Todos los idiomas han aportado su granito de arena a la globalización
del entendimiento humano. No hablemos del griego ni del latín ni del
árabe, que son los grandes proveedores de palabras universales: ecuménico, ley, álgebra
Mahmud Sharif/facebook./elespectador.com
Hablemos en cambio del castellano, que siempre tengo presente cuando
los locutores de los informativos alemanes dicen, en alemán, que una
“junta” se hizo cargo del poder tras un golpe militar. Y hablemos del
alemán, que nos ha dado la metáfora ideal de la guerra relámpago con su
Blitzkrieg. O hablemos del francés, al que debemos la universalidad de
la palabra restaurante. O del checo, de donde procede la palabra robot. O
del italiano, padre del graffiti. O del neerlandés, gracias al cual
poseemos las palabras babor y estribor para nombrar, respectivamente,
los lados izquierdo y derecho de los barcos. Y sin necesidad ninguna de
mencionar el inglés, cuya preeminencia no es poquita cosa, hablemos del
japonés, pues quieras que no hay varias palabras niponas que son
universales: judo, harakiri, kamikaze, para no decir sino tres.
La tercera de ellas es la que lamentablemente goza de mayor
actualidad y más difundido conocimiento. En la escalada de su
confrontación con Israel, Palestina pasó de la intifada autóctona al
kamikaze foráneo, y luego, con el fundamentalismo de Al Qaida, se ha
puesto a la orden del día, en Irak y Afganistán. Casi no transcurre un
solo día sin que la prensa, la radio y la TV nos informen de un nuevo
atentado kamikaze en esos países.
Me gustaría precisar que el vocablo kamikaze significa literalmente
“viento divino” y designa aquél viento mítico desencadenado por los
dioses del olimpo japonés, en el año 1281, contra la flota chino–tártara
que pretendía conquistar el Imperio del Sol Naciente. A partir del 17
de mayo de 1944, sin embargo, cuando el comandante Katushiga se estrelló
deliberada y suicidamente con su avión contra un destructor de la
Marina de los Estados Unidos, kamikaze designa al hombre que se inmola
por una causa, destruyendo o tratando de destruir al enemigo de ella.
En el caso de los fundamentalistas árabes sucede que el kamikaze
dizque tiene garantizado el Paraíso, de tal manera que acude a la cita
de la muerte con toda deliberación, hasta contento. Pero habrán notado
que escribí “dizque”, y no puedo por menos de añadir que lo hice por mi
cuenta y razón, ya que el Corán condena de manera taxativa el suicidio.
Ahora bien, es evidente que la hermenéutica, la ciencia de la
interpretación de los textos sagrados, tanto en la religión musulmana
como en cualquier otra, está siempre lista a la hora de sacar conejos
del sombrero de copa. Por lo que se refiere a la religión de Jesús el
Nazareno basta pensar en el cerebro retorcido que inventó la
Inquisición.
Dicho de otro modo: ustedes pueden encontrar toda
una legión de teólogos musulmanes que pese a la condena del suicidio por
el Corán, dispondrán de todos los argumentos posibles para justificar
los atentados kamikazes. Y es evidente que hallan un terreno abonado en
la juventud de una Palestina desesperada, de un Afganistán ocupado
militarmente, de un Irak sin norte; la recluta de suicidas voluntarios
no es problema para los señores de la guerra.
Pero ya dice el dicho decidero, como decía Unamuno, que Dios escribe
derecho con renglones torcidos, y es ello lo que me lleva a contarles
una historia verídica ante cuyo desenlace uno no sabe bien si echarse a
reír o si echarse a llorar. Les cuento:
Esta es la historia de un kamikaze palestino, Mahmud Sharif. Los
explosivos que llevaba atados a su cuerpo no explotaron cuando los hizo
detonar, sólo explotó el detonador y Mahmud Sharif perdió el
conocimiento de resultas de ello. Cuando recuperó el sentido, se
encontraba en un hospital, pero él creía firmemente que había muerto y
que ya estaba en el Paraíso. Nada de lo que le decían, nada de lo que le
preguntaban, ninguno de los objetos que le mostraban, nada, nada,
lograba sacarlo de esa convicción. Hasta que uno de los oficiales que lo
interrogaban se extrañó:
“¿Así pues, también hay israelíes en tu Paraíso?”
Recién entonces, recién entonces, empezó a comprender Mahmud Sharif.
Ojalá nadie le hable nunca del canto vigesimoctavo de La comediadel
Dante (lo de “divina” es un añadido que no figura en el título
original), canto donde se describen los suplicios que padecen los
condenados al noveno foso del octavo círculo del Infierno, entre ellos
su profeta Mahoma. Y es que todos los paraísos y los infiernos están
hechos a la medida del ser humano, y hasta un grandioso poeta como el
Dante tenía sus cuentas pendientes con amigos y enemigos: en el fondo, La comedia es su factura
Raúl Núñez: dipsómano y depresivo, parroquiano del Paricio y escritor de aúpa
Raúl Núñez con Sinatra se volvió un clásico./elmundo.es
Hora de buscar en el baúl de los olvidos el rastro de otro grande. Sí, a otro puñetero titán de los que escribían a navajazos y a cuchilladas
vivieron hasta su último día de vida, gota de aliento, racha de
inspiración. La siguiente excepción a la regla de la estafa del estado
del malestar. Y que no os vengan los de siempre con sus monsergas. Aquí,
a los buenos, a los que realmente conocen ese malaventurado oficio que
consiste en juntar letras, les ha tocado comerse los mocos por decreto
mientras veían medrar a los mediocres papanatas del vecindario
literario. ¡Esto es España, nenes! ¡No vayamos a confundir la piel de
toro con la benemérita Suecia a estas alturas de la 'pachanga' nacional!
Su nombre era Núñez, Raúl Nuñez. Y os aseguro que quien lo conoció,
nunca ha podido olvidar que, al contrario del pijo de Bond, Raúl Núñez
no se tomaba los martinis agitados ni removidos, sino en copado balón
con dimensiones de enorme pecera. A tumba abierta. Puesto que a tumba
abierta vivió, bebió, fumó, amó, padeció. Bonaerense nacido en el 46 y
crecido en dos décadas más que jodidas hasta que la mala vida le hizo
recalar en el regazo del Chino barcelonés y allí que se quedó a vivir. O
a malvivir. Escribiendo a salto de 'mahón' y enamorándose hasta el
corvejón de toda 'pilingui' que se cruzaba en su errabundo caminar. Dipsómano, depresivo, donjuán. No le faltaban des, no.
Su mundo eran las 'lumis' de Ramblas abajo en los felices 70, muchos
años antes de que la aldea global hiciese de 'Barna' ese inmenso solar
pendiente de 'españolizar' que, según el ministro del ramo, Wert, es hoy
por hoy. Un tipo infeliz y tocado por la gracia de la escritura al modo
que fueron tocados los santos evangelistas, aunque siempre sentado en
el otro extremo de ese ring repleto de putas, bares, pensiones, fantasmas y calcetines sucios.
Raúl Núñez era un poeta de etílicos versos pergeñados en servilletas
de papel y diseminados por el serrín del suelo del garito. Un poeta de
altura iluminada que inventó el realismo sucio mucho antes de que
convirtiesen la etiqueta en marca de la casa. Un Bukowski con eñe, con
bigote, con una prosa delirante que derrochó en novelas como 'Derrama whisky sobre tu amigo muerto'
(Star Books, 1978) o 'Sinatra. Novela urbana', de la que nos toca
ocuparnos en esta ocasión. Para que luego digáis que Marga Nelken,
vuestra prima de riesgo, no os llega siempre con 'mierda' de la mejor
clase.
Sinatra se parecía a Sinatra. Tenía 40 años. No era demasiado alto.
Se había empezado a quedar clavo y llevaba el pelo muy corto. Había
conseguido un trabajo de portero de noche en la pensión donde vivía. Le
salía su habitación gratis y le quedaba un poco de dinero. Hacía un año
que su mujer lo había dejado para irse con un negro. Tenía gracia. le
parecía una broma. Siempre que pensaba en ello, un sonrisa torcida
aparecía en su boca. La misma sonrisa torcida con la que se enfrentaba
al mundo. Ahora no tenía mujer. Le costaba aceptarlo. Se sentía solo.
Sinatra solía pasar las noches escuchando la radio. Programas
nocturnos dedicados a gente como él. Le gustaba la música. Una noche
había telefoneado a la radio para pedir un disco de Sinatra. No había
dicho nada de su parecido ni de su apodo. Lo complacieron, como suelen
decir los locutores. Sinatra encendió un cigarrillo y escuchó. No sabía
inglés, pero comprendió todo. Se acordó de su mujer. Y del negro. Y volvió a sonreír.
