Jorge Luis Borges fue interpretado por el crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot.foto:archivo.fuente:eltiempo.comEnsayo de interpretación (1959) es un ensayo sobre Jorge Luis Borges, que apareció cuando el escritor argentino era un desconocido en Europa
El colombiano Rafael Gutiérrez Girardot fue experto en las claves de la creación borgeana. Al cumplirse 25 años de la muerte del escritor argentino, Ediciones B publica un ensayo con prólogo del catedrático Juan Guillermo Gómez, del cual es el siguiente fragmento.
"Es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges..." (Carta de RGG a Nils Hedberg, 1958).
I Encuentros con Borges:
Hace ya algo más de cincuenta años, Rafael Gutiérrez Girardot culmina, "al fin final", su estudio Jorge Luis Borges: ensayo de interpretación. Las vicisitudes de su elaboración habían sido múltiples. Los esfuerzos intelectuales de esas sobrias páginas demandaron una concentrada y concienzuda lectura y relectura de la obra borgiana, al menos, en sus últimos cinco años. La génesis de este Ensayo de interpretación se remontaba a un compromiso académico que, como becario del Instituto Iberoamericano de Gotemburgo (Suecia), había adquirido como contraprestación, a saber, escribir una monografía sobre el autor argentino a quien sustituía en esa condición académica, provisionalmente, entre 1955-y 1956. La beca (de 700 coronas, "importe que no puede decirse que sea imponente pero que, por otro lado, sirve para el sustento") había sido concedida por recomendación del Sr. D. Ramón Bela y Armada del Instituto de Cultura Hispánica al Profesor Nils Hedberg, director del Instituto sueco.
La estadía en el país escandinavo era un anhelo del joven Gutiérrez Girardot, quien procedía de hacer dos años de estudios en la Universidad de Friburgo (Alemania), entre 1953 y 1955. Allí había tenido la suerte de ser discípulo del filósofo Martin Heidegger, rehabilitado en su cátedra universitaria hacia 1952, y sobre todo de Hugo Friedrich, autor de un estudio clásico sobre Montaigne (1949) y de un libro capital en los estudios literarios La estructura de la lírica contemporánea (1956). La intención de hacer su doctorado sobre Quevedo y el senequismo español, bajo Friedrich se pospuso por el compromiso de escribir el ensayo sobre Borges (sólo hasta 1969, luego de un giro súbito, cambia de tema y escribe su tesis doctoral sobre Antonio Machado). Estos laberintos o rompecabezas intelectuales, lo habían traído de la lejana Colombia, años antes a Madrid. En su patria natal había cursado cuatro años de derecho en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (con notas lejos de sobresalientes) y algunos semestres de filosofía en la Universidad Nacional, bajo la conducción intelectual de Rafael Carrillo.
Gracias a una beca del Instituto de Cultura Hispánica en Bogotá, Gutiérrez Girardot llegó a Madrid en 1950. Este Instituto pretendía estimular, según sus críticos, una intelectualidad que hiciera contrapeso a la "izquierdista" de la Escuela Normal Superior de origen liberal. En la capital española, prosiguió sus estudios de derecho y de sociología jurídica, y paralelamente asistió a seminarios de filosofía con Xavier Zubiri, cuya profundidad y seriedad docente lo impresionó profundamente. Esta experiencia filosófica contribuyó a reorientar su formación y revaluar la importancia que el pensador español más reconocido en el mundo hispánico y Alemania, José Ortega y Gasset, había ejercido en sus primeros escritos. "Hace tiempo el pensamiento de Ortega está superado por Zubiri", escribía ya en enero de 1952 Gutiérrez a Alfonso Reyes. Las críticas subsiguientes, reiteradas a Ortega y Gasset, como el gran "plagiario", el prestidigitador del "arte de la simulación majestuosa", eran el corolario del temprano contacto con Zubiri.
