8.9.11

Oraliteratura de indígenas en Colombia

Fue necesario que transcurrieran más de cinco centurias para que los escritores indígenas ampliaran su comunicación hacia públicos externos a su entorno geográfico y cultural en lo que hoy se conoce como oraliteratura
Integrantes indígenas del Taller de Oraliteratura en la Biblioteca Nacional, en Bogotá, Colombia. foto.fuente:eltiempo.com

Palabras mayores, palabras vivas

Miguel Rocha Vivas

Fundación Gilberto Alzate Avendaño, Bogotá 2010, pp. 279

El autor de este libro exhibe una experiencia poco usual de formación académica: profesional en estudios de literatura en la Universidad Javeriana, maestría en Antropología e Historia de los Andes obtenida en el Centro Bartolomé de las Casas de Cuzco (Perú), becas del Instituto Caro y Cuervo y del Ministerio de Cultura para investigaciones en literatura. Ha publicado cinco libros, entre ellos una antología multilingüe de literatura indígena mientras continúa con su diálogo intercultural. Miguel Rocha Vives obtuvo en el año 2009 el premio Ciudad de Bogotá con el libro "Palabras mayores, palabras vivas" (Tradiciones mítico- literarias y escritores indígenas en Colombia), que se presentó el año pasado en la Feria del libro ante un público desconocedor del auge que mantienen en años recientes publicaciones de autores indígenas. Este movimiento que tiene sus mejores referencias en México y en los países del cono sur, se hace visible en Colombia a través de autorizadas voces que en la década final del siglo XX han inscrito su nombre en festivales, seminarios, encuentros y concursos literarios.

Fue necesario que transcurrieran más de cinco centurias para que los escritores indígenas ampliaran su comunicación hacia públicos externos a su entorno geográfico y cultural en lo que hoy se conoce como "oraliteratura". La escritura fonética europea -escribe Rocha Vivas- irrumpió en el continente como un acto de dar fé en el proceso de validar los hechos. En consecuencia, se esgrimió como arma para suplantar la veracidad de la expresión oral en una actitud que ilustra la raíz arbitraria de las sociedades modernas. La desconfianza por aquello que se dice se opuso a la hiper dependencia de la escritura.

Las voces particulares fueron silenciadas y la escritura fue utilizada como arma de dominio cultural. Aunque el predominio de la escritura ha sido primordialmente violento, los indígenas de generaciones actuales se han sumado a ella para escribirle a su gente y a su mundo, anota el autor del libro. Freddy Chikangana -yanakuna del Cauca- confiesa que comenzó a escribir como respuesta al silencio y al marginamiento.

Su primera etapa poética está marcada por aquello que él llama escribir "en verbo ajeno" (... que algo digan las palomas/ desde sus ensangrentados nidos,/ yo,/ hijo de tierras ancestrales;/ no tengo nada que decir.../). Los poemas de Hugo Jamioy Jugibioy recurren con frecuencia a la inusitada imagen de escribir con los pies "para que tus pasos nunca sean ciegos". Su palabra lleva resonancias de la voz de sus mayores y evoca los colores de los chumbes de colores que envuelven la cintura de las mujeres camentsá como fajas o serpientes: Durante años/ he caminado buscándome/ ¿cómo voy a encontrarme/ si los lugares / donde escarbé/ están fuera de mi tierra?...

La denominación de oraliteratura - palabra que se escribe al lado de la oralidad, según Chihuait Elicura- parece afirmarse en la región andina desde Chile hasta Colombia en donde las familias se reúnen para cocinar y contar historias en torno al fogón. Relatos como esos son los que pueblan los textos de escritores de la casta wayúu cuyas rancherías ahora están siendo rotuladas por nombres bíblicos de cosecha protestante. Los cuentos cerreros de Esthecilia Simanca Pushaina se expresan en elaborados monólogos interiores, para hablarnos de princesas wayúu sin castillos, de ritos y encierros de pubertad, de arañas que se convierten en doncellas en una dimensión crítica de los sueños ancestrales de su raza. En sus cuentos las sutilezas de choques con alijunas es evidente. En "Daño emergente, lucro cesante", el dueño del burro atropellado por el tren de El Cerrejón proclama sus derechos. El tono es irónico en medio de la atmósfera de muerte. Simanca amplía la visión de Antonio Joaquín López que muestra la transición de la identidad múltiple wayúu en la novela "Los dolores de una raza (Maracaibo, 1956). Herencia que se conjuga en el libro "Encuentros en los senderos de Abya Yala" de Miguel Ángel López (también conocido como Vito Apushana o Malohe) premiado en el 2000 en el Concurso Casa de las Américas de Cuba y que refiere con empeño poético sus encuentros con escritores indígenas de América. En su libro anterior -"Contrabandeo sueños con alijunas", 1992- López revela los elementos misteriosos de su tierra: " la tierra sueña/ con la humedad de tus pasos.../

En la tercera sección de su libro, Rocha obliga al lector a mirar en retrospectiva. Allí menciona las novelas de Eduardo Zalamea Borda ("Cuatro años a borde de mí mismo", 1934,) cuyo escenario es la región semi desértica que Lucy Tejada muestra en sus luminosas pinturas de la década de 1950 ), el relato, "Un asilo en la Goajira", 1879 de Priscila Herrera cuñada de Rafael Núñez, el compilado de etnoliteratura de Alberto Juajibioy ("Relatos ancestrales del folclor camentsá") publicado en 1989 y también las críticas de Jorge Isaacs a la actitud de la Iglesia en su "Estudio de las tribus indígenas del Estado del Magdalena antes provincia de Santa Marta " publicado en 1884.

A todos estos nuevos perfiles literarios se unen cada vez más, otros nombres sonoros: Vicenta María Siosi, Ramón Páez Ipuana, Miguel Ángel Jusayú, Alberto Juajibioy Chindoy, Benjamín Jacanamijoy Berichá. Jose Martí en un ensayo publicado en Nueva York se refiere al potencial creativo de la naturaleza americana cuando habla del "espectáculo sublime" del día en que se sienta con fuerzas y despierte.

Las actuales oraliteraturas indígenas americanas no se escriben para ampliar la imagen etnográfica del mundo -afirma Rocha Vivas-. Todas ellas provienen de palabras mayores que tienen en sus raíces orígenes colectivos particulares de donde surgen las potencialidades interculturales de su comunicación política e ideológica. De esta manera, la acción de renombrarse y reconocerse es, en forma literal, un proceso de descolonización. Y, al mismo tiempo, promueven el significado de la oralidad literaria en el plano del diálogo entre culturas.

En su libro "Danzantes del viento", 2005, Hugo Jamioy descubre la fuerza de las palabras mayores como ejes de creación pues "luego, bonito debes hablar,/ ahora mismo, / bonito debes empezar a hacer", siguiendo tal vez aquello que demandaba W.B. Yeats a los poetas de Irlanda: "manos al oficio,/ cantar lo bello bien construído/ y despreciar aquello que hoy/ producen sin ton ni son".

De todo ello nos hablan y escriben con palabras vivas, indígenas de hoy. Desde sus raíces y sus experiencias más actualizadas.

1 comentario:

mientrasleo dijo...

No conocía esta iniciativa. Me parece muy interesante