Así empieza la historia. Y hasta ahí, hasta ese 'Y volvió a sonreír',
de momento, podemos leer. Pero que nadie se deje engañar por culpa de
esta prosa de aparente sencillez. Os aseguro que se trata del portón de
bienvenida de una de las novelas más aconsonantes que escritas en España
en los felices 80 del pasado siglo. Una bomba de neutrones que hace estallar las neuronas,
gracias a su preciso engranaje narrativo y a unos toques de esperpento,
al lector más empedernido. Es más, si yo estuviese en vuestro lugar y
aún no supiese de la existencia de este libro, saldría a la calle a
darlo todo, a hacerlo todo, incluso la calle, con tal de hacerme con un
ejemplar.
Novelaza negra, desternillante, dura, cruel, sensible y tierna a la
vez. Raúl Núñez se dedica a contarnos la historia de un Sinatra de caras
B sin dejarse llevar por amaneramientos o pretensiones fatuas. Cual
'Chinaski' resucitado el cuerpo de un 'argentiñol' dado
a beberse hasta el agua de los floreros ('Sinatra' está dedicada al bar
Paricio que lo vio calmar su sed). ¿Quién iba a decirnos que un tipo
andaba levantando el castillo de naipes del realismo sucio a la española
años antes de que Bukowski se leyese aquí?
No en vano esta alucinante (y alucinada) historia acabó convirtiéndose en un más que recomendable filme dirigido por Francesc Betriú
y estrenado en 1988. ¿Queréis saber quién interpretaba al tal Sinatra
en esta ocasión? Alfredo Landa. Sobran las demás credenciales. Eso sí,
nada que ver con el 'Sinatra', otra película homónima, en que anda
enfangado Scorsese. Que todavía hay clases y en España, aunque escasos y
en situación de permanente olvido, también tenemos a nuestros clásicos.
Como Raúl Núñez. Quedaos con este nombre. No os arrepentiréis.
Las obras del premio Nobel de Literatura se han convertido en clásicos en el país galo
El escritor Orhan Pamuk
AP/Jacquues Brinon/lavanguardia.com
El Ministerio de Cultura francés condecoró hoy con la insignia de oficial de la Legión de Honor al escritor turco Orhan Pamuk, laureado con el premio Nobel de Literatura en 2006.
La ceremonia estuvo presidida por la ministra gala de Cultura,
Aurélie Filippetti, que expresó en su discurso la estima que Francia le
tiene a Pamuk por "la inmensa dignidad de su estilo, de su pensamiento y
de su persona".
Las obras del escritor, entre las que citó Nieve, se han
convertido según Filippetti en clásicos en el país, impresionado "por la
sutilidad de la narración (...), a la vez espiritual y carnal, por su
alianza única de potencia y delicadeza, de imaginación y de sugestión,
de implicación social y política".
Según la intervención difundida por su Ministerio, el estilo
literario es "una aventura" para Pamuk, que "de libro en libro, de
novela en novela, no ha cesado de buscar, de innovar, de experimentar".
"Y esta libertad estilística llama, se casa, se corresponde
totalmente con el hombre libre que usted es, infinitamente abierto,
tolerante, valiente, sin miedo", añadió Filippetti, que con esta
condecoración le otorga la más alta condecoración francesa
El nuevo milenio puso a la Web y lo digital en el centro de la práctica periodística. Aquí, Jim Roberts, un editor del TheNew York Times, reflexiona sobre los desafíos futuros
REFERENCIA. La web del New York Times es materia de consulta diaria para miles de internautas./Revista Ñ.
Lectura fragmentada y dispersa, pero más profunda por la posibilidad de
avanzar a través de links hasta las fuentes mismas de la información.
Lectores que moldean los mensajes por la interacción constante, masiva e
instantánea. Dispositivos móviles que vuelven a cambiar el paradigma
de construcción de la noticia que la Web construyó en los últimos 15
años. Jim Roberts, desde la trinchera caliente que implica manejar The
New York Times, en una discusión sobre medios y mensajes con Ñ.
-¿De qué forma cambió la Web la manera en que lees las noticias? -No
sé si soy completamente representativo de la gente, pero para mí es un
esfuerzo leer en Internet del mismo modo en que leo algo impreso,
porque me distraigo demasiado. Aunque esté viendo una sola página,
capto algo con el rabillo del ojo, veo un link por aquí, o material
relacionado por allá. Por eso me parece que es difícil mantener la
concentración en un artículo específico en la Web. Me parece que es un
poco más fácil en el caso de las tabletas: el modo en que están
escritos y diseñados los artículos te mantienen en un mismo entorno y
es más fácil concentrarse. Por eso me parece que en cierto modo las
tabletas se acercan a cómo son las cosas en la modalidad impresa. Pero
igual es más difícil para concentrarse, estás más tentado a mirar otras
cosas, a consumir más y distinto a la vez. Como usuario, probablemente
leo más debido a la Web, pero leo más disperso. Quizá leo menos
artículos extensos de lo que solía hacerlo, porque hay mucho para
elegir.
-¿Eso te convierte en un lector más superficial? -Creo que hay que resistirse a esto, es muy fácil leer y consumir grandes cantidades de información de una manera superficial.
-Como
periodista formado en el papel, pero que ha dedicado sus últimos 10
años al periodismo online, es difícil aceptar que la gente ahora sea más
superficial. -No estoy diciendo que la gente sea más
superficial. Estoy diciendo que, a diferencia de lo que ocurría antes
(con los medios tradicionales) tenés que concentrarte más para obtener
información en la Web. Supongamos que estabas leyendo las noticias hace
unas semanas, cuando grupos de manifestantes protestaron frente a la
embajada estadounidense en Libia. Estás leyendo y ves todos esos
artículos sobre estas protestas, algunas de ellas violentas. Todas
mencionan un video contra el islam que fue publicado en la Web. Una vez
que estás en ese entorno, podés mirar el video, podés enterarte de
cosas acerca de las personas detrás de ese video. Cuando lees que el
embajador de EE.UU fue asesinado, podés buscar información sobre él,
etc. Es más difícil concentrarse en la nota extensa, bien escrita,
detallada, aunque lo que compensa es la profundidad que lográs en la
comprensión del tema, el grado de conocimiento sobre determinada cosa.
Me parece una compensación valiosa.
-¿Te parece que hubo
un momento en que los medios construían a sus lectores y que ahora esos
mismos lectores están construyendo los medios? -Buen
punto. Los lectores tienen mucha más injerencia en darle forma a las
noticias. No es directo, es algo indirecto. Depende de la publicación.
Pero sí, pienso que en el pasado los medios de comunicación solían
determinar qué le importaba a la gente, cuáles eran sus intereses,
tanto los diarios como luego la televisión. Recuerdo, de chico, que en
televisión tenías dos o tres opciones y eso era todo. Hoy hay tanta
interacción entre el público y los medios que el público tiene mucha
más influencia. Y en cierto sentido, el público puede ser el medio.
Pienso que tenés razón, las personas en general ejercen un control
mucho más grande sobre las noticias. No es directo, pero sí, su control
es mayor.
-¿Te parece que la tentación de los grandes
medios para buscar nuevos lectores a través de las redes sociales
implica un cierto “riesgo” de pérdida de aquella capacidad para fijar
la agenda que tenían los medios tradicionales? Ahora, cuando un lector
recomienda una nota a sus amigos de Facebook o seguidores de Twitter,
se agregan viralmente decenas o miles de nuevos intermediarios o
“curadores” de la noticia original. -Conozco el proceso que
estás describiendo, pero no lo he visto actuar de una manera que
pudiese convertirse en una amenaza, porque todavía pienso que las
empresas de medios, chicas y grandes, aún tienen una voz que le
interesa a la gente, una voz que importa más que un “me gusta” (en
Facebook). Ya sea The New York Times, Clarín o NBC, cuando los medios
dicen algo, hacen algo, la gente inevitablemente les presta más
atención.
-Pensá en vos como periodista 10 o 15 años atrás. ¿Cómo construías realidad al escribir un artículo y cómo lo hacés hoy? -Hace
10 o 15 años, cuando pensaba en comunicarme con la gente, era un
pensamiento mucho más complejo. Y era más: “¿Cómo voy a crear un
contenido en las próximas 3 o 4 horas?” Es decir, un principio, medio y
final; su material de contexto, etc. Una unidad estructural. Hoy pienso
mucho más en términos de medios de comunicación: cuál es la mejor
manera de llegar al público en este momento. Esto no quiere decir que
los esfuerzos más analíticos no sean parte de esa ecuación, pero creo
que el proceso de pensamiento es mucho más comprimido y relativo a cómo
transmitir información precisa a la gente en paquetes de bytes más
pequeños y rápidos. Sé que esto no es periodismo clásico. Hace un tiempo
en una conferencia en Lyon, Francia, dije que esperaba de mis
periodistas la destreza para comunicar tan bien en 140 caracteres como
lo hacen en 1.400 palabras. Y creo en eso. Pero un periodista de 20
Minutes, un diario muy chico que se entrega en los subtes, me desafió
diciéndome: “Eso es espantoso, horrible. Usted no puede hacer eso”. Pero
yo estoy convencido de que tenemos que ser capaces de ello. Y sé que
lo espero de mí mismo: poder procesar la información así de rápido.
Cuando pienso en 10 o 15 años atrás y en hoy, jamás habría pensado en
transmitir información de una manera tan concisa, comprimida y rápida
como lo hago hoy.
