Como hace poco más de un año en Malí, África, en 2003 durante la invasión de las tropas aliadas, la Biblioteca Nacional de Irak perdió un millón de libros y el sesenta por ciento de sus archivos. El investigador kurdo Saad Eskander regresó del exilio a dirigir la reconstrucción y escribió un conmovedor diario. Además, un especialista en destrucción de libros cuenta lo que vio en Irak
En la Biblioteca Nacional de Irak, los libros que esperaban ser catalogados al momento del ataque. /McGuire Gibson / Copyright © 2003 Oriental Institute, University of Chicago). |
Papeles incinerados en la Biblioteca Nacional iraquí, donde el archivo perdió el 60% de sus colecciones. /McGuire Gibson./revista Ñ |
Tombuctú, 2012. Las noticias son
escasas. Fotos y videos de soldados con ametralladoras, jeeps, la
noticia de una nueva ciudad que es ocupada, el mapa indicando el avance
de un ejército irregular sobre el territorio de Malí. De pronto, en
medio de tanta muerte, las noticias militares son atravesadas por una
alarma: la biblioteca Ahmed Baba de Tombuctú, que alojaba manuscritos
del siglo XIII, ha sido saqueada y destruida. Las imágenes de los
enfrentamientos son atravesadas por la de archivos en ruinas o
monumentos históricos derrumbados.
Tombuctú es
la tercera ciudad de Malí y es conocida como la ciudad de los 333
santos. Está situada al borde del desierto, a 7 km. del río Níger. Las
tormentas de arena y las inundaciones suelen ser las principales
amenazas de los pobladores. Cuando eso no sucede, la ciudad recibe la
invasión de algún ejército. Eso es así desde hace siglos. Eso mismo
volvió a suceder el 1 de abril de 2012, durante La Rebelión de Tuareg,
cuando la ciudad fue tomada casi sin resistencia local por los
integrantes del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (la
región septentrional de Malí que los “rebeldes” quieren sacar del
control estatal). Como parte de los episodios, los cables informan que
el grupo Islámico Ansar Dine perpetró la destrucción de los monumentos
históricos de la ciudad. Los pocos monumentos que quedaban en pie tras
varios siglos de convulsiones políticas.
La
biblioteca poseía cerca de 18.000 manuscritos y llevaba el nombre de
Ahmad Baba al-Massufi, el escritor africano contemporáneo de Cervantes y
Shakespeare. Con el argumento de “salvaguardar ese valioso patrimonio
histórico de la humanidad”, la comunidad militar internacional,
encabezada por Francia, en enero de 2013 recuperó la ciudad. Para
muchos, lo que aconteció en Tombuctú nos retrotrae directamente a lo que
sucedió en Irak. Más precisamente en Bagdad en 2003, cuando el ejército
norteamericano puso entre sus “objetivos militares” a la Biblioteca
Nacional de Irak.
Irak, 2003. El 20 de marzo de 2003 comenzaron los bombardeos a Bagdad. En medio del fuego, durante los días 9 y 12 de abril, la INLA (Iraq National Library and Archive) fue asaltada. Los días fueron trágicos. Hay fotografías de esos momentos. Libros calcinados, muebles destruidos, hojas sueltas repartidas por todos lados. Hay fotografías de mucho tiempo después, ya con la Biblioteca en su etapa de reconstrucción, pero todavía con las secuelas de aquellos días. Los muros de la fachada renegridos por las explosiones. Oficialmente, sólo se perdió el Archivo de la República (1958-1979), importantes mapas y fotografías y el 25% de sus colecciones. Incluyendo la sección de libros raros, nada menos que las tablillas con los escritos sumerios. Claro, Irak, el nombre con que ahora se llama aquello que en la antigüedad era la Mesopotamia. Las regiones del Éufrates y el Tigris, donde hace 55 siglos comenzó la historia de la escritura. Donde luego se edificaría Babilonia. El Archivo Nacional, que también forma parte de la biblioteca, perdió el 60% de sus colecciones. La Biblioteca había sido fundada en 1929, pero era depositaria de una tradición milenaria. En 2003, poco tiempo después de la invasión estadounidense, el investigador y académico Saad Eskander, tras veinte años de vivir en el exilio regresó a Irak para asumir la dirección de la INLA.
