28.3.12

Intelectuales argentinos contra una ley de plomo

Desde la semana pasada el Gobierno argentino bloquea el envío a domicilio de libros y revistas procedentes del extranjero
Ya faltan lbros infantiles y de otras disciplinas intelecuales. foto:Revista Ñ. fuentes:elpais.com, Revista Ñ

Para entendernos, los que usted compra en Amazon o en cualquier librería del mundo. Los destinatarios deben ir a buscarlos al aeropuerto de Ezeiza -a 35 kilómetros del centro de Buenos Aires- y, una vez allí, abiertos los envíos, hacer un test químico que demuestre que las tintas usadas en el proceso de impresión no superan el 0,06% de plomo. Órdenes de la Secretaria de Comercio Interior para proteger la salud de la población

El sábado pasado Francisco Peregil, corresponsal de EL PAÍS, explicó la medida y su trastienda, relacionada según su relato con la "carrera" del Gobierno argentino "por evitar la depreciación del peso".

Hoy se ha hecho público el pronunciamiento de los intelectuales -"trabajadores de la cultura"- agrupados en Plataforma 2012, un colectivo que promueve la "recuperación del pensamiento crítico" y del que forman parte historiadores, escritores y cineastas como Lucrecia Martel, José Emilio Burucúa, Beatriz Sarlo, José Onaindia, Gabriela Massuh, Roberto Gargarella, Maristella Svampa, Pablo Alabarces, Diana Kordon o Lucila Edelman. (Al final del pronunciamiento, más información sobre Plataforma 2012)


Pronunciamiento de Plataforma 2012 acerca de la libre circulación

de los productos de la imprenta

Las regulaciones de la importación de libros, revistas y otros materiales impresos que tomó recientemente el gobierno, afectan seriamente el desarrollo de la ciencia y la cultura argentinas. No sólo atentan contra el libre derecho a la información, sino que significan un triste y peligrosísimo avance sobre la libertad de creencias, opiniones y pensamiento.

Las prevenciones que aduce la Secretaría de Comercio Interior para tomar tal medida se refieren a que las tintas usadas en la impresión pueden contener "más de 0,06% de plomo" y, por lo tanto, ser peligrosas para la salud de la población. Causa estupor que el mismo gobierno que acepta la utilización de sustancias químicas contaminantes en la megaminería a cielo abierto, que traba investigaciones respecto de los perniciosos efectos que causa el glifosato en la salud humana usado en las 18 millones de hectáreas sembradas de soja, que no hizo jamás algún intento de paliar el escándalo ecológico del Riachuelo, alegue ahora razones de índole sanitaria para tomar una medida tan engañosa como falsa.

La concentración de plomo en las tintas gráficas usadas en los procesos de impresión es severamente controlada. El único caso en el cual se justificaría un refuerzo de las pruebas en el lugar de origen es el de las revistas periódicas en color, cuyas tintas sí pueden tener cantidades de plomo entre el 0,05 y el 0,06 % en su composición química. Pero los libros, las revistas científicas y los periódicos en blanco y negro que se han importado en los últimos años ofrecen ya todas las garantías de seguridad ambiental, según puede leerse en el Federal Register, Rules and Regulations, 26 de agosto de 2009 (volumen 74, número 164), pp. 43031 a 43042, en cuanto atañe a los EE.UU. (wais.access.gpo.gov), y en las entradas 51 y 52 de la Regulación (EC) n. 552/2009, publicada en Heavy Metals and Phthalates, Compliance Control, Leo Paper Group, 2012, pp. 10 y 11, en lo referido a la Comunidad Europea (Pueden consultarse también los siguientes sitios: http://www.cpsc.gov/about/cpsia/cpsia.html; http://www.cpsc.gov/about/cpsia/legislation.html; http://ec.europa.eu/environment/index_en.htm y http://ec.europa.eu/health/ph_risk_committees/sct/documents/out235_en.pdf )

El argumento del contenido de plomo en las tintas de impresión es solamente un pretexto del verdadero objetivo de la medida: controlar el gasto de divisas y balancear el desequilibrio provocado por el mismo Estado en los últimos años. Si se toman en cuenta las cuestiones financieras relativas al saldo de las exportaciones-importaciones de libros, revistas y otros materiales impresos, el déficit correspondiente al año 2011 asciende a los 47 millones de dólares (37 millones de exportaciones y 84 millones de importaciones), lo cual representa poco menos del 1% del déficit total de la balanza comercial argentina en ese mismo año. La ratio exportaciones-importaciones es 0,440. Si consideramos la expansión de todo el sistema de enseñanza, especialmente la universitaria, y de la investigación científica, dicho déficit se justifica, entre otras razones, frente a la necesidad de acceder a la producción de otros países, incluso en áreas donde la Argentina no tiene producción propia.