-Desde la masificación del consumo de
información en la Web hasta ahora, se construyó un nuevo lenguaje que
los periodistas aprendimos a manejar. Ahora, de repente, millones de
personas eligen sus teléfonos inteligentes y tabletas para informarse.
¿Crees que los dispositivos móviles van a cambiar aquel lenguaje web y
obligarán al mismo tiempo a los periodistas a escribir y comunicar de
una forma totalmente nueva? -En cierto sentido, sí. Tienen
que hacerlo. Del mismo modo en que la Web alteró el mensaje que teníamos
en la prensa impresa, un teléfono u otro tipo de dispositivo móvil va a
alterar el mensaje de la Web. De todos modos, creo que depende de
nosotros, como periodistas, tratar de asegurarnos de que el mensaje no
se pierda en el medio. El mensaje es siempre lo más importante. Pero me
parece que tenemos que adaptar nuestra manera de transmitir ese
mensaje. Te doy un ejemplo: a muchos de los que escriben para el The
New York Times les gusta presentar artículos larguísimos, con un
comienzo muy extenso. Eso funciona muy bien cuando estás leyendo un
diario de formato grande, pero cuando lo leés en este iPhone es una
propuesta realmente difícil de aceptar. Entonces, ¿podés seguir
ofreciendo noticias de aquella manera o tenés que alterar de algún modo
el mensaje? Tal vez una palabra mejor sería: “adaptarlo”. Tenés que
adaptarlo, escribirlo de un modo más sencillo, o más breve.
-Quizá debamos rescribir a McLuhan y decir ahora: “el dispositivo es el mensaje”. -No
iría tan lejos. La gente me atacaría por eso. McLuhan dijo “el medio
es el mensaje”. Quizás hoy el dispositivo es el mensaje. Creo que el
dispositivo afecta el mensaje. McLuhan se refería a la televisión y cómo
la televisión estaba cambiando las cosas. Pero, insisto, está en el
periodista determinar cómo llegar a la gente con la misma información,
pero llegar de un modo que sea el más efectivo en un determinado
dispositivo. Tengo algunos conocidos que trabajan para la cadena de
deportes ESPN. Ellos tienen una filosofía, que llaman la mejor pantalla
disponible. Eso significa que ellos crean contenidos, toman decisiones
de programación basadas en cuál es la mejor manera en que la gente
puede recibir algo. Así, ponen en el aire algo para pantallas de 62
pulgadas; ofrecen contenidos diseñados sólo para teléfonos. A veces
buscan que coincidan, pero todo el tiempo están pensando en el
dispositivo. En ese sentido, el dispositivo, para ellos, ya ha cambiado
el mensaje.
Desde siempre, cuando se habla de novela picaresca se recurre a una asociación bilateral irreversible -picaresca-pícaro-, y se prescinde muy a menudo del sexo femenino
La gitana Frans Hasl, 1630./revistadeletras.net
No nos extraña que este género literario se estudie a partir de una obra concreta, El Lazarillo de Tormes,
por ser esta quien moldeó un esquema estructural y un personaje; pero
sí nos sorprende que en muchos libros de texto este estudio se apoye en
obras como Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán o Historia de la vida del Buscón, de Quevedo, omitiendo otras no menos importantes como La niña de los embustes, La pícara Justina, La hija de Celestina, Las Harpías en Madrid… ¿Realmente no hay protagonismo femenino en la novela picaresca?…, ¿existe o no la mujer pícara?…
Estas preguntas engendraron reacciones
dispares entre los propios críticos. Las posturas van desde aquellos que
consideran a las pícaras poco aptas para manifestarse tan
exhaustivamente como los pícaros (J. Rodríguez-Luis), pasando por aquellos que abogan por un poder liberalizador de la pícara y proclive a la maldad, peor que en los pícaros (Pablo J. Ronquido, Marta de Zayas), para llegar a los que niegan la posibilidad existencial de las pícaras (Thomas Hanrahan).
A través de estas líneas queremos despertar aquellas mentes que creen
fanática y unilateralmente en el pícaro, y demostrar mediante un ejemplo
concreto (Las Harpías en Madrid, de Alonso de Castillo Solórzano) que no solo existe la pícara, sino que además esta reafirma el género picaresco.
Entre
ambos sexos hay, sin duda alguna, una barrera de matiz ideológico. Las
diferencias entre la pícara y su congénere es una evidencia que responde
a la mentalidad misógina del momento. Esta postura no es nueva. El libro de Buen Amor, El Arcipreste de Talavera, El Crotalón…, hasta llegar al menos a la tradición griega de, por ejemplo, Aristóteles y Hesíodo,
aluden ya a los defectos de las mujeres en tanto que agresivas,
envidiosas, corruptoras, pecadoras…, y por tanto con nulo interés
literario.
Seguramente la pícara habría
quedado rezagada si la novela picaresca estuviese únicamente delimitada
por la “delincuencia”, tal como pretendieron demostrar algunos críticos (Alexander Parker y Valbuena Prat).
Pero hay una vertiente mucho más productiva dentro del género y que la
mujer maneja con una destreza inquietante: la astucia. Y de la astucia
echará mano la pícara para disculpar su comportamiento cruel y
atribuirlo al inevitable paralelismo entre su condición femenina y el
poder de la misoginia.
Y además de astuta, bella que es lo que
realmente hace triunfar a la pícara. Las Harpías de Alonso de Castillo
Solórzano, por ejemplo, poseen una belleza extrema a partir de la cual
desplegarán un encadenado y productivo sistema de estafas. Y la belleza
es tan relevante que se extiende a otros campos distintos al de la
vista. Hay que hablar, pues, de cuatro tipos de belleza:
1) Belleza al ojo, o
sea, visión externa de las pícaras que, en al caso concreto de las
Harpías son calificadas de “milagros de hermosura”, “hechizo de su
beldad”, “ángel andaluz”, “luz de sol”… Se detecta aquí una intensidad
metafórica y un reiterado uso de epítetos y adjetivos, que si en un
principio insinúan un vacío encarecedor, en una segunda visión sugieren
un fecundo progreso de sensibilidad, similar al que Gonzalo Sobejano apunta en la poesía amorosa de Herrera.
¿Y qué sensibilizan?… Enternecen al más firme corazón varonil de todos
los tiempos hasta desequilibrarlo. La belleza es, a menudo, el
privilegio femenino y la obligación masculina. Y del desorden espiritual
del hombre, se pasa a su desorden material. En el primer caso se
entrevé la estética trovadoresca del “siervo de amor”, en el segundo la
estética productiva de toda novela picaresca, expresada metafóricamente
con le locución “potosí de riquezas”.
2) Belleza al oído, es
decir, la belleza de las palabras que articulan las pícaras con tono
sumiso (“me hace merced el vestirme a su gusto”), ingenioso y adulador
(“generoso caballero”), lastimoso (“en desdichada estrella nací”).
3) Belleza de la imaginación,
sostenida por un código conmovedor (el enrojecimiento de las mejillas,
el suspiro doloroso, la expresión de los ojos), que tiene como objetivo
el anhelo de embaucar y propulsar otra belleza: la beldad monetaria.
4) Belleza al tacto, o
contactos físicos entre las pícaras y sus víctimas, mediante los cuales
demuestran un falso erotismo para consumar sus propósitos, Así pues, y
como ya apuntó Juan Martí en su libro Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache,
“es grande engaño pensar que la mujer quiere al hombre en balde; no le
hace favor ni muestra caricias sino por chuparle y desangrarle, y pan
comido, compañía deshecha”. Las Harpías sustituyen al clásico Adonis por
el productivo hombre de “afable condición”. No obstante, esa carga
erótica no llega a estallar casi nunca, y es más una imaginación
masculina que una exhibición femenina. Lo más que llegan a tocar los
pretendientes de las Harpías es una mano. ¿Puede considerarse esto
precipitación a lo sexual?… En todo caso se trata de una precipitación a
la excitación. Comparémoslo con el rabioso sexualismo de La Lozana andaluza (Francisco Delicado)
considerada, por sus toques indudablemente picarescos, precedente
parcial inmediato de la pícara. La osadía erótica de la Lozana es
desplegada por las Harpías hacia el sensualismo casto, castidad que
persigue dos ideales: no salirse “comido por servido” y acrecentar la
inquietud masculina ante la virginidad. El amor palpitante de las
Harpías y de la pícara en general es casi una reproducción -si se
invierte el sexo- del “ars amandi” de Ovidio, propugnador del engaño, de la frivolidad y de las promesas sin cumplir.
Las Harpías son estafadoras y ladronas, no rameras. La pícara
se mueve en un triángulo perfecto: un móvil -hombres ricos-; un motor
de atracción -coche, trajes, calidad social, posadas en los mejores
barrios-; y un motor de persuasión –los gestos sutilmente femeninos, el
sollozo afligido, la ingenuidad dulce y bella-. A partir de aquí no hay
duda de las leyes a las que voluntariamente se somete la pícara: ley de
la libertad, ley del dinero, ley de la inmediatez, ley del juego, ley de
la traición, ley de la mentira.
