años ya que se reconcilió intelectualmente con su padre, el filósofo Luis Villoro. Con él ha mantenido una relación ambivalente de estímulo y prevención. Cuando era niño, si le pedía que le contara un cuento, le narraba la Odisea, que era lo que tenía más a mano, pero con algunas variantes: Ulises no quería ir a Ítaca sino a Barcelona (su padre nació allí). Pero también estaba la otra parte. "Para un niño es difícil explicar que tu padre sea filósofo; él me comentaba que se dedicaba a buscar el sentido de la vida, y cómo explicas eso en el patio del colegio". Villoro creció en una casa llena de libros y enseguida se relacionó con la lectura, pero hubo momentos en que pensó que la literatura no era para niños; había en esa biblioteca una condición de los libros como objetos habituales y, al mismo tiempo, ajenos. La relación que ha tenido con la lectura ha pasado por esos momentos. "Mi padre escribió un libro, La significación del silencio, lo que se comunica sin palabras, y a mí lo que me gustaba era el rock, que es lo contrario al silencio, el estruendo. De una forma impulsiva e infantil, cuando empecé a leer por mi cuenta me afilié a cosas que refutaran esto, la contracultura, el rock, la literatura. Mi padre detesta los chismes y las anécdotas personales, la gente que no produce ideas".

Porque le gustaba o por llevar la contraria, Villoro conducía un programa de radio muy talibán, nacido con vocación fundamentalista por el rock progresivo, el heavy y el rock sinfónico, y detestaba cualquier traición a estos géneros. Pero una de las paradojas de la vida es que lo que te pareció profundamente ridículo en un momento puede regresar en forma nostálgica. El otro día escuchó en el metro Capri c'est fini y la sintió como una canción maravillosa y cargada de emociones. "Me regresaba a momentos de mi vida en los que nunca quise oír esa canción. Lo que repudias como presente suele ser el soundtrack perfecto de la nostalgia". También quiso estudiar medicina, la carrera elegida ahora por su hijo mayor, pero se decantó por la sociología, y con el tiempo algún poso queda de ese trasfondo en sus libros. "La literatura es una forma del misterio, cuando uno escribe aclara el mundo a través de un libro, pero la gran paradoja de una narrativa es que lo aclara de una manera que no es unívoca, mantiene varias lecturas y hay un fondo de secreto. Me preocuparía que el marco sociológico fuera muy invasivo".

Superado el rito de paso de la adolescencia y la segunda juventud, la relación padre-hijo fue invirtiéndose. "Es alguien profundamente ético, a quien no le hemos oído decir una mentira, con un compromiso social extraordinario, tiene 89 años y mantiene una correspondencia sobre ética y política con el subcomandante Marcos. Aquellos libros que a mí me parecían ajenos ahora son muy importantes". Ahora lee sobre todo ensayo, libros de historia, biografías de autores, reflexiones sobre ética, divulgación científica… Define el ensayo, el género que más le gusta, como "un pensamiento que acompaña y ayuda a pensar". Le gustan, claro está también, las novelas y la poesía. En la prosa ha encontrado distintos formatos, pero sería incapaz de escribir poesía, se le escapa esa capacidad de condensación.

Villoro pertenece a esa clase de narradores muy vinculados y en un sentido muy amplio a su país. Admira mucho a escritores como Graham Greene, que viajan por Vietnam o Cuba y escriben novelas convincentes de esos países, pero sus obras poseen un anclaje básico en sus circunstancias. "Si pensamos en Philip Roth, su literatura tiene que ver con Nueva Inglaterra y la comunidad judía; Dostoievski estaba anclado en Rusia, lo interesante es que en estos autores tenemos el extraño milagro de la universalización de la experiencia, lo que le ocurre a un chico judío de Nueva Jersey se convierte en nuestro problema", añade.

Acaba de aterrizar en una Europa ahogada por la crisis y en una Barcelona cercada por los recortes y las manifestaciones, pero se muestra feliz de poder disfrutar de la libertad de pasear tranquilamente por la calle y a cualquier hora. "Los mexicanos estamos acostumbrados a las crisis, pasamos del país de la revolución institucional al país de la crisis institucional, las devaluaciones y asombros de la realidad son algo que damos por sentado, estamos acostumbrados a estas sorpresas". Entiende que la gente se sienta abatida, pero, comparado con lo que sucede en otros rincones del mundo, los problemas de Europa suenan ciertamente menores. "Van a tardar en renovarse las expectativas más de lo que tardarían en países acostumbrados a la improvisación y en países donde la inseguridad es una norma de vida. El bienestar produce conciencia crítica y exigencia de que las cosas menores se cumplan, cuando prescindes de algunas cosas, que tal vez son superfluas o no son tan necesarias, te parece una pérdida mayúscula", vaticina. Como narrador, se siente preso de una gran contradicción. "Uno de los problemas del bienestar es que resulta tedioso y narrativamente tiene una materia neutra", por eso defiende que ahí donde surge el conflicto comienza la posibilidad de tener una historia. Personalmente, preferiría que México tuviera una sociedad de seguridad y democracia, aunque escasearan las historias. "Por el momento nos quedan las historias, como los ejércitos heroicos caemos, pero no sin frases celebres".

Arrecife. Juan Villoro. Anagrama. Barcelona, 2012. 239 páginas. 17,90 euros. La calavera de cristal. J. Villoro y Nicolás Echevarría. Ilustraciones de Bef (Bernardo Fernández). Sexto Piso. Madrid, 2012. 72 páginas, 17 euros. La casa pierde. J. Villoro. Alfaguara. Madrid, 2012. 18,50 euros. ¿Hay vida en la tierra? J. Villoro. Almadía. México, 2012. 432 páginas.

Más allá de la narcoliteratura

Hay que escuchar al héroe

Guía para escribir el mejor español posible

La Fundación Rafael Lapesa vuelca en internet setenta millones de palabras, formas y papeletas para expresarse de modo correcto siguiendo los consejos de un gran sabio
Rafael Lapesa, trabajando por el idioma español en su despacho.foto.fuente:abc.es

Rafael Lapesa, maestro de filólogos, escribió -cuando era catedrático de Instituto- para la Enseñanza Media una Historia de la Lengua Española que después se utilizó en la Universidad. Fue el canon de una eminencia sobre cuyas huellas hemos pisado el resto de los humanos. Y como el Cid, don Rafael sigue ganando la batalla lingüística después de morir, y así los recursos básicos del Nuevo diccionario histórico del español (NDHE) ya están disponibles en la Red, a un golpe de ratón, en la Fundación Rafael Lapesa. Desde este mismo momento, en la página de la Fundación ya se puede acceder a algunos de los materiales básicos para la redacción del NDHE: el Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH), el Fichero general de la Real Academia Española, el Diccionario histórico de la lengua española (1960-1996) y el Mapa de diccionarios.

Corpus del Nuevo Diccionario Histórico

Se ha confeccionado un corpus nuclear de la lengua española como punto de partida para la elaboración del diccionario. El Corpus del Nuevo diccionario histórico (CDH) cuenta con más de 53 millones de ocurrencias, de las cuales 32 pertenecen a textos españoles y más de 20 millones a obras americanas.

Fichero general de la Real Academia

El Fichero general de la Academia consta de unos diez millones de papeletas, léxicas y lexicográficas. Se ha ido formando desde una fecha muy temprana, si bien su período de máxima expansión se sitúa entre 1930 y 1996, fechas en que la Academia afrontó la redacción del Diccionario histórico en sus dos ediciones. En los últimos años, se ha digitalizado este Fichero general, con el objeto de aprovechar esta valiosa información para el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE).

Diccionario histórico de la lengua española

Con el fin de facilitar la consulta y recuperación de datos procedentes del Diccionario histórico de la lengua española, que la Real Academia Española editó entre 1960 y 1996, se han informatizado los fascículos publicados (que comprenden las letras a-apasanca y b-bajoca). La versión electrónica de la obra va acompañada de una herramienta de búsqueda que permite consultar el lemario completo, así como realizar búsquedas de diverso tipo en el cuerpo de los artículos.

Mapa de diccionarios

El Mapa de diccionarios es una herramienta que permite, en la actualidad, consultar simultáneamente seis ediciones representativas del diccionario académico: 1780, 1817, 1884, 1925, 1992 y 2001. Su finalidad radica en ofrecer una visión evolutiva del léxico moderno, matizada por la idea que se hacían de él los académicos a lo largo de los casi trescientos años en que se suceden las ediciones de estos diccionarios.

La Fundación Instituto de Investigación Rafael Lapesa para el Nuevo diccionario histórico del español (NDHE) se crea en el año 2005 (BOE 23/09/2005) a instancias de la Real Academia Española. Sus fines son fundamentalmente dos:

-La investigación científica en el ámbito de la historia del léxico español.

-La construcción del NDHE, obra que se presentará la evolución de las formas y de los significados de las palabras, dentro de las redes de relaciones que, en los distintos niveles lingüísticos y semánticos, se han ido estableciendo entre ellas a lo largo de los siglos.

El patronato de la Fundación lo constituyen los miembros de la Junta de Gobierno de la Real Academia Española y el director del NDHE. La presidencia le corresponde al director de la Real Academia Española, José Manuel Blecua.

Recuerdos de la barbarie

Relatar el clima de guerra, narrarlo con los sentidos puestos en el barro del campo de batalla convoca a lectores de todas las latitudes. La guerra también se lee

Primera Guerra. Soldados franceses en 1916 en el este de Francia listos para combatir. foto.fuente: Revista Ñ

Cuando llegó el tren comenzaba a oscurecer. Entre cánticos nos sumergimos en la noche. Cuando con luces y ruidos pasábamos rodando junto a las aldeas y las solitarias casas de labor, sin duda los padres que allí estaban sentados a las mesas con sus hijos decían:
–Son soldados. Marchan a la guerra.
Y, tal vez, los niños preguntaban:
–¿La guerra…? ¿Qué es eso?"

