Getafe Negro
Carlos Salem y Marta Sanz./elpais.com |
Iba a ser una mesa redonda sobre la
actualidad del género negro en español, pero la realidad en España y en
el mundo es más negra que cualquier género y se ha colado en los
discursos de los cuatro escritores que esta mañana debatían en el Getafe Negro: Marta Sanz, Carlos Salem, Marcelo Luján y Juan Soto Ivars.
Entre risas, guiños, indirectas y muchas referencias
cruzadas, los cuatro autores han repasado algunas claves del género, han
hablado del mal (así, a las 10 de la mañana), de los nuevos crímenes
surgidos de la crisis, del maniqueísmo de creer que siempre hay buenos y
malos, de los clichés y del peligro de que el género y los autores
negrocriminales se acomoden.
Pero, sobre todo, del gran relato de la crisis, de cómo el
género tiene que abordarla, de si ya es la hora de tirarse a por ella y
de cómo hacerlo. Una charla esclarecedora y divertida que, como toda
buena conversación, deja más preguntas que respuestas y que podría
haberse alargado, había dos porteños, hasta la hora de comer. Más sobre Getafe Negro.
“La crisis es el crimen perfecto porque todos sabemos quién
es el asesino y no va a ir preso. La culpa no es nuestra. La realidad
es un paisaje que se está llenando de locales vacíos, de talleres
abandonados, de edificios a medio construir. Esto propiciará nuevos
crímenes. Y más. En Argentina la crisis ha dejado una huella moral. Los
crímenes de la dictadura son, imperdonables, de paredón; los crímenes de
económicos han dado lugar a una corrupción moral terrible. La realidad
en España ya es una novela negra”. Quien despedaza así la realidad y
deja preparado el campo para que se hable de cómo reflejar ese horror en
el género negro es Carlos Salem (Buenos Aires, 1959). El autor de Matar y guardar la ropa (Salto de Página) no quiere que dejar lugar a la duda: “El asesino, el mal, es el sistema”.
Pero, cuidado, “el sistema somos todos”, contrarresta Marta Sanz (Madrid, 1967). La autora de Black Black Black
(Anagrama), siempre buscando la forma de forzar los márgenes nunca
definidos del género, avisa: “Lo mejor de la novela negra es la
capacidad para visibilizar las zonas más oscuras y molestas de la
sociedad en la que vivimos. Esta capacidad se está banalizando porque
los autores optan por estructuras narrativas muy gastadas que no le
presentan ningún problema al lector. Yo me planteo una literatura negra
que pueda molestar al lector, meterle el dedo en el ojo”.
Pregunta recurrente que se cuela, como la negra realidad,
cada vez que se juntan varios escritores del género en torno a una mesa
¿Dónde se mueve el género? ¿Cuáles son sus límites? Dos paradojas para
responder. La primera, la que propone Marcelo Luján (Buenos Aires,
1973). Es decir, mirar atrás para entender el género hoy, ver que lo
negro es lo trágico: “¿Hay algo más negro que la tragedia, que la
tragedia griega, que Edipo Rey?” lanza retador. “El género está
absorbiendo otros como la novela urbana y eso está muy bien” añade el
autor de Moravia (El Aleph) y ganador en 2009 del Premio Novela Negra de Getafe con La mala espera (Edaf).
La segunda, de Marta Sanz: Daniel Astor y la caja negra
(Anagrama) su última obra, no es una novela negra, es más bien rosa y,
sin embargo es la que más negrura tiene. Cosas del género más
transversal de la literatura.
Vuelta a la crisis: novela negra, crítica y panfleto
“La crisis ha sido suficientemente larga y dura como para
que la crítica social ocupe al género. La novela negra permite a la
novela política no convertirse en un panfleto”, asegura Juan Soto Ivars (Águilas, 1985), que sí es partidario de atacar ya el gran tema de la crisis y tratarlo en el género. El autor de Ajedrez para un detective novato (Algaida, premio Ateneo Joven de Sevilla) cita a Valle Inclán y su Luces de Bohemia para justificarlo.
No lo ven así los otros miembros de la mesa, que creen que
hace falta tiempo, distancia. Marta Sanz: “Tenemos que cuidarnos mucho
para que la crisis no se convierta en merchandising, en algo parecido a
la cara del Ché en las camisetas. Los buenos relatos de la crisis
surgirán, dentro y fuera del género, más tarde. Este es el peor momento
para enfangarse en la crisis. La tenemos todos demasiado a flor de piel,
hay demasiada poca distancia”.
Igual no es el momento de ese gran relato de ficción sobre
la crisis, aunque hay pruebas patentes de que se puede hacer (el gran
Rafael Chirbes, por ejemplo), pero desde luego es el gran tema de
conversación en torno al género criminal y vuelve, persistente. “Hay
algo flotando en el aire en España que, lamentablemente, nosotros ya
vivimos en Argentina”, avisa Luján, autor entre varios géneros,
ciudadano entre Argentina y España, donde llegó hace 12 años.
Esta realidad va a generar conflictos y nuevos crímenes:
otro tipo de ladrones, otro tipo de asesinos, auge del acoso laboral,
sexual y cualquier forma de abuso que se aproveche del miedo de la gente
cotidiana a perder lo poco que tiene, alerta Salem, que remata: “Aquí
no hay buenos y malos. Buenos no somos ninguno”. “Si, pero tengo muy
claro quién representa el mal” contrarresta Luján antes de meterse en
una discusión sobre la realidad argentina que amenaza con monopolizar lo
que quedaba de charla.
Para rematar, Soto Ivars apunta a lo que viene, nuevas
amenazas, nuevos tipos de mal y habla de la furia y del odio expresado
por la gente en Twitter. “Soy amoral. Quiero a gente que es mala. Huyo
de dar a los malos justificaciones. Me interesa más el mal como
banalización. Si la novela negra ha perdido algo con el teléfono móvil,
ha ganado algo con Internet, con la suma de voluntades a través de las
redes sociales. Hay un odio distinto, propio del siglo XX”.
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