Consiguen dominar todas estas leyes
gracias a su propia inteligencia, o bien, como en el caso de las
Harpías, gracias a una tutora que podría tener su antecedente en la
alcahueta medieval. Lo que es evidente es que su éxito supera con creces
al de su congénere. Mientras que el pícaro está anclado en el
determinismo total sostenido por Espinosa y por los estoicos (no logra
usurpar una clase social alta), la pícara consigue, a veces, el título
de “dama” o “señora”.
¿Pueden quedar todavía dudas del
excelente proceder picaresco de la mujer?… Las posibles diferencias
forman parte de la situación. Siempre han existido en todos los ámbitos
variaciones de un modelo inicial. Se esculpen personajes parecidos, no
idénticos. Por esto, a pesar del linaje de las Harpías, de su éxito no
castigado, de su poca codicia mitigada con un solo timo, de sus escasos
oficios, de su educación “desapicarada”…, a pesar de todos estos
elementos, en le raíz de sus engaños se combinan el fondo y la forma de
la estructura y del contenido propios de la novela picaresca. La pícara se ha ganado, sin lugar a dudas, un nombre propio dentro de la literatura.
El padre de Bond, James Bond, que no lo quería: Ian Fleming./BBC/elpais.com
Ian Fleming trató de librarse de James Bond. Era su novena novela y quería escribir algo distinto. Así que en La espía que me amó relegó al agente 007 a un papel secundario. Fue un error. Aprovechando el estreno de Skyfall -que llega a España el próximo miércoles-, The Guardian
recuerda el episodio que enseñó a Fleming que jamás podría escapar de
su personaje. El mundo editorial que le tocó al escritor británico era
muy distinto al actual donde Penguin y Random House
se fusionan -la noticia de la semana- y un autor novel se asegura de
que la traducción pirata de su novela al ruso sea impecable. Empezamos.
REINO UNIDO
Ian Fleming había superado los 50 años y quería demostrar que era algo más que un "escritor de thrillers". Los amigos de su mujer, entre ellos Evelyn Waugh,
le miraban por encima del hombro. Por eso quiso hacer un experimento:
escribiría un libro en el que James Bond no fuera más que un personaje
secundario. Richard Williams recuerda en The Guardian
el episodio: Vivienne Michel "tiene el honor de que ser la protagonista
absoluta de un libro de Bond. [...] Y aunque, a diferencia de otras,
sobrevivió para contar su historia, el destino le reservó otro tipo de
muerte literaria". Fleming se arriesgó con La espía que me amó:
noveló la infancia de Michel en Canadá, su primer contacto con el mundo
laboral en Inglaterra y su regreso, a los 23 años, a Estados Unidos.
Allí, de un motel de las Adirondacks, la rescata James Bond. Los fans de
007 se indignaron. ¡Fleming los había traicionado! El fracaso le obligó
a regresar a la fórmula de siempre: un año más tarde publicó Al servicio de su majestad. Cuando La espía que me amó fue adaptada al cine, lo único que conservó de la obra original fue el título. (vía The Guardian)
Random House y Penguin,
dos de las editoriales más grandes del mundo, se han fusionado. El
pasado jueves trascendió que estaban negociando su fusión y hoy se ha
confirmado. Pearson, el grupo británico propietario de Penguin, y Bertelsmann,
el conglomerado alemán al que pertenece Random House, pretenden así
competir juntas contra compañías tecnológicas como Amazon, Apple y
Google, que ostentan un poder creciente en el mercado editorial. Esta
vez Ruport Murdoch ha llegado tarde: ayer domingo se publicó que el magnate australiano, propietario de HarperCollins, también estaba interesado en comprar Penguin. News Corp estaba dispuesta a ofrecer hasta 1.000 millones de euros para desbaratar los planes de fusión con Random House. (vía Financial Times, The Independent)
ESPAÑA
"¿Qué diría Normal Mailer de las convenciones políticas de 2012?", se preguntaba a principios de septiembre David L. Ulin, crítico literario de Los Angeles Times. Para hacerse una idea de su postura recomienda leer Miami y el sitio de Chicago, que recoge dos largos reportajes que Mailer escribió para la revista Harper's y que pronto se podrán leer en español gracias a la editorial Capitán Swing.
Este y otros libros fundamentales para entender la política
estadounidense protagonizarán el especial elecciones y literatura que
podrán leer el miércoles en la sección de Cultura.
Ya está en libreríasA propósito de Abbott de Chris Bachelder, un libro "sobre los agobios y alegrías de los que está hecha la paternidad". Aquí pueden leerse los tres primeros capítulos, cortesía de Libros del Asteroide.
ITALIA
La Associazione Italiana Editori
ha hecho público el informe del año 2011 y, como era de esperar, las
cifras son a la baja: facturaron un 4,6% menos que en 2010. Pero hay una
buena noticia: el mercado del libro electrónico creció un 20%, sumando
un total de 150 millones de euros por la venta de títulos de comercio,
derecho y medicina. (vía Publishing Perspectives)
Peter Mountford, autor de A young man's guide to late capitalism,
se enteró gracias a una alerta de Google de que un tal AlexanderIII
estaba traduciendo su libro al ruso. Sólo un pequeño detalle: nadie se
había puesto en contacto con su editorial para comprar los derechos de
la obra. Mountford estaba siendo testigo de cómo pirateaban su primera
novela: AlexanderIII enviaba frecuentes dudas a un foro para que le
ayudasen a resolverlas y Mounford acabó por ponerse en contacto con él
para echarle un mano. Si no puedes con tu enemigo, únete a él: Mountford
sabe que jamás recibirá un sólo dólar por la publicación del libro en
Rusia -donde el 90% de las descargas de ebooks son ilegales- pero le consuela saber que, al menos, la traducción será impecable. (vía The Atlantic)
CHINA
Las autoridades chinas van a construir un parque temático dedicado a Mo Yan,
su flamante Nobel de Literatura. La principal atracción del denominado
"Mo Yan Culture Experience" será la casa donde creció el autor de Sorgo rojo
y donde aún vive su padre, quien la pasada semana recibió una visita
gubernamental. "Su hijo ya no es su hijo, y la casa ya no es su casa. No
importa si está de acuerdo o no", le comunicó un funcionario. (vía The Telegraph)
P.D.: En El Espectador tres traductores de la obra del autor chino -Carlos Ossés, Mariano Peyrou y Cora Tiedra García- ofrecen algunas claves para leerlo. (vía El Espectador)
ESTADOS UNIDOS
La generación Facebook sí que lee. Y mucho, según un nuevo estudio de Pew Research Center's Internet & American Life Project,
que concluye que los libros, las bibliotecas y la tecnología desempeñan
un papel importante en las vidas de los jovenes lectores de edades
comprendidas entre los 16 y los 29 años. La principal investigora del
estudio, Kathryn Zickuhr,
explica que "8 de 10 estadounidenses menores de 30 leyeron un libro el
año pasado. En los adultos la proporción es de 7 de 10". Además, "no
hemos detectado que los lectores más jóvenes prefieran de forma
generalizada los libros electrónicos frente a los físicos". (vía National Public Radio)
Faulkner Literary Rights, la sociedad que controla los derechos del autor de El ruido y la furia, ha demandado a Woody Allen alegando que hizo un "uso no autorizado" de una cita de Réquiem por una monja en la película Medianoche en París. En una de sus escenas, el protagonista (Owen Wilson)
dice: "El pasado nunca se muere. En realidad, ni siquiera es pasado.
¿Sabes quién dijo eso? Faulkner. Y tenía razón. También lo conocí.
Coincidí con él en una cena". (vía The New York Times)
¿Qué libros tenía Marilyn Monroe en su estantería? La señora Bovary de Gustave Flaubert, El agente secreto de Joseph Conrad, El innombrable de Samuel Beckett, Paris Blues de Harold Flender, Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson, Nuestra Carrie de Theodore Dreiser, Adiós a las armas de Ernest Hemingway, Tortilla Flat de John Steinbeck, Fiesta de Ernest Hemingway, En la carretera de Jack Kerouac, La caída de Albert Camus, El hombre invisible de Ralph Ellison, Hubo una vez una guerra de John Steinbeck. La lista completa puede verse aquí. (vía The Huffington Post)
MÉXICO
El pasado jueves arrancó el XIV
Encuentro Internacional de Poetas del Mundo Latino, que hasta el próximo
miércoles reunirá a 16 poetas extranjeros y 14 mexicanos en Ciudad de
México, Aguascalientes y San Luis Potosí. En esta edición, la colombiana
Piedad Bonnett y la mexicana Elva Macías recibirán el Premio de Poetas del Mundo Latino “Víctor Sandoval”. Entre los poetas invitados están Gisela
Falimi y Julio Salgado, de Argentina; Paura Rodríguez de Bolivia; Thomas
Harris de Chile; la citada Bonnett y Santiago Mutis de Colombia; Alex
Fleites y Víctor Rodríguez de Cuba; Julia Erazi de Ecuador; Max Alhau de
Francia; Enrique Noriega de Guatemala; Loretto Rafanelli de Italia;
Jean Portante de Luxemburgo; Bernard Pozier de Quebec; Mezouar el Irissi
de Marruecos, y Renato Sandoval de Perú. (vía El Informador)
ARGENTINA
“Es un hito que una empresa cumpla 100 años en un país tan joven y
cambiante como la Argentina y, sobre todo, estando dedicada a los
libros”. La legendaria librería El Ateneo de Buenos Aires celebró el pasado miércoles su primer siglo de vida. (vía Revista Eñe)
Una exposición de fotografías humaniza a algunos de los iconos del siglo XX
Charles Chaplin
En Manoir de Ban, Corsier-sur-Vevey,Suiza
Pablo Picasso
Picasso: ...y bailó por Malagueñas. Picasso en su fiesta de cumpleaños bailando con Lucía Bosé. Haciendo palmas Nati Mistral.
