La supresión del acento en solo cuando puede sustituirse por solamente, recomendada por la Academia en su Ortografía, ha generado una intensa polémica en el mundo literario. Recogemos veinte opiniones de autores, editores y académicos
«El empleo tradicional de la tilde en el adverbio solo no cumple el requisito fundamental que justifica el uso de la tilde diacrítica,
que es el de oponer palabras tónicas a palabras átonas. Por eso, a
partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en esta forma incluso en
casos de ambigüedad. La recomendación general es, pues, la de no tildar nunca estas palabras». Esa fue la norma aprobada por las veintidós Academias de la Lengua Española en 2010 en Guadalajara (México), reflejada en la «Ortografía de la Lengua Española» publicada ese mismo año.
Pero, pese al revuelo generado entre autores y académicos
(las discusiones en los plenos a este respecto fueron acaloradas), es
una postura que la RAE lleva manteniendo desde mediados del siglo
pasado. Fue el académico Julio Casares el que en 1952 se dio cuenta de que acentuar solo (cuando podía sustituirse por solamente) era una inconsistencia que iba en contra de la tilde diacrítica. Como explica Salvador Gutiérrez,
coordinador de la «Ortografía de la Lengua Española», «en 1959 la
Academia, para evitar rupturas, lo deja al arbitrio, pero desde ese año
hasta la actualidad la RAE no pone la tilde en solo en todas sus publicaciones, aunque sigue dejándolo opcional».
De hecho, según reconoce el doctor en Filología Hispánica,
la postura inicial de la «Ortografía» en 2010 era quitar esa
opcionalidad de acentuar o no el solo, pero finalmente no se aprobó en
el pleno de la Academia. «La tilde en solo y otros demostrativos
constituye una excepción a otra excepción: la tilde diacrítica
opone siempre una palabra tónica a una palabra átona; pero la tilde en
solo no opone, porque las dos son tónicas. Por eso, para hacer ajustes
de coherencia teórica, para tratar de evitar la inconsistencia, se quita. Pero la Academia permite acentuarlo “por costumbre”».
Es decir, acentuar el solo por regla es imposible, porque habría que hacer una excepción de otra excepción. «¡No han leído la "Ortografía"! Lo han tomado como si fuera la Guerra de la Santa Cruzada.
Hay conciencia de que se les está prohibiendo poner la tilde, y no es
así. Es una decisión de todas las Academias de la lengua española»,
justifica Gutiérrez. ¿Y en casos de ambigüedad?
El académico pone dos claros ejemplos:«Comprar un piso primero» o «El
jugador juega limpio». «¿Habría que poner la tilde ahí también? Para
deshacer casos de posible ambigüedad, habría que estar poniendo la tilde
a diestro y siniestro», sentencia.
Diego Moreno, editor de Nórdica:
«Al principio decidimos seguir la norma de la RAE, pero
desde enero de 2013 hemos vuelto a poner el acento porque quitarlo era
como empobrecer la lengua».
Carlos Pardo, escritor:
«Estoy a favor de acentuarlo porque es necesario para no
caer en la ambigüedad. Quitarlo limita el lenguaje a un intercambio de
información».
Laura Fernández, escritora:
«La sido usando porque no hacerlo se me hace raro. Si no la
pongo, tengo la sensación de que no es la misma palabra, que estoy
traicionándola».
José María Merino, escritor y académico:
«Que vamos perdiendo tildes... ¡pues vamos perdiendo
tildes! A mí, desde luego, me suena más raro perderla en el aún. Yo, por
eso, no discuto».
Sergio del Molino, escritor:
«Yo no sólo pongo la tilde diacrítica, sino que pido a
todos los editores de mis libros que me la respeten en los textos. A
veces lo hacen, y otras no».
Jorge Eduardo Benavides, escritor:
«No soy muy purista en ese tema. Creo que el lenguaje va
evolucionando, pero respeto mucho cómo me han enseñado a escribir y así
uso la gramática».
Pere Gimferrer, escritor y académico:
«Al igual que Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, yo he
mantenido la tilde en mi escritura. En mis últimos libros sigo
escribiendo sólo con acento».
Lorenzo Silva, escritor y editor:
«No es tan costoso poner esa tilde y perdemos más por algo
tan nimio como mantenerla. Al final, es una perturbación innecesaria».
Miqui Otero, escritor:
«Yo suelo escribir sólo con tupé en la O. Me lo enseñaron
así en el Cole Salesiano y hay cuestiones (y culpas) de las que cuesta
desprenderse».
Manuel Vilas, escritor:
«Es oportuno que la RAE actualice y democratice la
ortografía del español. También hubo gente que se rasgó las vestiduras
al quitar la tilde a fué».
Carlos Zanón, escritor:
«La seguí usando. Fiel a esa tilde, porque básicamente esa
regla que aprendí de memoria se me marcó a fuego y la veo útil para
evitar confusiones».
Patricio Pron, escritor:
«Me parece consecuente con la política de la RAE, que
consiste en que algo deja de ser un error cuando la suficiente cantidad
de personas lo comete».
Luis Magrinyá, escritor:
«Yo veo justificada la supresión de la tilde en “solo” y en
los demostrativos: eran las únicas palabras de más de una sílaba que
conservaban el diacrítico en español. Si “vino” (sustantivo) no se
distingue gráficamente de “vino” (verbo), ni “casa” (sustantivo) de
“casa” (verbo), ni mil casos más, ¿por qué iban a retener “solo” y los
demostrativos este privilegio? La única razón es el peso de la
tradición, y las tradiciones se pueden cambiar; si no, todavía
pondríamos tilde a la preposición “a”».
Carmen Camacho, poeta:
«De los recortes aplicados en diacríticas, la tilde de solo
es de la que más me duele desprenderme y a duras penas lo hago. Tantas
satisfacciones que me dio».
Carme Riera, escritora y académica:
«La supresión de la tilde se hizo para simplificar al
máximo la ortografía, que es la tendencia que guía a los especialistas
de la Real Academia».
Jenn Díaz, escritora:
«Sólo con que en una frase el sólo y el solo puedan
confundirse, debería acentuarse siempre. Es más fácil cambiar el
diccionario que la sociedad».
Luis Solano, editor de Libros del Asteroide:
«En principio, hacemos lo que dice la RAE. Básicamente por
aceptar su autoridad y porque pensamos que es un criterio que se acabará
imponiendo».
Jorge Carrión, escritor:
«Yo seguí fiel al acento, a sabiendas de que era posible
que las editoriales me corrigieran. Al recibir la corrección, lo hice
con una sonrisa».
Luis Alberto de Cuenca, poeta:
«Yo, la verdad, soy bastante disciplinado y sigo ad pedem litterae las directrices de la Academia. Me gusta que haya sabios que dicten normas. Creo en la auctoritas».
Salvador Gutiérrez, académico de la RAE:
«No hay una presión de la Academia en contra de los
escritores. No pertenece a la tilde diacrítica, pero que la usen si
quieren, no les vamos a penalizar».
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