Un género que produce más de mil millones de dólares Un nuevo fenómeno editorial llena buena parte de las librerías del mundo. Es la chick lit, la literatura para chicas, creada en la década de los noventa por Helen Fielding y protagonizada por jóvenes solteras, independientes e irónicas que buscan el amor de su vida en escenarios urbanos. Pero en el nuevo milenio, las temáticas son cada vez más encendidas...
Helen Fielding, es autora de El diario de Brigite Jones llevada al cine./revistaarcadia.com |
De todos es sabido que hoy en día las
mujeres compran y leen más libros que los hombres. Pero hasta el siglo
pasado las mujeres lectoras se habían topado con dos molestos problemas:
la mayor parte de las historias de amor están escritas por hombres y el
concepto tradicional del amor también procede del acervo masculino. En
1929 la astuta Virginia Woolf ya denunció en Una habitación propia
que la mayor parte de la literatura “la han creado los hombres en su
propio provecho”. Con frases como “ella sentía el botón de carne
masculina estremecerse suavemente en su vulva, mientras unos extraños
ritmos se extendían y llenaban todo el vacío abierto de su conciencia” (El amante de Lady Chatterley,
D. H. Lawrence), los hombres explicaban a las mujeres lo que ellas
sentían al hacer el amor. Incluso hoy muchas mujeres aceptan
inconscientemente una noción del mundo que no necesariamente coincide
con la suya. En los últimos años, tras comprobar que la “superwoman” es
un mito absurdo, la mujer del siglo XXI ha optado por reivindicar unas
características y necesidades propias. Ese es precisamente el hueco que
parece cubrir la nueva novela rosa o chick lit, como se llama en Estados
Unidos, donde lleva más de una década de éxito arrollador.
La literatura romántica actual tiene sus antecedentes en la égloga griega recuperada por Boccaccio y en la novela pastoril renacentista, pero su nacimiento como tal fue en la Inglaterra del siglo xviii, con autores como Samuel Richardson, Frances Burney y Jane Austen. Después vendrían las hermanas Brontë y Edith Wharton, pero la novela romántica de hoy tiene un componente erótico explícito que hace pensar también en algunas novelas eróticas victorianas. Sin embargo, la literatura romántica contemporánea siempre ha tenido una connotación de literatura barata y de escasa calidad. Las célebres Barbara Cartland, Rosamunde Pilcher, y Victoria Holt pasarán a la historia como autoras de “noveluchas” o “folletines”, aunque estas veteranas damas rosas empleaban un lenguaje comedido, permitiendo a las lectoras desarrollar con su imaginación las escenas más tórridas. Y lo mismo puede decirse de Corín Tellado, incluida en el Libro Guinness de los Récords como la escritora española más vendida de todos los tiempos. Solo recientemente Nicole Jordan, Barbara Wood, Judith Kranz y la archiconocida Danielle Steel se han atrevido a hacer descripciones más tórridas de los encuentros amorosos de los protagonistas.
La versión ultramoderna de la novela rosa nació hace apenas una década a raíz del éxito descomunal de la autora británica Helen Fielding con su Diario de Bridget Jones y de la serie televisiva estadounidense Sex and the City, protagonizada por tres mujeres jóvenes que viven una agitada vida amorosa en Manhattan. La llamada chick lit es un fenómeno muy reciente, con características propias que la diferencian claramente de sus rancias antecesoras. Para empezar, las protagonistas anteponen su carrera profesional a su “carrera sentimental”, por así decirlo. En segundo lugar, no son unas almas cándidas que en última instancia caigan rendidas en brazos de un seductor, sino mujeres independientes, seguras de sí mismas, bien informadas y elegantes que afrontan el amor con una actitud irónica y descreída, más como un pasatiempo urbano que como una necesidad vital. Liberadas de la presión social que las obligaba a contraer matrimonio, estas mujeres viven solas, tienen trabajos bien remunerados, salen con sus amigas, beben, dicen palabrotas, bromean sobre el sexo y no idealizan a los hombres. Su filosofía de la vida es la que pregonaba Cyndi Lauper en su pegadiza canción “Las chicas solo quieren divertirse”. Cristina Armiñana, editora del sello Cisne, lo explica así: “Las mujeres buscan hombres que aún no existen. Los hombres buscan mujeres que ya no quedan. Y las novelas románticas hacen realidad ambos sueños”.