La historia termina allí, ese es el último párrafo del relato "El estallido de la guerra de 1914", el que cierra el libro Tempestades de acero, del escritor alemán Ernst Jünger. El autor se alistó voluntariamente el mismo día que estalló la Primera Guerra Mundial. "En el bolsillo de mi guerrera –escribe Jünger al evocar en su obra narrativa aquel primer día de guerra– había guardado una libreta delgada; estaba destinada a mis anotaciones diarias. Sabía que nunca más volverían las cosas que nos aguardaban y me encaminaba hacia ellas con suma curiosidad". Catorce fueron las libretas de notas en las que basó, luego, Tempestades de acero, todas ellas destinadas, quizás, a responder, entre dientes, aquella pregunta que dejó flotando el último párrafo. "¿La guerra…? ¿Qué es eso?".

En el cuento "La lengua de las mariposas", del español Manuel Rivas, la guerra parte aguas en la Alameda, cuando el pequeño Pardal, su madre y su padre tienen que definir su bando tras el estallido contra el gobierno civil español. "'Grita tu también, Ramón, por lo que más quieras, ¡grita!' Mi madre llevaba a papá cogido del brazo, como si lo sujetase con todas sus fuerzas para que no desfalleciera. '¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!' Y entonces oí como mi padre decía: '¡Traidores!' con un hilo de voz. Y luego cada vez más fuerte, '¡Criminales! ¡Rojos!'" (…) Cuando los camiones arrancaron, cargados de presos, yo fui uno de los niños que corrieron detrás, tirando piedras. Buscaba con desesperación el rostro del maestro para llamarle traidor y criminal. Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en medio de la Alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia: '¡Sapo!¡Tilonrrico! ¡Iris!'". Toda la irracionalidad de la guerra explota en alarido ahogado de un niño de escuela que había roto los primeros lazos con la casa materna de la mano de aquel maestro republicano, que ahora era su enemigo.

Mientras estudiaba el puente que debía volar para evitar que la milicia de Franco armara una contraofensiva y los Republicanos tuvieran la chance de avanzar un casillero en la batalla por Segovia, el estadounidense Robert Jordan, protagonista de la novela Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway, conversa con su guía local. La charla queda en una encerrona, aun cuando, como dice Pilar, otro de los personajes, hablar "es la única cosa civilizada que nos queda".

"–¿Has matado alguna vez? –Preguntó Jordan, llevado de la intimidad que creaban las sombras de la noche y el día que habían pasado juntos.
–Sí, muchas veces. Pero no por gusto. Para mí, matar a un hombre es un pecado. Aunque sea a los fascistas, a los que debemos matar. (…)
–Pero los has matado.
–Sí, y lo haría otra vez. Pero, si después de esto sigo viviendo trataré de vivir de tal manera, sin hacer mal a nadie, que se me pueda perdonar.
–¿Por quién?
–No lo sé. Desde que no tenemos Dios, ni su Hijo ni Espíritu Santo, ¿quién es el que perdona? No lo sé.(…)
–Entonces eres tú mismo quien tienes que perdonarte por haber matado.
–Creo que es así –asintió Anselmo–."

El sino de la guerra no da explicaciones. Suelta las amarras de una barca que sólo se detiene al estrellarse en el fondo del mar.

"¿Es posible vivir tranquilo en nuestros tiempos, cuando se tiene corazón?" inquiere Ana Pavlovna Scherer, dama de la sociedad de San Petersburgo, en el clásico Guerra y Paz, de León Tolstoi. La Rusia zarista se dispone a hacer frente a la avanzada de Napoleón. "Si todos hicieran la guerra por convicción no habría guerra", le dice el príncipe Andrés, pronto a partir al frente, a su amigo Pedro.

"–Eso estaría muy bien– repuso Pedro.
El príncipe sonrió.
–Sí, es posible que estuviera muy bien, pero no ocurrirá nunca.
–Bien, entonces, ¿por qué va usted a la guerra? –preguntó Pedro.
–¿Por qué? No lo sé. Es necesario. Además, voy porque… –se detuvo–. Voy porque la vida que llevo aquí, esta vida, no me satisface".

El ruso Alexandr Solzhenitsyn fue enviado al frente en 1942 y en 1945, al final de la contienda fue castigado por "delitos de opinión" y recluido en un campo de trabajo. Autor del célebre Archipiélago Gulag, en su novela Un día en la vida de Iván Denísovich, amanece a una jornada de encierro y guerra fría y concluye junto a su personaje: "Ni a sus pensamientos puede darles libertad el recluso. Siempre a vueltas con lo mismo, estrujándose la cabeza una y otra vez". Clausurado aun ese espacio de sosiego, vale aquella sentencia del español Camilo José Cela en La Colmena: "Hay verdades que se sienten dentro del cuerpo, como el hambre o las ganas de orinar".

La literatura, esa jungla de páginas y letras que se escabullen como hormigas, desde la maraña de pasiones humanas y divinas que desató tempestades en la Ilíada, de Homero, la fractura de las pasiones revolucionarias, la reconfiguración del mundo y sus polos de poder en cada una de las contiendas mundiales, los estertores del fascismo, los totalitarismos, las persecuciones, el imperio del miedo, la tortura, las masacres cercanas y lejanas… Hay una suma de libros que han enterrado los pies descalzos en esa mezcla fangosa de sangre, heces y vómitos, han sido atravesados por las espuelas del frío y abofeteados por las manos del fuego, se sumergen en la guerra con el cuerpo desnudo y estrujan el estómago del lector hasta ponerlo allí, de rodillas, en eso que se define como clima de guerra, aunque esta suceda en las fronteras del relato o como telón de hierro y fondo. La guerra se lee con el cuerpo y se narra como una oleada de estímulos sensoriales. Son los sentidos los que nos cuentan la guerra.

"Mientras fuma, mira el suelo negro, encharcado, cubierto de colillas, y escucha el ruido del agua que corre por la letrina. En realidad, no tenía motivo para ir, pero sigue sentado allí porque está más fresco y las emanaciones del retrete, del agua salada, del cloro, el olor viscoso y dulce del metal mojado, son menos sofocantes que la espesa hedentina de sudor que se respira en las bodegas donde duerme la tropa", cuenta en Los desnudos y los muertos Norman Mailer.

Basada en sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, durante la cual sirvió en el sur del océano Pacífico, el autor escribió esta novela en 1948. La batalla se define en un puñado de olores, colores y sonidos.

Cuando el nazismo avanzó sobre Francia, el español Jorge Semprún se unió a la Resistencia, por lo que luego de ser capturado fue enviado a un campo de concentración. "Pero ¿avanzamos nosotros? Estamos inmóviles, hacinados unos encima de otros, la noche es quien avanza, la cuarta noche, hacia nuestros inmóviles cadáveres futuros", dice el narrador de El largo viaje, su primera novela, en la que revisita aquel viaje en tren que lo enterraría en el campo nazi. "El tren corre y el vagón es un ronco murmullo de quejas, de gritos amortiguados, de conversaciones. Los cuerpos amontonados y reblandecidos por la noche forman una gelatina espesa que oscila brutalmente a cada curva de la vía. Y luego, de repente, hay largos momentos de un silencio pesado, como si todo el mundo se hundiese a la vez en la soledad de la angustia, en una duermevela de pesadilla", describe Semprún. Los cuerpos se resecan y vuelven a sudar, saben de hambre y sobre todo de sed. El tren avanza por rieles sin retorno.

La escritora berlinesa Julia Frank ubica en los andenes del final de la Segunda Guerra el inicio de su novela La mujer del mediodía, que luego la llevará vías arriba, hacia el comienzo del nacionalsocialismo. "Los soldados agarraban fuertemente a su madre. Ella tenía la falda rasgada y los ajos muy abiertos, Peter no sabía si estaba mirándolo o si veía a través de él. Ella tenía la boca abierta..., pero no decía palabra". Las palabras empiezan ser tan sólo una mueca en el rostro, todo el resto un bramido ante el cual, los oídos, como sostiene Pascal Quignard en uno de los ensayos de El odio a la música, no tiene la posibilidad de bajar los párpados. "Cuando el viento hizo una pausa, Angustia levantó unos centímetros la cabeza, movió despacio la boca para hablar, le salieron sólo estas dos palabras: 'Mañana habría...', y después nada más (...) Dos palabras, y la cabeza de Angustia se dobló hacia adelante, abandonada a sí misma." El pasaje corresponde a El desierto de los tártaros, del italiano Dino Buzzati. El escenario del espanto es una fortaleza perdida en la inmensidad, que agoniza en la espera de una amenaza latente.

La guerra está repleta de palabras, pero poblada de cuerpos y sentidos.

Los reinos de la información

El autor estadounidense James Gleick realiza un exhaustivo recorrido por el multidimensional universo de la información, desde la oralidad hasta la teoría cuántica, en un libro en el que también analiza los peligros de menoscabar el conocimiento
Ordenadores desarrollados por English Electric en los años cincuenta del siglo XX. foto: Walter Nurnberg.fuente:elpais.com

Los Homo sapiens somos una especie curiosa, y la curiosidad se satisface con información. Es posible, naturalmente, obtener esa información de primera mano, siendo testigo o protagonista de lo que sucede, pero esto no es lo que ocurre normalmente: es imposible que seamos testigos —mucho menos protagonistas— de todo lo que tiene lugar en el mundo. Son necesarios, por consiguiente, medios específicos para obtener información. A tales medios está dedicado este nuevo, y espléndido, libro de James Gleick, recordado por obras anteriores como Caos.

La información. Historia y realidad lleva a sus lectores a un largo, y tortuoso, viaje, que comienza en la oralidad, un reino en el que las palabras se desvanecen, perdiéndose finalmente en el agridulce y a la postre efímero pozo del recuerdo. No sucede lo mismo con un mecanismo inventado para "congelar" esas palabras dichas, la escritura, pero transmitir y conservar esos símbolos escritos plantea problemas, que la invención de la imprenta de tipos móviles mitigó, allá en el siglo XV. Aquella tecnología, madre de hojas volanderas, folletos, libros, enciclopedias o periódicos, cambió el mundo, pero como tecnología estaba destinada, tarde o temprano, a tener que luchar con otras tecnologías, como las que surgieron del desarrollo, durante el siglo XIX, de la ciencia del electromagnetismo, que produjo mecanismos como el telégrafo, el teléfono, la radio o, más recientemente, el correo electrónico, que cambiaron la topología del mundo, aniquilando, en cierto sentido, el tiempo y el espacio.