Las consecuencias de estas medidas restrictivas son preocupantes en tanto implican obstáculos y controles a la libre circulación de las informaciones, de producción científica y cultural de todo tipo. Las pruebas son abundantes en tal sentido. Nos consta que las universidades ya se enfrentan a serios problemas para efectuar sus compras regulares de libros y revistas impresas a sus proveedores en el extranjero.

Sería bueno escuchar qué opinan de estos acontecimientos los ministros de Educación, de Ciencia y Tecnología y el director de la Biblioteca Nacional, entre otras áreas directamente afectadas por las medidas.

Por todo ello, como trabajadores de la cultura, artistas e intelectuales, desde Plataforma 2012, exigimos la urgente derogación de estas medidas gubernamentales que atentan contra el libre derecho a la información, la producción científica, artística y cultural del país, al tiempo que avanzan peligrosamente sobre las libertades garantizadas en la Constitución Nacional. Es una tragedia tener que empezar siempre de nuevo, como si nada hubiera pasado de Gutenberg a Diderot, de Mariano Moreno a Rodolfo Walsh.

Lunes, 26 de marzo de 2012

Plataforma 2012 se dio a conocer el pasado mes de enero con un texto crítico con la imposición de un "discurso hegemónico" por parte del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Estos eran el texto y la lista de primeros firmantes.

Plataforma para la recuperación del pensamiento crítico

Escapar al efecto impositivo de un discurso hegemónico no es una tarea fácil. Pero es necesario y posible generar una voz colectiva que enuncie este problema y lo transforme en acto de demanda. Si algo nos define como intelectuales es pensar sobre el mundo y la sociedad en la que vivimos, poner en cuestión los problemas que nos plantea, promover el debate de ideas, intentar leer más allá de la letra manifiesta y visibilizar lo oculto, tratar de salir de la mera apariencia de los efectos para bucear en las causas que los determinan. En síntesis, sostener nuestra capacidad y conciencia crítica y manifestarla, romper el silencio, como paso imprescindible hacia un accionar colectivo y transformador.

No encontramos este ánimo en algunos trabajadores del campo de la cultura, a quienes hemos respetado y queremos seguir respetando, pero que al colocarse como voceros del gobierno han producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica.

Nos encontramos ante verdaderos escándalos de diferente naturaleza y calidad, que tienen como denominador común la impunidad en relación con las responsabilidades de quienes nos gobiernan. Y de manera paralela, asistimos a la construcción de un relato oficial, que por vía de la negación, ocultamiento o manipulación de los hechos, pretende investir de gesta épica el actual estado de cosas.

Javier Chocobar, Diego Bonefoi, Nicolás Carrasco, Sergio Cárdenas, Mariano Ferreyra, Roberto López, Mario López, Mártires López, Bernardo Salgueiro, Rosemary Chura Puña, Emilio Canavari, Ariel Farfán, Felix Reyes, Juan Velázquez, Alejandro Farfán, Cristian Ferreira. Vemos crecer la lista de los asesinados. Muertes que en su repetición no dejan de asombrarnos. Muertes que van cubriendo toda nuestra geografía. Muertes que, lejos de ser inocentes, marcan un encarnizamiento represivo que no puede ser negado ni atribuido a lejanas decisiones para desresponsabilizar al gobierno central. Ahora descubrimos que desde 1994 somos un país federal, y que por lo tanto las muertes dependen de las policías provinciales, o de los caciques locales. Curiosa apelación al federalismo, cuando es el gobierno nacional el que ejerce el centralismo unitario y decide de hecho los presupuestos provinciales, el que resuelve candidaturas, impone ministros y se abraza con los gobernadores casi al mismo tiempo de ocurridos los hechos.

