La literatura y las ciencias sociales fueron durante muchos años el fuerte de esta editorial. Tenía, además, sellos especializados en ensayo, filosofía y poesía. foto.fuente:semana.comLa editorial colombiana de mayor prestigio dejará de publicar libros que no sean juveniles o de texto. Una decisión que abre interrogantes sobre lo que le espera a esta industria en el país
No es cualquier editorial. La lista de autores que han publicado con el sello de Norma incluye a quienes han marcado la literatura colombiana en los últimos cincuenta años: Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis, Evelio Rosero, Tomás González, William Ospina, Piedad Bonnett y Héctor Abad, entre muchos otros. Detrás de sus libros estuvieron editores de prestigio como Moisés Melo, Ana Roda, Margarita Valencia y María del Rosario Aguilar. En su legado también figuran colecciones que marcaron un hito en el mundo editorial, como Cara y Cruz, Poesía y Vitral. Entre sus logros también se puede contar su incursión, con fuerza, en mercados muy competidos como los de México, España y Argentina.
Muchos consideran que la editorial llegó a tomar esa medida como consecuencia de su expansión de la década pasada, que se caracterizó también por los jugosos anticipos que les pagaron a unos pocos autores. Consideran que todo eso la hizo perder su norte, al punto que cuando intentó rectificar, ya fue tarde. Y mientras esto ocurría, sus competidores optaron por apuntar a nichos específicos con modelos de negocios más sostenibles.
Ante esta situación, Norma decidió irse a la fija a un negocio que, como señala la revista Arcadia en su edición más reciente, reporta el 20 por ciento del total de las ventas de la organización Carvajal frente al 3 por ciento de las líneas que no van más.
Pero más allá de los casos particulares, una decisión de esa trascendencia pone sobre el tapete la pregunta de si la fuerza de las cifras llevará a otras editoriales a tomar el mismo camino. El sector editorial en Colombia no muestra síntomas de alarma. Es cierto que en el país se lee menos que en otros, pese a que en este campo han mejorado las cifras: se pasó de 1,6 libros leídos por cada colombiano por año en 2001 a 2 en 2008, cuando se hizo el último estudio. También es un hecho que el estímulo de la lectura es prioridad de este gobierno, que quiere repetir lo hecho por Brasil, país que en cuatro años pasó de 2,5 a 5 libros leídos al año por habitante. Además, las ventas, según las otras editoriales, no han presentado declive. Al contrario, aseguran que han crecido.
Por supuesto, el sector afronta retos. "El alfabetismo en Colombia es relativamente nuevo. Ahora mucha más gente sabe leer y escribir, pero estamos en situación contradictoria: ampliamos la gente que sabe hacerlo, cosa que en el primer mundo se hizo hace 150 años, y por ahí estamos ganando lectores, pero por otro lado los estamos perdiendo por la televisión e internet", comenta Jorge Orlando Melo, exdirector de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
El comportamiento de la publicación de libros en Colombia también es llamativo, pues su crecimiento se mantiene entre el 5 y el 10 por ciento anual, y el último año salieron 12.000 títulos. Eso sí, la cantidad de ejemplares por edición ha disminuido y no siempre hay lectores para tanta oferta.
Para Manuel Sarmiento, de la Cámara Colombiana del Libro, la decisión de Norma no da para encender las alarmas. "Especializarse en nichos es la tendencia mundial. En sus cifras esa empresa tiene razón y quiere potenciar algo en lo que ya es muy fuerte. Le queda una parte muy importante del negocio. Deja una franja del mercado que inmediatamente va a ser llenada por otros competidores. Pero la demanda va a seguir".
Aun así, Sarmiento tiene claro que pronto vendrá un sacudón. Asegura que la llegada de formatos nuevos como los e-books va a demandar que las empresas ajusten sus modelos de negocio. "Es muy probable que haya alianzas, que algunos cambien sus líneas, pero en general el sector se va a reacomodar. Va a trabajar por especialidades. Los nuevos formatos dan oportunidades de negocio, pero exigen que las empresas se ajusten".
Y es que los cambios que se asoman están en la misma línea de los que ya han revolucionado el sector en otros países sin que haya disminuido la venta de libros. Incluso ha aumentado, como en Inglaterra, donde creció el 42 por ciento en los últimos diez años, mientras que la de títulos de ficción subió el 44 por ciento entre 2008 y 2009. La lectura no disminuye y la venta de libros, digitales o físicos, tampoco. Simplemente cambian las reglas.
Estas tienen nombre propio: Amazon. Este gigante, al irrumpir, llevó a la quiebra a muchas librerías, entre ellas la norteamericana Border's. Los grandes de este negocio han perdido terreno mientras se han fortalecido las librerías pequeñas, las de barrio y las especializadas, junto a las que venden libros usados.
Estos cambios de las distribuidoras también ocurren en las editoriales grandes, que han tenido que reinventarse para sobrevivir. Un indicador son los anticipos, el dinero que las editoriales le entregan al autor al firmar el contrato, que hoy son un privilegio reservado a autores cuya trayectoria garantiza el éxito comercial. La "clase media", los autores que no son ni nuevos ni consagrados, tiende a desaparecer de los catálogos de estas editoriales y a trasladarse a las pequeñas, que ofrecen un trato personalizado. Varios escritores consultados coinciden en que las editoriales pequeñas entienden mejor las nuevas reglas del mercado, sobre todo a la hora de promocionar sus libros. Y quienes todavía no cuentan con credenciales suficientes optan por autoeditarse, camino cada vez más fácil de recorrer gracias a Amazon, a las redes sociales y a los e-books.
Aquí hay un cambio de paradigma, porque hoy cualquier autor puede asumir muchas de las tareas que antes solo podían desempeñar las editoriales. Cualquiera puede darse a conocer y promocionar sus trabajos en Twitter y Facebook. Y si es talentoso, el público responderá y comprará sus libros en Amazon. Es más: ya existen plataformas como unbound.co.uk, en las que los lectores que conocen la obra de un autor aportan el dinero para que este pueda publicar y luego compran su obra en reconocimiento a su trabajo. Muchos, incluso, han optado por poner a disposición de los lectores su trabajo en la red para que estos se dejen cautivar y luego compren el libro. Los autores, como en su momento ya les ocurrió a los músicos, cada vez están más cerca del día en el que la venta de sus libros ya no será su principal fuente de ingresos.
Por todo esto, las editoriales grandes tienen razones para estar alerta. Los lectores no se van a acabar, pero sí va a transformarse la forma de llegarles a ellos. Los cambios se pueden acelerar y pueden ser más severos de lo que se calcula. La semana pasada, Amazon anunció un servicio, similar al de Netflix, que permite acceder a una cantidad ilimitada de libros con pagar una suma mensual. Colombia todavía está lejos de eso, pero el futuro puede llegar más pronto de lo planeado y puede sorprender a muchos mal parados.
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