17.4.19

Cuando García Márquez quiso ser corresponsal en Madrid

Una carta descubierta en un archivo estadounidense desvela que el escritor, de cuya muerte se cumplen cinco años, pidió instalarse en la ciudad al director de El Espectador tras su salida de Colombia en 1955


Pasaporte de García Márquez de 1955. HARRY RANSOM CENTER/elpais.com

Cuando el joven periodista Gabriel García Márquez tuvo que dejar Colombia en 1955 —había hecho enfurecer al Gobierno del dictador Rojas Pinilla por una serie de reportajes en la que vinculaba con el contrabando el accidente de un barco lleno de militares— comenzó una etapa de exilio errante por Europa, que le llevó, entre otras ciudades, a Ginebra, Roma y, sobre todo, a París, asegura el biógrafo del Nobel Dasso Saldívar. Pero también pasó por Madrid, la capital de otra dictadura, la franquista, donde pidió, aquel mismo año de 1955, al periódico El Espectador de Bogotá quedarse como corresponsal.
“Fue una de las ideas que les propuso a sus jefes en Colombia por aquella época. Es algo todavía un poco difuso y que habrá que estudiar más, pero parece que García Márquez pudo haberse establecido profesionalmente en Madrid”, cuenta el investigador del Whitman College Álvaro Santana Acuña sobre una carta fechada en 1955 y conservada por el Centro Harry Ransom de Humanidades de la Universidad de Texas, en Austin. Se trata, sin duda, de una de las sorpresas que ha encontrado al estudiar la correspondencia que mantuvo durante años el escritor con Guillermo Cano, director de El Espectador asesinado por sicarios de Pablo Escobar en 1986.. “García Márquez estuvo en Madrid y le propuso a Cano una columna de temas españoles, como por ejemplo un reportaje sobre Pío Baroja”, añade el investigador.

Las cartas de García Márquez a Cano fueron adquiridas a finales del año pasado por el Harry Ransom para seguir nutriendo sus ya gigantescos fondos sobre el autor, que incluyen desde finales de 2014 el archivo personal de García Márquez, que nació en Aracataca (Colombia) en marzo de 1927 y murió en México en abril de 2014, hace hoy exactamente cinco años.
La correspondencia con Cano, cuenta Santana Acuña, llena un hueco muy importante en la biografía del escritor, sobre sus penurias económicas en París o los reportajes que escribió durante aquellos en la Europa del Este: “Algunos de ellos, sobre la vida en los países comunistas, pensaba que eran de sus mejores reportajes”, apunta el especialista. Pero también incluye una misiva en la que García Márquez le explica a Cano que está escribiendo una novela titulada Cien años de soledad y le envía un fragmento que se publicó en El Espectador en 1966. “En la carta reconoce que es la primera vez en su vida que publica un fragmento de una novela que todavía no se ha publicado y que lo hace precisamente un poco siguiendo la pauta que habían marcado algunos de los grandes escritores de la época, como Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa”, explica Santana Acuña.
Este hecho —después publicaría otros siete fragmentos más en distintos medios que se distribuían en Latinoamérica, Norteamérica y Europa para pulsar la acogida de los mismos— es fundamental para entender el proceso de profesionalización como escritor de García Márquez, que es a su vez la base del libro que este investigador canario publicará el año que viene sobre los descubrimientos que ha hecho estudiando la ingente documentación del Harry Ransom: solo del archivo personal son 78 cajas de documentos, 43 álbumes de fotos y 22 cuadernos de recortes y notas, parcialmente digitalizado y abierto para consulta. Unos documentos que le permiten “reconstruir el proceso por el que García Márquez pasa de ser un talentoso escritor colombiano a un escritor latinoamericano y global”, asegura.
Borrador mecanografiado y con correcciones de Gabriel García Márquez del epílogo de 'Crónica de una muerte anunciada'. 1980.
Borrador mecanografiado y con correcciones de Gabriel García Márquez del epílogo de 'Crónica de una muerte anunciada'. 1980.HARRY RANSOM CENTER
Ese modo de trabajar tiene mucho que ver con una casi obsesiva búsqueda de opiniones externas y correcciones de los textos que, en el caso de Cien años de soledad, se concreta en los fragmentos anticipados en distintos medios, además de permanentes consultas a amigos, colegas y críticos. Entre ellos, se cuentan el poeta Álvaro Mutis, la actriz María Luisa Elío y su marido, el cineasta Jomi García Ascot (a quienes leía el libro, según lo iba escribiendo, casi a tiempo real), el crítico Emmanuel Carballo y el escritor Carlos Fuentes (a quien envió las primeras 80 páginas) y sus amigos del grupo literario de Barranquilla.
Los tachones de los manuscritos del autor dan fe de ese procedimiento de mejora, pero también el hecho de que entre el primer capítulo que se publicó en mayo de 1966 en El Espectador y el de la edición final de 1967 “hay hasta 42 cambios significativos”. Un ejemplo: las casas de Macondo que al principio eran de “adobe” acabaron siendo de “de barro y cañabrava”.

