¿Cuántos talleres de escritura se imparten en España? Nadie lo sabe a ciencia cierta. El número se ha disparado en los últimos años. Hay cientos; miles, quizás. ¿Hay suficientes lectores para tanto escritor?
Escuela de Escritura de Barcelona / Facebook./zoomnews.es |
Lo publicó Julio Cortázar hace más de medio siglo –forma parte de Historias de cronopios y de famas (1962)– pero
ha cobrado un nuevo sentido con la explosión digital: "Como los
escribas continuarán, los pocos lectores que en el mundo había van a
cambiar de oficio y se pondrán también de escribas".
Cada año, miles de alumnos acuden a los talleres de escritura que se imparten en docenas de instituciones, desde centros especializados hasta bibliotecas públicas.
Su duración es, también, muy variada, los hay de unas pocas sesiones y
de varios años. Para muchos escritores, esta docencia supone un alivio
en unos momentos de ventas escasas y dificultades económicas. Pero, ¿y
para los alumnos?
¿Se puede aprender a escribir?
"¿Se puede aprender a escribir?", es una de las preguntas que más se
repiten cuando se habla sobre los talleres de escritura. La otra es "¿se
puede enseñar a escribir?". Son cosas distintas. La segunda es, a mi
juicio, la pregunta clave.
En un artículo para la biblioteca virtual Miguel de Cervantes, Rafael González, filólogo y profesor del taller de escritura creativa de la Universidad de Alicante, plantea una fórmula matemática que intenta reflejar la esencia de la Literatura y, en especial, de la ficción: Literatura = Talento + Técnica literaria. Afortunadamente, nos dice, la cosa no es tan sencilla.
El escritor, crítico y teórico de la literatura George Steiner
–premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2001–
sostiene que solo hay tres campos creativos en los que la precocidad no
es una rareza: el ajedrez, la música y las matemáticas.
En cualquiera de esas tres áreas, el número de genios precoces es muy
superior porcentualmente al de la literatura. Salvo honrosas
excepciones, continúa Rafael González, la mayor parte de las
grandes novelas son fruto de la madurez creativa.
Volviendo a nuestra pregunta inicial, basta con echar un vistazo a
los programas de los principales talleres para concluir que ofrecen, en
esencia, las claves técnicas de la escritura, desde la estructura de un
relato eficaz –cuento, novela o guión– a consejos específicos para los
distintos aspectos de la narración –construcción de personajes,
diálogos, etc–.
Lo del talento es harina de otro costal. ¿Se puede enseñar el talento?
Uno de los padres de la publicidad moderna, Bill Bernbach, aseguró –con su legendaria capacidad de síntesis– que él no podía enseñar el talento, él enseñaba publicidad.
Sin embargo, partiendo de la premisa de Steiner sobre la precocidad,
se puede concluir que el talento, al menos en literatura, madura y, por
lo tanto, evoluciona. Por eso, los responsables de los talleres
literarios creen que se puede potenciar. ¿Cómo? No hay fórmulas mágicas.
Constancia. Es una cuestión de leer mucho –y de una forma crítica– y
escribir, escribir y reescribir. Ya saben, "el genio es un uno por
ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de sudor", que
aseguró Thomas Alva Edison.
Notas de un fenómeno no tan reciente
Uno de los primeros talleres literarios modernos de los que tenemos
noticia –hay quien se remonta a las tertulias de la Ilustración– se
impartió en la Universidad de Iowa en la primavera de 1897. Pronto hará
117 años. De ahí que hablar de la 'moda de los talleres literarios'
suene un tanto extraño.
En 1936 se creó en aquella misma universidad su famoso Taller de Escritores tal y como hoy lo entendemos. Fíjense: no habla de escritura sino de escritores. Directo y prometedor. Muy americano.
En su presentación, el Taller afirma que "si se puede 'aprender' a
tocar el violín o pintar, se puede 'aprender' a escribir, aunque no haya
ningún proceso de formación que asegure que uno lo vaya a hacer bien".
Entre sus antiguos alumnos destacan algunos de los nombres fundamentales de la narrativa contemporánea norteamericana, como Phillip Roth, Kurt Vonnegut, John Cheever, Raymond Carver –que no llegó a graduarse– y Flannery O’Connor.
No está mal. Suman más de una docena de Pulitzer y National Book Award,
los dos premios literarios más importantes de los Estados Unidos.
Paul Auster ha impartido clases en otro de esos
centros impagables –en el sentido metafórico, realmente cuestan una
morterada de dólares–, el de la Universidad de Princeton.
El modelo se exportó a Hispanoamérica a mediados del siglo XX. En
Argentina y Chile se realizaron los más prestigiosos. Y de allí nos
llegó a España. Cuentan que fue el escritor chileno José Donoso
quien montó el primero –de una forma casera, si se quiera– en su
residencia de Sitges, en la costa barcelonesa, en la década de 1970.
Aquel pueblo era un refugio de escritores; Ana María Matute, por ejemplo, vivió allí varios años.
Poco después –hacia 1980– abrió su taller una escritora argentina, Clara Obligado. Aún continúa en activo.
Hay que esperar a 1985 para que aparezca uno de los grandes, el taller Fuentetaja, en Madrid. Dispone de una editorial especializada en manuales para escritores.
Fuentetaja evita usar la palabra "escuela" porque crearía excesivas
expectativas. "Convertirse en 'escritor' o 'escritora', es otro asunto"
–advierten sus responsables–. "Una aspiración legítima, desde luego,
pero cuya concreción en ningún caso dependerá mas que en una pequeña
parte, de haber participado durante varios años en un taller o máster de
escritura".
El Ateneo Barcelonés, en cambio, sí utilizó esa palabra para bautizar a su Escuela de escritura,
la mayor de nuestro país y segunda de Europa. Su claustro está formado
por más de cien profesores. Y en su presentación no elude el
concepto que, en España, parece maldito: escritor profesional.
"La escuela está dirigida a aquellas personas amantes de la lengua y
de la literatura que quieran convertir su pasión en un oficio, ya sea
como escritor o como profesional del mundo editorial", asegura en su
declaración de principios.
En ese mismo sentido se orienta la Escuela de escritores, con cursos presenciales en Madrid, Burgos y Zaragoza. Prácticamente todos los centros ofrecen enseñanza online.
¿Y en la universidad?
Pese a la oferta de talleres de escritura en varias universidades
españolas y la inclusión de asignaturas sobre esta materia en distintas
Facultades, la creación de un grado universitario en escritura creativa
parece lejano.
La parte académica no ofrece problemas aparentes. Hay materia de sobra. De hecho, algunas escuelas y universidades ofrecen másteres
de varios años de duración. El problema reside en la falta de
tradición, por un lado, y en las dificultades de la evaluación por otro.
¿Qué criterio se usa para premiar un trabajo con sobresaliente? ¿Y para
suspenderlo? Nadie quiere cargar con el mochuelo de haber cateado a un
genio.
El interés –curioso en un país en el que los índices de lectura son
bajos– por convertirse en escritor y publicar va al alza. En los
próximos años habrá que estar atento a qué universidad toma la
iniciativa. Hay mucho dinero en juego.
Dinero y literatura. Curiosa pareja. Lo reflexiono mientras tomo un cafelito.
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