El escritor chileno cuenta cómo se gestó Niños futbolistas sobre la compra y venta de jóvenes jugadores; quería hacer un relato de viajes, pero terminó rastreando la historia de un mercado
Lionel Messi, en una imagen de potrero: todos buscan encontrar un émulo del crack argentino del Barcelona./adncultura.com |
Quería hacer un libro de viajes. La búsqueda de un
niño futbolista, por distintos países de América Latina, con la idea de
comprarlo a bajo precio y venderlo rápido a Europa. La historia de un
negocio y de un mercado y del consumo y del consumismo. La trastienda
del traspaso de menores, de los no-Messi, de los chicos que alguna vez
partieron llenos de ilusiones y no pudieron triunfar. Sería la segunda
parte de una trilogía que he llamado Periodismo cash, cuyo eje consiste
en comprar con dinero en efectivo al protagonista del libro. Un
ejercicio que empecé en la Argentina en 2008, con la publicación de La
vida de una vaca (Planeta/Seix Barral).
Terminó siendo algunas de esas cosas, pero muchas otras nuevas.
Por ejemplo, desde mis primeras visitas a campos de
fútbol en ciudades de la Argentina o Brasil o Colombia o México o Chile,
fui descubriendo que Niños futbolistas era también una historia de
padres e hijos. Más de una vez me vi enfrentado a decir: "Hola, me llamo
Juan Pablo Meneses. Estoy escribiendo un libro sobre la venta de
jugadores jóvenes y por eso quisiera comprarle a su hijo". La mayoría me
daba un precio. Los menos me decían que no estaba a la venta. Por
ahora.
Comprar es más americano que pensar, dijo alguna vez
Andy Warhol, y ahora esa sentencia debe de ser mundial. Hay pocas cosas
más normales hoy que salir de shopping. De todas formas, pensé que
buscar un niño sería más complejo que adquirir una vaca. Desde los
primeros meses que compré a La Negra, una ternera nacida y criada un
campo de La Plata, muchos me criticaron por querer "seguir su vida desde
el destete hasta la parrilla". Hubo amigos y lectores que, sabiendo del
plan, me amenazaban. "¿Cómo puedes comprarte un animal para comerlo?"
Con el caso del chico terminó siendo más fácil. Nadie ponía mayores
reparos. Muchos amigos y conocidos me soltaron una frase similar: "¿En
serio vas a comprar a un niño futbolista? ¿Y no me dejas ser parte del
negocio?"
Al escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán le robé el
epígrafe: "Hay pueblos que nacen para crear futbolistas y otros para
comprarlos". Una sentencia del tamaño de un tuit que resume un todo.
La cantidad de gente que ahora, en estos momentos,
mientras lees aquí, está viendo, comprando, ofreciendo dinero por un
pibe que puede ser crack no tiene dimensión. "Y si sale un Messi." Hay
grandes corporaciones, con base en Europa, cuentas en un paraíso fiscal y
centro de operaciones en la Argentina o en Brasil, dedicadas a la pesca
del nuevo Leo. Pero también hay grupos de amigos, fanáticos del fútbol,
agentes amateurs, que compran chicos como una diversión, como una
apuesta, como una forma de ser parte del negocio: "Y si nos sale un
Messi". Es el capitalismo del milagro, donde el golpe de suerte puede
traer fortuna. Un chico de Rosario transformado en sinónimo de primer
premio de una lotería mundial.
El lugar más exageradamente contrario a esa dinámica
del dinero por la venta de chicos lo encontré aquí, en la Argentina, en
la ciudad cordobesa de Jesús María. Ahí está el Club Social Atlético
Deportivo Ernesto Che Guevara, donde los chicos juegan con camisetas con
la cara del Che, gritan "Hasta la victoria siempre" antes de jugar, y
su presidenta dice que jamás entrarán en el negocio de la venta de
personas. Los niños del club, cuando ven banderas del Che en
manifestaciones o marchas de cualquier parte del mundo, creen que son
hinchas de su club.