Muchas de las últimas muertes están vinculadas a la carencia de tierra, y detrás de cada nombre hay una historia de vida que se remonta a la histórica lucha de los pueblos originarios contra el despojo del que han sido objeto. El proceso de concentración de la propiedad de la tierra y la soja-dependencia de los últimos ocho años son un correlato en el presente de aquel despojo, que el discurso oficial oculta.

El "relato" hegemónico pretende imponerse sobre la materialidad y el valor simbólico de estas muertes. Efectivamente, en torno a estos y muchos otros hechos se elabora un discurso oficial que construye consensos, porque aparenta dar cuenta de una serie de necesidades sociales y reivindicaciones nacionales mientras se afianza la persistencia de lo mismo que aparenta cuestionar. Este relato disciplinador y engañoso utiliza la potencia de los recursos comunicacionales de que dispone crecientemente el gobierno para ejercer control social mediante la inducción de mecanismos alienatorios sobre las formas colectivas de la subjetividad.


Quieren aparecer como actores de una gesta contra las "corporaciones", mientras grandes corporaciones como la Barrick Gold, Cerro Vanguardia, General Motors, las cerealeras, los bancos o las petroleras – y el propio grupo Clarín, hoy señalado como la gran corporación enemiga – han recibido enormes privilegios de este gobierno.

Quieren también aparecer como protagonistas de una histórica transformación social, mientras la brecha de la desigualdad se profundiza. Y cuando la realidad se impone sobre el "relato", los voceros oficiales y oficiosos del gobierno sostienen que se trata de "lo que falta". Según los intelectuales reunidos en Carta Abierta, "lo que falta" sería – más allá de las "asignaturas pendientes" que estarían dispuestos a admitir – una cuestión de "imaginación política". Y lo que es evidencia y síntoma de lo que no sólo no se transforma sino que se profundiza sería – como en el fenómeno de las placas tectónicas - algo así como restos traumáticos del pasado en el interior de un proceso transformador, que reaparecen una y otra vez.

El contenido de la producción ideológica oficial se inscribe en una metodología. La discusión de ideas es sustituida por la descalificación del interlocutor y toda disidencia es estigmatizada. Trivialización del debate, bravata "intelectual", sacralización de sus referentes con independencia de las acciones que producen, son sólo algunas de las modalidades en las que se expresa el intento de imponer un discurso único. Cuando desde los medios públicos se utiliza la denigración de toda voz crítica por medio de recortes de frases, repeticiones, burlas y prontuarización como procedimiento intimidatorio y se invalida a esas mismas voces cuando se expresan en otros medios, se produce una encerrona que por una u otra vía sólo promueve el silencio.

Hoy la homogeneidad discursiva empieza a estar atravesada por algunas filtraciones que la erosionan: el relato épico ha iniciado un proceso de cierto desenmascaramiento. La asociación entre derecho de huelga y extorsión o chantaje, o la justificación de la sanción de la ley antiterrorista, serían expresiones paradigmáticas de este fenómeno.

A pesar del afán disciplinador del discurso hegemónico, es nuestra responsabilidad como intelectuales y trabajadores de la cultura romper el silencio que pretende amordazar el pensamiento crítico y promover un debate transformador de los grandes problemas que plantea el presente. Es necesario. Y es posible.

Pablo Albarello, Mirta Antonelli, Héctor Bidonde, José Emilio Burucúa, Jorge Brega, Manuel Callau, Ana Candiotti, Nora Correas, Diana Dowek, Lucila Edelman, Sandra Franzen, Roberto Gargarella, Adriana Genta, Liliana Helman, Eduardo Iglesias Brickles, Diana Kordon, Darío Lagos, Alba Lanzillotto, Gabriel Levinas, Matilde Marin, Lucrecia Martel, Gabriela Massuh, Francisco Menéndez, Luis Felipe Noe, José Miguel Onaindia, Jorge Pellegrini, Derly Prada, Mabel Ruggiero, Alfredo Saavedra, Luis Sáez, Horacio Safons, Beatriz Sarlo, Alberto Sava, Herman Schiller, Aurora Juana Schreiber, Maristella Svampa, Nicolás Tauber Sanz, Osvaldo Tcherkaski, Yaco Tieffenberg, Enrique Viale, Dennis Weisbrot, Patricia Zangaro, Daniel Zelaya.

Ya faltan libros por las trabas a las importaciones

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