El colectivo Bogotá Street Art reivindica la democratización del arte en los grafitis bogotanos
Un niño junto a uno de los grafitis bogotanos que abordan temáticas sociales y políticas del país./eltiempo.com
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Las calles bogotanas se han convertido en un museo de arte urbano
que, mediante el grafiti, llama a la reflexión sobre la situación
política y social de Colombia, iniciativa que ya es un reclamo turístico
reconocido.
De hecho, de un tiempo para acá, el australiano Christian Petersen
organizó un tour turístico que, tres veces a la semana, recorre las
principales obras del centro histórico capitalino.
El colectivo Bogotá Street Art, exponente de esta movida cultural,
congrega diferentes artistas como Andrés y Cheché, que se presentan bajo
la firma ‘Toxicómano’.
“Entendemos que una pared no cambia el mundo ni la mentalidad de la
gente, pero ver otra información en la calle hace que se haga
preguntas”, declaró Andrés.
Bajo lemas como “No pongas la otra mejilla” o “Los feos somos más”,
‘Toxicómano’ invita a los transeúntes a cuestionar problemáticas como el
maltrato a la mujer, los estereotipos estéticos, la desigualdad o la
corrupción.
Estos artistas ven a Bogotá como un lienzo blanco, en el que, con
toques de espray, estampan ideas y mensajes combinados con imágenes en
las que el humor es herramienta para conectar con el espectador y
esquivar la censura.
El pintor, fotógrafo y profesor de la Universidad Jorge Tadeo, DjLu,
es otro de los integrantes de Bogotá Street Art, al igual que Lesivo y
Guache, quienes recientemente publicaron la obra Calle sus ojos, una
compilación de sus pinturas más destacadas.
DjLu explica las particularidades del arte urbano colombiano:
diversidad de técnicas, como stencil (plantillas), grafiti, tagging,
sticker, y fuerte componente político, marcado por el conflicto armado.
“Vivimos en un país que exige este tipo de comentarios”, afirma DjLu, autor de pictogramas contra la guerra.
La apuesta por los enormes murales ha encontrado amparo en un marco
legal aprobado por la Alcaldía de Bogotá en febrero pasado, que reconoce
el grafiti como bien de interés cultural, siempre que cuente con el
permiso del propietario del inmueble.
El reconocimiento al arte callejero motivó a Petersen a organizar el
tour: “Lo importante es compartir esos rincones de la ciudad, conocer
las historias detrás de la obra y enseñar a los turistas a mirar Bogotá
de otra forma”, explicó.
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