El Premio Nobel de Literatura para Mo Yan despertó gran entusiasmo en China pero también fuertes críticas, no por el valor de su obra sino por ser un escritor del establishment
MO YAN. Nacido en una familia campesina pobre, forma parte de la generación del 80./Revista Ñ. |
La falta de un Nobel de Literatura era un complejo que China
venía arrastrando desde hacía años. El premio otorgado en el año 2000 a
Gao Xinjian, un escritor chino exiliado en Francia y crítico del
gobierno, lejos de atenuar este complejo sólo logró atizar la sensación
de que sus logros no eran adecuadamente reconocidos por Occidente. Con
la reciente elección de Mo Yan, finalmente China pudo quitarse la espina
que tenía clavada. Su elección, sin embargo, despertó una fuerte
controversia entre los intelectuales chinos, aunque sus críticos no
apunten tanto al valor literario de su obra como a su pertenencia al
establishment.
Mo Yan formó parte, de hecho, de un grupo de cien
escritores que participaron este año de la conmemoración del 70
aniversario de la Conferencia de Mao en Yan’an. Se trata de un discurso
pronunciado por Mao en 1942 en el Foro sobre arte y literatura de
Yan’an, una remota zona de montaña que funcionó como cuartel general del
Partido desde finales de la década del 30 hasta la toma del poder del
Estado a fines de la década del 40. La importancia de aquel discurso
reside en que marcó la línea sobre la función del arte y la literatura
que regiría en China durante las décadas siguientes. Dentro de ese
dogma, que reservaba a la literatura la función de ensalzar la
revolución y los ideales proletarios, la literatura experimentó un
proceso de pauperización creciente, que llegó a su pico durante la
Revolución Cultural a mediados de los 70, cuando la figura de Mao
hegemonizó de manera casi absoluta el campo literario.
Mo Yan es
un representante de la generación de escritores que surgió en la década
del 80 tras el proceso de apertura y de relativa desmaoización iniciado
por Deng Xiaoping a finales de los 70. Luego de varias décadas en las
que la literatura estuvo sometida a la obligación de ensalzar la figura
de Mao, la década del 80 vio surgir una ampliación de las libertades, en
paralelo con un acelerado proceso de traducción y asimilación de la
literatura occidental, que por años había circulado en forma escasa y
clandestina. A la vez, es un producto complejo de la época maoísta.
Nacido en la provincia de Shandong de familia campesina pobre, tuvo que
dejar la escuela durante la Revolución Cultural y a mediados de los 70
ingresó en el Ejército, donde comenzó a escribir y desarrolló parte
importante de su carrera.
La producción de Mo Yan fue identificada
en un comienzo con el movimiento de “Búsqueda de las raíces” ( xungen
), narradores cuyas novelas manifestaban nostalgia e idealización del
mundo campesino. Luego se lo colocó en un mismo lote con el grupo de
narradores vanguardistas ( xianfeng ) como Ma Yuan y Can Xue, cuya obra
reflejaba de manera notoria el impacto que había producido la brusca
inyección del modernismo occidental. La obra de Mo Yan, sin embargo,
desborda cualesquiera de estas categorías. En Shengsi pilao (La vida y la muerte me están desgastando) retoma a la vez la estructura serial de las grandes novelas clásicas chinas, como Sueño del cuarto rojo,
y el motivo budista de la reencarnación, para contar cinco décadas de
historia china a través de un terrateniente que, luego de ser fusilado a
comienzos de la reforma agraria, vuelve reencarnado sucesivamente en
asno, buey, cerdo, perro y mono.
Aunque su figura está ubicada en
el corazón mismo del establishment literario, su obra no deja de ser
crítica con muchos aspectos de las políticas del Partido Comunista, y
especialmente con la corrupción que afecta a gran parte del partido y
erosiona su legitimidad. Describe críticamente, también, las
consecuencias sociales negativas del desmantelamiento de la economía
maoísta y la pérdida del tazón de hierro (expresión que designaba la
seguridad de un trabajo vitalicio, suministrado por el Estado), como en Shifu yuelaiyue youmo
(Shifu, harías cualquier cosa por divertirte), donde a un viejo obrero
despedido súbitamente de la fábrica en la que trabajó toda su vida,
obligado a ganarse la vida de formas no convencionales, se le ocurre la
idea de explotar la cáscara de un micro abandonado como hotel
alojamiento. Para entender este tipo de posicionamiento, crítico pero a
la vez integrado al ámbito oficial, tal vez haya que pensar en la
distinción que establece François Jullien entre las dos tradiciones
intelectuales: la del intelectual occidental, autónomo, y la del letrado
confuciano, acostumbrado a la crítica sesgada y a la sátira sutil,
siempre desde adentro del poder. Cerca de esta tradición tal vez haya
que ubicar al Nobel de literatura chino.
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