Desde el país de la nueva Nobel de Literatura, un experto analiza El amor de una mujer generosa, tal vez su libro de relatos más emblemático
Estas son algunas de las obras de Alice Munro traducidas al español./elespectador.com |
Llegué a Canadá no como inmigrante sino como lector. Le debo el
tiquete a la literatura de Alice Munro. En esta visita, guiada por la
delicada narrativa de la cuentista, descubrí algunas zonas inesperadas,
sorprendentes. Entre estas sorpresas descritas en El amor de una mujer
generosa, conjunto de cuentos, descubrí, de un lado, esa zona del
suroeste de Ontario (el llamado Southwesto), espacio primordial en el
que se desenvuelven muchas de las historias de Munro; y de otro lado,
algo de la isla y la ciudad de Vancouver, lugares que Munro conoció muy
bien. En sus historias se reconoce con claridad la zona que rodea el
lago Hurón: las granjas, el lago y sus caminos fangosos, una ciudad al
límite de ser pueblo, en el que la calma y el sosiego son naturales; o
la ciudad de Vancouver y la distancia, la lejanía de las preocupaciones
de las urbes ruidosas.
Más que los lugares geográficos, cuando me
acerqué a la narrativa de Munro me encontré con una serie de personajes
que revelaban una condición de anhelo persistente, una inconformidad.
El
libro contiene ocho cuentos. El primero, de casi 80 páginas, El amor de
una mujer generosa, del cual se ha tomado el título del libro, trata
del descubrimiento de un automóvil en medio de un río en el que se
encuentra el cadáver del optómetra Willens, quien al parecer fue
asesinado. Sin embargo, el eje central de la historia no radica
fundamentalmente en el homicidio ni en los probables asesinos, sino en
la culpa. La culpa de Enid, enfermera que ayuda a personas con
enfermedades terminales; la culpa de la cómplice de asesinato, en este
caso la señora Quinn, la enferma terminal, y la posible culpa de Rupert,
esposo de la señora Quinn y por quien Enid siente una fuerte atracción.
A partir del asesinato y la posterior confesión de la señora Quinn en
su lecho de muerte, Enid empezará a cuestionarse si es conveniente o no
para su vida saber la verdad. Sin embargo, resumida de esta forma creo
que no soy justo con la historia. El cuento es mucho más profundo.
Recuérdese: estamos hablando de un cuento de ochenta páginas.
En
este primer cuento tenemos una compleja arquitectura en la estructura;
tenemos una elaborada precisión en la creación de cada uno de los
detalles; tenemos largas digresiones que aportan para entender las
tremendas honduras de cada uno de los personajes; es decir, en esta
pieza de filigrana narrativa Munro es en extremo delicada. Sin duda, su
detallado trabajo funciona a la perfección pues la tensión del lector no
se inclina hacia el asesinato sino hacia los sentimientos y
preocupaciones de la enfermera Enid. Desde mi punto de vista, es en
estas aguas en las que Munro se mueve mejor: en la fina descripción de
las angustias, sentimientos y preocupaciones de una mujer; sabe cómo
entrar en sus deseos, en sus inquietudes. Lo mejor es que no cae en
sentimentalismos, ni en ideas románticas, al contrario: las
protagonistas de sus historias generalmente viven una encrucijada en la
que deben reconocerse a sí mismas para salir de la monotonía, para
quebrar ese mundo a veces insulso que han tenido que sufrir por años.
La
isla de Cortés es una exquisita narración en primera persona de una
joven aspirante a escritora que empieza a vivir con su esposo en una
nueva ciudad. El eje central no es la ciudad ni el drama de empezar de
cero, sino la relación que la escritora establece con la señora que vive
en la casa que arrienda, la bella y aterradora señora Gorrie, una vieja
chismosa, entrometida, difícil de llevar, y con su esposo. En esta
historia se ve una de las premisas de Munro: reconocerse en el otro. Se
trata de encontrar hasta qué punto somos, a veces, aquello que tanto
odiamos. No es inusual en las historias de Munro que un secreto revele
la posibilidad de que los personajes se desarrollen, se encuentren. El
secreto les permite entrar en contacto, descubrirse entre sí e iniciar
nuevos caminos.
Quizás uno de los temas fundamentales de Munro en
todas las historias son las relaciones familiares, es decir, las
complejas y a veces incomprensibles relaciones entre padres e hijos,
hermanos y hermanas, madres e hijas. En Salvo el segador encontramos
este complejo dilema: entender que las relaciones con los hijos, a pesar
de ser tan estrechas, una vez ha pasado el tiempo, ya no serán las
mismas. En esta historia tenemos a una mujer mayor, Eve, una actriz,
quien tuvo una relación muy cercana con su hija Sophie, pero pasado el
tiempo la propia hija empieza a distanciarse, al tener ya su familia y
una vida de que la Eve no hace parte. Es una historia con un tono al
principio nostálgico, sentido, que luego se transformará en extraño,
pues la trama se enreda hasta generar una situación de tensión al final:
hay un giro inesperado que da una vitalidad enorme a la historia.