Camilo José Cela
Camilo José Cela con Ernest Hemingway, 1954./aviondepapel.tv.
El hombre sentado a horcajadas que vemos en la foto se está afeitando sin espejo, con una Gillette.
Su rostro está de medio lado, pero lo reconocemos de inmediato. Fue el
impulsor de la resistencia pacífica y no-violencia durante el siglo XX
en la India. Es Mahatma Gandhi, aunque sorprende verlo en esa actividad
tan masculina y cotidiana.
Es curioso también observar, a uno de los líderes políticos de la
Segunda Guerra Mundial, tapado, de arriba abajo, con una toalla blanca y
caminando por la playa con su hijo. La foto nos enseña a Winston Churchill.
Justo de espaldas, también intuimos el pelo alborotado de Albert Einstein,
con un remo en la mano y gesto algo torpe. El padre de la relatividad
navega en un barquito de vela junto a Margarete Lebach, uno de sus
muchos affaires.
Son algunas de las fotografías poco difundidas de personajes iconos
del siglo XX, que ahora, al verlas parecen más instantáneas
costumbristas, casi de recuerdo de un viaje o bien de álbum familiar.
No en vano, causa cierta extrañeza –y al mismo tiempo emoción- ver a
estas celebridades en momentos tan privados o en situaciones que podrían
arrebatarles ese halo de mito. Sin embargo, esos instantes les dotan de
humanidad.
“Muchas de estas fotos forman parte del denominado álbum familiar. En
algunos casos, fueron realizadas por personas anónimas y otras por
fotógrafos profesionales. Cuentan con un gran valor documental, porque
son retratos no oficiales, muy pocos difundidos o incluso inéditos”,
explica José María Díaz-Maroto, comisario de la exposición Mitografías. Mitos en la intimidad.
La muestra rescata 240 fotos íntimas de 10 de algunas de las
personalidades más relevantes del siglo XX. Es una exposición que se
puede ver en la Fundación Canal, de Madrid, hasta el 5 de enero.
Entre las personalidades de nuestra cultura, descubrirnos algunas instantáneas del Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela,
realizando muecas, con un pañuelo de campesina en la cabeza. También a
Pablo Picasso, que baila por malagueñas, en la fiesta de su 80
cumpleaños con Lucía Bosé. O a Salvador Dalí, sobre un bidón, en la plaza de toros de Figueres, simulando la suerte de Don Tancredo.
Y así podríamos continuar, observando estos momentos cotidianos, tan
normales, en los que si no viéramos a la celebridad en la foto en blanco
y negro, reconoceríamos en ella a un antepasado, a un amigo, o incluso a
nosotros mismos.
El creador del comisario Montalbano habla de La edad de la duda, el
nuevo libro traducido al español de la célebre serie policial, que
llegará al país en noviembre; evoca sus comienzos como dramaturgo y
novelista, opina sobre la actualidad política de Italia
Andrea Camilleri, Il capo y padre de Montalbano/Antonello Nusa./adncultura.com
ROMA.- Huele a alcanfor en el departamento del quinto
piso del tradicional y elegante barrio romano de Prati, donde Andrea
Camilleri, uno de los máximos escritores italianos de thrillers, "padre"
del comisario Montalbano, nos recibe. El departamento -un edificio de
principios del siglo XX- queda justo enfrente de una de las oficinas de
la RAI, la radiotelevisión italiana, en la que trabajó por más de 25
años. Tapizado de libros, el departamento parece una pequeña biblioteca.
Es aquí donde Camilleri, que a los 87 años sigue siendo un fumador
empedernido, produce best-sellers. "Aquí escribo y trabajo, pero en
realidad vivo con mi mujer en otro departamento que está pegado a éste",
dice con voz ronca, al explicar que huele a alcanfor porque destesta
ese olor a "humo frío" que, si no, encontraría a la mañana en el
ambiente.
Nacido en septiembre de 1925 en Porto Empedocle,
Sicilia, Camilleri emigró de joven a Roma, donde tuvo una brillante
carrera en el mundo del teatro y de la televisión, como director,
guionista y productor. Pero en verdad su gran sueño siempre era ser un
escritor. De hecho, volvió a su primer amor, la escritura, recién a los
60 años. Y saltó a la fama mundial en la década del 90 con sus novelas
policiales ambientadas en Sicilia, protagonizadas por el comisario
Montalbano, personaje que fue llevado con muchísimo éxito a la
televisión y que, con sus 19 libros, le hizo vender sólo en Italia más
de 22 millones de ejemplares.
En una larga entrevista en la que recordó con gran
entusiasmo un viaje que hizo a la Argentina hace muchos años, Camilleri
reveló que, en verdad, tiene una relación de amor-odio con su criatura
más célebre. Nunca quiso que el comisario Montalbano -cuyo nombre
decidió poner en homenaje a su amigo, el escritor español Manuel Vázquez
Montalbán- se convirtiera en una serie, sino que su idea era detenerse
tras el segundo libro.
Agudo observador de la siempre desconcertante realidad
política italiana -afiliado de joven al Partido Comunista Italiano y
acérrimo crítico del ex primer ministro Silvio Berlusconi-, simpático e
irónico, Camilleri luce más delgado que hace unos años. Por orden médica
tuvo que ponerse a dieta, gran sacrificio para un amante de la buena
mesa como él, pasión que refleja en sus libros, tan repletos de detalles
culinarios que abren el apetito de cualquier lector.
Durante la entrevista confiesa, sin embargo, que sólo
sabe cocinar dos cosas: huevos fritos y un plato que inventó su abuela
Elvira para la Navidad durante la Segunda Guerra Mundial y que se llama
monnezza (basura), una mezcla extraordinaria de todas las verduras
posibles e imaginables. "Ahora es tradición que se coma en mi casa para
las fiestas -cuenta Camilleri, que tiene tres hijas y cuatro nietos a
los que adora-. Por suerte mis hijas viven bastante cerca y mis nietos
tienen la lindísima costumbre de pasar varias noches en mi casa."
Camilleri no se lleva mal con la tecnología. En efecto,
usa celular -"hasta aprendí a mandar sms de amor a mi nieta cuando
estaba enferma hace poco en Grecia", confiesa- y lee los diarios en un
iPad que le regalaron sus hijas. Le resulta más fácil leer los diarios
en pantalla que en papel, por algunos problemas de visión que padece. En
el iPad la pantalla es luminosa y puede agrandar la tipografía.
"También tengo computadora, que utilizo como máquina de escribir
hiperperfeccionada (me permite cortar y pegar), pero no tengo Internet,
ni quiero tener, como tampoco e-mail. En ese sentido sobrevivo gracias a
mi asistente Valentina, que trabaja conmigo desde hace once años. Si no
fuera por ella, yo sería capaz de tener tres citas el mismo día a la
misma hora", dice.
-¿Qué puede decir de La edad de la duda, el libro que sale ahora en la Argentina?
-Es otra investigación del comisario Montalbano. El
título es un poco inusual con respecto a otros títulos, pero es el más
acertado. La acción tiene lugar justamente en el puerto de Vigàta, entre
yates, cruceros y, por supuesto, también entre muertos (el primero
aparece desfigurado adentro de un bote hallado mientras vagaba en mar
abierto). En esta novela, en medio de una investigación marina,
Montalbano se encuentra inmerso en una duda existencial propia que no
sabe resolver de ningún modo.
-¿Y entonces?
-La duda será resuelta con valentía por otra persona...
Creo que es una de las novelas en las que más intensamente penetré en
el interior de lo que podían ser los sentimientos de mi comisario.
-¿Está escribiendo algo en este momento?
-Ahora no estoy escribiendo nada, sino que estoy
corrigiendo una novela que acabo de terminar. Es una primera corrección,
después habrá una segunda y luego una tercera...
-¿De qué se trata?
