29.9.11

Encerrados en el mundo

Inspirados en el fenómeno japonés de los hikikomoris, adolescentes antisociales relacionados con el mundo sólo por Internet, dos escritores estadounidenses, Tao Lin y Ellen Kennedy, narran el vacío y la intrascendencia. Sobre ellos y su obra habla la artista Miranda July
Tao Lin y Ellen Kennedy, narran el vacío y la intrascendencia. Sobre ellos y su obra habla la artista Miranda July. foto.fuente:Revista Ñ

Escribir de forma natural es un truco difícil. Pero es el desafío que parece haber asumido una nueva camada de jóvenes escritores norteamericanos entre los que sobresalen las voces de Tao Lin, Ellen Kennedy y Miranda July. Ellos cultivan un tono a primera vista apático y cool que, en los mejores casos, les ha valido la denominación de "etéreos" o "delicados" y, en los peores, las de "abúlicos" o "inconsistentes". Es cierto, trabajan con la literatura como unidad mínima y escriben desde situaciones y humores que, a primera vista, parecen lugares muertos. Al mismo tiempo, los combinan con registros como el chat, los fragmentos hallados en Internet y los correos electrónicos. Todos soportes de escritura relacionados al encierro y la inacción. Pero es justamente cuando el curso natural de las cosas se detiene que se ilumina una posibilidad radicalmente inesperada, que inventa su propia secuencia narrativa y los límites lógicos de su devenir singular.

Por eso, si fuera legítima la enunciación de ciertas consecuencias de la virtualidad en la forma de mantras, habría uno que ya desde hace un tiempo diría "la soledad en el mundo está creciendo, la soledad en el mundo está creciendo". Unos segundos más tarde y haciendo interferencia, llegaría un eco más alentador, "pero también las formas de la belleza están creciendo alredor suyo...".

Hikikomori

"Mi productividad –se anima a decir él refiriéndose a su escritura– tiene que ver con que no miro televisión, ni juego juegos de video y tengo problemas sociales". Se llama Tao Lin, nació en 1983, creció en Florida, y desde la publicación de sus dos primeras obras de ficción en 2007 (el libro de cuentos Bed y la novela corta Eeee Eee Eeee, editadas por el sello independiente Melville House de New Jersey) se convirtió en la sensación underground de la literatura joven. Tao Lin escribe acerca de estados de ánimo y, al hacerlo, consigue demostrar que sensaciones a primera vista vacuas como la pereza, el aburrimiento o el vacío están en permanente movimiento y son necesarias. Acaba de aparecer en español su último libro, que también es una novela: Richard Yates (Alpha Decay).

"Estoy preparándome para un extenso período de soledad que creo que comenzará muy pronto", anuncia ella en un poema, "así que ya bajé dos nuevas canciones deprimentes de forma ilegal". Se llama Ellen Kennedy, nació en 1989 en Boston y es autora de varios e-books y del poemario Sometimes My Heart Pushes My Ribs (publicado en 2008 por Muumuuu House, el proyecto editorial de Tao Lin). En ese primer libro es posible leer versos enteros de la tónica de este: "Voy a armar cajas y meter cosas adentro, después voy a escribir tu nombre y tu dirección en ellas y las voy a llevar a la oficina de correo para mandártelas, ¿está bien?". En www.elenabella.blogspot.com se pueden seguir, bajo el subtítulo "poéticas de la vida cotidiana", los informes diarios que, siempre acompañados de fotografías, la joven poeta va subiendo a la web.

Confinamiento 2.0

Ellen Kennedy y Tao Lin escribieron juntos un e-book que ellos llaman novela pero de cuya progresión se deduce un largo período de correspondencia virtual. Así que, en todo caso, habría que referirse a ella como novela epistolar. Se trata de noventa y nueve mensajes, cada uno de ellos encabezado a la manera de una carta clásica pero estilísticamente sujetos a la inmediatez de la escritura electrónica: brevedad, coqueteo autobiográfico y fragmentación. A manera de ejemplo, baste citar completo el primero de los mensajes que, escrito de corrido y en minúsculas, dice así: "querido tao, hoy miré el ventilador de techo girar durante seis horas. después hice un agujero en la tele para ver cómo funcionaba. adentro había tres hámsters, caminaban despacio alrededor de una calculadora. ahora me siento más inteligente, ellen".

