20.12.14

Argentina condena a secuestradores de grandes artistas desaparecidos

La justicia sentencia a prisión perpetua a los cuatro verdugos del historietista Héctor Oesterheld, el escritor Haroldo Conti y el cineasta Raymundo Gleyzer
Haroldo Conti, autor argentino desaparecido por la sangrienta dictadura argentina de 1976-1983./elpais.com

Héctor Oesterheld, creador de El Eternauta, desaparecido por la sangrienta dictadura argentina.

Raymundo Gleyzer, documentalista, gestor de redes alternativas de expresión popular,  desaparecido por la sangrienta dictadura argentina.


Los familiares de tres de los numerosos artistas desaparecidos en la última dictadura militar de Argentina (1976-1983) consiguieron este jueves algo de reparación. Un tribunal de Buenos Aires condenó a cadena perpetua a los cuatro represores que secuestraron y torturaron a uno de los historietistas más reconocidos de la historia argentina, Héctor Oesterheld, al escritor Haroldo Conti, al documentalista Raymundo Gleyzer y a otras 200 víctimas del centro clandestino de detención El Vesubio, que estaba situado en la periferia de la capital. Los cuatro sentenciados son el excarcelero Néstor Cendón y los exmilitares Gustavo Cacivio, Jorge Crespi y Federico Minicucci, aunque estos últimos dos permanecerán bajo arresto domiciliario por ser mayores de 70 años y estar enfermos.

Se presume que el porteño Oesterheld, creador de los cómics ‘El Eternauta’, ‘Mort Cinder', ‘Sherlock Time’, ‘Ernie Pike’ y ‘Sargento Kirk’, fue asesinado en 1978 a los 58 años, después de que el régimen de Jorge Videla lo detuviera en forma ilegal en 1977. Ante el golpe militar de 1976, Oesterheld y sus cuatro hijas habían comenzaron a militar en la guerrilla peronista de izquierda Montoneros. Él llegó a ser su jefe de prensa. En la década del 60, cuando ya era un historietista cuarentón y reconocido dentro y fuera de su país, había comenzado a escribir tiras con compromiso político. De aquel tiempo se recuerdan una sobre el Che Guevara y otra sobre Eva Perón, que fue censurada por la dictadura que rigió en Argentina entre 1966 y 1973. En 1974 llegó a publicar en ‘Noticias’, el periódico de los Montoneros, que por entonces estaban enfrentados al Gobierno de Isabel Perón (1974-1976), sostenida por el peronismo de derecha, y eran perseguidos por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A).

Oesterheld, sus hijas, yernos y nietos fueron desaparecidos por la última dictadura que asoló este país. El historietista pasó por El Vesubio, que en forma irónica era apodado Sheraton por los propios prisioneros. En su honor se festeja en Argentina el día del historietista los 4 de septiembre, porque en esa fecha de 1957 él fundó la revista ‘Hora Cero Semanal’ con el estreno de ‘El Eternauta’, tira que dibujada Francisco Solano López. Con el tiempo, el personaje extraterrestre Eternauta comenzó a convertirse en un caudillo que venía a liberar al pueblo de la opresión. Por eso y por la militancia política de su autor, los peronistas kirchneristas crearon en los años 2000 la imagen del Néstornauta, que es el rostro del expresidente Néstor Kirchner (2003-2007) dentro de la escafandra del Eternauta. En paredones de las calles de Buenos Aires o en Internet se ve la figura del Néstornauta como parte de la iconografía kirchnerista.


Oesterheld creó El Eternauta y Conti fue premiado por Vargas Llosa y García Márquez

Conti y Gleyzer, en cambio, habían militado en el marxista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), brazo político del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en aquellos años de Guerra Fría, dictaduras y rebeliones en toda Latinoamérica. Conti, autor de novelas como ‘Sudeste’, ‘Alrededor de la jaula’, ‘En vida’ y ‘Mascaró, el cazador americano’, había militado de joven en la derecha nacionalista, pero con los años descubrió otras expresiones políticas para defender los intereses populares. ‘En vida’, de 1971, recibió en España el premio Barral, cuyo jurado estaba integrado por Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, entre otros. Oriundo de la pequeña ciudad pampeana de Chacabuco (191 kilómetros al oeste de Buenos Aires), dedicó algunos cuentos a ella, como ‘Las doce a Bragado’, pero vivió en la capital argentina desde que se marchó a estudiar la carrera de filosofía. Fue en Buenos Aires donde la dictadura lo secuestró en 1976, a los 50 años.

Gleyzer desapareció a los 34 años, también en 1976. En 1964 había grabado su primer documental, ‘La tierra quema’, sobre los campesinos de Brasil. Después trabajó cinco años para canales de televisión de Argentina. En 1970 convenció al entonces candidato presidencial mexicano Luis Echeverría , que gobernaría su país desde aquel año hasta 1976, de grabar con él un documental sobre la “revolución hecha institución”, pero Gleyzer lo sorprendió con una película de denuncia titulada ‘México, la revolución congelada’, que fue prohibida en aquel país y en Argentina. Dejó entonces de militar en el burocrático Partido Comunista y comenzó a hacerlo en el PRT, donde creó el colectivo Cine de la Base. En tiempos de dictadura en Argentina, Gleyzer filmó en la clandestinidad los documentales ‘Swift 1971’, sobre el secuestro y la liberación del cónsul británico en Rosario y a la vez representante de la industria cárnica Swift, y ‘Ni olvido ni perdón: 1972, la masacre de Trelew’, que fue considerada el primer acto de terrorismo de Estado de la historia reciente de Argentina. En 1973 grabó ‘Los traidores’, la historia de un sindicalista que acababa defendiendo los intereses de la patronal, en lo que constituyó un mensaje implícito contra el entonces secretario general de la peronista Confederación General del Trabajo (CGT), Ignacio Rucci, asesinado ese año por Montoneros. Desde entonces Gleyzer fue perseguido por la Triple A. Con los militares en el poder, el cineasta desapareció. Pero su legado, como el de Oesterheld y Conti, está más vivo que nunca en estos años, sobre todo después de que Kirchner volviera a impulsar los juicios contra los criminales de la dictadura.

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