Hustvedt: La idea largamente sostenida de la separación entre cuerpo y mente aún está entre nosotros. Solemos pensar en la psicología como algo separado de la fisiología. Sin embargo, pensar, recordar y fantasear son procesos fisiológicos, y la neurociencia está develando lo que los científicos llaman los "correlatos neuronales" entre ambos.
Mientras el debate sobre el soma y la psiquis continúa, mi pregunta sobre escribir ficción es la siguiente: ¿por qué contar una historia y no otra? En teoría, una escritora puede contar cualquier historia, pero no lo hace. Y sabe cuándo una historia "está bien" o "está mal". ¿De dónde salen estas historias? ¿De dónde su valorización? Aunque no hay trabajo de ficción sin conciencia de sí y sin lenguaje, los orígenes de la ficción son inconscientes. La ficción comienza en la música del cuerpo, que es prerreflexiva, emocional y de sensaciones motrices. Escribir se hace imposible sin ritmo, sin tono ni sentimiento. Estos hondos ritmos afectivos se establecen muy temprano en la vida por medio de nuestra relación sin palabras con los otros, para luego evolucionar a una forma lingüística, pero esa realidad subyacente, fuera del lenguaje, no desaparece. La raíz de las historias es no lingüística, corpórea, emocional.
Valenzuela: Yo también sospecho de las dicotomías del mundo occidental. Para eso estamos, escritoras y escritores, para sortear la brecha entre mente y cuerpo. Por mi parte, lo que me conmueve y me mueve es el lenguaje, lo que la palabra dice y lo que calla. El cuerpo como cuerpo textual, la sustancia gozante según los psicólogos. Lo percibo cuando al estar escribiendo surge una frase feliz, un vocablo doble faz que me lleva a un sitio inesperado de la narración.
De ahí a tu muy buena pregunta: ¿dónde se originan las historias? Alguna vez dijiste que "escribir ficción es como recordar algo que nunca ocurrió". Certera forma de acercamiento al misterio de la creatividad. Comprendo que tu punto de partida sean las emociones y los sentimientos, pero no es el mío. O lo es, pero de forma subliminal. Mi trampolín es, a veces, cierta pregunta precisa. Casi siempre es una frase que surge de la nada, o unas palabras escuchadas al azar. Cuando esta frágil base me resuena, siento que puedo empezar a tirar de la cuerda y, con suerte, una historia completa habrá de desarrollarse. Mi primera novela la escribí viendo imágenes. En cambio, ahora sólo oigo voces.
Siendo el lenguaje la morada del ser, a decir de Heidegger, me fascina explorar sus más profundos vericuetos, sus sótanos oscuros. Por lo cual las historias que elijo contar -o me eligen a mí para ser contadas- parecerían venir de ninguna parte, de la nada. Pero en esa nada, en esa ninguna parte, parecerían haber tomado ya su forma bien precisa. ¿Será lo preverbal que se hace verbo? Pienso en Rudiger Safranski cuando dice: "En el interior del arte hay un rumor misterioso que amenaza al arte mismo. El misterio procede de la imaginación, que es una creación de la nada". A lo que Clarice Lispector podría agregar: "De esa nada extraigo sangre".
Hustvedt: Estoy de acuerdo con que la experiencia de escritura podría percibirse como si viniera de la nada. Hay libros que parecen haberse escrito solos. Blake alguna vez sintió que le estaban dictando. Pero si una toma la psicología en serio, y yo lo hago, entonces es imposible concluir con nada. El lenguaje está allí antes de nuestra llegada; está fuera de nosotros. Lacan dijo que nacemos dentro de él aunque más no sea por obra y gracia del nombre propio. Una vez adquirido, el lenguaje también está dentro de nosotros y las palabras son capaces de cruzar las fronteras del cuerpo.
Sin embargo, las habilidades lingüísticas pueden verse gravemente alteradas por daños cerebrales que dan por resultado las diversas pérdidas en las afasias. Hay pacientes con daño cerebral que no pueden leer, pero sí escribir. Algunos pacientes con epilepsia en el lóbulo temporal sienten una compulsión por escribir continuamente, y tanto pacientes psicóticos como maníacos pueden exhibir una deslumbrante creatividad verbal.
