Antología de crónica latinoamericana actual de Darío Jaramillo sitúa la crónica en el lugar de un nuevo boom literario.fotos.fuente:lavanguardia.comLas compilaciones Mejor que ficción y Antología de crónica latinoamericana actual dan cuenta de la relación entre realidad, ficción y periodismo
"Cada presente reclama sus testigos, sus intérpretes, sus cronistas" afirma Jorge Carrión en la introducción a Mejor que ficción (Anagrama), una compilación de crónicas periodísticas que, junto a Antología de crónica latinoamericana actual de Darío Jaramillo (Alfaguara), sitúan dicha narración en el lugar de un nuevo boom literario. "Los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada, simplemente contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias", señala Jaramillo.
Ambas obras presentan una selección de los mejores artículos periodísticos de los últimos años y ofrecen una introducción en la que intentan situar, bien como género, bien como lugar de debate, lo específico de la crónica en contraste con el mismo quehacer periodístico y literario. Ambos editores manifiestan la polisemia que cubre la crónica en un intento de aproximación. En este sentido, Jaramillo sostiene que "la crónica suele ser una narración extensa de un hecho verídico, escrita en primera persona o con una visible participación del yo narrativo, sobre acontecimientos o personas o grupos insólitos, inesperados, marginales disidentes, o sobre espectáculos y ritos sociales".
Ante lo aparentemente aséptico en la nota periodística, la crónica reivindica el posicionamiento de una subjetividad que de cuenta, desde un determinado lugar, de la realidad circunscrita. Estos autores, señala Carrión, "han sabido (...) construir artefactos narrativos de una complejidad a la altura de la múltiple y acelerada realidad". Dado que la objetividad es imposible, tal y como defiende Doménico Chiappe en Tan real como la ficción (Laertes), mejor hacer evidente el lugar desde el que se escribe para dar testimonio en primera persona de aquello que acontece.
Los dos compiladores se sostienen en cierta epistemología que da a la función narrativa una relevancia que resalta la retoricidad del lenguaje y ponen bajo sospecha cualquier tipo de aproximación "objetiva" a la realidad. De esta manera, la realidad no se descubre sino que se describe. Por eso Carrión apela a que "la identificación, que siempre es parcial, debe ser conscientemente parcial" y Jaramillo, citando a Caparrós asegura que "siempre hay un sujeto que mira y que cuenta. Que literaturiza".
Los dos volúmenes, así, presentan un compendio de artículos en los que se enmarca un debate tanto periodístico como literario y que ahonda en la relación entre ficción realidad y artificio. En este sentido, por lo que se refiere a la interpretación literaria de la crónica, no parece que apelar a la realidad sea garantía suficiente de excelencia literaria en función de un pacto de ficción más verosímil con el lector. Del mismo modo que apelar al nombre propio no lo es en la autobiografía.
Por lo que atañe al periodismo, es interesante como lo crónica subraya la necesidad de explicitar la parcialidad ante la imposibilidad de la objetividad absoluta. Literariamente, lo interesante es que la crónica pone de manifiesto lo que apuntaba W.G. Sebald sobre la narración en primera persona en contraposición a la narración omnisciente: "Si tenemos un mundo en el cual las normas están claras, y en el que se sabe cuándo empieza la transgresión, creo que es legítimo, dentro de ese contexto, ser un narrador que sabe cuáles son las normas y quién sabe las respuestas a determinadas preguntas. Pero creo que esas certezas nos han sido arrebatadas a lo largo del curso de la historia, y que debemos reconocer nuestra sensación de ignorancia e insuficiencia en estos temas, y por tanto, intentar escribir de acuerdo con ello".
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