A Ortega y Gasset, como el gran "plagiario", el prestidigitador del "arte de la simulación majestuosa", eran el corolario del temprano contacto con Zubiri. Pero el Madrid de los cincuenta era algo más. El estimulante ambiente intelectual del Colegio guadalupano, comunidad de estudiantes españoles y latinoamericanos, en donde habría de conocer amigos entrañables como Gonzalo Sobejano, José María "Pepe" Valente o José Agustín Goytisolo; el de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, dirigida por el poeta Luis Rosales, en cuyo medio habría de hacer, en realidad, sus primeras armas críticas, como reseñista, articulista, ensayista y traductor; y el de relaciones de discípulo, por ejemplo, con el sociólogo Enrique Gómez Arboleya (se habría de quitar la vida en 1959, hostigado por la mano oscura del Opus Dei que hacia 1958 se convirtieron en los amos del Instituto), contribuyeron a forjar su imagen contrapuesta de una España que quería y no podía o podía y no quería salir de su empecinado atraso histórico-cultural. Su experiencia madrileña se tradujo en una convicción, que expresa en una pieza epistolar de finales de 1959: "...tengo un prejuicio (formado en España) inconmovible: y es el de que los españoles no saben pensar".
Salir de Colombia a España para ir a Alemania y regresar de Alemania a España nuevamente para salir a Suecia era cumplir el destino secreto de toparse con Borges en Gotemburgo, así como se había topado con Alfonso Reyes en Madrid. El ciclo de formación del Wilhem Meister colombiano, encontraría en la lenta y extremadamente consciente ejecución crítica de este ensayo, una etapa definitiva: su primera plenitud intelectual. Ella cerraba el ciclo que se abría con el ensayo "La imagen de América en Alfonso Reyes" y daba lugar a los estudios sobre Nietzsche y Machado, respectivamente. El enfrentarse a Borges era una prueba de fuego -decisiva para el estudioso colombiano- para "hacer el trabajo con minucioso análisis de textos" y sobre todo con la conciencia de que... "es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges, pues te amenaza siempre la idea de que algo que tú dirías sin más sobre alguna persona, visto con los ojos de un tipo como Borges quedará más o menos aniquilado".
l breve volumen Jorge Luis Borges. Ensayo de interpretación, aparecido en la editorial Ínsula de Madrid en 1959 no parece delatar, a primera vista, las demandas implícitas o subterráneas de su ejecución lenta, laberíntica, producto de lecturas y relecturas, de ires y venires de sus temas, sus alcances, su significación final. El volumen, en apariencia modesto, con todo, correspondía exactamente el propósito en marcha del, entre tanto, diplomático de la Embajada de Colombia en Bonn (capital entonces de República Federal Alemana por gracia de la voluntad omnímoda de Konrad Adenauer). La bitácora de esta gestación y final parto crítico se puede seguir, en sus más inusitados detalles, en la correspondencia que durante estos años sostuvo, "gayamente", con Nils Hedberg, el ya mencionado director del Instituto gotemburgés. El elegante y simpático especialista en temas latinoamericanos -especialmente de Martí- sirvió de emisario de los desvelos -y dilaciones- de las 90 páginas sobre el autor de El Aleph. Esta estrecha relación epistolar es testimonio vivo de la construcción de un texto crítico como síntesis, que a la vez es crítica de los procedimientos consagrados por la pesada academia española, que se complace vanidosamente en exaltar el estudio de "...las fuentes como para decir: miren cuánto he leído yo, que sé fácilmente de dónde ha sacado éste [autor] todas sus ideas".
Algunos pasajes entresacados de la extensa y cálida correspondencia entre Gutiérrez Girardot y Hedberg testimonian la consagración -que es respeto y reverencia intelectual- que se tradujo en el ensayo que aquí se publica a propósito del los 25 años de la muerte de Borges. El procedimiento, el propósito, el sueño y el encuentro personal con Borges, es decir, los diversos "encuentros" quedan registrados en los siguientes fragmentos epistolares, de una manera tan peculiar, y por ello tan interesante; tan interesante y por ello mismo significativos de su método de trabajo intelectual. Las cartas testimonian la actividad crítica como "experiencia literaria", en el sentido de que "la crítica literaria es la literatura que tiene por objeto la literatura".