El telégrafo cubrió el planeta con una telaraña de cables, por la que circulaban todo tipo de mensajes. Y del telégrafo "con hilos" se pasó al "sin hilos", la radio, a la que acompañó el "teléfono parlante eléctrico", que apareció por primera vez en Estados Unidos con el establecimiento de unos pocos circuitos experimentales en la década de 1870. Al empezar el nuevo siglo, la industria telefónica superaba a la del telégrafo en todos los conceptos (número de mensajes, kilómetros de cableado, capital invertido), y la ola continuaba convirtiéndose en un auténtico tsunami. Los únicos requisitos que se necesitaban para su manejo eran saber hablar y oír. El Reino de la Oralidad.

Semejantes novedades planteaban problemas que nuevas tecnologías deberían resolver. Para la telegrafía con hilos, ingeniosos métodos como el código inventado por Samuel Morse, que el mecánico Alfred Vail hizo posible utilizar en los cables; para la telefonía, conexiones automáticas, centralitas sin operadoras. Se abrió de esa manera un mundo que, como el anterior, Gleick explora en profundidad, un mundo en el que los protagonistas centrales dejaron de ser las palabras, pasando a números y algoritmos, circuitos lógicos y aritméticas binarias; un mundo creado por hombres como, entre otros, Charles Babbage, George Boole, Norbert Wiener, Claude Shannon o el tan genial como desafortunado Alan Turing.

De la mano de Gleick nos vemos introducidos en cuestiones fundamentales del universo de la información. Cuestiones del tipo de si la cantidad de información es proporcional al número de símbolos transmitidos, que a su vez condujo a la idea de que la información está estrechamente relacionada con la incertidumbre (que puede medirse contando el número de mensajes posibles): si solo es posible un mensaje, no hay incertidumbre y, por tanto, no hay información. Se puede, por tanto, decir que la información es entropía, o, mejor, negaentropía: orden extraído del desorden.

Gleick muestra que la información es omnipresente. Turing codificaba las instrucciones como números (ceros y unos) e inventó una máquina ideal (la "máquina de Turing") que suministró los fundamentos teóricos sobre los que se asientan los ordenadores actuales, habilidades que utilizó para descodificar mensajes criptografiados que los alemanes empleaban durante la Segunda Guerra Mundial. Shannon creó códigos para los genes y cromosomas y para los relés y los interruptores, y produjo un resultado de importancia descomunal, el teorema de la codificación sin ruido. La teoría de la codificación se convirtió en un elemento esencial de la ciencia de la computación, y sin la corrección de errores y la compresión de datos no existirían los módems, los CD (aunque estos están, en realidad, desapareciendo), ni la televisión digital. La idea de Shannon de codificar la vida resultó cierta: la réplica del ADN (herencia) es una copia de información, mientras que la fabricación de proteínas es una transferencia de información (ARN mensajero). "Si existiera algo parecido a una guía de los seres vivos", señala Gleick, "creo que su primera línea diría como un mandato bíblico: que se multiplique la información. El gen no es una macromolécula portadora de información. El gen es la información".

Tampoco falta en este monumental libro la discusión de esas unidades de información culturales que son los memes —"ideas con capacidad de propagarse"— de Richard Dawkins. "Un meme", decía Daniel Dennett, "es un paquete de información con carácter". Ni se ha olvidado la teoría cuántica de la información, con sus implicaciones para las teorías, clásica y semiclásica, de los agujeros negros, y sus esperanzadoras, aunque lejanas aún, consecuencias para construir computadores cuánticos, el reino de los qubits.

El libro de James Gleick es, ciertamente, un canto, y una explicación, del multidimensional universo de la información, pero no es un canto ajeno a sus peligros. "Un aluvión de datos", leemos en él, "a menudo no consigue decirnos lo que debemos saber. Por su parte, el conocimiento de algo no garantiza nuestra iluminación ni nuestra sabiduría". El nacimiento de la teoría de la información supuso el sacrificio del significado, la mismísima cualidad que da un valor y unos objetivos a la información, pero no debemos olvidar tales valores y objetivos. La información es un instrumento precioso, sí, pero un instrumento al fin y al cabo. Con la red hemos averiguado cosas —y averiguaremos muchas más en el futuro— que ningún individuo habría podido saber nunca, pero la vida es algo más que información, y desde luego no se reduce a los 140 caracteres de un mensaje de Twitter.

En un mundo en el que la información parece haberse convertido en prioritaria, en reina todopoderosa, muy por delante del conocimiento, este libro, cuya lectura no siempre es fácil, constituye una guía indispensable para traspasar el cómodo hábitat de los meros usuarios y adentrarnos en la frondosa y compleja selva de aquellos que, además, comprenden.


La información. Historia y realidad
James Gleick
Traducción de
Joan Rabasseda
y Teófilo de Lozoya
Crítica.
Barcelona,
2012
537 páginas.
29,90 euros (electrónico: 15,99)

La estrategia de los 'e-books' de Harry Potter doblega a Amazon y revoluciona el sector editorial

El lanzamiento en formato digital de las novelas de Harry Potter revoluciona el sector editorial

Daniel Radcliffe admite haber rodado escenas de Harry Potter estando borracho...No es oro todo lo que reluce. foto.fuente:aviondepapel.tv

J.K. Rowling vende sus 'e-books' desde su propia plataforma, hecho que incluso ha doblegado al todopoderoso Amazon, cuya web enlaza la compra hacia fuera de su ecosistema. No es la única táctica de Rowling. También permite ocho copias digitales por ejemplar adquirido o suprime el DRM. Así, la estrategia 'Harry Potter eBooks' puede convertirse en un caso de manual de escuela de negocios. Enumeramos las siete claves de su magia.

La noticia de que J. K. Rowling venda, por fin, sus novelas de la saga Harry Potter en formato digital dio la vuelta al mundo. La decisión no solo ha sido aplaudida por su legión del lectores en pantallas, sino que los editores y demás agentes del mercado editorial están estudiando dicho lanzamiento como una estrategia que podría revolucionar el sector. Incluso el todopoderoso Amazon se ha visto doblegado.

La tienda online de Jeff Bezos ha tenido que enlazar la compra de los e-books de Harry Potter hacia la pasarela de Pottermore, algo inédito para una multinacional que protege a cal y canto su propio ecosistema de venta. Ahora será Amazon quien genere tráfico online a Pottermore.

Así, los siete títulos de Harry Potter están disponibles desde una tienda propia -Pottermore-, plataforma que J.K Rowling desarrolló junto con Sony. Allí están todos sus e-books y también sus audiolibros para los mercados en inglés, francés, italiano y español.

Sin embargo, la varita mágica de Harry Potter va mucho más allá. Muchas de las tácticas del lanzamiento no son excesivamente novedosas; pero, todas en conjunto, eran impensables dentro del panorama editorial hasta esta semana. Enumeramos aquí las más relevantes.

1.- Venta exclusiva desde una plataforma propia.- J. K. Rowling se ha dado cuenta de que, como autora, tiene la suficiente masa de lectores para vender ella misma sus e-books, sin intermediarios. La escritora se quedó para sí los derechos digitales, mientras su saga en papel vendía 450 millones de copias en 70 idiomas. Ahora, con el lanzamiento de sus e-books, todas las tiendas online deberán apuntar a Pottermore. Amazon, inclusive, además de Barnes & Noble, Google Play y Sony Readers. Con Apple, aún no hay acuerdo.

2.- Ocho copias digitales por `e-book´.- Otra de las novedades de la estrategia de Harry Potter es que su tienda online permite descargar hasta ocho copias de cada ejemplar adquirido, con lo que se da un paso más en un sistema similar al pago por licencia múltiple, algo usual en los programas informáticos (software). Esta fórmula también abre una elucubración: la posibilidad del préstamo de e-books entre usuarios.

3.- Precios premium.- Los siete e-books de la saga de Harry Potter se venden a dos escalas de precios, un coste que sí ha enfadado a muchos de sus futuros lectores digitales. Así, las novelas más recientes se venden a un importe premium de 9,99 dólares –precio que roza la cota de novedad literaria- y el resto a 7,99 dólares, un cifra psicológica, pero algo superior para un título, digamos antiguo, y que ahora se reedita.

4.- Son `e-books´ sin DRM.- Una de las novedades de los libros electrónicos de Harry Potter es que eliminan el sistema anticopia –DRM, en sus siglas en inglés-, lo que favorece la compra amigable. Sin embargo, según Pottermore, sí cuentan con una "marca de agua", para controlar y rastrear posibles casos de piratería.

5.- Venta para varios estándares.- Los lectores de Harry Potter podrán comprar sus e-books para leerlos en cualquier dispositivo de lectura (ordenador, e-readers, tabletas y móviles) y bajo cualquier estándar; es decir, el sistema mobi, que usa el Kindle de Amazon y el e-Pub, formato para la mayoría de e-readers.

6.- Aduana electrónica por países.- Otra de las tácticas de Rowling es que entra poco a poco en mercados con lenguas y políticas de precios diferentes. Su tienda de e-books incorpora términos legales distintos según países. Este sistema de geoblocking (aduana electrónica) impide que un internauta de otro país no autorizado pueda acceder a la compra online. Es un método que adapta la venta del e-book a la legislación, a los precios y a los impuestos de cada geografía.

7.- La magia de la expectativa.- Por último, el lanzamiento de los e-books del mago Harry Potter también nace con la creación artificiosa de un deseo. La noticia ha generado expectación -y publicidad gratuita-, no sólo en los fans de lengua inglesa, sino también en el resto de lectores de otros idiomas. ¿Qué seguidor de Potter no se está preguntando cuándo saldrá la versión digital en español, por ejemplo?

Sobre este último aspecto, de nuevo, regresamos a Amazon. En un comunicado, la compañía anunció la venta de los e-books de Harry Potter en inglés para Kindle; pero también informó de que la saga estara disponible en español en "los próximos meses", tal y como confirma Pottermore. La fecha es aún una incógnita.