-Es una novela histórica que, entre otras cosas,
también tiene que ver con España porque está ambientada en la Sicilia de
1676. Entonces hubo un caso muy curioso y poco conocido que me ha
apasionado. Usted sabe que en Sicilia había virreyes españoles, que eran
nombrados directamente por el rey de España. Al leer las listas de los
virreyes españoles, se ve que en 1676, cuando murió don Ángel de Guzmán,
lo sucedió en el cargo el cardenal de Puerto Carrasco. Bien, todo
normal, si no fuera que en otros libros de historia, al menos dos, se
lee en cambio que el virrey de Guzmán designó pro témpore, antes de la
llegada del virrey designado por el rey, a su propia esposa, Isabella di
Mora, marquesa de Castel Rodrigo, como virreina de Sicilia. Entonces,
por primera vez en la historia del mundo, una mujer, a fines del siglo
XVII, llegaba al más alto cargo administrativo que se podía concebir. En
veintisiete días, esa mujer logra dar vuelta, en positivo, Sicilia.
Después, por la guerra que le hace el obispo de Palermo, es vuelta a
llamar a su patria con una excusa: el virrey es, además y al mismo
tiempo, representante pontificio. "¿Puede un representante pontificio
ser una mujer?", pregunta el obispo. No, no puede y entonces el papa le
pide al rey Carlos que cambie las cosas...
-¿Todo es parte de la historia?
-Es todo auténtico y yo, sobre la base de los
documentos, traté de crear la figura de una mujer española
extraordinaria y verdadera. Por ejemplo, ella crea con su dinero un
grandísimo instituto para las "vírgenes pericolanti". El nombre hace
reír, pero en verdad son las chicas de la mediana burguesía,
empobrecidas, que no pueden sobrevivir sino vendiendo su propio cuerpo.
Ella logra sacarlas de eso. Otra medida extraordinaria es, por ejemplo,
para las viejas prostitutas, que no pueden ejercer más, para ellas crea
otro instituto. Además, es la primera que logra hacer bajar a la mitad
el precio del pan y otras cosas. Pero dura sólo 27 días y es como la
revolución de la luna, que es el título de mi novela, tiene la misma
duración. Si hubiera durado un poco más, quizá la historia de Sicilia
habría cambiado...
-¿Cuándo sale la novela en Italia?
-El año que viene.
-¿Para escribirla tuvo que hacer investigaciones históricas?
-Hice un poco de investigación histórica y trabajé con
la fantasía, porque al ser una novela histórica, no estoy atado
estrictamente a la historia. Pero alguna investigación hice y pedí ayuda
a una conocedora muy experta del español, porque la marquesa de Castel
Rodrigo habla parte en italiano y parte en español.
-De hecho hay otro libro suyo, Il re di Girgenti
, ambientado también en el siglo XVII, cuando los españoles estaban en
Sicilia, escrito en siciliano y español. ¿Usted habla español?
-No, algo entiendo, puedo leerlo, pero si escribo una novela tengo que estar seguro.
-¿Cómo es su rutina de escritor? ¿Cómo es su día?
-Soy muy sistemático, como un empleado público, muy
aburrido [risas]... Me levanto por la mañana, temprano -en verano a las
seis, en invierno a las seis y media-. Me preparo a la perfección, como
si tuviera que salir e ir a la oficina, porque le tengo mucho respeto a
la escritura. No escribo ni en pijama ni en pantuflas, sino afeitado e
impecablemente vestido. Y escribo sin interrupciones durante unas tres
horas y media.
-¿Antes toma un desayuno?
-No, no desayuno. Para mí es suficiente una taza de
café. Y esas horas son las más felices porque nadie me molesta con
llamados ni nada. Estoy muy tranquilo. A eso de las once empiezan a
llegar llamados, etcétera. Por la tarde, tres veces por semana, vuelvo a
ver lo que escribo y tres veces viene Valentina y respondo las cartas
que recibo, porque respondo a todos, o a los llamados, citas.
-Escribe en la computadora y con el cigarrillo como compañero fundamental, ¿no?
-Sí, en computadora y con el cigarrillo, siempre. Pero tengo ventiladores, tomas de aire [risas].
-Hay un riquísimo olor a alcanfor.
-Lo pongo porque no me gusta por la mañana oler el humo frío, que es feo, como cuando se fuma en el auto y después uno entra.
-De noche entonces no escribe.
-Cuando era más joven escribía también de noche, ahora
ya no, me canso. Dejo a las siete y media de la noche cualquier
actividad.
-Usted empezó como hombre de teatro, guionista, y mucho más tarde saltó a la narrativa. ¿Cómo fue ese cambio?
-En verdad empecé a escribir antes de hacer teatro.
Entre los 20 y 25 años, publiqué sobre todo poesías y cuentos en
revistas italianas. Pensaba que tenía una carrera en la escritura, hasta
que hice un examen para ingresar como alumno en la Academia Nacional,
donde entré y donde tuve la suerte, o mala suerte, de encontrar a un
auténtico maestro de teatro, Orazio Costa, que desvió mi cerebro de la
literatura al teatro. Es decir que, por años, no hice otra cosa que
teatro y después, cine y televisión. Fue sólo hacia los 60 años cuando
decidí volver al antiguo amor por la escritura. Pero en lugar de
escribir poesía o cuentitos, sentí la necesidad de escribir una novela,
algo que antes, cuando era joven, ni pensaba.
-De joven, entonces, su sueño era ser escritor.
-¡Claro! Hice el concurso en la Academia sólo para
obtener una beca y trasladarme a Roma, para frecuentar los ambientes
literarios. Pero no fue así. En realidad fui capturado, fascinado, por
el teatro. Empecé a hacer teatro en serio, primero como asistente del
director y, más tarde, solo. Después, de una cosa nace la otra, me
pidieron que fuera a la RAI para hacer dirección de emisiones
radiofónicas; después pasé a hacer dirección de televisión, empecé a
producir comedias y ficciones y trabajé en la TV durante treinta años.
-Ahora cuando mira televisión, si es que la mira, ¿cómo la ve?
-Miro televisión por la noche, pero me ocupo más de los
noticieros y de la política. O la uso impropiamente, porque veo
películas y ésa es una fea forma de ver películas: las películas hay que
verlas en el cine... Pero sabe, ya no hacen prosa en televisión, ni el
gran varieté de mis tiempos. Es un côté un poco pasado. No miro nada de
eso, sigo los debates políticos y los noticieros y, de vez en cuando,
películas.
-No puedo dejar de preguntarle por el comisario Montalbano, su gran criatura.
-Ante todo estoy contento de haber ganado hace unos
años el Premio Internacional de Novela Negra español, sin Montalbano, él
no estaba [N. de la R.: en 2008, por La muerte de Amalia Sacerdote]. La
verdad es que no tenía muchas ganas de escribir novelas policiales. Yo
no sé cómo escriben otros escritores, yo sé cómo escribo yo. Si tengo
que escribir una novela, por lo general no sé inventar nada a partir de
la nada. Una novela mía nace o de algo histórico que leí, o de un hecho
de crónica, que después yo cambio en mi cabeza completamente. Es decir,
tengo que tener un input externo para poder escribir. El primer capítulo
que escribo nunca es el primer capítulo. Empiezo siempre por el punto
que más me ha excitado escribir. No sé después, con la novela terminada,
qué lugar ocupará en la novela. Si será el décimo capítulo o el octavo;
en suma, tengo un modo un poco desordenado de escribir. Un día me
pregunté si era capaz de escribir una novela desde la A hasta la Z,
siguiendo el orden temporal, cronológico, lógico... Bueno, para escribir
así tengo que ponerme en una jaula y no hay jaula mejor que una novela
policial, donde todo tiene que cerrarse lógicamente. Así, casi por un
ejercicio de escritura, escribí la primera novela policial: La forma del
agua. Estaba un poco indeciso con el nombre del comisario. Tenía dos:
"Collura" y "Montalbano". Pero justo cuando estaba terminando y no me
convencía cómo había resuelto el final, entre mis manos cayó un libro de
Manolo Vázquez Montalbán, El pianista, y me iluminó sobre cómo
organizar esa novela. Entonces, por gratitud, llamé el comisario
"Montalbano". Esa primera novela fue publicada, pero el personaje
todavía no estaba perfectamente definido, se me escapaban algunos
detalles. Fue así como escribí la segunda novela, El perro de terracota,
y con ésta pensaba que había concluido la serie de Montalbano.
-¿En serio?
-Sí. Pero algunos meses después, la señora Sellerio,
dueña de la editorial siciliana que publica mis libros, me dijo:
"¿Cuándo me das el tercer Montalbano?". "Nunca", le contesté. "Ahora te
cuento cómo andan las ventas de Montalbano y vemos si cambias de
opinión", me respondió [risas].
-Montalbano se había convertido en un fenómeno...
-Sí, una cosa increíble. Así fui empujado a escribir un
tercer Montalbano, un cuarto... Y entré en este giro infernal, porque
me asustaba la serialidad, no ser capaz de tener el aliento largo para
una serie... Pero, usted sabe, con cada salida de Montalbano, mis
novelas antiguas, las que más quiero, vuelven a ponerse en venta.
Montalbano mantiene en catálogo también las viejas novelas. Es decir, es
una relación de amor-odio.
-¿Cuántas publicó hasta ahora?
-Ahora publiqué la número 19.
-¿Y hay otra que está por salir?