Documentos inéditos

Ese proceso también estará en el centro de la exposición que él mismo está dirigiendo como comisario y que se podrá ver a partir de febrero del año que viene en el Harry Ransom en Austin, Texas, bajo el título Gabriel García Márquez, la creación de un escritor global. El investigador promete “documentos inéditos y poco conocidos” y explica que habrá una sección que mostrará los distintos momentos de su vida, otra dedicada exclusivamente a la creación de Cien años de soledad y a su impacto, otra sobre su activismo político y una más dedicada a los manuscritos de otras obras como El amor en los tiempos del cólera o Crónica de una muerte anunciada, “para que se vean diferentes cambios en el proceso de trabajo a lo largo de su vida”.
También habrá una parte dedicada a la trascendencia global de su obra, con ejemplos de aquellos escritores a los que ha influido en todo el mundo (desde Toni Morrison a Haruki Murakami) y también de los que se nutrió el colombiano. “En el Harry Ransom hay documentación que vamos a poder mostrar, por ejemplo, de James Joyce, Jorge Luis Borges o William Faulkner, y también estamos en conversaciones para que se pueda exhibir el manuscrito de Rayuelade Cortázar”, señala Santana Acuña.
Se pondrán en diálogo recursos narrativos como el monólogo de varias páginas de Fernanda del Carpio tras enfadarse con su marido en Cien años de soledad y el de Molly Bloom al final del Ulises, de Joyce. O la técnica de los narradores y las perspectivas múltiples de Mientras agonizo y La hojarasca. O las relaciones estilísticas entre El viejo y el mar, de Hemingway, y Relato de un náufrago (el libro en el que Gabo reunió en 1971 la serie de reportajes que le costó en 1955 la enemistad con el Gobierno colombiano del dictador Rojas Pinilla).
La inauguración de la exposición está prevista para los primeros días de febrero de 2020, para permanecer en el centro de Austin hasta junio. Después, los organizadores ya están en conversaciones con museos de México para que la exposición viaje allí a principios de verano.

UN FESTIVAL DE PERIODISMO EN BARCELONA PARA CELEBRAR A GABO

Barcelona trabaja para acoger en la primavera de 2020 un festival de periodismo organizado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), fundada por Gabriel García Márquez en 1995. Jaime Abello, su director general, explica que la idea es hacer una réplica, más pequeña, del festival que la organización celebra en otoño en la ciudad colombiana de Medellín, con debates y ponencias sobre los retos y el futuro de la profesión periodística. En 2018 reunió a unos 15.000 asistentes. Uno de los principales objetivos de la fundación con estos encuentros es devolver a la sociedad la confianza en el periodismo de calidad.
Entre todas las ciudades en las que residió el Premio Nobel de Literatura, Barcelona siempre ocupó un lugar especial para el escritor. Allí vivió entre 1967 y 1975 y después nunca dejó de visitarla.

8.4.19

El colmillo del premio Nobel

Gustavo Tatis Guerra realiza en La flor amarilla del prestidigitador un recorrido sentimental y literario por el entorno familiar de Gabriel García Márquez

Gabriel García Márquez, en 1969 en Roma con su familia. 


El dentista de Gabriel García Márquez llevaba colgado al cuello un dije engastado en oro. No era el diente de un tiburón ni un trofeo arqueológico sino un colmillo humano, el incisivo superior derecho del premio Nobel de Literatura que, además de paciente, fue su amigo y padrino de uno de sus hijos. Solicitó semejante honor el propio Gabo, sorprendido al comprobar que su nombre y el de su mujer, Mercedes Barcha, se añadían así a la ya larga lista de protectores y testigos que acudieron a dar fe del agua bautismal administrada al recién nacido. Los García Márquez fueron los padrinos números 13 y 14 de la ceremonia. ¡Todo un bautizo macondiano!, pudo exclamar Gabriel con entusiasmo. Gustavo Tatis Guerracuenta esta anécdota en medio de otras muchas en su libro La flor amarilla del prestidigitador. Es un recorrido sentimental y literario por el entorno familiar de García Márquez, sus sueños y anhelos infantiles, la muy especial relación que tuvo con sus padres y los demonios y ángeles interiores a los que estuvo sometido y por los que estuvo encandilado a lo largo de su existencia. La tesis vertebral de la obra es la suposición de que en realidad Cien años de soledad es en gran medida una historia basada en la de la familia de su autor, aunque manipulada por su imaginación y el respeto debido a la memoria de sus ancestros. El coronel Aureliano Buendía sería así una recreación hiperbólica de su abuelo paterno.
En esta época en que proliferan la literatura y los libros basura sobre el periodismo (tantas veces también periodismo basura) es de agradecer el esfuerzo de Tatis por ofrecernos un relato cuyo eje gira en torno a la excelencia de ambos oficios. Su texto, que no escapa a la benéfica influencia estilística del creador de Macondo, recupera para nosotros el reconocimiento del periodismo como género de la literatura, algo que siempre defendió García Márquez, y de lo que bien puede dudarse hoy a juzgar por la miserable calidad de tantas tertulias televisivas y las columnas que inundan de mierda el comentario político.
En la primavera de 1987 mantuve con Gabo en Barcelona una conversación de más de cuatro horas previa a la elaboración de un libro sobre su figura que me había encargado Hans Meinke para el Círculo de Lectores. Fruto del encuentro fue un largo perfil del escritor y una entrevista con él que yo convertí en monólogo, como para poder ser representado algún día. Trataba así no tanto de inmiscuirme en sus palabras sino en sus sentimientos, procurando imbuirme de ellos, reír y sufrir con el personaje, y compartirlos luego con su extensa nómina de admiradores. Como era habitual en él, me pidió que no utilizara grabadora para la conversación, sino solo papel y pluma para tomar notas. Este es un hábito que siempre he recomendado también yo. Lo importante en nuestro trabajo es saber escuchar, no tanto reproducir literalmente lo que otros dicen, sino lo que nosotros mismos somos capaces de entender. De otra manera corremos el peligro de traicionar al interlocutor, pues su lenguaje corporal, su mirada, sus aspavientos o su quietud forman parte tanto o más que sus palabras de lo que quiere expresar. Como no quería traicionar sin embargo su confianza me permití enviarle las pruebas de imprenta tanto de la pequeña biografía que pergeñé como de su improvisado soliloquio. Me las devolvió con algunas correcciones menores y un mensaje escrito de su puño y letra: “¡Por fin alguien que cuenta una historia sobre mí que es cierta!”.