El primer fragmento proviene de la carta del 5.5.58, en que se delata el procedimiento "filológico" (que prueba con textos), luego de años de estudio: "Del plan originario varié muchísimo y entre versión y versión (la primera que hice en Göteborg y la que hice aquí luego) hay una enorme diferencia. Es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges, pues te amenaza siempre la idea de que algo que tú dirías sin más sobre alguna persona, visto con los ojos de un tipo como Borges quedará más o menos aniquilado. Otra maroma fue la de suavizar los flechazos contra Sábato y consortes, de modo que no resultara ocasión de un rechazo de plano del libro por parte de quienes son sus partidarios, perjudicando así la bella colección. Me falta un dato, y te ruego que, si te queda tiempo, pongas a la Karin a que lo busque. Es sencillísimo: Rafael Cansinos-Assens (que se firmaba en los manifiestos dadaístas Rafael Canssinos d'Assens) escribió una novela absurda sobre los vanguardistas españoles, llena de españoladas. Como Cansinos y Borges fundaron en Sevilla la "secta ultraísta" he hecho mención de esa novela y he hecho una cita, pero con tan mala suerte que olvidé tomar el título de la novela. Es muy fácil de encontrar: está en la Sala de España, en un estante abajo, de los que quedan al frente de la oficina de Matica, creo que es el cuarto o quinto a partir de la ventana y el penúltimo a partir del techo de la habitación. Me falta saber sólo el nombre. En la carátula, que es de la ed. Gallega, creo recordar unas caras con cabelleras blancas, muy surrealistas y embrujadas. Es la única novela, la única de este desaforado. Mil gracias".
Un segundo pasaje, procedente de una carta anterior, pone de presente el propósito del estudio: "Mi Borges lo tengo terminado, me ha salido de unas 85 a 90 páginas, quizá, con unas adiciones que quiero hacerle, unas cien. Me falta revisar El Aleph, que tú posees. Y un trabajo de la Nueva Revista Hispánica de Filología, el Homenaje a Amado Alonso, un trabajo de una señorita Barrenechea, en donde hay una bibliografía completa de Borges, y una cita que quiero revisar. Te envío de vuelta el Número, y el de Jorge Luis Borges budista. He decidido no hacer ninguna cita de ninguno de esos trabajos, que no me prestaron utilidad alguna, sino que más bien me sirvieron para moverme a una polémica, que en la revisión del manuscrito consideré inútil y fuera de lugar, sobre todo porque los dos autores son muy conocidos en Uruguay y en algún café de "Sur" de Buenos Aires, pero en Hispanoamérica no dicen nada. Yo quité toda alusión medio polémica a esos trabajos, y dejé solamente muy breves alusiones a Amado Alonso, Jiménez Pastor y Ernesto Sábato, que reúnen entre los tres todos los puntos atacables en el juicio de Borges. Todo eso va en la Introducción, y el resto del trabajo lo dediqué al estudio "sachlich", como dirían estos hunos, de la obra y del estilo, dividiéndolo en motivos (laberinto, espejos, posibilidades) y en análisis estilísticos de trozos representativos (El truco), de poemas (La noche cíclica), un estudio de vocabulario y de la sintaxis de Borges desde El Idioma de los argentinos hasta Otras inquisiciones. Hice un pequeño capitulito en esta primera parte sobre Los Orilleros, que es el guión cinematográfico de Borges, escrito en compañía con Bioy Casares.
Renuncié a hacer un capitulito sobre las fuentes de Borges, porque me parece innecesario y fuera de lugar, ponerse a buscar de dónde ha sacado Borges esta idea y esta otra. En vez de eso, que hasta ya había adelantado bastante, comienzo la segunda parte con un análisis del cuento "Los teólogos", para entrar, digamos, en la parte ideológica y establecer la correspondencia del tema con algunos de sus ensayos. Luego va la reseña y análisis de "La biblioteca de Babilonia" y su correspondencia con el tema de Historia de la eternidad, y así hasta mostrar la idea central que se repite, de diversa manera, en casi todos los trabajos de Borges. Y en esto desemboco en la parte que me ha tenido cavilando, escribiendo, reescribiendo: la cosa de la repetición, es decir, su irónica interpretación de la teoría del tiempo cíclico. Me ha hecho cavilar, porque me pareció muy especulativo y atrevido afirmar que esta interpretación de Borges es la que da unidad a todo su estilo y a toda su obra. En cada libro se repiten los temas y los motivos y en toda su obra igualmente. Hay repetición consciente de procedimientos estilísticos, de palabras muy propias de Borges, etcétera. Aquí hice un paréntesis del tema de la ironía en Borges, que, de acuerdo con la ironía en Nietzsche (la fuente más segura, pues Borges lo cita y hasta se burla de él) consiste en una especie de negación.