***
En el proceso de Niños futbolistas recorrí 74.000
kilómetros, grabé 86 horas de entrevistas, llené 15 libretas, vi 134
partidos de menores en 16 ciudades de 9 países. Comprobé que, por unos
200 dólares, puedes comprarte un niño futbolista que todavía no haya
firmado ningún papel. El problema está ahí: cada vez es más difícil dar
con un futbolista menor de edad que no haya firmado algo.
Hay chicos de seis o siete años tentados por agentes y
mánagers. El Barcelona pone sus factorías en toda América para llevarse
la materia prima más tierna (aquí tiene un convenio con Boca Juniors
para elegir a los mejores chicos). Un equipo de Holanda contrató a un
bebé de 18 meses y su padre firmó el contrato ante las cámaras. Un mes
después de que la FIFA prohibió estos fichajes, el Real Madrid anunció
en conferencia de prensa la contratación de Leo Coria, un argentino de 7
años. Siempre aparece un niño argentino.
Como parte del ejercicio de escritura + consumo que es
Periodismo cash, a medida que buscaba a mi niño fui entrevistándome con
todos los componentes de esta cadena industrial. Ojeadores, dateros,
mánagers, agentes, representantes, entrenadores, padres, hijos, madres y
abuelas.
Guillermo Coppola me dijo que la clave del chico es que
sea encarador. Encarador en la vida, en la cancha y con las mujeres.
Dante Mandriotti, presidente de la famosa Academia Cantolao, de Perú, me
aseguró que si son pobres, tienen más hambre y eso siempre ayuda.
Carlos Alfaro Moreno, un ex seleccionado argentino y que hoy lidera el
proyecto más ambicioso de niños futbolistas de Ecuador, la Academia
Carlos Alfaro Moreno, me aseguró que el secreto está en la disciplina.
Cuando me junté con Alfaro Moreno, en Guayaquil, me
contó de su proyecto más ambicioso: poner una de sus academias de niños
jugadores en Nueva York. Y me invitó a las islas Galápagos, porque ahí
inauguraría su nueva academia de fútbol. Lamentablemente, el viaje a
Galápagos se tuvo que suspender, porque al día siguiente de la
entrevista hubo un intento de golpe de estado contra el presidente
Correa. Y cortaron el espacio aéreo por un par de días.
***
La publicación de Niños futbolistas despertó mucho
interés en España. El tour de entrevistas incluyó radios deportivas,
entrevistas en medios culturales, televisión masiva. En todos los casos
les llamó la atención algo que me parecía obvio: la mayoría de los niños
futbolistas latinoamericanos juegan para salir de la pobreza, para
comprarle una casa a la familia, ponerle una peluquería a la madre,
comprar comida. Todas cosas que me dijeron los chicos a medida que los
iba entrevistando. Sin embargo, hubo dos repercusiones que tuvo el libro
y que hasta hoy me llaman la atención.
Un día me escribió José Diez, entrenador de fútbol de
menores en un club de Madrid, el C.D. Canillas. José me decía que con el
libro había descubierto una realidad que ignoraba, y que había que
hacer algo: un centro de ayuda, una ONG, algo para ir en rescate de
estos muchachos.
Una semana más tarde me escribió Oscar Salvado,
director de Icroms, una empresa de Barcelona dedicada a comercializar
productos digitales del F. C. Barcelona, quien me dijo que con el libro
había descubierto una realidad que ignoraba, y que había que hacer algo:
una oficina de fichajes virtuales, una plataforma para que los niños de
América Latina pagaran en dólares por subir sus videos, algún negocio
que nos hiciera ricos.
Entendí que Niños futbolistas, que yo quería fuera un
libro de viajes, podía ser leído como una fuerte denuncia del actual
sistema de fichaje de menores y, al mismo tiempo, como un manual de los
pasos que se deben seguir para comprar un chico tercermundista y
venderlo a Europa. Como siempre, dan lo mismo tus esfuerzos. Siempre es
el lector quien se encarga de terminar lo que uno escribe.
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