Pero ese mundo de fantasía se traduce en unas ventas espectaculares. Según la revista estadounidense Business Week, cada cinco segundos alguien compra una novela rosa en algún lugar del mundo. Eso significa que la literatura romántica genera al año un total de 1.200 millones de dólares. En España produce 30 millones de euros anuales, lo que equivale a una cuota del 4% del mercado. Ante esta lucrativa novedad, las grandes editoriales españolas se han arriesgado a crear sus propios sellos especializados. Plaza & Janés ha recuperado el catálogo del veterano sello Arlequín; el grupo Planeta ha creado Esencia, que publica autoras estadounidenses famosas bajo el lema “Déjate seducir”; el grupo Santillana dispone de Manderley, que ofrece una selección de calidad, casi toda desconocida en España; Mondadori tiene el clásico sello Cisne, que ha actualizado sus antiguas cubiertas rosas para adaptarlas a los nuevos tiempos y Urano cuenta con la colección Titania, que publica literatura romántica histórica.
En Estados Unidos está naciendo un subgénero de esta literatura romántica. Los principales sellos rosas publican desde hace pocos meses novelas eróticas para un abanico de mujeres de entre 18 y 60 años. John Scognamiglio, director de la editorial neoyorquina Kensington Books, define escuetamente su contenido: “Hoy ya no es necesaria esa etapa del cortejo dedicada a desarrollar los sentimientos. Si la heroína ve un tipo con quien quiere meterse en la cama, se lanza y punto”. Igual que sucede en la literatura romántica tradicional, la portada de un libro erótico es fundamental. Scognamiglio las define como “elegantes, pero muy sensuales”.
El 70% la literatura romántica se vende en los grandes almacenes, pero internet ha dado lugar a otro subgénero de gran éxito en Estados Unidos, donde varias editoriales publican libros de alto contenido erótico para mujeres, pero solo en formato electrónico. Las lectoras destacan la comodidad y discreción del almacenamiento on-line. La editorial líder del sector, Ellora’s Cave, tiene unos beneficios anuales próximos al millón de dólares. Tanto es así que se ha abierto al mercado hispano traduciendo al castellano algunos de sus títulos como Raptada, Esclavizado, Madam Charlie o Fetiche. Una de las autoras eróticas más vendidas es la holandesa Heleen Van Royen, cuya novela Escape se ha convertido en un best seller mundial. En esta Madame Bovary del siglo XXI, una mujer casada y con dos hijos abandona a su marido, alquila una casa en un país mediterráneo, desconecta el móvil y se dedica al sexo desenfrenado.
Salvo esta excepción y alguna otra, la literatura romántica mundial está en manos de las autoras angloparlantes. Entre las numerosas estadounidenses están Linda Howard, Julie Garwood, Lisa Kleypas, Robin Schone, J. R. Ward y Emma McLaughlin, autora de Diario de una niñera. Entre las británicas destaca Sophie Kinsella, creadora de una serie de libros sobre una compradora compulsiva, y en India ha triunfado Advaita Kala con Almost Single. Entre las autoras de habla hispana empiezan a despuntar la colombiana Ángela Becerra y la argentina Florencia Bonelli, pero la escasez de autoras latinas ha llevado a las grandes editoriales a contactar con periodistas y columnistas de moda como posibles autoras del novedoso género. El último éxito mundial ha sido el de Lauren Weisberger en 2003 con El diablo viste de Prada, cuyo film homónimo protagonizó nada menos que Meryl Streep, memorable como la “diabólica” directora de la revista Vogue. Lo cierto es que hay tanto dinero en juego, que aunque el diablo se vista de Prada, la industria editorial prefiere vestirse de rosa.
La literatura romántica actual tiene sus antecedentes en la égloga griega recuperada por Boccaccio y en la novela pastoril renacentista, pero su nacimiento como tal fue en la Inglaterra del siglo xviii, con autores como Samuel Richardson, Frances Burney y Jane Austen. Después vendrían las hermanas Brontë y Edith Wharton, pero la novela romántica de hoy tiene un componente erótico explícito que hace pensar también en algunas novelas eróticas victorianas. Sin embargo, la literatura romántica contemporánea siempre ha tenido una connotación de literatura barata y de escasa calidad. Las célebres Barbara Cartland, Rosamunde Pilcher, y Victoria Holt pasarán a la historia como autoras de “noveluchas” o “folletines”, aunque estas veteranas damas rosas empleaban un lenguaje comedido, permitiendo a las lectoras desarrollar con su imaginación las escenas más tórridas. Y lo mismo puede decirse de Corín Tellado, incluida en el Libro Guinness de los Récords como la escritora española más vendida de todos los tiempos. Solo recientemente Nicole Jordan, Barbara Wood, Judith Kranz y la archiconocida Danielle Steel se han atrevido a hacer descripciones más tórridas de los encuentros amorosos de los protagonistas.