En Borges esta negación es "refutación del tiempo", como aparece en su narración "Funes el memorioso", en su refutación de la teoría cíclica del tiempo, en su ensayo "Refutación del tiempo". Esta parte no me deja muy satisfecho, pues yo he querido demostrar esta idea con la certeza de los textos, valiéndome de los procedimientos estilísticos, que aclaran los pensamientos de Borges, y valiéndome de los pensamientos, que aclaran los procedimientos estilísticos, en "círculo vicioso" y en reciprocidad. Para rematar esto quisiera revisar "Los Teólogos", que está en El Aleph, y que tú posees. Yo me doy mucho cuidado en este Borges, porque será el primer estudio con pretensiones que se hace, sin especulaciones absurdas sobre los budismos y demás, sin elogio desmedido, y procuro hacerlo con toda la mesura".
Un tercer pasaje muestra el impacto en el inconsciente, en el proceso de edición con Ínsula de Madrid, tras los disgustos, contrariedades, agrieras producidas por la censura española, y su "hispánica" resignación: "Que el libro salga con las modificaciones ordenadas por el clero celoso y la heroica mentalidad ortegiana", 5.10.59. El pasaje "psicoanalítico" reza: "Por lo demás, he soñado alguna noche en Gotemburgo, especialmente en el Borges.
El cuarto fragmento epistolar, "naturalmente", trata del encuentro personal que sostuvieron Borges y su crítico colombiano, cuando éste ya había "superado" la exégesis borgiana y se enfrentaba a nueva tareas como un ensayo de largo aliento sobre Pedro Henríquez Ureña -con título "Teoría y práctica de la crítica literaria" y temario anunciado, y que no llegó a escribir- años después el 10 de octubre de 1964: "Borges me ha conmovido enormemente. Nunca le hablé de lo que he escrito sobre él, que es bastante. No sé si sabrá quién soy yo, un ciego como él, que vive encerrado en la mitología escandinava, en sus laberintos, en un mundo fantástico, que para él es real, no conoce a la gente, me parece, no es de éste universo nuestro. Su órgano de comunicación con la realidad es o su madre o en este momento su secretaria, y él reacciona de acuerdo con la persona que lo acompaña, es decir, si su madre es altiva, él sigue ese camino, si su secretaria es más de mundo y generosa, él es entonces así. Su situación personal te la pinto con el soneto magnífico sobre Spinoza que te adjunto y que me dictó en una ocasión en Berlín".
No sólo de lecturas y replanteamiento de temas borgianos, empero, vivía el intelectual colombiano. Como diplomático había tenido que sortear toda suerte de eventos oficiales y extra-oficiales que le causaban un estado de ánimo inestable. El "pan diario" de cada día debía ganárselo en un ambiente anti-aleccionador, vale decir, entre colegas del servicio diplomático que le causaban, desde el embajador de turno hasta los consejeros de toda pelambre, una constante incertidumbre. La enojosa obligación oficial de atender las tareas consulares, se podría de calificar de entre los menores inconvenientes de un oficio del que escribió luego de casi una década de funcionario: "Me arrepiento de haber entrado en esta vacaloca, en la que no tengo porvenir ninguno". Las cartas a Hedberg son, también, a este respecto un testimonio vivo de su tarea y notas de una sociología de los intelectuales en "nuestra América". Pero son más reveladores los informes de los embajadores sobre este "diplomata" y filósofo que rechinaba o se acomodaba en sus funciones.
La tornasolada adjetivación de los jefes de misión sobre el funcionario "subalterno" Gutiérrez Girardot es sintomática de una inestabilidad inherente a estos cargos. Es decir que responden al capricho del "caciquismo hispánico" (Joaquín Costa). Mientras uno de los embajadores anota despectivo: "Carece Gutiérrez: (de) orden y cumplimiento"; el siguiente no ahorra elogios: "Buen ánimo para el trabajo", "domina el alemán" y está vinculado con la "crema universitaria" alemana "donde es muy estimado y oído". Estos denuestos o elogios son simples apreciaciones que resumen un estado de "Locombia": su irracional sistema burocrático y su errática política internacional.