El libro se llama Hikikomori, que quiere decir "confinamiento". Los "hikikomoris" son, entonces, los confinados y más específicamente, personas que, en Japón y otras partes del mundo, se quedan en sus habitaciones durante semanas, meses. Sólo salen para ir al baño o en medio de la noche para hacer cosas como comprar soja fermentada en almacenes abiertos las veinticuatro horas. En su mayoría, son niños o adolescentes de clase media y alta, que tienen su propia habitación y una buena conexión a Internet. Los padres de los hikikomoris suelen mantener una actitud pasiva frente a esta conducta, que consiste únicamente en alcanzarles comida por debajo de la puerta. Se cree que la remisión de este problema debe ser gradual; entonces, alrededor de los hikikomoris, se construye una serie de figuras sociales como la de las "hermanas alquiladas" que son personas contratadas para convencerlos a salir. Al principio les hablan a través de la puerta cerrada o por teléfono. Con el tiempo, si tienen suerte, logran entrar en las habitaciones y les tocan las manos o los abrazan. Si todo sale bien, los ayudan a reintegrarse al funcionamiento de la sociedad.

Cómo sucedió

Tao Lin entró en conocimiento de la existencia de los hikikomoris a través de un artículo publicado en The New York Times y se familiarizó con el tema a partir de un par de documentales y alguna que otra cosa leída en Wikipedia. El proyecto terminó de tomar forma inspirado en la lectura de una novela del escritor japonés Kobo Abe, publicada en 1973 bajo el título de The Box Man, donde un grupo de personas deciden dejar sus casas para vivir dentro de refrigeradores.

Lin y Kennedy interpretaron ese extraño estilo de vida creado en la ficción de Abe como una forma embrionaria del fenómeno de los hikikomoris. Y fue tras la lectura de aquel libro que empezaron a delinear su propio proyecto. Ninguno de los dos es, estrictamente, un hikikomori aunque sí reconocen compartir con ellos cierta incomodidad con la vida social. En este sentido, los dos confiesan haberse acercado a la literatura durante la adolescencia como una forma de consuelo que compensaba su descontento con el mundo.

Reconocidos lectores de autores como Chuck Palahniuk y Kurt Vonnegut –cuya mención recorre gran parte de este ejercicio escriturario–, Lin y Kennedy construyen una amplia gama de matices en torno de ideas como la soledad y la tristeza. Demuestran así que los sentidos y las posibilidades creativas en torno a los nuevos soportes lejos están, todavía, de agotarse.

La joven etérea

Otro de los proyectos que llamó la atención en los últimos años es el de Miranda July, quien, en repetidas oportunidades, ha sido mencionada como la madrina literaria de Tao Lin. Tiene algunos años más que Lin y Kennedy así como también una vasta producción multifacética que ha servido de referencia para diversos artistas jóvenes contemporáneos. Todo lo que sale de sí es dueño de una levedad purísima, y no es poco: autora de performances y proyectos web, actriz en clubs, videoartista, pintora, cantante, cuentista, guionista de cortos y directora del largometraje Tú y yo y todos los demás.

Al hablar de Tao Lin, Miranda July dice algo que también podría aplicarse a su propia obra: Tao es un autor capaz de descubrir, bajo la superficie de la velocidad y los acontecimientos rimbombantes, las escenas mínimas de lo cotidiano y los sentimientos a primera vista insignificantes que la mayor parte del tiempo rigen nuestras acciones y, de igual modo, algunas veces –como ocurre en el libro Hikikomori– nos impiden actuar.
En España, Seix Barral publicó en 2010 la traducción de Nadie es más de aquí que tú, un volumen de relatos breves de Miranda July. En ese libro, las historias se tejen con los hilos de una realidad a primera vista corriente pero permanentemente dislocada, como en "El equipo de natación", el cuento en el que tras una ruptura amorosa, una joven decide confesar el secreto que podría haber salvado su relación: "Si te hubiera contado esto, tal vez, aún estaríamos juntos", comienza. Lo que sigue es el racconto de cómo, viviendo en un pequeño pueblo de los Estados Unidos, se convirtió en la profesora de natación de un grupo de ancianos. Este retazo ordinario de la vida se tiñe de inmediato de una excepcionalidad genial: no habiendo ninguna pileta en el pueblo, las clases se llevan a cabo en la cocina de la casa de la narradora, en palanganas dispuestas en el piso donde los alumnos aprenden a respirar bajo el agua mientras dan patadas de buceo en el aire.

En los cuentos de Miranda July, todo lo mundano se vuelve trascendente y las personas comunes se convierten en personajes radiantes, que actúan movidos por impulsos secretos. Las experiencias son auténticamente humanas aun cuando por momentos el universo se enrarezca hasta lo inverosímil: cada cual busca las rutas de redención posibles para no estar solo. En diálogo con Ñ, Miranda July deconstruye su universo: "Hacía mucho que venía escribiendo, pero todo era material para ser actuado en obras y películas. Eso me enseñó mucho sobre el diálogo así como también a tener un mejor sentido de la escucha y el ritmo. Pero pasó mucho tiempo antes de que diera con la ficción y creo que fue porque sabía que si fallaba iba a ser devastador. Mis padres son los dos escritores y entonces para mí la escritura era la cosa más sublime que podía llegar a hacer una persona.