Gabo tenía, según su padre, dos cerebros. En uno le funcionaba una memoria inagotable, en el otro una imaginación sin límites

Ignoro si Tatis Guerra tuvo oportunidad de enseñarle a Gabo los escritos y crónicas sobre él y su familia que ahora se han editado; pero en lo que valga mi testimonio sobre la persona del escritor, cuya amistad cultivé durante muchos años, la fidelidad al personaje que de ellas emanan es absoluta. Tatis Guerra ha interrogado a los padres, hermanos, amigos, profesores y colegas de García Márquez, ha buceado en el tiempo para descubrir sus semejanzas con los principales personajes de la obra capital de Gabo, ha desmenuzado sus escritos y escudriñado sus secretos. El resultado de su investigación, en la que no descuida la crítica literaria, es para él definitivo: el realismo mágico que García Márquez logró acuñar como género novelístico, troncal para un cierto periodo de nuestra literatura, es en gran medida la transliteración de los hechos que el propio escritor vivió. Tímido, educado y soñador, Gabo tenía en opinión de su padre como dos cerebros, ambos proteicos y llenos de redes neuronales. En uno le funcionaba una memoria inagotable, y en el otro una imaginación sin límites. Pero yo oí en muchas ocasiones al propio García Márquez que esta era siempre superada por la realidad misma y que el realismo mágico, en su pluma, era menos mágico y más real de lo que la gente podía creer. Esto no es de extrañar para nadie que conozca Colombia. Y quizás por lo mismo se sintió siempre muy atado a su profesión de periodista, de la que intentó inútilmente escapar y trató, inútilmente también, que huyera el autor del libro que comentamos.
Entre los recuerdos de infancia que Tatis Guerra menciona, está el castigo que su profesor Mesa Castillo le infligió cuando tenía 10 años porque confundía la letra “v” con la “b”. “Lo encerró en la biblioteca para que leyera las 10 primeras páginas de Las mil y una noches e identificara las palabras que aparecían con dichas letras”. Pero él en vez de hacer eso se dedicó a devorar materialmente el libro y a disfrutar con sus cuentos. Estos tropiezos ortográficos le debieron dejar honda huella. En el reciente congreso internacional de la lengua española celebrado en Córdoba todavía resonaron los ecos de su famoso discurso en el primero de dichos encuentros, habido en Zacatecas, México, hace más de 20 años. “Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna; enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota”. “¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?”. Algunos pensaron entonces que aquellas propuestas, como la de interrogarse qué sentido tiene la “u” detrás de la “q”, eran consecuencia de un afán provocador. Muy al contrario, surgían de una mentalidad curiosa e inocente, exenta de prejuicios, que le acompañó desde la niñez. Los terrores nocturnos de la ortografía tenían nombre y apellidos en los de su profesor.
García Márquez murió el día de Jueves Santo de hace cinco años en Ciudad de México. En un postrer homenaje, Tatis Guerra describe con pulcra emoción sus últimos momentos y recuerda la entereza de Mercedes, que tanto le amó y tanto le ayudó en vida, cuando dijo a sus hijos Gonzalo y Rodrigo: “Aquí no llora nadie. Aquí a lo puro macho de Jalisco”. Admiro y admiré a Mercedes como a la mujer hermosa y fuerte de la Biblia, alguien que todo hombre de bien hubiera querido tener a su lado en tanto que madre, esposa o hija. Pero desde la distancia en que me sorprendió la muerte de Gabito fui uno de los muchos que no la hicieron caso en aquel trance y lloré la pérdida del amigo. El más grande escritor de la lengua castellana de todo el siglo XX. Quizá desde Cervantes.
La flor amarilla del prestidigitador. Gustavo Tatis Guerra Navona, 2019. 240 páginas. 19 euros.