"Es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges..." (Carta de RGG a Nils Hedberg, 1958).
I Encuentros con Borges:
Hace ya algo más de cincuenta años, Rafael Gutiérrez Girardot culmina, "al fin final", su estudio Jorge Luis Borges: ensayo de interpretación. Las vicisitudes de su elaboración habían sido múltiples. Los esfuerzos intelectuales de esas sobrias páginas demandaron una concentrada y concienzuda lectura y relectura de la obra borgiana, al menos, en sus últimos cinco años. La génesis de este Ensayo de interpretación se remontaba a un compromiso académico que, como becario del Instituto Iberoamericano de Gotemburgo (Suecia), había adquirido como contraprestación, a saber, escribir una monografía sobre el autor argentino a quien sustituía en esa condición académica, provisionalmente, entre 1955-y 1956. La beca (de 700 coronas, "importe que no puede decirse que sea imponente pero que, por otro lado, sirve para el sustento") había sido concedida por recomendación del Sr. D. Ramón Bela y Armada del Instituto de Cultura Hispánica al Profesor Nils Hedberg, director del Instituto sueco.
La estadía en el país escandinavo era un anhelo del joven Gutiérrez Girardot, quien procedía de hacer dos años de estudios en la Universidad de Friburgo (Alemania), entre 1953 y 1955. Allí había tenido la suerte de ser discípulo del filósofo Martin Heidegger, rehabilitado en su cátedra universitaria hacia 1952, y sobre todo de Hugo Friedrich, autor de un estudio clásico sobre Montaigne (1949) y de un libro capital en los estudios literarios La estructura de la lírica contemporánea (1956). La intención de hacer su doctorado sobre Quevedo y el senequismo español, bajo Friedrich se pospuso por el compromiso de escribir el ensayo sobre Borges (sólo hasta 1969, luego de un giro súbito, cambia de tema y escribe su tesis doctoral sobre Antonio Machado). Estos laberintos o rompecabezas intelectuales, lo habían traído de la lejana Colombia, años antes a Madrid. En su patria natal había cursado cuatro años de derecho en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (con notas lejos de sobresalientes) y algunos semestres de filosofía en la Universidad Nacional, bajo la conducción intelectual de Rafael Carrillo.
Gracias a una beca del Instituto de Cultura Hispánica en Bogotá, Gutiérrez Girardot llegó a Madrid en 1950. Este Instituto pretendía estimular, según sus críticos, una intelectualidad que hiciera contrapeso a la "izquierdista" de la Escuela Normal Superior de origen liberal. En la capital española, prosiguió sus estudios de derecho y de sociología jurídica, y paralelamente asistió a seminarios de filosofía con Xavier Zubiri, cuya profundidad y seriedad docente lo impresionó profundamente. Esta experiencia filosófica contribuyó a reorientar su formación y revaluar la importancia que el pensador español más reconocido en el mundo hispánico y Alemania, José Ortega y Gasset, había ejercido en sus primeros escritos. "Hace tiempo el pensamiento de Ortega está superado por Zubiri", escribía ya en enero de 1952 Gutiérrez a Alfonso Reyes. Las críticas subsiguientes, reiteradas a Ortega y Gasset, como el gran "plagiario", el prestidigitador del "arte de la simulación majestuosa", eran el corolario del temprano contacto con Zubiri.
A Ortega y Gasset, como el gran "plagiario", el prestidigitador del "arte de la simulación majestuosa", eran el corolario del temprano contacto con Zubiri. Pero el Madrid de los cincuenta era algo más. El estimulante ambiente intelectual del Colegio guadalupano, comunidad de estudiantes españoles y latinoamericanos, en donde habría de conocer amigos entrañables como Gonzalo Sobejano, José María "Pepe" Valente o José Agustín Goytisolo; el de la revista Cuadernos Hispanoamericanos, dirigida por el poeta Luis Rosales, en cuyo medio habría de hacer, en realidad, sus primeras armas críticas, como reseñista, articulista, ensayista y traductor; y el de relaciones de discípulo, por ejemplo, con el sociólogo Enrique Gómez Arboleya (se habría de quitar la vida en 1959, hostigado por la mano oscura del Opus Dei que hacia 1958 se convirtieron en los amos del Instituto), contribuyeron a forjar su imagen contrapuesta de una España que quería y no podía o podía y no quería salir de su empecinado atraso histórico-cultural. Su experiencia madrileña se tradujo en una convicción, que expresa en una pieza epistolar de finales de 1959: "...tengo un prejuicio (formado en España) inconmovible: y es el de que los españoles no saben pensar".