La versión ultramoderna de la novela rosa nació hace apenas una década a raíz del éxito descomunal de la autora británica Helen Fielding con su Diario de Bridget Jones y de la serie televisiva estadounidense Sex and the City, protagonizada por tres mujeres jóvenes que viven una agitada vida amorosa en Manhattan. La llamada chick lit es un fenómeno muy reciente, con características propias que la diferencian claramente de sus rancias antecesoras. Para empezar, las protagonistas anteponen su carrera profesional a su “carrera sentimental”, por así decirlo. En segundo lugar, no son unas almas cándidas que en última instancia caigan rendidas en brazos de un seductor, sino mujeres independientes, seguras de sí mismas, bien informadas y elegantes que afrontan el amor con una actitud irónica y descreída, más como un pasatiempo urbano que como una necesidad vital. Liberadas de la presión social que las obligaba a contraer matrimonio, estas mujeres viven solas, tienen trabajos bien remunerados, salen con sus amigas, beben, dicen palabrotas, bromean sobre el sexo y no idealizan a los hombres. Su filosofía de la vida es la que pregonaba Cyndi Lauper en su pegadiza canción “Las chicas solo quieren divertirse”. Cristina Armiñana, editora del sello Cisne, lo explica así: “Las mujeres buscan hombres que aún no existen. Los hombres buscan mujeres que ya no quedan. Y las novelas románticas hacen realidad ambos sueños”.
Pero ese mundo de fantasía se traduce en unas ventas espectaculares. Según la revista estadounidense Business Week, cada cinco segundos alguien compra una novela rosa en algún lugar del mundo. Eso significa que la literatura romántica genera al año un total de 1.200 millones de dólares. En España produce 30 millones de euros anuales, lo que equivale a una cuota del 4% del mercado. Ante esta lucrativa novedad, las grandes editoriales españolas se han arriesgado a crear sus propios sellos especializados. Plaza & Janés ha recuperado el catálogo del veterano sello Arlequín; el grupo Planeta ha creado Esencia, que publica autoras estadounidenses famosas bajo el lema “Déjate seducir”; el grupo Santillana dispone de Manderley, que ofrece una selección de calidad, casi toda desconocida en España; Mondadori tiene el clásico sello Cisne, que ha actualizado sus antiguas cubiertas rosas para adaptarlas a los nuevos tiempos y Urano cuenta con la colección Titania, que publica literatura romántica histórica.
En Estados Unidos está naciendo un subgénero de esta literatura romántica. Los principales sellos rosas publican desde hace pocos meses novelas eróticas para un abanico de mujeres de entre 18 y 60 años. John Scognamiglio, director de la editorial neoyorquina Kensington Books, define escuetamente su contenido: “Hoy ya no es necesaria esa etapa del cortejo dedicada a desarrollar los sentimientos. Si la heroína ve un tipo con quien quiere meterse en la cama, se lanza y punto”. Igual que sucede en la literatura romántica tradicional, la portada de un libro erótico es fundamental. Scognamiglio las define como “elegantes, pero muy sensuales”.
El 70% la literatura romántica se vende en los grandes almacenes, pero internet ha dado lugar a otro subgénero de gran éxito en Estados Unidos, donde varias editoriales publican libros de alto contenido erótico para mujeres, pero solo en formato electrónico. Las lectoras destacan la comodidad y discreción del almacenamiento on-line. La editorial líder del sector, Ellora’s Cave, tiene unos beneficios anuales próximos al millón de dólares. Tanto es así que se ha abierto al mercado hispano traduciendo al castellano algunos de sus títulos como Raptada, Esclavizado, Madam Charlie o Fetiche. Una de las autoras eróticas más vendidas es la holandesa Heleen Van Royen, cuya novela Escape se ha convertido en un best seller mundial. En esta Madame Bovary del siglo XXI, una mujer casada y con dos hijos abandona a su marido, alquila una casa en un país mediterráneo, desconecta el móvil y se dedica al sexo desenfrenado.
Salvo esta excepción y alguna otra, la literatura romántica mundial está en manos de las autoras angloparlantes. Entre las numerosas estadounidenses están Linda Howard, Julie Garwood, Lisa Kleypas, Robin Schone, J. R. Ward y Emma McLaughlin, autora de Diario de una niñera. Entre las británicas destaca Sophie Kinsella, creadora de una serie de libros sobre una compradora compulsiva, y en India ha triunfado Advaita Kala con Almost Single. Entre las autoras de habla hispana empiezan a despuntar la colombiana Ángela Becerra y la argentina Florencia Bonelli, pero la escasez de autoras latinas ha llevado a las grandes editoriales a contactar con periodistas y columnistas de moda como posibles autoras del novedoso género. El último éxito mundial ha sido el de Lauren Weisberger en 2003 con El diablo viste de Prada, cuyo film homónimo protagonizó nada menos que Meryl Streep, memorable como la “diabólica” directora de la revista Vogue. Lo cierto es que hay tanto dinero en juego, que aunque el diablo se vista de Prada, la industria editorial prefiere vestirse de rosa.
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