15.9.11

Librerías de Medellín luchan porque sus páginas se lean

Las librerías de la ciudad se debaten entre la crisis económica y la tradición
Navarro heredó la Librería América de su padre, quien estuvo al frente durante 40 años. foto:Daniel Bustamante. fuente:eltiempo.com

"Aquí vino un joven buscando un libro pequeño llamado Historia del siglo 20, me dijo que lo estaba buscando hace dos años, y yo le respondí: sí lo tenemos y lleva aquí 10 años", cuenta Francisco Fernando Navarro, administrador de la Líbrería América, un tradicional contenedor de joyas literarias que lleva 67 años en el Centro.

Como América, en Medellín existen 30 librerías, algunas son sus contemporáneas, otras tienen menos de 10 años, y quizá solo una nació hace seis meses en la ciudad.

El anterior listado podría indicar que el negocio se niega a desaparecer a pesar de la crisis económica, pero la única razón que tienen los libreros para justificar su resistencia no tiene un valor monetario sino sentimental: "el amor por los libros".

Y aunque Navarro, reconoce que a veces el sentimiento no alcanza, explica que un negocio que posee un inventario tan grande no es tan fácil de acabar.

De 50 obras que vendía en un día, hace 10 años, hoy solo vende 35: "uno aguanta por guapo, o por caprichoso, esperando haber sí de pronto las cosas mejoran", asegura.

Para Luis Alberto Arango, uno de los fundadores de Palinuro, denominada como una 'librería de viejos', pretender hacer dinero con las páginas, es como querer ser comerciantes y no libreros.

Arango recuerda que en los años 60, y gracias a movimientos sociales que surgieron en el mundo, o en el área local como el Nadaísmo, las librerías tuvieron una época dorada donde además de lectores, había ofertas culturales.

Agrega que ahora las personas prefieren comprar un carro, un caballo o un terreno, que adquirir una historia.

Palinuro nació hace ocho años gracias a una obsesión de cuatro amigos por poseer textos viejos de carátulas originales, páginas amarillas y olor a guardado, para brindarle al público un espacio de tertulias constantes.

"Hemos tenido tres años terribles, además Medellín no es una ciudad de lectores. Nosotros tenemos unos clientes fijos como profesores, estudiantes o investigadores, y lo que obtenemos de ellos, lo volvemos a invertir en libros", cuenta.

Entre las problemáticas que atacan el mercado, algunos libreros de la ciudad mencionan: la expansión de las editoriales, el costo de los libros comparado con otras ciudades, el auge de las nuevas tecnologías, la piratería y el bajo nivel de lectura que, aseguran, tiene la cultura paisa.

Sin embargo, todavía existen osados como José Aníbal Laverde, que ante la mirada incrédula de aquellos que no le auguraron un buen futuro, hace seis meses desempolvó y vistió de estantes a Librópolis, un espacio para todos los relatos, formulas y tratados.
"Yo trabajé en la Líbrería Continental y en la Nacional, y descubrí que los libros eran mi mundo", dice.

Contrario a lo que opinan otros colegas, Laverde considera que parte de la crisis se debe a la desaparición de los buenos libreros, y afirma que hoy existen muchos vendedores, pero muy pocos cautivadores. "Las librerías las hacen los clientes", concluye.

Para la memoria de las generaciones

Grandes librerías como La Continental, con 50 años de historia: Omega, Aguirre, Universal, Atenas y Pluma de Oro, entre otras, se esfumaron de Medellín dejando en la memoria de quienes las visitaron y leyeron una profunda nostalgia por espacios donde, además de pasar páginas, se podía disfrutar de tertulias sobre las obras o sobre temas de la vida misma.

Hoy librerías como la Científica, una de las más sólidas, continúan luchando.

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