Salir de Colombia a España para ir a Alemania y regresar de Alemania a España nuevamente para salir a Suecia era cumplir el destino secreto de toparse con Borges en Gotemburgo, así como se había topado con Alfonso Reyes en Madrid. El ciclo de formación del Wilhem Meister colombiano, encontraría en la lenta y extremadamente consciente ejecución crítica de este ensayo, una etapa definitiva: su primera plenitud intelectual. Ella cerraba el ciclo que se abría con el ensayo "La imagen de América en Alfonso Reyes" y daba lugar a los estudios sobre Nietzsche y Machado, respectivamente. El enfrentarse a Borges era una prueba de fuego -decisiva para el estudioso colombiano- para "hacer el trabajo con minucioso análisis de textos" y sobre todo con la conciencia de que... "es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges, pues te amenaza siempre la idea de que algo que tú dirías sin más sobre alguna persona, visto con los ojos de un tipo como Borges quedará más o menos aniquilado".
l breve volumen Jorge Luis Borges. Ensayo de interpretación, aparecido en la editorial Ínsula de Madrid en 1959 no parece delatar, a primera vista, las demandas implícitas o subterráneas de su ejecución lenta, laberíntica, producto de lecturas y relecturas, de ires y venires de sus temas, sus alcances, su significación final. El volumen, en apariencia modesto, con todo, correspondía exactamente el propósito en marcha del, entre tanto, diplomático de la Embajada de Colombia en Bonn (capital entonces de República Federal Alemana por gracia de la voluntad omnímoda de Konrad Adenauer). La bitácora de esta gestación y final parto crítico se puede seguir, en sus más inusitados detalles, en la correspondencia que durante estos años sostuvo, "gayamente", con Nils Hedberg, el ya mencionado director del Instituto gotemburgés. El elegante y simpático especialista en temas latinoamericanos -especialmente de Martí- sirvió de emisario de los desvelos -y dilaciones- de las 90 páginas sobre el autor de El Aleph. Esta estrecha relación epistolar es testimonio vivo de la construcción de un texto crítico como síntesis, que a la vez es crítica de los procedimientos consagrados por la pesada academia española, que se complace vanidosamente en exaltar el estudio de "...las fuentes como para decir: miren cuánto he leído yo, que sé fácilmente de dónde ha sacado éste [autor] todas sus ideas".
Algunos pasajes entresacados de la extensa y cálida correspondencia entre Gutiérrez Girardot y Hedberg testimonian la consagración -que es respeto y reverencia intelectual- que se tradujo en el ensayo que aquí se publica a propósito del los 25 años de la muerte de Borges. El procedimiento, el propósito, el sueño y el encuentro personal con Borges, es decir, los diversos "encuentros" quedan registrados en los siguientes fragmentos epistolares, de una manera tan peculiar, y por ello tan interesante; tan interesante y por ello mismo significativos de su método de trabajo intelectual. Las cartas testimonian la actividad crítica como "experiencia literaria", en el sentido de que "la crítica literaria es la literatura que tiene por objeto la literatura".