30.3.12

El mito de Fernando Botero engorda en Latinoamérica

El Palacio de Bellas Artes de México empieza la celebración de los 80 años del artista. El pintor y escultor colombiano expone 177 piezas, su mayor retrospectiva
Detalle de Bailarines (2002), de Fernando Botero.foto.fuentes:elpais.com,eluniversal.com.mx

Sostiene Botero que nunca en su vida ha pintado "una gorda". Lo dijo el miércoles en una rueda de prensa en México DF, donde se abre mañana al público en el Palacio de Bellas Artes la mayor exposición que se haya hecho sobre su carrera artística, Botero: una celebración, compuesta por 177 obras que exploran la gordura en todas sus formas.

La irónica afirmación ante la prensa de Fernando Botero (Medellín, 19 de abril de 1932) remite al motivo formal de su arte: la belleza misma del volumen, más que la obesidad humana, animal o de cualquier otro objeto de contemplación. Ya lo dice el escritor peruano Mario Vargas Llosa en un texto incluido en el catálogo de la muestra: "Cuando un crítico le preguntó por qué pintaba 'figuras gordas', Botero repuso: 'No lo son. A mí me parecen esbeltas".

–¿Y qué le parece a usted esta mujer tan voluminosa? –le pregunta el periodista a una señora mexicana en la explanada frontal del Palacio, donde ya se pueden ver cinco esculturas monumentales de Botero.

Escultura de Botero frente al Palacio de Bellas Artes de México DF. foto: Pradip J. Phanse

–Pues no me parece bonita –responde Marta Aguilar, de 29 años­–. Está muy gorda, muy luminosa como dice usted.

–¿Y podría decirme su peso y su altura?

–Sí, mido 1,57 y peso 59 kilos.

–¿Eso está bien, no?

-No tanto, estoy un poco pasadita.

México, el segundo país con más problemas de sobrepeso del mundo después de Estados Unidos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, fue el lugar en el que el artista colombiano descubrió para siempre el poder del volumen. Cuenta la leyenda que el hallazgo sucedió en 1956 cuando Botero dibujaba una mandolina en un parque de la capital, donde residía en aquel tiempo, y por el azar de la creación comenzó a exagerar las formas del instrumento musical. Buena parte de las orondas figuras que pintó, esculpió y dibujo desde entonces se distribuyen ahora –o se "derraman", como expresa Vargas Llosa– por los siete salones del Palacio de Bellas Artes y por la explanada que lo rodea.

La muestra, que estará abierta hasta el 17 de junio, se ha dividido por categorías temáticas, desde su obra temprana, centrada en la infancia del artista en Colombia, hasta una serie sobre las torturas cometidas por soldados estadounidenses a presos iraquíes en la cárcel de Abu Grahib. Según la comisaria de la exposición, Lina Botero, hija del autor, solamente faltan las obras de la serie Vía Crucis, porque se expondrán a partir del 5 de abril en el Museo de Antioquia (Medellín).

Lina Botero confirma que Botero: una celebración es la retrospectiva "más grande" que se le ha dedicado a su padre, que, a tres semanas de cumplir 80 años, sigue trabajando cada día –"como mínimo ocho horas", según ella– en cualquiera de los estudios que tiene repartidos por el globo: en París, en Montercarlo, en Medellín, en la Toscana, en una isla griega… Una infraestructura notable que da muestra del éxito que ha tenido y sigue teniendo su exploración de la gordura –o de las formas desbordadas– en una era estéticamente flaca, en la que la dimensión de una cintura puede ser motivo de un pleito ­–he ahí el reciente caso Ananda Marchildon contra la agencia Elite, ganado por la modelo­– y en la que lo liviano, rectilíneo y abstracto, sea un cuadro, una escultura, un edificio o una tableta digital tiene un lugar privilegiado dentro del evolutivo canon de la belleza.

En ese contexto, Botero es un sólido continuador del modelo del arte como representación, o como reproducción de lo que hay, aunque su técnica no sea calcar la realidad sino inflarla para encontrar lo bello más allá de los límites de volumen real de las personas o de las cosas.

El artista colombiano, que vivió a principios de los sesenta en Nueva York, laboratorio de la vanguardia contemporánea, y conoció de cerca a genios de la abstracción como Willem de Kooning o Mark Rothko, siempre ha mantenido la mirada puesta en patrones pasados: el arte precolombino, el quattrocento italiano, el muralismo mexicano del siglo XX (plasmado en las paredes del propio Palacio de Bellas Artes con frescos de Diego Rivera y otras figuras de esa escuela), y sigue reivindicando esa tradición, según explica Lina Botero: "Él dice que el arte está en su peor momento de decadencia, porque se ha abandonado la figuración y la búsqueda del placer".

A sus casi 80 años, Fernando Botero continúa engordando el mundo en un siglo en el que el volumen es un sentimiento de culpa, y su obra, aunque reconocida como una cumbre del arte latinoamericano de las últimas décadas, no puede ocultarse de la delgada mirada contemporánea.

–¿Le parece bonita esta señora? –le dice el reportero a una joven de 20 años, llamada Xanath Luna, que se fuma un cigarro sentada ante el Palacio de Bellas Artes.

–No, no es estética, mentiría si dijera que es bonita.

–¿Y podría decirme su peso y su altura?

–Mido 1,63 y peso 58 kilos, y me siento bien gorda. Yo no quiero estar lonjuda

Botero por el mundo

Cristina Esguerra

Medellín, ciudad natal de Botero, celebrará los 80 años del artista con la exposición: Viacrucis: La pasión de Cristo que se inaugurará el 3 de abril en el Museo de Antioquia. Su más reciente producción artística está conformada por 27 óleos a gran escala y 33 dibujos. Esta es la primera vez que estas obras serán presentadas en Colombia.

La exposición desvela el detallado estudio y el amor que el artista colombiano siente por la pintura italiana del Renacimiento. Botero aborda el tema de la pasión de Cristo desde contextos tan diversos como Manhattan o los pueblos antioqueños. El artista permanece fiel a los eventos de la historia de Cristo y también al singular estilo con el que ha conquistado la fama.

"El tema del Viacrucis fue muy importante porque fue el único que existió en la pintura prácticamente hasta el siglo XVI. Todos los grandes pintores del arte, como Giotto y Masaccio, pintaron el Viacrucis, pero desapareció y es un tema maravilloso, por eso lo hice", dijo el artista al periódico colombiano El Tiempo.

En Bogotá, la celebración será distinta. El 17 de abril Botero discutirá sobre algunos aspectos de su vida y de su obra con Roberto Pombo, director del periódico El Tiempo. La charla se llevará a cabo en la Biblioteca Luis Ángel Arango en el centro de la ciudad.

Las muestras en Italia, Chile, España y Brasil también hacen parte de la celebración. La gira mundial de exposiciones de Botero comenzó el 17 de mayo en Asís (Italia) con la presentación de 80 esculturas. El Museo de la Memoria de Santiago de Chile expondrá Abu Ghraib la serie hecha por el colombiano sobre la tortura en Iraq.

Pietrasanta, considerada la capital italiana del arte, se sumará a los festejos con un homenaje. El 19 de abril, el día del cumpleaños del artista, la ciudad italiana será el escenario de una exposición de escultura monumental y de dibujo sobre tela. De allí pasará el 8 de octubre a Bilbao y luego tendrá al Museo de Sao Paulo como anfitrión.

Isabel Allende gana el Hans Christian Andersen de literatura infantil

Ha sido distinguida: "por sus cualidades como narradora mágica y su talento para hechizar a su público"

La escritora chilena Isabel Allende.foto: Kai Abresch.fuente:elmundo.es

El premio, creado por una fundación privada en colaboración con el Ayuntamiento de Odense (Dinamarca), está dotado con 500.000 coronas danesas (90.000 dólares ó 67.000 euros), una escultura de bronce y un diploma. La ceremonia de entrega se celebrará el próximo 30 de septiembre en el Koncerthus de Odense, ciudad natal del célebre escritor de cuentos danés.

Allende pasará todo el día en esta localidad, donde participará en una lectura en la Biblioteca Central, visitará la casa natal de Andersen y disfrutará de un almuerzo en el ayuntamiento, explicó la organización del premio en un comunicado.

"Estoy feliz y orgulloso de que Odense reciba una vez más la visita de una de las grandes escritoras internacionales. Como ciudad natal de Hans Christian Andersen es emocionante poder dar la bienvenida a una autora cuyo universo mágico tiene tantos parecidos con el suyo", señaló Steen Møller, concejal de Cultura.

La autora de 'La casa de los espíritus' sucede en el palmarés del premio a la británica J.K. Rowling, creadora de la saga infantil de Harry Potter y ganadora de la primera edición en 2010.

La escritora chilena ya fue una de las embajadoras del Año Internacional Hans Christian Andersen en 2005, organizado por las autoridades danesas para celebrar el bicentenario de su nacimiento.

Lisboa despidió a Tabucchi

El escritor italiano, fallecido el domingo a los 68 años, ha sido enterrado en el cementerio dos Praçeres, en Lisboa
Antonio Tabucci, escritor italiano de nacionalidad portuguesa cuyo fallecimiento sorprendió a Europa. Personalidades de la cultura de toda Europa lamentaron su muerte. foto:Ferran Nadeu.fuentes:lainformación.com,elperiodico.com.elpais.com

Antonio Tabucchi, el escritor italiano de alma portuguesa, descansa ya en el viejo cementerio dos Prazeres, en Lisboa, la ciudad que acabó siendo suya y en la que murió, el pasado domingo, a los 68 años, de un cáncer de pulmón. Fue incinerado por la mañana en una ceremonia privada. Después, tras un acto público y laico, sus cenizas quedaron para siempre depositadas en el pequeño panteón de los escritores de este cementerio antiguo que, en 1935, acogió también los restos del escritor que cambió la vida para siempre de Tabucchi, Fernando Pessoa: en un viaje a París en los años sesenta, el joven Tabucchi descubrió un poema traducido al francés del escritor portugués que le conmovió lo bastante como para decidir aprender la lengua de Pessoa y viajar al poco tiempo a Lisboa tras el rastro de las huellas del poeta. Ahora, ese italiano que se casó con una portuguesa y que tiene dos hijos italiano-portugueses, que escribió su última novela, Réquiem, en portugués, reposará para siempre en la ciudad de Pessoa. Aunque, para seguir jugando a perseguirse, no estarán en el mismo cementerio, ya que los restos de Pessoa fueron trasladados en 1985 al Monasterio de Belem, a una tumba más ilustre.