Irak, 2003. El 20 de marzo de 2003 comenzaron los bombardeos a Bagdad. En medio del fuego, durante los días 9 y 12 de abril, la INLA (Iraq National Library and Archive) fue asaltada. Los días fueron trágicos. Hay fotografías de esos momentos. Libros calcinados, muebles destruidos, hojas sueltas repartidas por todos lados. Hay fotografías de mucho tiempo después, ya con la Biblioteca en su etapa de reconstrucción, pero todavía con las secuelas de aquellos días. Los muros de la fachada renegridos por las explosiones. Oficialmente, sólo se perdió el Archivo de la República (1958-1979), importantes mapas y fotografías y el 25% de sus colecciones. Incluyendo la sección de libros raros, nada menos que las tablillas con los escritos sumerios. Claro, Irak, el nombre con que ahora se llama aquello que en la antigüedad era la Mesopotamia. Las regiones del Éufrates y el Tigris, donde hace 55 siglos comenzó la historia de la escritura. Donde luego se edificaría Babilonia. El Archivo Nacional, que también forma parte de la biblioteca, perdió el 60% de sus colecciones. La Biblioteca había sido fundada en 1929, pero era depositaria de una tradición milenaria. En 2003, poco tiempo después de la invasión estadounidense, el investigador y académico Saad Eskander, tras veinte años de vivir en el exilio regresó a Irak para asumir la dirección de la INLA.
Construir encima de los escombros
Entre
septiembre de 2006 y julio de 2007 Saad Eskander llevó un diario. En él
cuenta los detalles de su gestión: reuniones con funcionarios del
gobierno para que se pudieran aumentar de dos a seis las horas de
electricidad, de una a dos las horas de conexión a Internet, los
intentos por avanzar con el diseño de la página Web de la biblioteca.
También se cuentan detalles sobre desinfección y mudanzas de libros de
un sector a otro del edificio. La necesidad de llamar a una huelga por
tiempo indeterminado contra la congelación del presupuesto. A medida que
se lee el diario, Saad va contando que la tarea de reconstrucción es
ardua. En los alrededores del edificio hay detonaciones, atentados,
ráfagas de ametralladoras. Entre las medidas que tomó Saad, mudó las
bibliotecas personales de Monarcas y Presidentes de Irak a su oficina.
Por temor a que fueran víctimas de saqueos o atentados de grupos
fundamentalistas. La mayoría de esos libros son el resultado de
obsequios recibidos por los mandatarios del país, desde 1921, cuando el
Estado iraquí fue establecido, hasta 2003, cuando Irak entró en el
colapso. Es así como Saad llegó a tener en su oficina la biblioteca
personal de Saddam Husseim.
A lo largo del
diario, la espiral de violencia se va moviendo por los alrededores del
edificio. Las noticias que llegan desde afuera son las de un empleado
asesinado delante de su hermana pequeña en un barrio de Bagdad, la
detonación de un coche bomba, la amenaza de muerte a una mujer delante
del resto de sus compañeros al bajar de un auto. Ataques aéreos sobre
zonas cercanas, detonaciones de morteros contra las paredes del
edificio, un guardia de seguridad trayendo la noticia de que alguien
acaba de ser asesinado por un grupo de civiles en la puerta trasera de
la Biblioteca. También se puede ver la cifra del personal de la
Biblioteca muerto por diferentes causas, desde 2003 hasta el momento en
que Saad escribe el diario. Reflexiones en torno al sectarismo, la
guerra de clanes que vive la ciudad por aquellos días de
“reconstrucción” del país forman también parte de sus anotaciones. La
descripción de las escenas es caótica, como caótica es la percepción que
se puede tener de los sucesos en medio de las explosiones, los gritos,
la desesperación, el peligro de la propia vida, las balas perdidas, los
francotiradores que eligen víctimas al azar.
En
varios momentos Saad usa la palabra “surrealista” para describir la
mezcla de incredulidad e inverosimilitud que siente ante lo que está
viviendo. Casi todas las noches, de nuevo en su hogar, junto a su esposa
y sus dos hijos pequeños, Saad recibe los llamados del periodismo
internacional consultándolo por la situación en Bagdad. Su hermano, que
reside en Londres, también lo llama por teléfono para preguntarle si él y
su familia están bien. Y le acerca los saludos de sus amigos:
intelectuales residentes en el exterior.
Frente
a todo eso, el espíritu de Saad, que es Kurdo, ha sido el de
“iraquizar” la biblioteca. Esto es, apelar a la construcción de una
identidad que esté por encima de los antagonismos que shiítas y sunníes
impulsan. Aun cuando la situación se volvía compleja, Saad decidió
insistir con la actividad cultural. “Hay que seguir promoviendo las
actividades culturales durante estos tiempos difíciles”, escribe Saad en
su diario, confiando en que la biblioteca es una herramienta
indispensable para levantar la moral del país.
