14.5.13

Con menos público pero buenas ventas cerró la Feria del Libro de Buenos Aires, FILBA 2013

 Los editores dicen haber vendido más ejemplares que en 2012. Hubo visitas internacionales, tecnología y política. La visitaron 1.120.000 personas

Apurarse. Pasillos completos en la Feria del Libro, en el último día. /Germán García Adrasti./ Revista Ñ

Todo concluye al fin, nada puede escapar. Ni siquiera la Feria del Libro más larga del mundo, que hoy cierra las puertas de su 39° edición con resultados variados: desde la Fundación El Libro aseguran que los editores “están contentos porque les fue bien ” y varios stands, con el optimismo de cada año, ratifican esa postura. El público, sin embargo, se redujo un poco: incluyendo tendencialmente a quienes la recorran hoy, la Fundación estima un total de 1.120.000 visitantes; el año pasado habían sido 1.200.000.
Desde Random House Mondadori afirman que “fue una Feria espectacular” y estiman que vendieron casi un 30 por ciento más de ejemplares que en 2012. Sus puntas de lanza fueron la trilogía Cincuenta sombras, de E.L. James, La furia de Evita, de Marcos Aguinis, y Agilmente, de Estanislao Bachrach. Y una de las claves del éxito, apuntan, es el éxito de una saga: “Una persona compra la trilogía completa y eso dispara la venta de ejemplares y la facturación”.
En Planeta estiman una suba de alrededor del 10 por ciento en ejemplares respecto de 2012: Gabriel Rolón fue el autor estrella con su libro Encuentros y le siguió Rosa Montero con su novela La ridícula idea de no volver a verte, que en las librerías rompió con la hegemonía de James. En el stand de Grupo Prisa, Un comunista en calzoncillos, de Claudia Piñeiro, Nacida bajo el signo del Toro, de Florencia Bonelli, y El tango de la Guardia Vieja, de Arturo Pérez Reverte, fueron los más vendidos.
En Cúspide, explicó Susana Fernández, encargada de Relaciones Institucionales, se imponen los clásicos: El Principito es de los más vendidos. Allí también se siguen pidiendo masivamente clásicos decimonónicos como Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Se asoma una conclusión: este año, más que en los anteriores, la literatura se impuso no sólo en los lemas y en las intenciones, sino en las cajas.
De las novedades de esta edición, la más importante fue la presencia de una Ciudad Invitada de Honor. La ciudad fue Amsterdam y su stand, el Café Amsterdam, –con escritores holandeses, muestras de ilustradores y de dibujos y cartas de Van Gogh– se convirtió en un punto inevitable: la venta de cerveza también tuvo gran convocatoria. El año próximo, vendrá San Pablo.
Las visitas internacionales engalanaron la Feria: con el sudafricano J. M. Coetzee, el cubano Leonardo Padura, los españoles Rosa Montero y Arturo Pérez Reverte, y el mexicano Juan Villoro desbordaron las salas y en algunos casos hubo que poner pantalla afuera.
Como cada año, la Feria también fue un escenario político: el acto en el que el ex número dos de Montoneros, Roberto Perdía, presentó su libro llenó la sala y la inundó de cantos setentitstas. Y en un mismo día coincidieron dos versiones no sólo diferentes sino opuestas sobre Víctor Hugo Morales: Pablo Sirvén presentó Converso y Julián Capasso hizo lo propio con Víctor Hugo: una historia de coherencia y convicción. Es que los pabellones de La Rural no son impermeables.
Otro punto alto: la Zona Futuro reunió al público joven. Una de las claves fue combinar la literatura con la música o los videojuegos, para ampliar el interés del público. Allí, las editoriales alternativas explicaron que la idea de su producción literaria es “apostar al riesgo y a nuevas formas de circulación”. La presencia de la Feria en las redes sociales –con transmisión de actividades y certámenes de microficción– también resultó atractiva para los más jóvenes.
Pero no todo funcionó como se esperaba: la Noche de la Ciudad esta vez tuvo escasa convocatoria. La lluvia, la pelea de Maravilla Martínez y la suspensión del recital de Toquinho conspiraron contra el evento que cada año mueve a decenas de miles de visitantes. A eso atribuyen desde la organización la disminución en el total del público. Y varios expositores señalaron que haber adelantado el horario de cierre –hasta las 21, en lugar de hasta las 22 –achicó la franja en la que trabajadores y estudiantes pudieron visitar La Rural.
El año que viene no será uno más: la Feria del Libro celebrará su 40ª edición y el número redondo habilita a esperar festejos. La Rural volverá a ser el escenario, dijo Gabriela Adamo, directora de la Feria, en medio de la polémica por la posible mudanza a Tecnópolis fogoneada desde el Poder Ejecutivo. Y en la Feria habrá, de nuevo, literatura, colas, debates polémicos y algún desprevenido celebrando su encuentro anual con los libros y pidiendo, como ocurrió ayer, “lo último de Ludovica Storni”.

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