Almudena Grandes, autora de El lector de Julio Verne. foto.fuente:adncultura.comCon El lector de Julio Verne, su nuevo libro, del que adelantamos un fragmento, la escritora reanuda su serie sobre el franquismo. En esta entrevista recuerda una época que la marcó y opina sobre la literatura, el género femenino y el difícil futuro del mundo
La segunda parte, El lector de Julio Verne , que acaba de lanzarse en España, llega a la Argentina en estos días. Según dice por correo electrónico, la escritora española, que también es licenciada en geografía e historia, la razón para escribir sobre esos años de posguerra (1939 a 1964) es muy sencilla. "Creo que la Segunda República Española y la Guerra Civil constituyen uno de los grandes momentos de la historia de la humanidad, y por eso representan un tema que -como el Imperio Romano, como la Revolución Francesa, como el Tercer Reich- no se va acabar nunca. Los españoles tenemos bajo nuestros pies una épica extraordinaria, un filón inagotable de héroes y villanos, de grandes y pequeñas historias aún por descubrir. Para cualquier novelista, es difícil resistirse."
De ahí que en Inés y la alegría , una novela de 629 páginas que le trajo reconocimientos como el Premio de la Crítica de Madrid, el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, eligiera contar la invasión del valle de Arán, ocurrida en 1944. Fue, dice, "la ofensiva armada más importante de la resistencia antifranquista, que ni la historia oficial ni la otra consignaron debidamente". El libro es también la historia de amor de una mujer de familia conservadora que se une al ejército de guerrilleros españoles, montada sobre un caballo y provista de cinco kilos de rosquillas.
En El lector de Julio Verne , en cambio, el protagonista es un chico, Nino, el hijo de nueve años de un guardia civil, que vive en una casa cuartel de un pueblo de Jaén, en 1947. Alentado por Pepe el Portugués, un forastero misterioso que se convierte en su amigo, y por las lecturas de Verne, Nino descubre, a lo largo de 424 páginas, un mundo nuevo. También descubre que los enemigos de su padre no son los suyos y se jura a sí mismo que nunca será como su papá.
Los Episodios de una guerra interminable son historias inventadas que incluyen ciertos hechos verdaderos, fechas, lugares y personajes históricos, como telón de fondo. Grandes los concibió como una sola obra, pero dice que cada novela es, en cierto modo, independiente, con un principio y un final propios. Utiliza como modelo los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. En ambas obras los personajes de ficción interactúan con los de carne y hueso, que protagonizaron "la historia con mayúscula". Las novelas "comparten" algunos personajes. Los protagonistas de unas son secundarios en otras y hay secundarios que aparecen en distintos volúmenes. "Uno de los personajes principales de El lector de Julio Verne , Pepe el Portugués, aparecerá en los seis, porque es algo así como mi niño mimado", explica Grandes.
-De todos los documentos que leyó para escribir sus "episodios", ¿qué la sorprendió más?
-Yo diría que todas mis novelas, desde la invasión del valle de Arán, en la primera, hasta las peripecias de los republicanos que estuvieron largos años escondidos en sus casas para salvar la vida, en la última, cuentan historias sorprendentes. Uno de los rasgos que comparten es que sus argumentos cuentan, en todos los casos, historias ignoradas o poco conocidas para los españoles, porque recorren los primeros 25 años del franquismo desde una óptica determinada y poco explorada: la resistencia contra la dictadura. Durante 37 años, muchísimos más españoles de los que nuestras instituciones recuerdan lucharon sin pausa y sin descanso contra el franquismo. Pero hoy ésa es una memoria casi perdida, una realidad a la que no se ha hecho justicia, quizás porque la transición a la democracia se fundó en el intento de hacer tabla rasa con el pasado.
-En esta serie congenió la literatura con su carrera de historiadora. ¿Lo ha disfrutado o es una escritora que sufre mientras escribe?