El primer fragmento proviene de la carta del 5.5.58, en que se delata el procedimiento "filológico" (que prueba con textos), luego de años de estudio: "Del plan originario varié muchísimo y entre versión y versión (la primera que hice en Göteborg y la que hice aquí luego) hay una enorme diferencia. Es terrible escribir un trabajo sobre un irónico como Borges, pues te amenaza siempre la idea de que algo que tú dirías sin más sobre alguna persona, visto con los ojos de un tipo como Borges quedará más o menos aniquilado. Otra maroma fue la de suavizar los flechazos contra Sábato y consortes, de modo que no resultara ocasión de un rechazo de plano del libro por parte de quienes son sus partidarios, perjudicando así la bella colección. Me falta un dato, y te ruego que, si te queda tiempo, pongas a la Karin a que lo busque. Es sencillísimo: Rafael Cansinos-Assens (que se firmaba en los manifiestos dadaístas Rafael Canssinos d'Assens) escribió una novela absurda sobre los vanguardistas españoles, llena de españoladas. Como Cansinos y Borges fundaron en Sevilla la "secta ultraísta" he hecho mención de esa novela y he hecho una cita, pero con tan mala suerte que olvidé tomar el título de la novela. Es muy fácil de encontrar: está en la Sala de España, en un estante abajo, de los que quedan al frente de la oficina de Matica, creo que es el cuarto o quinto a partir de la ventana y el penúltimo a partir del techo de la habitación. Me falta saber sólo el nombre. En la carátula, que es de la ed. Gallega, creo recordar unas caras con cabelleras blancas, muy surrealistas y embrujadas. Es la única novela, la única de este desaforado. Mil gracias".
Un segundo pasaje, procedente de una carta anterior, pone de presente el propósito del estudio: "Mi Borges lo tengo terminado, me ha salido de unas 85 a 90 páginas, quizá, con unas adiciones que quiero hacerle, unas cien. Me falta revisar El Aleph, que tú posees. Y un trabajo de la Nueva Revista Hispánica de Filología, el Homenaje a Amado Alonso, un trabajo de una señorita Barrenechea, en donde hay una bibliografía completa de Borges, y una cita que quiero revisar. Te envío de vuelta el Número, y el de Jorge Luis Borges budista. He decidido no hacer ninguna cita de ninguno de esos trabajos, que no me prestaron utilidad alguna, sino que más bien me sirvieron para moverme a una polémica, que en la revisión del manuscrito consideré inútil y fuera de lugar, sobre todo porque los dos autores son muy conocidos en Uruguay y en algún café de "Sur" de Buenos Aires, pero en Hispanoamérica no dicen nada. Yo quité toda alusión medio polémica a esos trabajos, y dejé solamente muy breves alusiones a Amado Alonso, Jiménez Pastor y Ernesto Sábato, que reúnen entre los tres todos los puntos atacables en el juicio de Borges. Todo eso va en la Introducción, y el resto del trabajo lo dediqué al estudio "sachlich", como dirían estos hunos, de la obra y del estilo, dividiéndolo en motivos (laberinto, espejos, posibilidades) y en análisis estilísticos de trozos representativos (El truco), de poemas (La noche cíclica), un estudio de vocabulario y de la sintaxis de Borges desde El Idioma de los argentinos hasta Otras inquisiciones. Hice un pequeño capitulito en esta primera parte sobre Los Orilleros, que es el guión cinematográfico de Borges, escrito en compañía con Bioy Casares.
Renuncié a hacer un capitulito sobre las fuentes de Borges, porque me parece innecesario y fuera de lugar, ponerse a buscar de dónde ha sacado Borges esta idea y esta otra. En vez de eso, que hasta ya había adelantado bastante, comienzo la segunda parte con un análisis del cuento "Los teólogos", para entrar, digamos, en la parte ideológica y establecer la correspondencia del tema con algunos de sus ensayos. Luego va la reseña y análisis de "La biblioteca de Babilonia" y su correspondencia con el tema de Historia de la eternidad, y así hasta mostrar la idea central que se repite, de diversa manera, en casi todos los trabajos de Borges. Y en esto desemboco en la parte que me ha tenido cavilando, escribiendo, reescribiendo: la cosa de la repetición, es decir, su irónica interpretación de la teoría del tiempo cíclico. Me ha hecho cavilar, porque me pareció muy especulativo y atrevido afirmar que esta interpretación de Borges es la que da unidad a todo su estilo y a toda su obra. En cada libro se repiten los temas y los motivos y en toda su obra igualmente. Hay repetición consciente de procedimientos estilísticos, de palabras muy propias de Borges, etcétera. Aquí hice un paréntesis del tema de la ironía en Borges, que, de acuerdo con la ironía en Nietzsche (la fuente más segura, pues Borges lo cita y hasta se burla de él) consiste en una especie de negación.
