Algunos escritores del continente reflexionaron sobre la controvertida necesidad de pertenecer a una comunidad, una nación o un imaginario
María Negroni Poeta argentina.Advirtió contra el peligro de un canon de la marginalidad que se convierta en una moda de valor comercial. |
Juan Villoro. Escritor mexicano.Contó sus curiosas desventuras como hincha fiel de un equipo de fútbol que mudó de ciudad y de seguidores. |
Horacios Castellanos Moya. Escritor salvadoreño.El autor de El asco sostuvo que en América Latina algunos escriben en una especie de español traducido del inglés./adncultura.com |
"Cerca pero lejos" era el tema de la charla que inauguró el ciclo
"Diálogos de escritores latinoamericanos" en la Feria del Libro. Daniel
Link, el moderador, combatía el calor (¿hacía tanto calor?) abanico
blanco en mano, manejado con notable sentido teatral. Coordinó el debate
con mucha soltura y gracia. Los panelistas eran el mexicano Juan
Villoro, los argentinos María Negroni y Guillermo Martínez, el
salvadoreño Horacio Castellanos Moya (nacido en Honduras) y el
puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá.
Villoro ejemplificó con una anécdota familiar,
futbolística y paradójica, varias de las reflexiones de sus colegas
acerca de la controvertida necesidad de un escritor de pertenecer a una
comunidad o a una nación. "Mi familia paterna es de Yucatán; la de mi
madre, de Cataluña. Dos estados separatistas. Era lógico que se
divorciaran enseguida. Fui con mi hermana a un colegio alemán donde los
problemas matemáticos, para hacerlos más comprensibles a los alumnos,
tenían planteos que se referían a la vida cotidiana; por supuesto, la
vida cotidiana alemana, por ejemplo, la división de un Apfelstrudel , que yo no sabía que era una torta de manzana."
Ya en la niñez, Villoro se preguntaba de un modo
inconsciente a qué comunidad, a qué nación pertenecían su hermana y él,
ya que no a la alemana. La idea de patria se le hacía muy confusa. La
encontró en las calles de su barrio, en el equipo de fútbol de esa
vecindad, del que se hizo hincha. Siguió siendo de ese club durante toda
la vida. No hace mucho fue a verlo jugar, pero ahora el club se mudó y
el equipo juega en una ciudad que no es la de la niñez de Villoro. Eso
no le impidió viajar a Aguascalientes para apoyarlo, y encontrarse con
que el estadio estaba lleno de japoneses y que los mexicanos eran
minoría. ¿Qué había pasado? En esa ciudad se había instalado una gran
compañía japonesa, los empleados eran japoneses y la mayoría de la
población tenía rasgos orientales. Cuando los japoneses tuvieron que
elegir un equipo de fútbol, eligieron el de Villoro porque la camiseta
blanca y roja tenía los mismos motivos de la bandera japonesa. De modo
que ahora el escritor es partidario de un equipo de japoneses de
Aguascalientes, el equipo que, en la infancia, fue para él como la
patria íntima.
María Negroni se centró en el carácter marginal de la
literatura latinoamericana en esta época dominada por los libros
anglosajones, pero destacó el hecho de que el margen es el territorio
por excelencia de lo literario. Eso no le impidió lanzar una advertencia
contra el peligro que significa armar un canon de la marginalidad y
convertir ese tipo de estética en una moda de valor comercial. Por su
parte, Castellanos Moya señaló que el escritor es alguien que no puede
identificarse por completo con ninguna comunidad o nación, porque, como
escritor, su misión consiste en cuestionar los lugares comunes y lo
establecido. Rodríguez Juliá subrayó que la patria es la lengua, pero
hoy, cuando los movimientos migratorios son tan numerosos y frecuentes,
hay escritores latinoamericanos que escriben en una especie de español
traducido del inglés, además de los que escriben directamente en inglés y
de los que lo hacen en spanglish .
Como una prueba de que la literatura del continente
tiene varios problemas en común, el diálogo tuvo una continuación casi
natural otro día, con otro asunto y otros escritores, en el Café
Ámsterdam, también en la Feria del Libro. El moderador fue Pedro B. Rey y
los panelistas fueron la chilena Carla Guelfenbein, el paraguayo José
Pérez Reyes, el brasileño Milton Hatoum y el argentino Matías Capelli.
El tema fue "Lecturas cruzadas. América, Europa, América Latina y los
imaginarios compartidos". Guelfenbein comentó: "Mi imaginario, el de mi
adolescencia, fue el europeo. Iba a un colegio francés. Al principio,
Francia era la Torre Eiffel, las mujeres elegantes y los ideales de la
Revolución de 1789, hasta que, de pronto, descubrí en mis lecturas de
historia contemporánea las persecuciones antisemitas en la París
ocupada. Mi familia, por esa época, tuvo que abandonar Chile por el
golpe de Pinochet. Todo se parecía a lo que había leído. Tenía 17 años.
Nos refugiamos en Inglaterra. Allí, a pesar de que dominaba la lengua y
de que todos eran amables, me sentía como alguien diferente: la clásica
historia del desarraigo. Escribí cuatro novelas. Volví a Chile varias
veces y comprendí que tampoco pertenecía a la tierra que era mi patria. Y
cuando releo lo que escribí no puedo ocultarme que mis personajes
chilenos no viven en Chile y tienen una relación de distancia con el
país."
Para Milton Hatoum, que nació en el Amazonas, su
imaginario es el de la infancia. "Mis cuatro novelas se ocupan de la
memoria y la experiencia del lenguaje. Viví en San Pablo y en París,
pero París no fue importante para mí. Mi abuela era francesa, me leía en
francés. Una de las lecturas que más me impresionó fue "Un corazón
simple" de Flaubert y también los cuentos de mi compatriota Machado de
Assis. No creo que haya un imaginario brasileño, existe un exotismo
brasileño. El imaginario que importa, el genuino, es el que cada uno de
nosotros construye." Cuando fue el turno de José Pérez Reyes, éste habló
de Asunción del Paraguay, de los lugares cotidianos y, al mismo tiempo,
secretos, de esa capital, lugares que no figuran en las guías de
turismo y que, sin embargo, son para él la clave de la ciudad. Las
calles en que se mueven sus personajes son tan importantes como éstos y
forman con ellos una unidad.
"La literatura norteamericana es la que más influyó en
mí", dijo Matías Capelli. "Europa fue para mí un territorio virgen sobre
el que se sobreimprimieron películas, lecturas. El año pasado estuve en
Francia en una residencia para escritores. Vi pueblitos bucólicos
recortados contra centrales atómicas. También vi cómo a esos pueblitos
llegaban los correos privados con todo lo que ofrece el consumo." ¿Qué
imaginario europeo podía haber allí, aun cuando Capelli tuviera delante,
si encuadraba bien su mirada (es decir, si excluía las centrales
nucleares), una imagen de tarjeta postal?
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