-Sí, sale ahora una, el 18 de este mes.
-¿Qué opina de Zingaretti, el actor que interpretó en la pantalla chica a Montalbano e hizo crecer aún más el fenómeno?
-Zingaretti ha sido y es un óptimo intérprete de
Montalbano, me gusta mucho, aunque no corresponde físicamente a mi
personaje, para nada. De todos modos, eso no importa porque él es un
óptimo actor, funciona.
-Montalbano seguramente tiene algo de usted, ¿no?
-No, para nada. Montalbano no tiene nada de mí. Aunque
en realidad algo de mí tiene, en un sentido, y eso lo descubrió mi
mujer, que al llegar a la quinta novela me preguntó: "¿Te das cuenta de
que estás haciendo un largo retrato de tu padre?". Y era verdad.
-La comida en sus libros es fundamental. ¿Así era su padre o usted es también un amante de la buena mesa?
-Sí, yo era un amante de la buena comida, como mi
padre. Pero ahora ya no puedo comer porque, si no, el médico me fusila.
Ya no puedo comer nada -nada de frituras, nada de fiambres, nada de
embutidos-, así que lo hago comer a Montalbano. Pero empieza a
molestarme que él pueda comer y yo no.
-¿También tuvo que dejar el vino?
-Yo ya no tomo vino sino que tomo cerveza. Mire, en
verdad, antes yo bebía whisky, cuando estuve de viaje en la Argentina,
marchaba con whisky. Mi whisky era matutino, en ayunas, y nunca me
emborraché. Por la tarde y por la noche, no tomo por ninguna razón del
mundo. Por eso quien me conoce por la mañana cree que soy un alcohólico,
y quien me conoce por la tarde cree que soy abstemio. Ahora ya no tomo
whisky, sino que tomo cerveza por la mañana, en ayunas, y sigo sin tomar
nada ni a la tarde ni a la noche. Pero me gusta regalar vinos.
-Me imagino que usted se divierte escribiendo. ¿Hay un libro con el cual se haya divertido más?
-El libro en el cual más me empeñé -y para mí el empeño
se corresponde con la diversión- es Il re dei Girgenti, del cual
hablábamos antes, en español la primera parte. Es una investigación de
escritura y por los hechos que cuento, es el libro que más quiero. De
los libros de Montalbano el que más quiero es El perro de terracota, el
segundo que he escrito. Y quizás, el último...
-En los libros de Montalbano aparecen los grandes
males de Italia, la mafia, la corrupción política y, como dijo antes,
usted se ha inspirado en hechos de crónica. ¿Lo que hemos visto en
Italia en los últimos meses, con el Laziogate [el escándalo por
malversación de fondos públicos en la región del Lazio] y su
protagonista, Franco Fiorito [ex tesorero arrestado por robo de dinero
del partido para su uso personal], superó todo eso?
-Como nevó en Roma en febrero y nevó mucho, y como es
claro que la nieve en Roma es un hecho extraordinario, me pareció genial
que Fiorito se hubiera comprado una 4x4 para la nieve, como salió a la
luz... Ahí, mi fantasía no llega a tanto, ¿entiende? Uno se queda
desarmado ante semejante realidad. Si lo hubiera escrito, me habrían
dicho: "No exageres Camilleri, vamos".
-Usted siempre fue una persona muy comprometida en
política: ¿qué le parece el hecho de que falten seis meses para las
elecciones generales y que todavía no se sepa quiénes son los
candidatos?
-¿Usted no estaría asustada? Bueno, yo estoy aterrado.
De hecho, la idea de un Monti-bis [N. de la R.: que el actual primer
ministro técnico, Mario Monti, pueda tener un segundo mandato, con el
respaldo del Parlamento] no me desagrada. También tendría críticas para
hacerle a Monti, pero con respecto a la nada que hay en la otra parte y
en una época en que la crisis es lo que es, usted me entiende...
-Entonces usted también estaría a favor de un Monti-bis.
-O mangi questa minestra o ti butti dalla finestra ("O
te comes esta sopa o te tiras por la ventana"). Y sí, me como esta sopa.
Sí, un Monti-bis, quizás apoyado seriamente por algún partido político,
para que no muera la política. Pero me parece terrible que en Italia no
puedan ponerse de acuerdo sobre una ley anticorrupción.
-Usted que vivió la Segunda Guerra Mundial, el
posterior miracolo económico, el escándalo de Tangentópoli, etcétera,
¿se hubiera imaginado una degeneración política como la que sale a flote
ahora?
-No hasta este punto. Yo he visto de todo y sólo sé que
después de las grandes destrucciones de la guerra existen dos cosas:
ganas de pacificación y ganas de reconstrucción, que ahora no veo. Es
decir, el posfranquismo o el posfascismo fueron vividos de algún modo
como una necesidad de renovación y de reencuentro, eran una señal
positiva. Aquí el posberlusconismo todavía no existe, porque Berlusconi
sigue estando... Todavía existe una ley que intenta salvarlo del proceso
Ruby [N. de la R.: por prostitución de menores y abuso de poder]. Su
inmanencia es continua aún en Italia y hasta que no desaparezca ese
tumor purulento, no habrá una política posible en Italia.
-¿Pero para usted Berlusconi es el único culpable de esta situación?
-Buena parte es culpa de los italianos, porque
Berlusconi no se ha impuesto por la fuerza. Berlusconi ha sido
libremente electo por parte de los italianos. Es decir, la culpa es de
los italianos que lo han votado. Si después él llevó agua a su molino
una vez llegado al poder, no hizo otra cosa que su oficio. Espero que
los italianos se den cuenta del error cometido.
-¿Cómo ve la literatura italiana en este momento?
-Bien. Contrariamente a todo el resto, afortunadamente
hay muchos buenos escritores dando vueltas. No quiero dar nombres, pero
hay óptimos escritores. Y después hay jóvenes que escriben, que tienen
muchas ganas de expresarse. Yo ya leo poco porque mis ojos están en
condiciones terminales, pero debo decir con sinceridad que por lo poco
que logro leer, hay un fermento narrativo muy fuerte y muy vivo en
Italia. Se ve a través de los premios literarios, el último Campiello o
el último Strega, con todas las polémicas que promovieron, son libros de
gran valor.
-¿Sus autores preferidos no italianos?
-Yo adoraba a Manolo Vázquez Montalbán, lo amaba como
hombre y como escritor. Extraño su ironía y sus irónicos llamados
telefónicos.
-¿Conoció a Borges?
-No, nunca estuve con él, pero para mí Borges es un
señor que, una vez que uno lo encuentra, se lo lleva consigo toda su
vida. Borges a veces es tu padre, a veces es tu amigo, a veces es tu
pariente, otras veces es un sutilísimo adversario tuyo. Pero una vez que
uno lo ha leído, se vuelve una presencia constante, no en tu literatura
sino en tu vida. Y naturalmente como tal nunca ha tenido el premio
Nobel.
-¿Cuánto tiempo estuvo en la Argentina?
-Estuve quince días en la Argentina, en Buenos Aires.
Tuve el placer de pasar una noche inolvidable con el entonces presidente
Raúl Alfonsín, con quien enseguida simpatizamos: parecíamos dos
hermanos separados que se reencuentran. Fui a la Argentina hace muchos
años, cuando llevé al Teatro Cervantes un espectáculo que se llamaba Il
trucco e l'anima ("El maquillaje y el alma"), sobre tres poemas de
Maiakovski. Alfonsín nos concedió el honor de recibirnos, a mí y a tres
actores.
-¿En la Casa Rosada?
-Sí. Un encuentro que tenía que durar diez minutos al
final duró tres horas porque el presidente y yo fraternizamos en forma
increíble. De hecho, nos preguntaban si nos conocíamos, pero no... Era
como si nos hubiéramos conocido desde siempre y nos estuviéramos
reencontrando quizá de una vida anterior. Fue inolvidable. Todavía
recuerdo los tanques sin cañones, a los lados de la Casa Rosada, donde
jugaban los niños. Ese período en la Argentina fue maravilloso, me
enamoré de la ciudad, que es espléndida.
-Se habrá encontrado en casa, como les pasa a todos los italianos que van a la Argentina.
-Me pasó algo peor. En el hotel donde me hospedaba
había un congreso de representantes de la minería y una vez, cuando bajé
al lobby con un actor, había tres señores que hablaban en español y
tenían en su solapa la tarjeta del congreso. Por casualidad, un actor me
preguntó de dónde era yo exactamente y le contesté: "Soy de Porto
Empedocle, en la provincia de Agrigento". Entonces, uno de los tres
argentinos se dio vuelta repentinamente y me dijo: "¡Mi madre era de
Porto Empedocle!".
-¿Qué más recuerda de la Argentina?
-Tengo un recuerdo extraordinario también del público
argentino, de cómo funcionaba el teatro, de las maravillas que hacían
los técnicos... De hecho, se lo dije hasta al presidente, que era muy
entusiasta. Sí, ese período en la Argentina fue realmente maravilloso.