Un texto puede empezar con una palabra o frase, pero para mí también puede empezar con una imagen mental. Mi marido dice que para él un libro empieza con una cadencia o un tono, sin palabras. Albert Einstein decía que su trabajo no provenía de signos, que era visual, muscular, emocional. Sólo más tarde lo traducía a signos. El misterio es cómo una historia o un texto toman forma en esa nada.
La facultad de la imaginación no puede ser separada de la memoria. Y la memoria consciente no es un depósito fijo en la mente, sino una realidad móvil. Los neurocientíficos han llegado a comprender que la emoción consolida la memoria, y yo estoy convencida de que tiene un papel crucial en mi pregunta anterior: ¿por qué una historia y no otra? ¿Por qué razón esta historia en particular te está esperando? Creo que es porque está ligada a tu propia historia, que incluye los libros que has leído, la gente que has conocido, aquello que recuerdas y lo que no recuerdas, y tu necesidad de contarle la historia a un tercero. No hay un lenguaje privado. Todo "yo" debe tener un "tú".
Valenzuela: Claro, incluir al otro y al omnipresente Otro lacaniano, esa agua en la que nadamos todos. Yo también tomo en serio la psicología: soy de Buenos Aires, capital mundial del psicoanálisis, y por supuesto entiendo que el lenguaje nos espera a nuestra llegada, ¿pero desde dónde? En "La instancia de la letra en el inconsciente", Lacan habla del abismo abierto al pensamiento, gracias al cual el pensamiento puede hacerse oír. La nada a la que me refiero está preñada de sentido, y he allí la dicha que se siente al sumergirse en el lenguaje: la esperanza de derivar sentido de este caos. Es el misterio que menciona la Cábala, o "lo irreductible" de Freud. "El hombre es hablado por el lenguaje", según Heidegger. Siento que al escribir ficción avanzamos a ciegas tratando de alcanzar el borde de lo inefable.
Vos nos proponés varias y ricas vías para tratar de alcanzar esa comprensión. Tu trabajo con neurocientíficos es fascinante. Pero los científicos, que merecen todo mi respeto, buscan respuestas. Los artistas se solazan en las preguntas.
Son fascinantes también las distintas maneras en que la gente de letras aborda la ficción. Cortázar, por ejemplo, dijo que cuando percibía el comienzo de un cuento debía correr a la máquina y escribir "como quien se saca de encima una alimaña".
Por otra parte, el tema de la memoria refiere quizás a la noción de conciencia. ¿La conciencia está en el cableado del cerebro, como afirma, entre otros, Antonio Damasio, o es algo intersubjetivo que nos atraviesa, como sostienen Matthieu Ricard y el budismo tibetano? Dios está en la mente, quizá, ¿pero dónde está la mente? O el alma. Yo creo que el alma está en el cuerpo.
Hustvedt: Desconozco el secreto de la conciencia, pero sé que la mía está corporizada. Para Merleau-Ponty el mundo nos llega a través del lugar que ocupa nuestro cuerpo. Yo me conecto con el mundo a través de mi cuerpo. La personalidad, o el ser, es más que nuestra conciencia y que las historias que nos inventamos en memorias autobiográficas o de ficción. Es también algo hecho de memorias inconscientes y de percepciones. Está hecha de gestos y movimientos y sentimientos relacionados con el mundo. El poeta estadounidense George Oppen dijo cierta vez: "Un poema no está hecho de palabras". Es esta precisa paradoja la que estoy tratando de elucidar. Los seres humanos somos los únicos animales que cuentan historias, los únicos que se recuerdan como personajes del pasado y se imaginan como habitantes del futuro. Percibimos el tiempo de una manera especial. Pero la escritura de ficción emerge de aquello que no sabemos, suspensiones del ser que llamaste lo inefable.
El diálogo entre Hustvedt y Valenzuela fue coordinado por Silvia Hopenhayn y se realizó en el auditorio de la Fundación OSDE, Leandro N. Alem 1067, 2° subsuelo, el jueves a las 18.son apartes previos.
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