A la ceremonia asistieron un centenar de amigos del escritor, llegados de muchas partes de Europa. Había escritores, traductores, estudiosos de su obra y de la obra de Pessoa, amigos italianos, portugueses y españoles, editores (como el español Jorge Herralde, de Anagrama, la editorial que publicó los libros de Tabucchi en español).

Frente al panteón, el traductor de su obra en francés, Bernard Communt evocó en francés la figura de Tabucchi, al que definió como un hombre "tiernamente anarquista", aseguró que desde el domingo el mundo "es más frío, menos divertido". Y afirmó que sus amigos irán al cementerio dos Praçeres a buscar su fantasma como él mismo busca el fantasma de Pessoa en la citada novela Réquiem. Después habló el escritor e intelectual António Mega Ferreira, en portugués, y después una tercera persona cerró el acto con un discurso en italiano.

Alguien dijo que sus libros siguen vivos y eso es cierto, por lo menos en Lisboa. Desde el domingo se han sucedido en la prensa portuguesa los artículos y comentarios sobre una figura de la literatura europea que los portugueses consideraban, y con razón, muy suyo. Los homenajes se sucederán: mañana, en el Espacio Nimas, en Lisboa, se exhibirá la película Réquiem, basada en su novela homónima. El día dos, en la casa de Fernando Pessoa, también en Lisboa, se efectuará, precisamente, una lectura pública de este libro delirante en el que Tabucchi, convertido en personaje, pasea, precisamente, por el cementerio dos Praçeres.

Mientras, la editorial portuguesa Don Quixote ultima la publicación de la traducción del último libro del escritor, aparecido en 2009 en italiano, un conjunto de cuentos con un título profético: El tiempo envejece deprisa.

Argentina da marcha atrás en la última traba a la importación de libros

Los lectores podrán recibir volúmenes del extranjero en su domicilio, sin tener que ir a recogerlos al aeropuerto
La librería bonaerense El Ateneo.foto:Guy Christian. fuente:elpais.com

Parecía un desatino surrealista. Y, afortunadamente, solo duró unos días. La secretaría de Comercio del Gobierno argentino contactó ayer con las principales asociaciones de la industria editorial para comunicarles que las últimas disposiciones habían sido malinterpretadas por el servicio de Aduanas y en unas horas todo volvería a la normalidad. Con esa decisión, el ciudadano común no se verá obligado cada vez que reciba un libro por servicio de mensajería desde el extranjero a pagar el equivalente a unos 50 euros en concepto de tasas y a viajar al aeropuerto internacional de Buenos Aires para retirar su mercancía. Y los editores no tendrán que contratar los servicios de un despachante de aduana cada vez que reciban por mensajería unos cuantos libros.

La medida se puso en práctica a raíz de que el pasado 12 de marzo entrase en vigor una resolución por la que se prohibía la publicación y difusión de libros que posean en sus tintas un contenido de plomo superior al 0.06%. El pretexto justificado en la propia norma era proteger la salud de la población. Pero en realidad se pretende fomentar la impresión de libros en el país y reducir la salida al exterior de dólares.

Esta última disposición venía a sumarse a otras que durante el último año han dificultado la llegada de libros impresos en el extranjero. Varios editores habían advertido a los responsables de la Secretaría de Comercio de que se iba a generar un gran rechazo en la sociedad cuando los ciudadanos tuvieran que retirar los libros en el aeropuerto de Ezeiza, a 35 kilómetros de Buenos Aires. Sin embargo, la norma salió adelante. La semana pasada fue adelantada por La Nación y poco a poco se fueron generando cientos de protestas en las redes sociales. Un grupo de intelectuales agrupados bajo la marca Plataforma 2012 emitió un comunicado contra la medida: "Causa estupor que el mismo Gobierno que acepta la utilización de sustancias químicas contaminantes en la megaminería a cielo abierto, que traba investigaciones respecto de los perniciosos efectos que causa el glifosato en la salud humana usado en las 18 millones de hectáreas sembradas de soja, que no hizo jamás algún intento de paliar el escándalo ecológico del Riachuelo, alegue ahora razones de índole sanitaria para tomar una medida tan engañosa como falsa".

El escritor argentino Hernán Casciari escribió un artículo que tuvo gran resonancia en la opinión pública y creó la etiqueta de Twitter #liberenloslibros. Ahí se podían leer tuits como: "La idiotez es una enfermedad extraordinaria. No es el idiota el que sufre por ella sino los demás (Voltaire)". "En el tema editorial, este Gobierno está dejando una pésima impresión". "Este año, por el peligro de la contaminación, en lugar de la Feria del Libro se hará la Feria de la Minería a Cielo Abierto". "Se supo: lo que hizo chocar al tren del Sarmiento fue el exceso de plomo en las tintas de un libro importado". "Me hace gracia que tenga algún tipo de popularidad el hash #liberenloslibros acá en Twitter. Es como fumarse un porro en comisaría".

El viernes pasado, algunos responsables de Comercio informaron a los profesionales del sector editorial de que todo se debía a una interpretación de la ley demasiado estricta del servicio de aduanas. Pero tuvieron que transcurrir varios días y varias portadas de los principales periódicos del país hasta que ayer, la secretaría de Comercio comunicase a la Cámara del Libro y la de Publicaciones que ya no será preciso "intervenir" los libros y revistas importados dirigidos a los usuarios y que el problema se solucionará en los próximos días. El diario La Nación reproduce hoy la carta que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, envió ayer a Gladys Morando, la responsable de la Dirección de Técnica de Importación de la Aduana: "No resulta necesaria la intervención previa de la Dirección de Lealtad Comercial ni la presentación de certificación ni de declaración jurada ni documentación alguna por parte del importador para su liberación a plaza, siempre que la mercadería ingrese para uso o consumo del destinatario y su finalidad no sea la comercialización".

No obstante, las trabas a la importación de libros no han terminado. La resolución que impide la publicación de libros con un contenido de plomo superior al 0,06% sigue vigente. Y en los próximos meses se podrá utilizar para retener en las aduanas grandes partidas de libros destinados al comercio. Algunos libreros se quejan de que, aunque no existe ninguna prohibición de importar nada, las restricciones impuestas desde el año pasado por la secretaría de Comercio han reducido de forma considerable el volumen de libros importados. La directora de la Feria del Libro de Buenos Aires, Gabriela Adamo, advertía ayer en este periódico sobre el daño que las "improvisaciones" del Gobierno están infligiendo en la industria editorial argentina: "Han sido varias las medidas que se han anunciado y luego se da marcha atrás. Con cada una de ellas las cámaras del libro van y tratan de resolverla. Pero es un proceso de desgaste bastante complicado. Esto ya viene desde el año pasado".

Hallados dos catálogos de Hitler con fotos de obras de arte robadas por los nazis

Los volúmenes pueden ser de gran utilidad para localizar otras piezas saqueadas
Fotografía de un cuadro de Fragonard de los archivos de obras de arte robadas de Hitler. foto:Monument Men Foundation. fuente:elpais.com

En los estertores de la Segunda Guerra Mundial, el cabo Albert Lorenzetti y el soldado de primera clase Yerke Larson, entraron con sus compañeros de 989 batallón de artillería de los Estados Unidos en la casa de Adolf Hitler en los Alpes. Todos se llevaron algo prestado, un tenedor, una taza…, para demostrar que habían estado en el refugio bávaro del Führer. Lorenzetti y Larson escogieron como recuerdo de guerra dos álbumes de cuero.

Ambos ignoraban que esos volúmenes formaban parte de un catálogo elaborado por la Einsatzstab Reichsleiter


El martes pasado la Fundación Monument Men para la Conservación del Arte hizo pública en Dallas la existencia de estos dos álbumes, donados por los herederos de los soldados, que desconocían su relevancia. Su presidente, Robert M. Edsel, anunció que se cederán al Archivo Nacional de los Estados Unidos, que ya posee otros 39 tomos del catálogo de la ERR. "Se trata de uno de los hallazgos más importantes relacionados con Hitler y el robo de arte por los nazis. Pueden ser de gran utilidad para localizar otras obras expoliadas durante la II Guerra Mundial", señaló Greg Bradsher, miembro del Archivo Nacional, durante la presentación de los dos álbumes.

Uno de los volúmenes contiene fotografías de 69 pinturas anteriores a 1940, entre ellas las de dos cuadros de Jean-Honoré Fragonard y El baile en la calle, atribuido a Jean-Antoine Watteau. Aunque la mayoría de las obras fotografiadas en el álbum ya han sido restituidas a sus propietarios, hay cuatro que siguen desaparecidas. El otro tomo incluye imágenes de 41 piezas de mobiliario pertenecientes a la familia Rothschild.

Hitler encargó la elaboración del catálogo para tener un control de las obras robadas y decidir cuáles formarían parte del museo que tenía intención de crear

Hitler encargó expresamente la elaboración del catálogo para tener un control de las obras robadas y decidir cuáles formarían parte del museo que tenía intención de crear en Lintz, su ciudad natal. Lo recibió completo el día de su cumpleaños en 1943. En mayo de 1945, los Monument Men -nombre que reciben quienes durante la II Guerra Mundial protegieron y rescataron las obras de arte sustraídas por los nazis- encontraron 39 volúmenes de ese catálogo, que fueron presentados como prueba del saqueo en los juicios de Nüremberg.

Edsel sostiene que todavía quedan muchos tomos por descubrir e insta a los veteranos de la II Guerra Mundial y a sus familiares a que "rebusquen en el ático o en el sótano algún viejo recuerdo de guerra porque podría contener la pista para desentrañar parte del misterio de las obras de arte saqueadas". La fundación que preside ha localizado y recuperado más de cinco millones de objetos robados por los nazis. Edsel es autor del libro Monument Men que George Clooney va adaptar para el cine.

Rosenberg (ERR), un cuerpo especial nazi encargado de localizar y sustraer las principales obras de arte de los países ocupados por el III Reich. Luego las fotografiaban y clasificaban para tener constancia de las piezas saqueadas. 67 años después, han salido a la luz.