La edad de la duda
Andrea Camilleri
Salamandra
El hallazgo
de un cadáver en un bote y la llegada de un lujoso velero al puerto de
Vigàta enfrentan a Salvo Montalbano con un nuevo enigma. Pero esta vez,
una pasión crepuscular será el principal motivo de los desvelos del
comisario. La novela se publica en la Argentina en noviembre.
Andrea Camilleri
Salamandra
Volumen que
da inicio a la serie. El autor sopesaba dos nombres posibles para su
héroe, y no estaba satisfecho con la ficción que iba tramando. Sobre el
final, cayó en sus manos un libro iluminador de Vázquez Montalbán. En
agradecimiento, bautizó a su personaje Montalbano.
El sello inglés y su hermano Random House facturan tres mil millones de euros
Random House más Pinguin serán una sola casa editorial global./elpais.com
Una fusión de gigantes. Una alianza entre colosos. O un “hito”, como lo califica simplemente Bertelsmann,
el mayor grupo de medios de comunicación de Europa. La definición es lo
de menos. Lo importante es lo que supone para el mercado global del
libro la fusión, que Bertelsmann ha anunciado esta mañana, entre su editorial Random House, y Penguin Group, de propiedad del grupo británico Pearson. Bertelsmann mantendrá el 53% y Pearson el 47% de la empresa resultante.
La operación de fusión empezará de inmediato aunque no podrá terminar
antes de la segunda mitad del año próximo, ya que precisa de las
autorizaciones de las autoridades de Alemania y Gran Bretaña. Según se
ha sabido este lunes, el jefe de Random House, el alemán Markus Dohle,
estará al frente de la nueva editorial. John Makison, que hoy dirige
Penguin, tendrá un alto cargo ejecutivo. El Consejo de Administración
constará de cinco representantes de Bertelsmann y cuatro de Pearson. Las
actividades de ambas editoriales seguirán siendo independientes hasta
que termine el proceso de fusión.
El anuncio se traduce en la unión entre dos de las seis mayores
editoriales del planeta, con un volumen de negocios que alcanzaría los
3.000 millones de euros, ya que Random House facturó el año pasado 1.700
millones y Penguin ingresó 1.300 (especialmente de libros de bolsillo).
Bertelsmann es propietaria del grupo de televisión RTL, el mayor de
Europa, así como de la gran editorial de prensa Gruner y Jahr. El
presidente de la empresa de Gütersloh, Thomas Rabe, anunció en primavera
que su compañía estudia la compra de empresas tras un período de
consolidación empresarial de varios años. Random House tiene 45
editoriales subordinadas que publican libros de casi todos los géneros y
en diversos formatos. Saca unos 200 títulos nuevos al mes y tiene unos
800 empleados. En cuanto a Penguin, cuenta entre las mayores editoriales
del mundo y publica literatura y ensayo en lengua inglesa.
Con estos números, el nuevo grupo, del que Bertelsmann mantendrá el
53% y Pearson el 47%, intentará ir al asalto del mercado global. Porque
en Europa el grupo alemán ya es el mayor y, con esta fusión, llegará a
controlar, por poner un ejemplo, el 25% de los libros que se publiquen
en Reino Unido.
De ahí que el objetivo real sea superar las fronteras del Antiguo
Continente. El nuevo grupo incluirá todas las delegaciones de ambas
editoriales en Estados Unidos (donde Random House es la mayor
editorial), Canadá, Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda, India, China y
América Latina. Precisamente la difusión en las últimas tres regiones es
una de las principales metas del nuevo coloso.
El otro gran reto del hijo gigante de Bertelsmann y Pearson será la
conquista del mundo digital. Su enorme tamaño le permitirá, según el
diario estadounidense The New York Times, tutear a titanes como
Google, Amazon y Apple, que ofrecen libros electrónicos a precios
baratos y se han alzado como una de las mayores competencias para las
editoriales tradicionales. Así que Berstelsmann y Pearson buscan ahorrar
costes en la fusión. Estratégicamente, la boda entre Random House y
Penguin colocará a la nueva marca en los primeros puestos mundiales para
la publicación de libros electrónicos. El jefe de Bertelsmann, Thomas
Rabe, ha dicho en ese sentido que serán capaces de “editar libros con
mayor eficacia, tanto en formatos tradicionales como digitales”.
A la espera de los nuevos retos (y del sí de las autoridades
competentes) uno de los pilares del grupo resultante de la fusión es su
ejército de superventas: Dan Brown, Toni Morrison, John Grisham y
Patricia Cornwell, entre otros, jugarán, pronto, todos en el mismo
equipo.
Jorge Carrera Andrade, considerado el mayor poeta
ecuatoriano del siglo XX, ha llegado a Chile y lo ha hecho por vía
diplomática, acompañado de Pablo Neruda, a quien le unió una amistad que
hasta ahora nadie sabía que existió
Jorge Carrera Andrade, se le considera el Poeta de Ecuador./internet./lainformacion.com
La llegada de Carrera a la
patria de Neruda se hizo posible a través del diplomático y escritor
chileno Abraham Quezada y se enmarcó en la XXXII Feria Internacional del
Libro de Santiago (Filsa 2012), de la que Ecuador es el país invitado
de honor.
En un desembarco de más de 300 títulos de la literatura
ecuatoriana, Quezada ha llegado a la feria con el único texto que
podría considerarse "bilateral", representativo del anfitrión y del
invitado.
Quezada presentó anoche en la Feria su libro "Pablo
Neruda y Jorge Carrera Andrade: Del Finis Terrae al aro equinoccial", en
el que desvela la amistad hasta ahora desconocida de estos poetas, a
partir de ocho cartas que el chileno dirigió al ecuatoriano,
descubiertas en la Universidad de Nueva York.
Unas
cartas que hasta ahora "se desconocían profundamente" y que le han
permitido no solo dar a conocerlas sino descubrir que ambos poetas
compartían una serie de afinidades, literarias, políticas y hasta
biográficas.
En ese contexto, el libro, de 254 páginas, no es un
epistolario, sino "un estudio comparativo", subrayó a Efe Abraham
Quezada, fascinado del paralelismo existente entre ambos autores y la
comprobación de que el reconocimiento a Neruda en Latinoamérica fue anterior a lo que la gente comúnmente cree.
Estudioso de Neruda (1904-1973), especializado en el epistolario del Premio Nobel
de Literatura en 1971, Quezada sostiene que las cartas contienen "la
totalidad del lenguaje de un autor" y permiten determinar "la
correlación entre su discurso literario y el privado".
En esa línea, el también autor de "Pablo Neruda, epistolario viajero" (2004), "Correspondencia entre Pablo Neruda y Jorge Edwards"
(2007), "Cartas a Gabriela" (2009) y "Correspondencia en el camino al
Premio Nobel" (2011), esta convencido de que "en lo importante Neruda no
mentía".
Para Quezada, Neruda y Carrera tuvieron vidas paralelas.
El ecuatoriano nació en 1903 y el chileno en 1904; ambos recibieron una
educación humanista, que los llevó al mundo
poético; publicaron sus primeros libros cercanos en el tiempo: Neruda
en 1919 ("Crepusculario") y Carrera en 1922 ("Estanque Inefable").
Ambos,
añade, se expatriaron casi al mismo tiempo, Carrera en 1927 y Neruda en
1928; los dos fueron diplomáticos, el ecuatoriano llegó a ser ministro
de Exteriores de su país y Neruda embajador de Chile en Francia.
Neruda
y Carrera estuvieron en la Guerra Civil española; lucharon por los
pobres y los desamparados; militaron en la izquierda. Carrera fue
fundador del Partido Socialista ecuatoriano y Neruda militó en el Partido Comunista de Chile, al que representó en el Senado y del que fue precandidato a la presidencia de su país.
En lo literario, compartieron una proximidad profunda hacia los poetas franceses y una enorme admiración por Walt Whitman, a quien Carrera dedicó un poema y Neruda una oda.
El
libro de Abraham Quezada contiene una sección de anexos que incluye
poemas, textos en prosa, fotografías y otros elementos que buscan
explicar el contexto en que presumiblemente se desarrolló la amistad de
Neruda y Carrera y la visión que cada uno tuvo del otro, así como otras
huellas de los paralelismos que ambos compartieron.
Para el autor,
la mayor aportación de su libro debería ser el reconocimiento en Chile
de Jorge Carrera, para dar forma a otra realidad paralela, pues en
Ecuador, subraya a Efe, "resulta conmovedor el cariño, conocimiento y
admiración existentes hacia Neruda".
"No es así al revés", en
Chile solo unos pocos eruditos conocen a Carrera y es más conocida la
amistad que Neruda mantuvo con el pintor Oswaldo Guayasamín y con el
también poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, que incluso fue un tiempo
secretario personal del chileno.
De Jorge Carrera, se sabe que en 1930 Gabriela Mistral
prologó su libro "Boletines de mar y tierra" y Hernan Loyola lo
menciona en sus trabajos sobre Neruda, pero hasta ahora se ignoraba que
hubiera sido amigo de Neruda.
Para Abraham Quezada, una deuda que espera se comience a saldar con su libro.