-Nunca he entendido la escritura como un ejercicio de masoquismo. En general, me apasiona mi trabajo. Tengo momentos buenos y malos, como todo el mundo en todos los oficios, pero creo que si la escritura me hiciera sufrir, no escribiría. Me considero una privilegiada por poder trabajar en lo que me gusta.
-El protagonista de El lector de Julio Verne es un chico de nueve años. ¿Cómo llegó a él?
-Mi amigo Cristino Pérez Meléndez, hoy catedrático de Psicología en la Universidad de Granada, vivió hasta los once años en la casa cuartel de Fuensanta de Martos, el pueblo de la Sierra Sur de Jaén, en Andalucía, donde transcurre mi novela. Sus recuerdos me sugirieron esta novela, así que, a pesar de que le saca unos cuántos años, su protagonista es, ante todo, una imagen de Cristino.
-¿Fue difícil meterse en el corazón de un niño?
-Nino, que tiene nueve años al principio del libro y once al final, es el único narrador y cuenta en primera persona. No es la primera vez que escribo desde una primera persona masculina. Lo hice en El corazón helado, de 2008, y antes en tres relatos de Estaciones de paso , de 2005. Y nunca me había sentido peor, más incómoda o comprometida por el género de la voz narrativa desde la que escribía. Nino, sin embargo, ha sido especial. Porque es muy pequeño, porque es hijo de un guardia civil, porque vive en un pueblo donde hay guerrilleros a los que admira en secreto aunque son, a su vez, los enemigos de su padre. El reto de esta novela era su voz, la voz de un niño que cuenta el terror desde adentro y desde afuera, sin saber exactamente por qué le ha tocado vivir enormidades que ni siquiera es capaz de comprender, pero que lo obligan a actuar, a comprometerse casi por instinto. Escribí la primera versión de El lector de Julio Verne antes que Inés y la alegría , y a pesar de la dureza de su argumento, porque en mi opinión esta novela de aventuras es también una novela de terror, la escribí muy de prisa, de un tirón. En otras palabras, Nino me hizo sufrir mucho, pero escribir su historia fue una experiencia armoniosa y constante, sin crisis ni altibajos.
-¿Qué recuerdos tiene de la época franquista y cuánto le han servido para llevar a cabo esta serie?
-Cuando Franco murió, yo tenía quince años. Mi experiencia del franquismo, sin embargo, es menos limitada de lo que parece, porque durante toda mi etapa escolar recibí una educación que me preparó para vivir como adulta en un país que jamás existió. Pese a que en aspectos técnicos y relacionados con la economía el régimen de Franco evolucionó con los años, en sus principios doctrinarios se mantuvo imperturbable, y en las escuelas se prolongó hasta el final una ficción de posguerra. Recuerdo, pues, lo que me enseñaron y muchas imágenes de mi ciudad, de la gente que vivía en ella, en dos gamas cromáticas distintas: el blanco y negro de la versión oficial y los colores rabiosos de las protestas, un mundo intenso y paralelo en el que me iniciaron mis primos mayores y, sobre todo, los hermanos pequeños de mi padre. Todo eso, por supuesto, me resultó muy útil.
-¿Cómo vivió la muerte de Franco?
-Recuerdo, sobre todo, que en el colegio estuvimos semanas enteras calculando cuándo nos convenía que se muriera para empalmar el luto oficial con las vacaciones de Navidad. Se murió mal, por cierto, demasiado pronto para nuestros intereses. Recuerdo a mi tío Javier, borracho como una cuba, apareciendo en casa a media tarde para pedirle a mi madre una botella de champán, porque en todas las tiendas se habían terminado, y el susto que se llevó ella, porque mi padre era muy franquista y le daba pánico que viera a su hermano...
¿Cómo cree que repercute la dictadura franquista en la España de hoy?