Inventario de un expolio sistemático

29.3.12

Unesco nombra a Santiago García, embajador mundial del teatro

El Ministerio de Cultura y el Centro Colombiano de la ITI fueron los encargados de postularlo
Santiago García, director de teatro colombiano muestra el reconocimiento de la Unesco.foto:culturarecreacionydeporte.gov.co.fuente:elespectador.com

El Instituto de Teatro Internacional (ITI) de la Unesco, designó el martes al director y dramaturgo colombiano Santiago García como embajador mundial del teatro, en el marco de la celebración del Día Internacional de esta manifestación artística.

El Ministerio de Cultura de Colombia y el Centro Colombiano de la ITI fueron los encargados de postular a García a esta distinción, por ser considerado uno de los fundadores del teatro moderno en Colombia al cabo de más de 50 años al frente de las artes escénicas del país.

Acompañado por sus amigos más cercanos y en medio de ovaciones, recibió esta distinción de la mano de la ministra de Cultura, Mariana Garcés, quien dijo que "todo lo que el país le pueda reconocer al maestro es poco frente a todos los aportes que ha hecho en el contexto nacional e internacional".

En su discurso de aceptación, agradeció en especial al Teatro La Candelaria, institución que él fundó hace más de 45 años, y dedicó este homenaje "a todos los teatreros que han elegido como modo de vida presentarse y representar los conflictos del mundo, de las comunidades y de las personas".

Además, agregó: "En estos 57 años que llevo haciendo teatro, sólo el cambio de percepción del público ha valido la pena, ha valido la pena vivir para crear, nada reemplaza la sonrisa de los espectadores, su atención y su entrega, somos gente de la vida alegre".

Patricia Ariza, directora del Festival de Teatro Alternativo y amiga personal, lo felicitó, recordó algunas de las anécdotas del inicio de su carrera juntos y leyó una carta de Luis Peirano Falconí, Ministro de Cultura peruano, quien también envió su felicitación.

Otra de las asistentes fue Ana Marta de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, quien definió a García.

"(Es) la persona que en los años sesenta se dedicó a desarrollar una actividad que no tenía ninguna importancia en este país, él nos enseño qué es la denuncia política con humor", aseguró en declaraciones a Efe.

Hasta el momento sólo siete personas han recibido esta distinción por parte de la Unesco, entre ellas está el nigeriano Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura en 1986; Anatoli Vassiliev, máxima figura de la dirección teatral en Rusia y Vigdis Finnbogadottir, expresidenta de la República de Islandia.

También hacen parte de este notable grupo de galardonados: Václav Havel, político, escritor, dramaturgo y el primer presidente de la República Checa; Ellen Stewart, fundadora del Teatro La Mama de Nueva York, y Arnold Wesker, dramaturgo conocido por sus contribuciones al llamado kitchen sink drama.

Este ha sido un año de reconocimientos para el nuevo embajador, ya que la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) también lo galardonó con el Premio Cultural de las Letras y las Artes por la obra de toda su vida.

Adicional a esto, la ministra Garcés anunció que su cartera se une a la celebración con la edición de un libro que reúne cinco de las obras del Teatro de La Candelaria, elegidas por el mismo García.

El homenaje se vivirá en todo el país, ya que simultáneamente se hará una lectura dramática de la obra escrita por él llamada "Guadalupe años sin cuenta" que, con más de 2.000 funciones, se ha convertido en una de las más vistas en Colombia.

Precisamente Bogotá celebra desde el pasado 23 de marzo y hasta el 8 de abril el Festival Iberoamericano de Teatro, que ha convertido a la ciudad colombiana en un gran escenario en el que alternarán artistas de todo el mundo.

La crónica como 'literaturización' de la realidad

Las compilaciones Mejor que ficción y Antología de crónica latinoamericana actual dan cuenta de la relación entre realidad, ficción y periodismo
Mejor que ficción, una compilación de crónicas periodísticas. Edición de Jorge Carrión

Antología de crónica latinoamericana actual de Darío Jaramillo sitúa la crónica en el lugar de un nuevo boom literario.fotos.fuente:lavanguardia.com

"Cada presente reclama sus testigos, sus intérpretes, sus cronistas" afirma Jorge Carrión en la introducción a Mejor que ficción (Anagrama), una compilación de crónicas periodísticas que, junto a Antología de crónica latinoamericana actual de Darío Jaramillo (Alfaguara), sitúan dicha narración en el lugar de un nuevo boom literario. "Los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada, simplemente contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias", señala Jaramillo.

Ambas obras presentan una selección de los mejores artículos periodísticos de los últimos años y ofrecen una introducción en la que intentan situar, bien como género, bien como lugar de debate, lo específico de la crónica en contraste con el mismo quehacer periodístico y literario. Ambos editores manifiestan la polisemia que cubre la crónica en un intento de aproximación. En este sentido, Jaramillo sostiene que "la crónica suele ser una narración extensa de un hecho verídico, escrita en primera persona o con una visible participación del yo narrativo, sobre acontecimientos o personas o grupos insólitos, inesperados, marginales disidentes, o sobre espectáculos y ritos sociales".

Ante lo aparentemente aséptico en la nota periodística, la crónica reivindica el posicionamiento de una subjetividad que de cuenta, desde un determinado lugar, de la realidad circunscrita. Estos autores, señala Carrión, "han sabido (...) construir artefactos narrativos de una complejidad a la altura de la múltiple y acelerada realidad". Dado que la objetividad es imposible, tal y como defiende Doménico Chiappe en Tan real como la ficción (Laertes), mejor hacer evidente el lugar desde el que se escribe para dar testimonio en primera persona de aquello que acontece.

Los dos compiladores se sostienen en cierta epistemología que da a la función narrativa una relevancia que resalta la retoricidad del lenguaje y ponen bajo sospecha cualquier tipo de aproximación "objetiva" a la realidad. De esta manera, la realidad no se descubre sino que se describe. Por eso Carrión apela a que "la identificación, que siempre es parcial, debe ser conscientemente parcial" y Jaramillo, citando a Caparrós asegura que "siempre hay un sujeto que mira y que cuenta. Que literaturiza".

Los dos volúmenes, así, presentan un compendio de artículos en los que se enmarca un debate tanto periodístico como literario y que ahonda en la relación entre ficción realidad y artificio. En este sentido, por lo que se refiere a la interpretación literaria de la crónica, no parece que apelar a la realidad sea garantía suficiente de excelencia literaria en función de un pacto de ficción más verosímil con el lector. Del mismo modo que apelar al nombre propio no lo es en la autobiografía.

Por lo que atañe al periodismo, es interesante como lo crónica subraya la necesidad de explicitar la parcialidad ante la imposibilidad de la objetividad absoluta. Literariamente, lo interesante es que la crónica pone de manifiesto lo que apuntaba W.G. Sebald sobre la narración en primera persona en contraposición a la narración omnisciente: "Si tenemos un mundo en el cual las normas están claras, y en el que se sabe cuándo empieza la transgresión, creo que es legítimo, dentro de ese contexto, ser un narrador que sabe cuáles son las normas y quién sabe las respuestas a determinadas preguntas. Pero creo que esas certezas nos han sido arrebatadas a lo largo del curso de la historia, y que debemos reconocer nuestra sensación de ignorancia e insuficiencia en estos temas, y por tanto, intentar escribir de acuerdo con ello".

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Recen por ella

La autora de La ladrona de coral, hija de creacionistas irreductibles, ambienta su primer noir en el entorno de Charles Darwin
Rebecca Stott, escritora inglesa.foto:Duomo.fuente:elmundo.es

Rebecca Stott creció en una familia creacionista. Sus padres, sus tíos, todo el mundo a su alrededor, formaba parte de una secta fundamentalista cristiana incapaz de aceptar que un tipo como Charles Darwin pudiera tener razón. Quizá por eso, dice, se sintió atraída desde muy niña por su figura. "Mis padres lo veían como el diablo. Y a mí me gustaba. En parte porque representaba lo prohibido y lo prohibido me atraía", confiesa. A veces se pregunta Stott por qué no estudió Biología. A continuación se responde que porque quería ser escritora. La primera de sus novelas que llega a las librerías españolas, un trepidante 'noir' que bebe tanto de 'Los miserables' como de la trilogía de atraco al casino de Steven Soderbergh (de 'Ocean's Eleven' en adelante), se titula 'La ladrona de coral' (Duomo) y está ambientada en el París de 1815, el de la caída de la Napoleón. La protagonista, Lucienne Bernard, es una mujer intrépida, fan, como la propia autora, de Darwin y sus ideas por entonces "subversivas".

"Es cierto que por entonces no había muchas mujeres interesadas en el tema, tampoco las hay ahora", asegura la autora, que acostumbra a visitar todos los Museos de Historia Natural que encuentra y que cree que el Jardin Des Plantes de París era, en aquella época, la de principios del siglo XIX, algo así como el centro del mundo. "Era un lugar cosmopolita. De hecho, París era la única ciudad en la que Iglesia no ejercía su control y por eso era un hervidero de ideas. Se debatió allí por primera vez el evolucionismo. Estaban en la vanguardia de la ciencia", explica.

A París viaja su protagonista, Daniel Connor, un estudiante de anatomía de Edimburgo que espera ser aceptado como alumno del legendario Doctor Cuvier. Lleva encima cartas de recomendación, tres fósiles de incalculable valor y un hueso de mamut. Unas y otros desaparecen después de cruzarse con la chica que viaja en su diligencia (Lucienne) acompañada de una niña y que le asegura que todo lo que sabe de él lo ha descubierto al hipnotizarle. "Me pregunté cómo sería una mujer evolucionista de la época y Lucienne simplemente se me apareció. A veces ocurren estas cosas. El oficio de escritor tiene algo de fantasmagórico", dice Stott, que tomó prestado el vértigo de la citada serie de Soderbergh que arranca con 'Ocean's Eleven' para componer tan trepidante thriller negro con mítico detective de fondo. Pues cuando Connor pierde sus cartas de recomendación y sus fósiles, se dirige a la policía, que curiosamente en aquella época dirigía uno de los ladrones más temidos de Francia, Eugène-François Vidocq, "el creador de una de las primeras policías secretas de Europa", apunta la escritora, policía secreta que mantenía bajo vigilancia a científicos ("es algo que descubrí mientras investigaba, que en todas las épocas los científicos siempre han estado bajo vigilancia, por considerarse en algún sentido peligrosos, desestabilizadores", cuenta la autora) y a los soldados que regresaban de las guerras napoleónicas y que estaban convirtiendo París en una especie de primitiva Gotham City. Fan de Sebald, de los 'thrillers' científicos de Ian Pears y de Hilary Mantel, Stott primero investiga y luego escribe y cuando se sienta a escribir le dedica tantas horas como puede al día hasta que la novela está completamente cerrada. "De otra manera, los personajes desaparecen. Cuando pierdes el contacto con ellos, pierdes la historia", asegura. ¿Y qué hay de la figura del ladrón? ¿Por qué le interesa tanto? "El ladrón es un personaje transgresor, subvierte el orden de las cosas, se mueve en varios mundos. La protagonista es una ladrona entre ladrones. Estamos hablando de París en la época en la que era el centro de las cosas robadas. Napoleón fue un gran ladrón, expolió toda Europa. Me interesaba también el tema de la titularidad del arte, ¿de quién es el arte? No sé, es sólo una figura que me inspira", contesta. ¿Y qué opina su familia de sus historias? "Supongo que rezan por mí", contesta.