En Borges esta negación es "refutación del tiempo", como aparece en su narración "Funes el memorioso", en su refutación de la teoría cíclica del tiempo, en su ensayo "Refutación del tiempo". Esta parte no me deja muy satisfecho, pues yo he querido demostrar esta idea con la certeza de los textos, valiéndome de los procedimientos estilísticos, que aclaran los pensamientos de Borges, y valiéndome de los pensamientos, que aclaran los procedimientos estilísticos, en "círculo vicioso" y en reciprocidad. Para rematar esto quisiera revisar "Los Teólogos", que está en El Aleph, y que tú posees. Yo me doy mucho cuidado en este Borges, porque será el primer estudio con pretensiones que se hace, sin especulaciones absurdas sobre los budismos y demás, sin elogio desmedido, y procuro hacerlo con toda la mesura".
Un tercer pasaje muestra el impacto en el inconsciente, en el proceso de edición con Ínsula de Madrid, tras los disgustos, contrariedades, agrieras producidas por la censura española, y su "hispánica" resignación: "Que el libro salga con las modificaciones ordenadas por el clero celoso y la heroica mentalidad ortegiana", 5.10.59. El pasaje "psicoanalítico" reza: "Por lo demás, he soñado alguna noche en Gotemburgo, especialmente en el Borges.
El cuarto fragmento epistolar, "naturalmente", trata del encuentro personal que sostuvieron Borges y su crítico colombiano, cuando éste ya había "superado" la exégesis borgiana y se enfrentaba a nueva tareas como un ensayo de largo aliento sobre Pedro Henríquez Ureña -con título "Teoría y práctica de la crítica literaria" y temario anunciado, y que no llegó a escribir- años después el 10 de octubre de 1964: "Borges me ha conmovido enormemente. Nunca le hablé de lo que he escrito sobre él, que es bastante. No sé si sabrá quién soy yo, un ciego como él, que vive encerrado en la mitología escandinava, en sus laberintos, en un mundo fantástico, que para él es real, no conoce a la gente, me parece, no es de éste universo nuestro. Su órgano de comunicación con la realidad es o su madre o en este momento su secretaria, y él reacciona de acuerdo con la persona que lo acompaña, es decir, si su madre es altiva, él sigue ese camino, si su secretaria es más de mundo y generosa, él es entonces así. Su situación personal te la pinto con el soneto magnífico sobre Spinoza que te adjunto y que me dictó en una ocasión en Berlín".
No sólo de lecturas y replanteamiento de temas borgianos, empero, vivía el intelectual colombiano. Como diplomático había tenido que sortear toda suerte de eventos oficiales y extra-oficiales que le causaban un estado de ánimo inestable. El "pan diario" de cada día debía ganárselo en un ambiente anti-aleccionador, vale decir, entre colegas del servicio diplomático que le causaban, desde el embajador de turno hasta los consejeros de toda pelambre, una constante incertidumbre. La enojosa obligación oficial de atender las tareas consulares, se podría de calificar de entre los menores inconvenientes de un oficio del que escribió luego de casi una década de funcionario: "Me arrepiento de haber entrado en esta vacaloca, en la que no tengo porvenir ninguno". Las cartas a Hedberg son, también, a este respecto un testimonio vivo de su tarea y notas de una sociología de los intelectuales en "nuestra América". Pero son más reveladores los informes de los embajadores sobre este "diplomata" y filósofo que rechinaba o se acomodaba en sus funciones.
La tornasolada adjetivación de los jefes de misión sobre el funcionario "subalterno" Gutiérrez Girardot es sintomática de una inestabilidad inherente a estos cargos. Es decir que responden al capricho del "caciquismo hispánico" (Joaquín Costa). Mientras uno de los embajadores anota despectivo: "Carece Gutiérrez: (de) orden y cumplimiento"; el siguiente no ahorra elogios: "Buen ánimo para el trabajo", "domina el alemán" y está vinculado con la "crema universitaria" alemana "donde es muy estimado y oído". Estos denuestos o elogios son simples apreciaciones que resumen un estado de "Locombia": su irracional sistema burocrático y su errática política internacional.
1 comentario:
Por si alguien se queda con la duda: la novela de Cansinos Assens, cuyo título no recuerda Gutiérrez Girardot, es El movimiento V.P., Madrid, Mundo Latino, 1921, recientemente reeditada en edición de papel y digital por Arca Ediciones.
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