-La verdad es que, a pesar de tanta sangrienta ferocidad, en la España de hoy no queda ni rastro del franquismo. Nada en la forma de ser, de vivir, de entender el mundo de los españoles conserva la menor reminiscencia de los principios en los que se fundó la dictadura. Otra cosa son las instituciones. Como la transición evitó una ruptura explícita con la dictadura, como en el parlamento jamás se ha repudiado el franquismo y la derecha española es la única de Europa que no se ha distanciado expresamente de la tradición fascista, se ha producido un efecto perverso, que confunde el respeto al franquismo con el respeto a la democracia, en el sentido de que cualquier intento de corregir la amnesia institucionalizada de las Cortes Constituyentes del 76 se interpreta como una agresión a la constitución y, por tanto, a la democracia?
-¿Qué le pareció la inhabilitación del Tribunal Español al juez Garzón?
-Me ha parecido muy mal, como se puede usted figurar.
-Usted vive en un país monárquico, pero es partidaria de la república. ¿Llegará el día en que exista una España sin reyes?
-Estoy convencida de que sí, y de que yo llegaré a verla. Para la generación de mis hijos, a quienes nadie ha inculcado el miedo con el que nos educaron a nosotros, la monarquía es un fósil anacrónico, incompatible con los principios esenciales de la democracia. La república acabará imponiéndose por la ley de la gravedad, igual que las manzanas se caen de los árboles.
Visiones, mujeres y un mundo feo
Grandes define las novelas como "maneras de mirar el mundo". En El lector de Julio Verne , se trata de la mirada de Nino, que tiene una pasión secreta: admira a un guerrillero (Cencerro), muy inteligente y audaz, que va por ahí dejando como propinas billetes firmados. A su corta edad, el chico se debate entre ese afecto y el dolor que le provoca un padre que no es feliz. Al mismo tiempo, es testigo de los horrores que lo rodean.
En Inés y la alegría hay una mirada femenina, la de una mujer que llega a vivir con una tropa de guerrilleros porque, al igual que ellos, sueña con una realidad mejor para su país. Los guisos y otros platos que Inés cocina para los republicanos, además de deleitarlos a ellos, le devuelven a ella el apetito por la vida. "Es que cuando me pongo nerviosa me da por cocinar. Y esta mañana, como llevaba mucho tiempo pensando en escaparme, pues... me he liado a hacer rosquillas", le dice al capitán que le da bienvenida, a la puerta de su nueva vida clandestina.
-Inés es una mujer que hace de todo: se juega por lo que cree, ama con pasión y cocina a las mil maravillas. ¿Almudena Grandes también?
-Yo soy cocinera, sí. Cocinar es la única cosa que hago bien, aparte de escribir. Pero Inés representa, además, un homenaje a las republicanas españolas, una raza especial de mujeres que tuvieron que hacerlo todo y supieron hacerlo muy bien, sin una queja, mientras los hombres estaban ausentes, muertos, presos o en el monte. Ellas sacaron sus casas adelante, educaron a sus hijos, mantuvieron viva la lucha. Y, sin embargo, permanecen casi ausentes de la historia de la clandestinidad, que en España parece un asunto de hombres, y no lo fue en realidad.
-En Inés y la alegría , y en sus libros, en general, el amor tiene un lugar preponderante. ¿Cree que todas las historias tienen que ver con el amor?
-Volviendo a El lector de Julio Verne , la historia de un niño al que los libros convierten en una persona mejor y distinta, el propio Nino afirma que todos los libros tratan del amor, aunque en su argumento no haya ninguna chica, declaraciones o besos en la boca. Y yo estoy de acuerdo con él.
-Por Inés y la alegría ganó varios premios. ¿Cómo se lleva con esos galardones?
-Muy bien, porque hace más de veinte años que no me presento a ninguno. Cuando me los dan a libro publicado, son pura alegría, sin ningún sufrimiento adicional.
-¿A cuál de sus obras le tiene más cariño?
-No puedo contestar esa pregunta. Quiero a todos mis libros aunque, curiosamente, me han dado más alegrías los impares que los pares. Pero todos son igual de importantes para mí.
-¿Qué lee cuando no escribe?
-Lo mismo que cuando escribo. Sobre todo, novelas. Últimamente, mucha historia y memorias, y poesía, siempre.
-¿Quiénes son sus escritores latinoamericanos favoritos, aparte de Cortázar? Es sabido que Rayuela fue, en algún momento, su libro de cabecera.