En una entrevista, usted cuenta que el libro vino antes de la película pero que esperó hasta el lanzamiento de la película para publicarlo. ¿Cómo se relacionan esos dos proyectos?
Escribí el libro en simultáneo con el guión de Tú y yo y todos los demás, por lo cual se gestaron en los mismos estados de ánimo. Cuando la película estuvo terminada, volví a escribir para terminar la colección de cuentos y descubrí que había evolucionado un poco en relación a las primeras historias en términos de resistencia y energía narrativa. Por eso, las últimas historias que escribí son más largas.

Hay cuentos como "Patio compartido" o "El equipo de natación" donde el límite entre el mundo objetivo y la interioridad es muy lábil. ¿Cómo piensa esa relación?

Las cosas que pensamos son pensamientos reales, entonces pertenecen a la realidad. A mí me interesan las cosas que hacemos y también las que no hacemos y por qué; y eso, inevitablemente, conduce a la vida interior.

¿Qué relación hay entre el libro y el resto de su trabajo?

No tengo diferentes sentimientos para cada medio con el que trabajo. Entonces lo que sucede es que una escultura puede tratarse de lo mismo que un cuento, pero cada cosa toma una forma diferente. Disfruto los distintos tipos de rigor, y cada material se impone, se separa a sí mismo.

¿Cómo fue que se involucró con el arte?
Tenía dieciséis años y escribí una obra de teatro basada en la correspondencia de un preso. Hice un casting con adultos y después lo presenté en un club de punk en Berkeley, que es el pueblo de California en el que crecí. Desde entonces creo que supe que esa era la forma en la que trabajaría el resto de mi vida.

Junto con Harrell Fletcher desarrolló un programa que consta de 70 consignas artísticas que se llama "Aprendiendo a quererte más". ¿Cómo empezó?

Empezó, y todavía es, como una lista de asignaciones, escritas por Harrell y por mí, que cualquiera puede seguir. Por ejemplo: escribir una pelea reciente que tuviste o tomar una fotografía de tus padres besándose. Entre 2000 y 2007 fuimos publicando los resultados de las asignaciones que recibíamos de gente de todo el mundo que seguía el programa en una página web. Ahora ya no lo hacemos, pero es interesante mirar los resultados (learningtoloveyoumore.com). Hay mucha gente que continúa siguiendo las instrucciones del programa y publicando los resultados en sus propios sitios web.

¿De qué forma cree que ser una mujer determina el tratamiento de los personajes y las temáticas en sus historias?

Creo que lo hace en un sentido muy simple: probablemente estoy más interesada en escribir sobre mujeres de lo que están los hombres –algo que solo es completamente radical en el caso de la industria del cine donde todavía se está muy por debajo de los estándares de la igualdad de género. Expresarse requiere de confianza en uno mismo, pero también creo que se trata de un tipo de seguridad que puede manifestarse de muchas maneras distintas. Lo que sucede es que a veces es difícil reconocer la confianza propia en una mujer, por el simple hecho de que viviendo en un mundo eminentemente masculino, es un tipo de confianza que se ve y que suena distinta. Estoy hablando de cosas muy sutiles, difíciles de señalar con claridad, pero cuando trabajo intento ser lo más transparente posible en expresar la forma en que siento porque soy consciente de que mi trabajo puede volverse útil para otra mujer que está buscando correrse de los puntos de referencia masculinos, que son los que mayormente proliferan.

¿Cuáles son las cosas que señalaría al reconocer las influencias que gravitan en su libro?
La artista Harrell Fletcher, The Blow, los escritores Lorrie Moore, Julie Hecht, Dave Eggers, la historietista Lynda Barry, toda la música de Neutral Milk Hotel. Esas son las cosas que estaba "consumiendo" mientras escribía los cuentos –pero creo que lo que más me influenció, por sobre todas estas cosas, fueron las cosas de las que fui testigo directo o aquellas que escuché sin querer, de casualidad, mientras andaba por el mundo.

Entonces, ¿cómo diría que se escribe una historia?
La duda es un buen lugar para empezar, es algo que todos sentimos, pero después, para escribir, hay que levantar la duda como si fuera una piedra y ver qué se esconde abajo, y después hay que levantar lo que sea que hayamos encontrado que se esconde debajo; probablemente ahí: escondiéndose debajo de lo que se esconde está el libro de cada uno.

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