De Moura: "Editar es como jugar a la ruleta"

Un símbolo del panorama editorial español. Descubrió a través de su padre el placer de leer.Hoy sigue trabajando con las mismas armas: curiosidad, fascinación y vocación
Beatriz de Moura. Editora española. foto: Jordi Socías. fuente:elpais.com

Beatriz de Moura siempre supo que su casa era una biblioteca. Supo que sus paredes estaban formadas por las vapuleadas y cosmopolitas estanterías que acompañaban a la familia en su periplo diplomático por el mundo. Supo del vicio de leer cuando observaba a su padre, con cara de placer, devorando con los ojos un libro. Así que no le extraña que la vida convirtiera a esta brasileña de origen en editora. Y no una editora cualquiera, sino la impulsora de una marca, Tusquets, que es sinónimo de independencia, buen gusto y hasta formadora de un canon literario e intelectual en el mundo de las letras hispánicas.

Más sola, desde que su marido y socio, Toni López Lamadrid, muriera en 2009, pero arropada por un equipo de 24 personas en su palacete barcelonés, sede de la editorial, De Moura contempla este mundo cambiante, este fin de una época en la que, por el momento, convive el objeto imbatible que es el libro con el vendaval de las nuevas tecnologías. La incertidumbre ha sido su aliada desde que fundara hace más de 40 años el sello junto a Esther Tusquets y su pareja de entonces, el arquitecto Oscar Tusquets, pero eso no le resta un ápice de pasión por su oficio. Tampoco ensombrece el misterio de un autor por descubrir, de una obra por la que apostar, porque si algo engancha en la vocación de fabricar libros es ese aspecto de juego de ruleta que implica su fascinante trabajo.

Ustedes fueron pioneras en la edición, crearon escuela. En cierto aspecto, sí. Hubo precedentes, pero se las conocía como damas de la edición. De damas, nosotras teníamos muy poco.

¿Cómo así? Hubo un encuentro organizado por Pancho Pérez González en el que nos reunió a las editoras de España y Latinoamérica. Se llamó así: Las damas de la edición. Estaba muy claro, las damas de la edición habían sido en la posguerra española viudas o compañeras de antiguos editores que habían continuado la labor y lo habían hecho muy bien. Además tenían ese porte y esa gracia de señoras que a su vez habían sido buenas amas de casa, buenas anfitrionas. Esas eran las damas de la edición. Las peleonas, las que se abrieron camino por sí solas, nacen, que yo recuerde, con Esther Tusquets.

Con Esther y con usted. Ella primero. Fundó con su padre la editorial Lumen, cuyo sello ahora está en Random House.

Aparte de que aquella chica estupenda a la que echaron de Gili en los años sesenta por escandalizar a los mayores del sello no podía ser considerada dama de la edición. ¿Quién era esa chica? Bueno, pues una muchacha que venía de fuera. Había terminado mis estudios universitarios en Ginebra, estaba sin un duro y tenía que currar para ganarme la vida porque mi padre me había desahuciado.

¿Desahuciado? ¿Cómo es eso? ¿No se entendía con su padre? Poco antes de que transfirieran a mi padre de Barcelona a otro puesto allá por 1960 –hay que decir que mi padre era diplomático– tuvimos un enfrentamiento muy serio y le dije que ya no iba a seguirle, que me quedaba en Barcelona. Nos queríamos mucho, pero teníamos caracteres muy fuertes los dos. Como yo era ya muy terca, él me echó de casa. Hoy, pese a todo, casi agradezco que un día peleáramos.

Lo que sí le había inculcado su padre fue el vicio de leer. Más que el vicio, el placer.

Vicio, decía. Bueno, primero llega el placer, y después, el vicio. El placer es lo que conduce a la adicción. Yo veía a mi padre leer…

¿Con qué cara? Con cara de gusto, cara de paz, de gozo, era su momento. Esto ocurría cuando todavía yo no sabía leer. Le veía ahí en su biblioteca, con esa cara de sosiego, recogimiento e inmenso placer, y quería estar como él. Cogía cualquier libro y empezaba a mirarlo, a pasar páginas, a veces incluso con el libro boca abajo. Me sentaba en el escabel, junto a mi padre, para que aquella atmósfera me situara en la misma onda que a él. Aprendí a leer muy rápido, claro.

Mi padre leía con cara de gusto. Primero viene el placer; luego, el vicio

Esa sensación es rara, ¿verdad? Mucha gente abandona, pero otros aguantan, sin entender, por mera curiosidad, por querer entender. Sí, señor. Esa curiosidad es un don.

Entonces, recordemos, llega esa mujer al balbuceante negocio editorial de Barcelona y se encuentra con Esther Tusquets. Y a su hermano, arquitecto y mi primer marido. Eran los sesenta. En la editorial Lumen me contrataron para hacer de todo. Eso fue la maravilla.

¿Qué es hacer de todo en una editorial? Desde ayudar en la criba de manuscritos o traducir las cartas hasta promocionar y gestionar los derechos de autor y en el extranjero. Desde 1965 viajo a Fráncfort sin interrupción hasta hoy. Ha sido un buen observatorio de los cambios que han ido modificando el mundo de la edición en estos más de 45 años.

Desde abajo, un editor se forma en lo artesanal del oficio, en su misterio, en su fanatismo. ¿Qué rasgos cohabitan en un editor? Tres cosas fundamentales: la curiosidad que te remite directamente al contenido de un libro; la fascinación por el objeto, el continente; y una vocación que va surgiendo y forjándose a medida que se avanza en los distintos procesos de fabricación de los libros. Esos tres factores se conjugan y constituyen al fin una trayectoria obstinada, más aún en alguien como yo, que desde muy jovencita había decidido vivir rodeada de libros.

¿Desde pequeña? Desde que me di cuenta de que en nuestra vida nómada, la de una familia diplomática en la que de repente cambias de casa, de cultura, de país, de idioma, lo único que permanecía como mi hogar era la biblioteca de mi padre. Se reproducía una y otra vez, idéntica a sí misma. Ahí me había formado. Mi hogar era estar rodeada de libros. Me atraía el objeto, el olor, el tacto… pese a haber estudiado carreras completamente distintas, como la de traductora simultánea en instituciones internacionales. Por suerte, mis profesores me dijeron pronto que no servía para eso.

Así que decidió meterse en los libros. Al principio con poco éxito, porque de Gili la echaron. Yo me había comprado a plazos una Vespa para ir a trabajar, y en aquellos años aún hacía mucho frío a las ocho de la mañana. Una amiga me trajo de Andorra unas medias negras de algodón espeso, y eso fue el comienzo del fin: por lo visto, sembraba la imaginación calenturienta de los sabios que trabajaban entonces en la Gili. Aunque llevara delantal, me obligaron a cambiar las medias y sustituirlas por otras normales, que para mí era peor, digo yo, porque por aquel entonces yo tenía unas piernas como Dios manda. Francamente, la España de entonces era muy rara y muy poco apetecible.

Dice que llegó al libro por la fascinación del objeto también. Un objeto que no sabemos cuánto durará. ¿Cómo será lo que nos viene, lo que le sustituya? ¿Podrán convivir ambos mundos? Convivirán. Los nuevos medios nos dan información rápida y fugaz. El propio medio te induce a la dispersión, al cambio rápido, dificultando la concentración que, por su propia naturaleza, demanda lo escrito en papel y no permite el pleno disfrute de la lectura en papel. No hay que pensar en el libro electrónico como algo que está todavía por llegar. Ya está aquí hace ya bastante tiempo. Desde que me metí en serio a informarme sobre este nuevo fenómeno que estaba cambiando ya no solo los medios de comunicación, sino, inducidos por ellos, los gustos y hábitos mismos de la gente, también me metí, cual Agustina de Aragón, en alguna batallita en defensa del libro de papel. Los gurús de lo electrónico me miraban con desprecio, o bien me daban palmaditas como quienes te perdonan la vida

Por supuesto que imperó la herencia del machismo en la 'gauche divine'

¿Mucha palmadita y mucha risita quiere decir que nunca la han tomado en serio? Casi nadie me ha tomado nunca en serio, desde el principio de mi vida profesional. Por ejemplo, casi todo el mundo ha pensado de mí que era la típica mujer a quien el marido le había puesto, yo qué sé, una peluquería o una boutique. Pocos creyeron que aquella pequeña editorial saliera adelante. Sí, en efecto, mucha palmadita y mucha risita.

Sin embargo, eso a usted no la arrugaba. Como a cualquiera que le mueve un proyecto estimulante.

¿Qué era? ¿Machismo? Era una manera de ser. No olvides que hablamos de la prehistoria de la democracia. Toda esa gente parecía muy progre, pero su formación era la que era. No vamos a pedir peras al olmo.

¿Incluso en la 'gauche divine', a la que pertenecían ustedes? ¿Incluso ahí imperaba ese machismo? ¡Por supuesto! Aunque no fuera voluntario. Había firme voluntad de no serlo, pero los hábitos y las herencias tendían a un trato

¿Displicente? Sí. Te ignoraban, como si no existieras. Debo decir que, pese a todo, también me han apoyado algunos hombres que se esforzaron para que ese apoyo no tuviera visos de paternalismo. Algunos incluso supieron mantener conmigo un trato de igual a igual.

