28.10.13

Viralidad de la lectura

Laberintos del libro "Este año habrá un millón de libros" nuevos, dice Robert Darnton. Sean geniales o descartables -piensa Villamil- el leer "contagia"

Sala de lectura. Algunos pocos y afortunados lectores frecuentan la Biblioteca de Harvard. de la que el historiador Robert Darnton es director./revista Ñ

La entrevista a Robert Darnton sobre la historia de los libros, y más especialmente cuando habla de la aparición de nuevos soportes para la lectura, me pareció quizá no tremendamente novedosa pero sí atractiva, así como me parecieron meditadas e interesantes las preguntas del periodista. La nota toca, entre otras cosas, cuestiones que surgen de tanto en tanto, incluso en las conversaciones más informales con amigos: la invasión de los formatos digitales de lectura y cuánto tiempo les llevará arrasar con los libros “de carne y hueso”.
Aquí voy a tomar un desvío para referirme a algo más estrictamente personal. La lectura es una parte importante de mi vida desde la infancia y en los viajes largos -frecuentes en los últimos años, particularmente por trabajo- los libros son una compañía tranquilizadora. Siempre me resulta bueno tener varios a mano, para el caso en que un estado de ánimo o una situación particulares hagan necesario uno u otro: la percepción inquietante de estar suspendida sobre el océano Atlántico, o en el extremo opuesto, la serenidad de sentarse bajo una sombrilla al lado de la pileta de natación de un hotel, me inclinan hacia distintos tipos de lectura. Pero por supuesto, los libros que quiero llevar en un viaje, para leer o releer, aumentan considerablemente el peso del bolso de mano. Hace pocos años creí encontrar la solución perfecta: un Ipad, al que podría cargar (creo que empecé por Northanger Abbey, de Jane Austen) con todas las lecturas que se me ocurrieran.
Error. Descubrí que la fría pantalla de una tablet o en general, de cualquier computadora, no me permite leer más que una nota periodística. No más. Para el resto, los libros con toda su solidez.
Vuelvo al eje: la entrevista con Darnton amplió mi horizonte sobre el tema. Me gusta cuando, después de la pregunta sobre la presunta muerte de los libros en papel, dice: “¿Sabe? Me han invitado a tantas conferencias sobre la muerte del libro que estoy convencido de que el libro está bien vivo. La gente simplifica demasiado las cosas. Pocos entienden que cada año se publican muchos más libros que el año anterior. La impresión de libros se expande a un ritmo vertiginoso, y, de hecho, este año habrá un millón de nuevos títulos impreso”. Darnton sin duda sabe que entre ese millón de nuevos títulos, una cantidad inmensa es descartable. No importa: en otras proporciones, lo mismo debe de haber ocurrido desde el comienzo de la imprenta.
Hay situaciones accesorias al acto de la lectura que me resultan irreemplazables: usar un señalador (que puede ser un boarding pass , un ticket , un volante que me dieron en la calle), o inclusive doblar un ángulo de la hoja para marcar la página, aunque sé que a mucha gente esta costumbre le parece abominable. También me gusta escribir en los márgenes o en las contratapas con lápiz... todas cosas que no se pueden hacer en un libro electrónico.
Elijo también esta otra respuesta de Darnton: “Me parece interesante que hoy, que todo el mundo está obsesionado con Google, Internet, iPads, iPods, smartphones , como una suerte de reacción ante la fascinación que ejercen todas estas maravillas de las comunicaciones, exista, a mi juicio, una fascinación igual por el viejo mundo de la imprenta”. Aunque Darnton no desarrolla esta afirmación, y me habría gustado que lo hiciera, también me parece reconfortante.
Escritor fantasma Finalmente, la lectura de la nota tuvo para mí una derivación imprevista. Cuando el periodista Santiago Bardotti presenta al principio a Robert Darnton, menciona su libro de ensayos El beso de Lamourette , título que Darnton eligió precisamente para uno de estos ensayos. Bardotti aclara que Antoine-Adrien Lamourette fue el ghost writer de Mirabeau, el famoso orador, diplomático y revolucionario francés. La mención de Lamourette me impulsó a averiguar algo más sobre él (confieso que en este caso averiguar quiere decir simplemente “ guglear ”), y por dos motivos: el primero, quería saber cuál era la historia de “el beso de Lamourette”; el segundo, que me resulta un poco fascinante la idea del escritor fantasma, cuánto hay de él en lo que escribe, cuánto de la persona para la que escribe y cómo hace para conjugar estas cosas. Dicho sea de paso, supe que en Estados Unidos está tan institucionalizada la profesión que existen agencias como la Gosthwriters Ink, que ofrecen servicios de escritores fantasma y fijan las tarifas del mercado.
Sobre Lamourette me enteré de lo siguiente: su beso se transformó en un hecho famoso, no porque él mismo hubiera besado a nadie sino por otra circunstancia, muy distinta: el 7 de julio de 1792, en ese período tormentoso que siguió a la Revolución Francesa, Lamourette como diputado se dirigió a los miembros de la Asamblea, pidiéndoles que se estrecharan en un abrazo fraternal para terminar con las diferencias entre los partidos políticos Lo hizo de modo tan encendido que los diputados, aun los de los partidos más hostiles entre sí, se arrojaron unos en brazos de otros. Por supuesto, este gesto no tuvo consecuencias en el tiempo. El propio Lamourette fue guillotinado en 1774.
Creo que me aparté totalmente de la entrevista a Robert Darnton, pero es que la lectura lleva invariablemente a la lectura.
La nota que inspira el texto de Soledad Villamil es una entrevista de Santiago Bardotti a Robert Darnton, en la que el historiador reflexiona sobre la coexistencia. en el pasado, de diversos medios de información: canciones, panfletos, libros, periódicos o eslóganes. Darnton no es profeta del fin del libro: eso, dice, es una simplificación. Publicada el 18|2|2012

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