15.12.14

La simetría de los opuestos

 FIL Guadalajara. Anécdotas, cartas, proyectos de novelas y diálogos de Luisa Valenzuela con Cortázar y Fuentes son el eje de Entrecruzamientos, un ensayo que bucea en la relación entre ambos escritores 
Referentes del boom. Pese a que Cortázar era 14 años mayor que Fuentes ambos parecían compartir una contemporaneidad, señala Valenzuela./ revista Ñ

Entrecruzamientos, el nuevo libro de Luisa Valenzuela presentado el sábado en la FIL de Guadalajara, tiene la virtud de construir un trabajo con voz propia sobre los textos y las voces de dos grandes escritores: Julio Cortázar y Carlos Fuentes. Como si se tratara de una de esas mantas que se van formando con la unión de distintas piezas tejidas, la autora elige a estos autores medulares de la literatura latinoamericana para hacerlos dialogar, coincidir o discrepar en ausencia. También, y en eso radica tal vez la fuerza de este libro, se interna en ese espacio personal donde se agitan las obsesiones y pulsiones del proceso de escritura de cada uno de ellos. ¿Qué los mueve a escribir? ¿Qué los hermana y qué los distancia? ¿Cómo era la comunión que establecieron con su trabajo?
Anécdotas, vivencias, cartas, proyectos de novelas y diálogos de Valenzuela con Cortázar y Fuentes, con quienes tuvo una relación personal, se van sucediendo con fluidez y dan cuenta de la forma en que ambos escritores, el argentino y el mexicano, dialogaban sobre la obra literaria. El autor mexicano fue justamente el impulsor –junto con Gabriel García Márquez– de la Cátedra Julio Cortázar en la Universidad de Guadalajara.
Cortázar nació en 1914 y murió en 1984. Fuentes nació en 1928 y falleció en 2012. Pese a que el primero era 14 años mayor, ambos parecían compartir una contemporaneidad que, según señala Valenzuela, obedece a que Cortázar era muy apegado al mundo de lo lúdico y las cosas de la infancia mientras que Fuentes tuvo un alma adulta desde chico, como lo demuestra La región más transparente , la novela que escribió con apenas 29 años.
“En ambos titiló el deseo, compulsión o necesidad de decirlo todo. Cortázar lo intentó en la imperecedera Rayuela , Fuentes se largó de cabeza al ruedo con su primera novela, esa obra magna de memorable título: La región más transparente ”, señala Valenzuela.
El análisis detallado de sus cuentos y novelas, el grano fino de esas escrituras, se completan con tramos de vida de los que Valenzuela fue testigo, en París o en México. La autora de Cola de lagartija , Hay que sonreír y El gato eficaz , entre otras obras, también da cuenta de las novelas póstumas de ambos escritores.
Sobre Cortázar escribe: “Tu sueño lo he recordado en múltiples oportunidades. Me lo contaste una fría tarde de diciembre en Nueva York, acordate Julio, en 1983. Querías tomarte un sabático para escribir una novela, y si bien no tenías idea del tema, estabas seguro de que la novela palpitaba en tu conciencia esperando que la despertaras, porque en sueños el editor te entregaba el libro y lo encontrabas perfecto, lo mejor que habías escrito, y no te asombraba en absoluto que en lugar de letras estuviera configurado por figuras geométricas”.
La relación con Fuentes y su obra, más cercana en el tiempo, también revela el vínculo que el mexicano siempre mantuvo con Buenos Aires. “El 1° de mayo de 2012, apenas dos semanas antes de su sorpresivo fallecimiento, lo tuvimos en Buenos Aires dando un vital discurso ante una enorme y conmovida audiencia en la Feria del Libro. Fue como si hubiese venido sin saberlo a despedirse de esta ciudad que él tanto amaba habiendo pasado aquí su adolescencia. Siempre dijo que en Buenos Aires se hizo escritor y aprendió a merodear las calles y a codearse con la gente. Habló también de su nuevo libro que acababa de terminar: Federico en su balcón . ‘Nietzsche aparece resucitado en un balcón a las cinco de la mañana y yo inicio con él una larga conversación’”.
Curiosamente, Valenzuela conoció a Cortázar en México y a Fuentes en París. “¿Qué importancia pueden tener las precisiones geográficas cuando el primero nació en Bruselas y el segundo en Panamá y sin embargo encarnaron el espíritu de la Argentina y de México, respectivamente, países que les corrían por la sangre no sólo gracias al origen familiar, sino también a causa de una pasión a la que supieron serle fiel a lo largo de sus vidas, residieran donde residiesen?”, se pregunta.
Valenzuela planeó este libro a partir del pedido de una editora de Alfaguara. Tenía para componerlo muchos recuerdos, algunas cartas que conservaba, y la lectura recurrente de sus obras.
La escritora que se declara “amiga de romper las estatuas de bronce” y “amante de las relecturas que nos revelan cosas inimaginadas”, muestra en esta obra las capas y napas de significados de ambos escritores. “Los dos buscan algo más allá de la muerte. Fuentes desde lo profundamente mexicano y Cortázar desde esa distancia un poco risueña que tenemos los argentinos”, escribe.
A partir del recorrido que propone, vemos cómo la obra de cada uno de ellos responde a una distinta música de fondo y a una latitud diferente. Sin embargo, mientras Cortázar “excava en busca del secreto escondido”, Fuentes apila estrato sobre estrato para “tratar de acceder a la inalcanzable altura”. Es en estas contradicciones donde empieza un juego entre lugares aparentemente opuestos para revelar impensadas semejanzas y simetrías. El resultado es una obra que arroja una mirada inteligente sobre la vida de dos grandes escritores.

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