¿Cuándo siente que le llega el éxito y esa displicencia se convierte en respeto? Tal vez algo, un poco, en los años ochenta. Pero aquello llegó después de haber trabajado muchos años sin éxito. En aquel momento llegó a la editorial mi amigo y luego mi marido Toni López Lamadrid. A finales de los setenta convirtió Tusquets en una sociedad anónima, quitándome un peso muy serio de encima. A eso me refería cuando hablaba de hombres que me han apoyado. Tanto Toni como mi primer marido, Oscar Tusquets, lo hicieron porque les gustaba lo que iba haciendo.

Pero ahora, después de la escuela de editoras que han creado Esther Tusquets y usted, entre otras, que han visto cómo en el negocio del libro se habla en femenino, imagino que tratarán ustedes con displicencia a los hombres. No, por Dios, ¡qué horror!

No porque muchos no se lo merezcan. Hay gente que vive pendiente de sus rencores y envidias. Yo muy pronto me deshice, por suerte, de todos esos males que te amargan la vida. Quien los padece, además de amargado, sale perdiendo. Tengo instinto de superviviente. Muy pronto supe aprender de la experiencia vital y profesional.

Eran tiempos en que no se robaban mutuamente autores. ¿Ha cambiado mucho el panorama? Sí, pero ese juego tampoco le ha salido bien a mucha gente. Y cuando lo compruebas, intentas ya no caer en ese error. Si un autor no ha tenido éxito en un entorno editorial no quiere decir que lo vaya a tener en otro. Esto ha cambiado mucho de nuevo hoy día. Los terrenos están mejor definidos. Cada sello editorial está más determinado. Ahora bien, hay excepciones, y algunos sellos, que han tenido que reciclarse a través de los años, han creído erróneamente que, quitándole un autor ya consagrado a otro sello, va a convertir con ello su catálogo en un fondo de prestigio. Los editores que han apostado realmente desde el inicio por un catálogo de fondo son los que, si han resistido, han ido a largo plazo construyéndolo paso a paso con autores que han realizado toda, o casi toda, su vida literaria en ese mismo sello.

¿Cómo sobrevivió Tusquets a aquel embate de los grandes grupos? Se pasaban la vida desmintiendo que les fueran a comprar. Y sigue así Nadie conoce realmente, a fondo, la agitada vida económica y financiera de una editorial. De ahí, tal vez, que dé lugar a tantas habladurías.

Los jóvenes no renunciarán al papel. Los grandes inventos sobreviven

¿Cómo se mima a un autor? ¿Cómo se le convence de que no le merece la pena irse a ningún otro sitio? Por un lado, con fe en su obra y acompañándolos en su andadura; por otro, creando un equipo de primera, no necesariamente muy numeroso, pero sí bien avenido y que disfruta haciendo lo que hace. Tal vez podríamos haber sido más ricos en Tusquets, pero hubiésemos trabajado con menos placer. Y creo que los autores notan eso, en el propio trato que reciben. Primero cuenta la admiración hacia ellos, y debe ser transmitido así. Eso fomenta el trabajo en común. Sincronizar metas es fundamental. Convencer al autor de que estamos juntos en la misma aventura resulta crucial. En este punto es donde suele establecerse una especie de comunión con el autor. Algunos autores y algunos editores entienden esa relación como una complicidad, y otros no.

Esa llama prende por una cuestión personal. Como cuando usted le dijo a Cioran que con sus libros le entraba la risa. Supongo que cuando menos, aquella visión le impactaría. Pues sí, algunas ideas paradójicas suyas me hacían reír.

A lo mejor era lo que él buscaba, y no que nos entrara angustia y ganas de tirarnos por el balcón. Es que ciertas líneas de su pensamiento conducen a reflexionar sobre nosotros mismos en situaciones vitales tan al límite que pasan a ser grotescas y, por tanto, risibles.

Para autores raros, ustedes se llevan mucho la palma. Desde Kundera hasta Bioy Casares o Marguerite Duras, Murakami… Somos especialistas en escritores raros. Por ejemplo, muchos detestan el contacto con los medios de comunicación. Se inventan lo que sea con tal de evitar un encuentro con la prensa. Como acabas conociéndoles bien, también sabes de dónde provienen sus temores y terminas por comprenderles e incluso por protegerles, aun en contra de tus intereses. Forma parte de la complicidad a la que aludía. Si la traicionas, pierdes al autor y, por tanto, a lo que un editor tiene de más preciado: su materia prima.

¿Quiénes son los más recelosos? ¿Los antes citados? ¿Mankell, Kundera? Con Kundera ya es un bloqueo total. Él no quiere que se inmiscuyan en su vida privada. Quiere ser conocido tan solo por su obra. Leyendo sus libros con cuidado, cualquier lector atento puede percibir también su vida. La broma, por ejemplo, habla hoy día por sí misma del primer periodo de su vida como escritor.

Para raras, Marguerite Duras… Bueno, tuvo una vida dura, complicada; era enrevesada, llena de contradicciones. Ya mayor, cayó en el alcoholismo e hizo un esfuerzo brutal para salir de eso, y salió. Nos obligaba en la cena a pedir vino para aguantar el pulso. Entonces, de pronto, penetraba en unos silencios propios de alcohólico y era difícil hablar con ella, comunicarse con ella teniendo un vaso de vino de por medio que ella se prohibía beber y tú, en cambio, debías (era su consigna) beber a gusto.

La verdad es que ustedes lo que tienen es paciencia. Yo no, no soy muy paciente. Lo que ocurre es que me fascina el doble mundo en el que viven: por un lado, el real, el cotidiano, y por otro, el que imaginan, donde germinan, crecen y viven sus personajes.

Sus mundos e imagino que cierta satisfacción al sentirse un poco su jefe. ¿Jefe? ¡Noooo!

Algo sí. Quien se atreve a editar un libro pone a alguien en sus manos. No, nada de eso. O, al menos, yo no lo vivo así.

Ni cuando les da por decir: mis autores… No lo he dicho en esta entrevista, creo.

Usted no, pero otros sí lo hacen, y con razón. No acostumbro a decir mis autores porque sé que, si quieren, se van el día menos pensado. Igual que nosotros publicamos lo que queremos. Mira el cartel que tengo aquí detrás, ¿qué dice?

"De entrada diga no". Muy propio. Todo el mundo cree que puede ser escritor. Si te envían 100 manuscritos mensuales, que es lo que más o menos recibimos nosotros, te das cuenta de que para ser un verdadero creador necesitas algo de lo que gozan muy pocos: un don.

Pero, aun así, el éxito es algo indescifrable. Mire lo que les ocurrió con 'Soldados de Salamina', de Javier Cercas. Empezaron con 5.000 ejemplares y advirtiéndole al autor que un libro sobre la Guerra Civil a nadie le interesaría. No confundamos el tener un don de escritor y además ser un autor de éxito. Dicho esto, Cercas tiene sin duda ese don y con esta novela alcanzó un espectacular éxito de ventas. Y es cierto: Toni y yo queríamos hacer un primer tiraje de 5.000 ejemplares. Juan Cerezo, nuestro editor para la lengua española, nos convenció de que la novela era tan buena que merecía la pena arriesgarse con 6.000…

Menudo exceso. Puede que Juan, al ser de la misma generación que Cercas, percibiera esa memoria, siempre tan emotiva en España, que remitía a los nietos de la Guerra Civil al pasado silenciado de sus abuelos. Y así fue. Ese libro abrió las puertas a lo que vino después. Recuerdo, en cambio, haberle dicho a Cercas que un libro sobre la Guerra Civil se vendería poquísimo. A principios del siglo XXI era así. Nadie quería recordar nada ¡y adiós! Esa novela desató el interés de la más reciente generación por entender el conflicto fratricida de sus antepasados.

Y además puso de manifiesto la madurez del lector español. Ya elegía los libros que quería leer por sí mismo, contra el criterio de ustedes, los editores. Esto pasa a menudo y debemos ser justos: lo que descubre el lector es un libro que tú has publicado, una propuesta tuya. Soldados de Salamina conduce a una reflexión necesaria y hasta ese momento desatendida: una novela es capaz de marcar el tiempo de digestión y asimilación de acontecimientos traumáticos.

El misterio también empuja a los lectores a seguir, ¿no? De entrada, es imposible saber lo que va a pasar. A los editores no les conoces. Su cara solo la ves una vez al año, en la Feria del Libro de Madrid.

¿Y cómo es la cara de un lector tipo de Tusquets? Hay muchas. La del lector de nuestra colección erótica, La Sonrisa Vertical, es la de un señor que llega y pide por el número.

Como quien entra a un 'sex shop' a por porno. Porno, porno, porque La Sonrisa Vertical lo es. Pero estos libros están bien escritos y son fuente de conocimiento. Los lectores varones son muy pudorosos; en cambio, las mujeres suelen acercarse con alguna compañera, tan campantes, y leen en voz alta allí mismo fragmentos subidos de tono con una desvergüenza tan saludable que da gusto.

Las nuevas generaciones, ¿renunciarán al papel? Creo que no. Los mejores y grandes inventos sobreviven. La humanidad a través de los tiempos es más sabia de los que creemos. Ha intentado siempre no perder nada por el camino. Y no cabe duda de que lo ha conseguido.

Con la biblioteca a cuestas

Beatriz de Moura (Río de Janeiro, 1939) ya 'leía' libros antes de saber leer. Con tal de alcanzar el mismo éxtasis que su padre, un diplomático que viajaba con su biblioteca a cuestas, comenzó a sostener libros junto a él siendo muy pequeña. Aprendió a leer muy rápido y se acabó convirtiendo en una de las editoras más influyentes del panorama narrativo en España. En los sesenta (junto a exponentes de la 'gauche divine' como Rosa Regàs, Oriol Bohigas y Antonio López) irrumpió en el incipiente negocio editorial barcelonés. Encontró plaza en Lumen, donde la contrataron "para hacer de todo".Los tres aspectos fundamentales que, según ella, debe observar todo editor son: curiosidad por el contenido de un libro, fascinación por el objeto y la forja progresiva de la vocación.