Papeles prendidos fuego cayendo del cielo
El
lunes 5 de marzo de 2007 para Saad Skander siempre será recordado como
el día en que los libros fueron asesinados por las fuerzas de la
oscuridad, el odio y el fanatismo. A eso de las 11.35 una enorme
explosión sacudió el edificio del INLA: "Corrimos hacia la ventana y
vimos una masa enorme de humo gris ascendente viniendo desde al-Mutanabi
Street, que está a menos de 500 metros de distancia del INLA" –describe
Saad en su diario. "Más tarde me enteré de que la explosión había sido
el resultado de un coche bomba. Decenas de miles de papeles volaban
alto, como si del cielo estuvieran lloviendo libros, lágrimas y sangre.
La vista era surrealista." Algunos de los papeles caían ardiendo desde
el cielo. Mucho de esos papeles volaron desde los 500 metros donde
ocurrió la explosión para ir a caer hechos cenizas sobre el edificio del
INLA.
La calle Al-Mutanabi lleva el nombre de uno
de los más grandes poetas árabes que vivió en Irak en la Edad Media.
Está en una de las zonas más conocidas de Bagdad. Muchas casas
editoriales, imprentas y librerías tienen allí sus principales oficinas y
depósitos. Sus antiguos cafés son el lugar favorito de la mayoría de
los intelectuales pobres del país. Allí se inspiran y escriben sus
ideas. Es un barrio muy antiguo de Bagdad. La calle es también famosa
por su mercado de los viernes, que se especializa en la compra-venta de
libros usados. Según describe Saad en su diario, cerca del 95% de las
compras de libros de la INLA se hacen en al-Mutanabi Street. "Yo también
compro mis libros allí" –confiesa. "Fue muy triste saber que varios de
los editores y libreros a quienes yo conocía murieron allí". Cerca de 30
personas murieron en la explosión y cerca de 100 más resultaron
heridas: "El Sr. Adnan, quien debía entregar una remesa de nuevas
publicaciones a la INLA, también". (El diario de Saad Eskander se puede
leer, en inglés, aquí).
Una sonrisa
El
miércoles 25 de Julio de 2007 los seleccionados de fútbol de Irak y
Corea del sur jugaron un partido. Irak ganó 4 a 3. En el anochecer,
mientras los iraquíes celebraban la victoria en las calles, se produjo
un atentado. Hubo 150 muertos. En su mayoría jóvenes y niños. En la
entrada de ese día, Saad escribe: “Las fuerzas de la oscuridad y del
terror ahora están tratando de asesinar nuestras sonrisas.” El espíritu
de la reconstrucción trataba de arrebatarle una sonrisa a la guerra.
Unos días más tarde, el 29 de julio, la selección de fútbol de Irak
volvió a jugar. Era la final de la Copa de Asia. Irak le ganó 1 a 0 a
Arabia Saudita. Por primera vez en mucho tiempo, las tribus iraquíes
dejaron de lado su sectarismo. Kurdos y árabes, sunníes y chiítas,
musulmanes y cristianos salieron a las calles a festejar. El fútbol
puede ser un aliado para conseguir eso que Saad busca con la
reconstrucción de la biblioteca.
Pero con el
transcurso de los meses la salud y el ánimo de Saad se van deteriorando.
Su diario no es un inventario de libros o un escrutinio sobre el avance
de la actividad cultural de un país desgarrado por la invasión y la
guerra. Es un balance del personal de la biblioteca muerto en aquellos
años. El 31 de julio de 2007 Saad publica la que sería la última entrada
de su diario. Además del deterioro de su salud, también siente que está
usurpando el dolor de aquellos que lo rodean. Es ese dolor el que de
algún modo despierta el interés en los lectores de su diario. Hay allí
algo que, él lo siente, no está bien. En su última entrada Saad agradece
especialmente a la Biblioteca Británica, por haber alojado en la web su
diario a medida que lo iba escribiendo.
Después de
un afanado empeño por conseguirlo, y a pesar de lamentar muertes como
la de Alí Salih, un joven destacado de la sección informática, la
Biblioteca Nacional de Irak logró poner en línea su sitio web: www.iraqnla-iq.com.
"El daño es irreparable"
Fernando Báez, especialista en la destrucción cultural de Irak, viajó en 2003 enviado por la ONU y contó su experiencia en un libro. Estados Unidos lo declaró persona no grata.