-Sí, Rayuela ha sido, quizás, el único libro de cabecera que he tenido en mi vida. Yo me he formado y he madurado leyendo a escritores latinoamericanos, y sigo disfrutando con los más jóvenes. Para no aburrir, citaré a mexicanos como Jorge Ibargüengoitia y Elena Poniatowska, al peruano Mario Vargas Llosa, al colombiano Fernando Vallejo, y entre los más jóvenes, a Sergio Olguín (argentino), Cristina Rivera Garza (mexicana), Jorge Franco Ramos (colombiano)... Y seguro que me estoy dejando un montón.
-¿Cuál es su visión sobre el género femenino, tan presente en sus libros?
-A mí, por ser mujer, la situación de las mujeres me interesa mucho. Pero cuando escribo, lo único que me importa es escribir un buen libro. Ésa es mi obligación y mi compromiso. Cuando una voz femenina me resulta más rentable que una voz masculina para contar una historia, la adopto. Cuando me parece más interesante un hombre, dejo a las mujeres en segundo plano, y no por eso soy menos mujer o menos escritora.
-¿Qué importancia da al erotismo?
-Yo creo que el deseo, que es el verdadero tema de la literatura erótica, es uno de los aspectos fundamentales de la naturaleza humana. Por eso el erotismo es importante para mí cuando creo un personaje: porque forma parte de su idea del mundo.
-¿Cómo lleva sus 51 años? ¿Dónde tiene puesto su corazón?
-Los llevo mejor de lo que creía y, en general, estoy razonablemente contenta con mi vida. Mi corazón está, como es natural, con los míos. Con mi marido, del que sigo enamorada después de muuchos años, con mis hijos, con mis libros.
-Por último, ¿qué ama y qué le aterra del mundo actual?
-Amo pocas cosas, porque me parece un mundo muy feo. Y lo que más miedo me da es lo que lo afea: la falta de esperanza, de ilusión, esta resignación generalizada a ir a peor, la abulia de la gente que no se atreve a decir que no.
Fútbol y poesía
Nacida en Madrid en 1960, Almudena Grandes dice que comenzó a escribir gracias al fútbol. Cuando su familia iba de visita a casa del abuelo, él y su papá veían los partidos. No estaba permitido hablar. A los niños les daban lápices de colores para que pintaran. Pero Almudena se aburría dibujando, y así redactó sus primeros cuentos.
Luego de estudiar historia y geografía en la Universidad Complutense, trabajó como escritora de enciclopedias y de textos por encargo. Su salto literario llegó en 1989, gracias a Las edades de Lulú , novela erótica con la que ganó el premio La Sonrisa Vertical y que el director Bigas Luna llevó al cine en 1990. La película, que protagonizaron Francesca Neri y un veinteañero Javier Bardem, fue un éxito y acrecentó la popularidad de la escritora.
Luego vinieron novelas como Te llamaré Viernes , que pasó casi inadvertida, y la exitosa Malena es un nombre de tango . Con títulos como Atlas de geografía humana , Castillos de cartón , Los aires difíciles y El corazón helado , junto con los libros de cuentos Modelos de mujer y Estaciones de paso , Grandes se consolidó como una de las escritoras más importantes de habla hispana.
"Escribo para mí. Procuro escribir los libros que me gustaría leer, capaces de atrapar a la lectora que soy", dice. Grandes se crió en una familia en la que reinaba la poesía. Su abuelo y su padre, antes que futboleros eran poetas. Y, por si fuera poco, Grandes también se casó con uno: Luis García Montero, con quien tiene una hija, Elisa (14). Ambos tienen otros dos hijos de parejas anteriores: Mauro (25) e Irene (23).
Prolífica como es, actualmente, además de estar en medio de la promoción de El lector de Julio Verne , la española está terminando el guión cinematográfico de Inés y la alegría , y le faltan dos capítulos para acabar de escribir Las tres bodas de Manolita , la tercera parte de Episodios de una guerra interminable .
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