Vargas Llosa renueva su profesión de amor a Francia durante un discurso pronunciado en la Sorbona
Vargas Llosa, en una imagen de septiembre/elpais.com |
Tuvo que ser un 30 de mayo, aniversario de la muerte del dictador
dominicano Rafael Trujillo, el día elegido por Mario Vargas Llosa, autor
de La fiesta del chivo, para rendir homenaje a la literatura como fuerza transformadora de la sociedad y a París como terra firma para los hombres y mujeres de letras.
"En 1959 llegué a Francia. Creía haber llegado a un país de ensueño, y
no me decepcionó. La cultura era omnipresente (¡hasta en la
televisión!), y allí vivían Albert Camus, Jean-Paul Sartre y Jean Vilar,
se representaba a Ionesco, se leía a Beckett... El debate político era
muy intenso, pero era un debate de altura. Me sentí como un bárbaro
entre civilizados".
He ahí la profesión de amor y agradecimiento, en forma de
conferencia, que el escritor peruano ha realizado este jueves en el
anfiteatro Descartes de la Universidad de la Sorbona, bajo el título Un bárbaro en París.
El auditorio estaba compuesto por estudiantes de literatura,
escritores, académicos e hispanófilos de diferentes acentos, además de
los representantes de la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes/Cátedra Vargas Llosa, el presidente de la Sorbona, Barthélemy
Jobert, el director del Instituto Cervantes en París,
Juan Manuel Bonet, y Stéphane Michaud, que prepara la futura edición de
la obra de Vargas Llosa para la Biblioteca de la Pléiade (Gallimard).
La conferencia tenía como fin celebrar el convenio de cooperación firmado horas antes entre la Cátedra Vargas Llosa,
instituida por dicha fundación y un conjunto de universidades españolas
y latinoamericanas, y la universidad francesa, con la colaboración del
Instituto Cervantes de París.
El convenio establece un conjunto de actividades que, según explicó
Juan José Armas Marcelo, director de la cátedra, pretende "aunar las
actividades académicas, la formación de investigadores y la promoción de
la literatura con una serie de debates y encuentros que acerquen los
escritores al conjunto de la sociedad", sin desdeñar los aspectos
extraliterarios.
En su discurso —pronunciado de viva voz a resultas de un micrófono
cacofónico e irreductible—, Mario Vargas Llosa amplió algunas de las
ideas avanzadas en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, pronunciado en Estocolmo en diciembre de 2010.
Ya entonces afirmó que "de niño soñaba con llegar algún día a París
porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y
respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me
ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del
Perú sólo sería un seudoescritor de días domingos y feriados".
Esa francofilia, acentuada por el hecho de haber tenido entre sus
primeras lecturas a los clásicos de la literatura gala y por haber
aprendido el idioma en la Alianza Francesa de Lima, le permitió afianzar
su vocación y resolver su orfandad identitaria como novelista. "Francia
me hizo reconocerme como escritor latinoamericano y me permitió
descubrir a Cortázar, Carpentier, García Márquez…", recordó el escritor
en la Sorbona. "París fue, durante unas décadas, la capital de la
literatura latinoamericana, tal y como la describió Octavio Paz, y fue
gracias a este país, que descubrió a Borges, que otros países fueron
sumándose a ese reconocimiento".
El autor, al que el Instituto Cervantes dedicó una ruta basada en su estancia en París,
habló con pasión de sus primeras lecturas infantiles y juveniles de
Alexandre Dumas ("lo leí en estado de trance"), de Víctor Hugo ("Los miserables
me permitió entender la importancia del factor cuantitativo en la
novela como acumulación de experiencias" ) y de André Malraux ("La condición humana describe con exactitud la mentalidad del terrorista; deberíamos releerla").
En su intervención hubo también lugar para la nostalgia: "Viví mis
años en París con una exaltación inusitada, y con una fraternidad entre
escritores que duró hasta que se inmiscuyó la política", aseguró el
peruano, que también recordó su evolución ideológica a partir de la
lectura de autores como Raymond Aron, Jean-François Revel y otras
figuras del pensamiento de Francia.
Abundando en las ideas expresadas en su obra ensayística y en sus
columnas de prensa, Vargas Llosa rindió culto a la literatura entendida
como imagen contrapuesta de la realidad y como estímulo para las ansias
de cambio. "Leyendo Madame Bovary surge el contraste entre la
mezquindad y la mediocridad del mundo real frente a esa perfección de la
novela", dijo el escritor. "La malaise o insatisfacción nace
como exposición a la ficción literaria de autores como Flaubert, Balzac,
Stendhal… que tuvieron un efecto profundo, social e histórico. Por eso
no podemos permitir que la literatura sea un mero divertimento".
Vargas Llosa, que publicará en septiembre su novela El héroe discreto,
empezó criticando el sectarismo de los años últimos de Sartre y lo que
entiende como una contaminación de la escritura por el compromiso
político, para terminar elogiando algunas de las ideas expresadas en su
ensayo ¿Qué es la literatura?. "Como ven", dijo el autor para finalizar su conferencia, "sigo con mis contradicciones".
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