Para Fernando Báez, autor del libro Nueva Historia Universal de la destrucción de libros. De las tablillas sumerias a la era digital (Editorial
Destino, 2011), el daño que se produjo en Irak es irreparable. Báez,
venezolano, licenciado en Educación y Doctor en Bibliotecología, cree
que en Irak sucedió un ‘memoricidio’: “Se está asesinando la memoria del
pueblo Iraquí. Y se ha asesinado a cientos de intelectuales contrarios a
la ocupación.” Una prueba de ello son las 18 bibliotecas más
importantes de Irak cerradas al acceso de los lectores o sencillamente
destruidas. Él mismo confiesa haber visto en Irak, enviado en 2003 por
la ONU para fiscalizar el impacto de la guerra en el patrimonio cultural
del país, cómo se destruían libros de autores persas o árabes que nunca
fueron traducidos. Y libros antiguos vendiéndose en el mercado negro.
También vio a intelectuales iraquíes arrojados en el suelo,
apesadumbrados, con pedazos de las tablas sumerias en las manos. Para
Fernando no es la quema de libros de Hitler, aquella del 10 de mayo de
1933, el peor estrago de libros de la historia, sino el de Irak. Por eso
no sería el de 2003 el único viaje que él haría a Bagdad. Declarado persona non grata
por los Estados Unidos, país al que tiene prohibido el ingreso,
Fernando Báez continúa contando al mundo lo que ha visto en Irak.
-¿Qué cosas se perdieron en Bagdad?
-Fueron saqueados 100.000 asentamientos arqueológicos en todo Irak, como consecuencia de la guerra. En Bagdad, para resumir, un millón de libros destruidos, 10 millones de documentos del Archivo Nacional quemados, bibliotecas privadas y públicas de instituciones como la Bayt Al Hayma (Casa de la Sabiduría) en cenizas. Destrucción de museos, monumentos. Uno de los primeros ejemplares de Las Mil y Una Noches quemado, así como tablillas antiguas con muestras de escritura cuneiforme. Un daño terrible.
-Fueron saqueados 100.000 asentamientos arqueológicos en todo Irak, como consecuencia de la guerra. En Bagdad, para resumir, un millón de libros destruidos, 10 millones de documentos del Archivo Nacional quemados, bibliotecas privadas y públicas de instituciones como la Bayt Al Hayma (Casa de la Sabiduría) en cenizas. Destrucción de museos, monumentos. Uno de los primeros ejemplares de Las Mil y Una Noches quemado, así como tablillas antiguas con muestras de escritura cuneiforme. Un daño terrible.
Báez
se despacha en su libro sobre la destrucción, a lo largo de 480
páginas, con la enumeración de las catástrofes bibliográficas más
importantes de la historia: de las Tablillas sumerias a la era digital,
pasando por los 500 mil rollos de papiro de la Biblioteca de Alejandría,
el incendio de Londres de 1666, la Guerra Civil Española, la Segunda
Guerra, la Guerra de Irak. Y enumera libros precisos: La República
de Zenón de Citio, en su tiempo más leída que la de Platón. Y nos
recuerda, sencillamente, que nos faltan todos los libros de los cínicos,
los pirrónicos, los escépticos, los estoicos. Y que, de las 82
tragedias de Eurípides, sólo nos llegaron 18. El libro de Báez es sólo
un resumen. Su lista completa, que se mantiene inédita, posee tres tomos
de 2000 páginas cada uno. Es tal la cantidad de libros que nos faltan
que imaginar una mínima parte de ellos nos brinda ideas muy diferentes
de las que tenemos de la literatura y de la historia del pensamiento.
En
ese contexto, la catástrofe de Irak es comparable con las más grandes
de la historia: “Una catástrofe terrible fue el incendio de la Academia
de Ciencia de Egipto, con miles de obras destruidas, incluida una
edición de la gran enciclopedia que compilaron los franceses tras su ida
a Egipto con las tropas de Napoleón y que intentaba ser un resumen de
toda la cultura clásica antigua.”
Pero en materia de destrucción
no todo es historia. Los estragos continúan, y no sólo en Irak: “En
Malí, África, la biblioteca de Ahmed Baba fue atacada y hubo miles de
manuscritos quemados, el resto de las bibliotecas se salvó de la furia
yihadista radical porque sus bibliotecarios habían escondido los libros y
habían huido clandestinamente. Algún día habrá que contar ese capítulo
de apasionada defensa de la cultura.”
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