Asquerosamente
rica es la historia de una preadolescente, Karin, hija de divorciados,
quien vive un tiempo con su padre y otro con su madre. En este caso,
visita a su mamá, Rosemary, una histérica correctora de texto, quien
parecía empezar a formar una pareja con un escritor vecino y amigo,
Derek. Sin embargo la relación de los adultos no funciona y esto afecta a
la chica. El tema es interesante: cómo los hijos empiezan a abordar un
divorcio y cómo perciben la necesidad de reencontrar una familia para
volver a tener un eje del cual sostenerse. Considero que la historia no
alcanza el nivel de profundidad de las otras. Tal vez me equivoco.
Antes
del cambio, para mí, es una de las historias más fuertes, profundas e
intensas elaboradas por Munro. Se trata de una joven que regresa a casa
de su padre, un médico que se descubrirá que ha ejercido como abortista,
y cómo este secreto cambiará su relación. Uno de los hechos más
importantes es que no aborda el tema del aborto desde el discurso
moralista, ni defensivo; el tratamiento es delicado, natural. Uno de los
mejores cuentos.
El sueño de mi madre es una estupenda historia
contada desde la voz de una joven mujer que relata cómo fue la relación
de su madre con ella antes y después de su propio nacimiento. Por
supuesto, está focalizada en la madre, Jill, y se da un efecto muy
interesante: una primera persona que narra como testigo la vida de su
propia mamá. El cuento reúne una gran cantidad de dificultades que debe
afrontar Jill: la mayor y tremenda es la horrorosa belleza que significa
para la joven madre tener una hija por primera vez. Una de sus cuñadas,
Iona, asume el rol de madre, a tal punto que el día que debe dejar a su
sobrina y su cuñada solas entra en shock. Hacia el final hay tal enredo
de emociones, tal nerviosismo, que Jill es capaz de llegar a decisiones
extremas para hacer que esa bebé, posterior narradora, pueda descansar y
dejar a la propia madre en paz.
Como lector de sexo masculino
debo perderme mucho de las sensaciones que estos personajes femeninos
exhalan. Por ejemplo, en estos dos últimos cuentos, la historia está tan
ligada a la mujer con su cuerpo, con sus sensaciones y relaciones con
la maternidad que creo que es poco probable que yo pueda sentir la
historia de la misma manera que una mujer que ha vivido un aborto o que
ha sido madre. Honestamente, no veo esto como una barrera; al contrario,
me parece inquietante que la narrativa de Munro comunique estas
sensaciones y que haya cosas en ella que pertenecen exclusivamente a la
naturaleza y la realidad de la mujer.
Quisiera llamar la atención
sobre las protagonistas de las historias: mujeres lectoras, músicas,
actrices, escritoras, es decir, vinculadas con el arte o la cultura, en
quienes se ve la experiencia de Munro. Pero esta misma condición hace
que sus personajes crezcan, sean sensibles y reconsideren sus
posibilidades como creadoras. Por esta misma condición las protagonistas
se preguntan continuamente sobre qué camino tomar, sobre si deben
seguir en su condición de madres o amas de casa o arriesgarlo todo para
ser, ante todo, dueñas de sí mismas.
La propuesta estética de
Munro me parece arriesgada y por lo mismo emocionante. Es poco común
encontrar cuentos de ochenta o sesenta páginas. Y quiero remarcar que no
estamos ante novelas cortas. No, la propuesta es escribir cuentos, con
un mínimo de personajes, con una trama específica. Munro apuesta a
entrar en detalles sobre la vida cotidiana, sobre la naturaleza misma de
los personajes, construirlos a profundidad y no limitarse a la
anécdota, ni a una serie de acciones que sorprendan. Munro le apuesta al
cuento, a darle un salto a las posibilidades orgánicas del género, sin
obligarlo a convertirse en novela, y así le da una dimensión superior:
el cuento acepta digresión, profundos saltos temporales, flujo de
conciencia y una compleja arquitectura.
Camilo Castillo-Rojo. Escritor. Maestro en creación literaria de la Universidad de Texas en
El Paso. Profesor del pregrado en creación literaria y del taller de
escritores de la Universidad Central. Este texto fue originalmente
escrito para Noche de narradores, evento de esta universidad.
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