29.3.12

El alma del nuevo hacktivista

Hackers que amenazan gobiernos y sitios de comercio, Anonymous está en el centro de la escena y se discute cuánto de lo que hacen debe considerarse protesta política o delito
ANONYMOUS. El perfil de los nuevos hacktivistas.foto.fuente:Revista Ñ

En 1988, un estudiante de la Universidad de Cornell, Robert Tappan Morris, liberó un virus digital en la incipiente versión de Internet. Dijo que la idea era que fuera un experimento, pero el código que escribió se le fue de las manos y afectó a las alrededor de 50.000 computadoras que en aquel momento estaban conectadas a la red. Morris se convirtió en uno de los primeros hackers a los que se condenó.

Le siguieron bromistas que dejaban su orgullosa impronta en sitios web. El crimen organizado descubrió que podía hackear bancos. Luego llegaron los "hacktivistas". Se dieron el nombre de Anonymous y hackearon conferencias telefónicas entre agentes del FBI (en enero), además de irrumpir en las redes digitales del Vaticano (este mes). Se ha vuelto imposible determinar quién y qué podría pasar a ser blanco de Anonymous. Partidarios y críticos discuten sobre cuánto de lo que hacen debe considerarse protesta política o delito.

Anonymous, que carece de líder, es multinacional y se caracteriza por su omnipresente máscara de Guy Fawkes, se alimenta de una serie de causas, desde la represión en Túnez hasta los derechos de los animales en Tennessee y la defensa del sitio de denuncia WikiLeaks. Cualquiera sea la causa, su mensaje se ve amplificado en Internet, al igual que su impacto.

En momentos en que la vida, el comercio y el gobierno se han volcado al ámbito digital, los hacktivistas pueden amenazar gobiernos o, con la misma facilidad, subir a Internet los números de tarjeta de crédito de personas inocentes. "El arma es mucho más accesible; la tecnología es más sofisticada", dijo Chenxi Wang, vicepresidente a cargo de seguridad de Forrester Research. "Todo está online ­la vida de ustedes, la mía­, lo que la hace mucho más mortífera".

Anonymous ha generado una serie de imitadores. Cualquiera puede ser Anonymous, y todo el que se llame Anonymous puede lanzar un ataque en su nombre. Algunos grupos de Anonymous utilizan la fuerza bruta para cerrar sitios web elegidos como blanco. Otros irrumpen en sistemas y roban datos. Han amenazado con atacar los servidores raíz de Internet ­parte de la infraestructura básica de la web­ el Día de los Inocentes (1 de abril), lo que, en efecto, cerraría la web global.

Mary Landesman, una investigadora de seguridad que en la actualidad trabaja en Cisco, sigue el ciberdelito desde sus primeros días, cuando los creadores de virus exhibían sus productos en mensajes públicos y los hackers desfiguraban sitios pornográficos por diversión. En diciembre de 2000, Landesman vio un lamento: un creador de virus se preguntaba en un mensaje a dónde habían ido a parar sus colegas. Landesman lo tomó como indicio de peligros inminentes: los creadores de virus habían empezado a trabajar para gente que podía pagarles, y guardaban silencio.

Para principios de la década de 2000, había empezado a emerger una hábil red criminal internacional. Los hackers podían utilizar robots y software malicioso y acceder a las cuentas bancarias de otras personas. Pronto aparecieron redes de ciberespionaje que podían robar códigos de fuente. A fines de los años 90 comenzaron a surgir hackers con motivaciones políticas. Hackers de China y Taiwán combatían entre sí. Activistas antinucleares desfiguraron un sitio gubernamental indio luego de que el gobierno de Nueva Delhi realizara pruebas nucleares.

Anonymous reescribió el manual del hacktivista. Empezó a desafiar un orden económico y político mucho más amplio. "Esto es la ciberguerra, y no uso el término de forma sensacionalista", dijo Richard Power, que en su libro "Tangled Web" hizo una crónica del ciberdelito de los años 90. "No estamos ante una causa en particular. Se ataca toda la estructura de poder. Eso implica algún tipo de crítica de fondo." Anoymous adoptó por primera vez una posición política abierta en 2008, cuando puso en la mira a la Iglesia de la Cienciología.

Pronto se convirtió en un movimiento global con multiplicidad de propósitos. Se alineó con causas populares entre los jóvenes, desde el movimiento Ocupen hasta la primavera árabe y la censura de Internet.

Los hackers rara vez conocen la identidad offline de sus pares. Eso significa que casi nunca saben quién de ellos puede haberse convertido ya en un traidor. Este mes, a una de varias cuentas de Twitter que proclaman su pertenencia a Anonymous llegó un pedido de donación de dinero para instalar carteles que rezarían "No toquen Internet", junto con epítetos como "traidores" y citas de Virginia Woolf y Oscar Wilde.

Gabriella Coleman, una antropóloga que estudia la cultura hacktivista, calificó a Anonymous de "bromista" de nuestros días, por momentos travieso y en ocasiones atemorizador. "Es muy difícil explicarlo, catalogarlo en términos sociológicos", dijo. El hecho de que Anonymous pueda extenderse es sin duda la principal razón de su éxito.

Quienes lo critican también ven en el movimiento el germen de su caída. "Anonymous ha generado algo que hará implosión y terminará", dijo Landesman", o, agregó, "no lo sé".

The New York Times

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