Se cumple el primer centenario del nacimiento de Albert Camus, narrador, ensayista, dramaturgo y filósofo francés. Su obra, que sigue más viva que nunca, fue un intento por explorar la complejidad del comportamiento humano
Camus nació en Argelia en 1913 y murió en Francia en 1960, en un accidente automóvilistico./semana.com |
Aunque ya había publicado El mito de Sísifo y El extranjero, Albert
Camus, un pied-noir, un francés nacido en Argelia, saltó a la escena
pública en una célebre polémica con Jean-Paul Sartre que en la década
del cincuenta dividió a la intelectualidad francesa y tuvo eco en muchos
países.
El fondo de la discusión no era filosófico sino político: Camus denunció al régimen soviético por sus campos de concentración y la invasión a Hungría, una postura que a Sartre no le
parecía prudente porque, al igual que muchos intelectuales de izquierda,
consideraba que a la larga esa crítica terminaría favoreciendo a la
derecha. Pero Camus, con una ética sin concesiones, dijo algo que Sartre
nunca le perdonó: “Si la verdad estuviera a la derecha, yo iría a
buscarla ahí”.
El tiempo terminó por darle la razón. Mario Vargas Llosa, un furibundo
sartreano en sus años de juventud, en un reciente artículo titulado,
Sartre y sus examigos, dijo: “Leída hoy, no cabe la menor duda de que su
respuesta a Camus era equivocada e injusta, y que fue el autor de El
extranjero quien defendió la verdad, condenando la muerte lenta a que
fueron sometidos millones de soviéticos en el gulag por el estalinismo a
menudo por sospechas de disidencia totalmente infundadas y sosteniendo
que toda ideología política desprovista de sentido moral se convierte en
barbarie”.
Para entender el interés de Camus por los asuntos éticos y morales, por encima de la política, tal vez habría que leer su novela inconclusa El primer hombre, cuyo manuscrito llevaba en la maleta el día del accidente automovilístico en el que murió, el 4 de febrero de 1960. En esa obra, de un fuerte sesgo autobiográfico, Camus habla de una infancia duramente marcada por la pobreza, en la cual no existían los dilemas morales.
Para Jacques, el protagonista y álter ego de Camus, la moral no es asunto de los pobres porque en su mundo no existen las tentaciones que la pongan a prueba: “La única cosa que Jacques había podido ver y comprobar en materia de moral era simplemente la vida cotidiana de una familia obrera”.
Para entender el interés de Camus por los asuntos éticos y morales, por encima de la política, tal vez habría que leer su novela inconclusa El primer hombre, cuyo manuscrito llevaba en la maleta el día del accidente automovilístico en el que murió, el 4 de febrero de 1960. En esa obra, de un fuerte sesgo autobiográfico, Camus habla de una infancia duramente marcada por la pobreza, en la cual no existían los dilemas morales.
Para Jacques, el protagonista y álter ego de Camus, la moral no es asunto de los pobres porque en su mundo no existen las tentaciones que la pongan a prueba: “La única cosa que Jacques había podido ver y comprobar en materia de moral era simplemente la vida cotidiana de una familia obrera”.
La ausencia de moral produjo un moralista. Su profesor de colegio, Louis
German, quien fue una figura determinante en su vida –su padre murió
muy temprano en las trincheras de la Primera Guerra Mundial– acabó de
pulir esa obsesión como lo reconoció el propio Camus en una carta que le
envió después de recibir el Premio Nobel de Literatura en 1957.
Su distancia de la política es también la explicación de que su obra literaria haya prevalecido. Mientras Sartre pregonaba el compromiso del escritor, Camus defendía su independencia y su individualidad. Cuando publicó La peste, Simone de Beauvoir y Roland Barthes le criticaron que la presentara como un virus ‘natural’ y no la situara histórica y políticamente. A él lo que le interesaba era evitar el maniqueísmo y mostrar la complejidad del comportamiento humano. Mersault, el protagonista de El extranjero, no es culpable ni inocente: como cualquier ser humano puede a la vez hacer el bien y cometer crímenes terribles.
Más que un existencialista, a donde erróneamente se le encasilla, Camus fue un escritor interesado en reflexionar sobre la vida concreta: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”, dijo en su ensayo El mito de Sísifo.
Una faceta menos conocida pero no menos importante fue su trabajo como periodista. Abandonó la carrera de Filosofía y empezó a escribir en el periódico Argel Republicano hasta que la censura del gobierno cerró el diario en 1940. En plena Guerra Mundial se radicó en París y, al mismo tiempo que escribía sus libros, colaboraba activamente para Combat, el diario clandestino de la resistencia francesa. En sus columnas, denunció al franquismo, apoyó a los anarquistas españoles y protestó contra los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Sus obras teatrales no han dejado de representarse, sus novelas y ensayos todavía se leen. En el primer centenario de su nacimiento Albert Camus sigue siendo un autor vivo.
Su distancia de la política es también la explicación de que su obra literaria haya prevalecido. Mientras Sartre pregonaba el compromiso del escritor, Camus defendía su independencia y su individualidad. Cuando publicó La peste, Simone de Beauvoir y Roland Barthes le criticaron que la presentara como un virus ‘natural’ y no la situara histórica y políticamente. A él lo que le interesaba era evitar el maniqueísmo y mostrar la complejidad del comportamiento humano. Mersault, el protagonista de El extranjero, no es culpable ni inocente: como cualquier ser humano puede a la vez hacer el bien y cometer crímenes terribles.
Más que un existencialista, a donde erróneamente se le encasilla, Camus fue un escritor interesado en reflexionar sobre la vida concreta: “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”, dijo en su ensayo El mito de Sísifo.
Una faceta menos conocida pero no menos importante fue su trabajo como periodista. Abandonó la carrera de Filosofía y empezó a escribir en el periódico Argel Republicano hasta que la censura del gobierno cerró el diario en 1940. En plena Guerra Mundial se radicó en París y, al mismo tiempo que escribía sus libros, colaboraba activamente para Combat, el diario clandestino de la resistencia francesa. En sus columnas, denunció al franquismo, apoyó a los anarquistas españoles y protestó contra los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
Sus obras teatrales no han dejado de representarse, sus novelas y ensayos todavía se leen. En el primer centenario de su nacimiento Albert Camus sigue siendo un autor vivo.
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