Preparativos de la feria de Francfort. foto: Kai Pfanffenbach. fuente:elpais.comLa brecha electrónica con EE UU se agranda: los expertos calculan que en tres años la explosión de los e-book en Europa y Sudamérica
El intruso ha sido un alto responsable de Audi, empresa que ha cedido un futurista pabellón que destinó a la última feria automovilística para albergar una de las grandes novedades de esta convocatoria libresca, el espacio Story Drive, donde expertos de campos tan en principio distantes como el cine, los juegos, los libros y la música discutirán los escenarios ya inminentes del futuro de la industria de los mass-media. Que el productor de los ocho filmes de Harry Potter, David Heyman, o el de la HBO, la cadena televisiva reina de las series, Peter Friedlander, sean algunos del medio centenar de invitados lo dice casi todo. La guinda, que tengan un espacio específico de encuentro de 460 metros cuadrados al lado de la sacrosanta área de los agentes literarios tradicionales. En cualquier caso, los suyos serán sólo algunos de los 500 eventos (de los 3.200 programados de todo tipo) que hasta el próximo domingo se destinarán en la feria a temas digitales. Hace sólo dos años, en 2009, los actos de ese ámbito eran casi inexistentes.
"El contenedor del libro se ha roto totalmente. Ya ni siquiera podemos hablar de diferentes formatos sino de una nueva era de la edición. No tenemos otra opción que cambiar; lo hacen hasta nuestros hijos: el libro debe formar parte de la cadena interactiva multimedia de la que esta feria ha de ser plataforma, ya todo existe simultáneamente", señala Boos. Pero lo dice tranquilo, quizá con las cifras de la feria en la cabeza. Si no fuera por los puestos de los grandes grupos, menos espectaculares y ampulosos y que aún hoy se montaban, casi no se nota la crisis: hay 7.384 expositores, apenas 150 menos que el año pasado y la mayor parte por ausencia de editores alemanes. No les está yendo muy bien el curso: las ventas han descendido casi un 3%, "pero las perspectivas son positivas, como el resto de la economía", dice para poner los dientes largos a la prensa extranjera.
El motor sigue siendo lo electrónico: el 41% de los exhibidores se presenta a la feria incluyendo productos digitales en su cartera y un 43% admite estar preparando ya nuevos servicios. La búsqueda del Santo Grial del libro digital mantiene la feria viva. Pero se detecta otro peligro, tan inquietante como la piratería electrónica (que alcanza un 60% de las descargas de libros en Alemania): la brecha digital en relación a EE UU se agranda. Ni en un país tan avanzado en la lectura como Alemania se acortan las distancias. Los expertos reunidos en Fráncfort hablan de al menos tres años para alcanzar en Europa y Suramérica una eclosión similar a la estadounidense: allí, la penetración del e-book se mueve ya entre el 15 y el 20% del mercado. Las ganancias en libros electrónicos fueron el pasado marzo un 146% superior al mismo mes del 2010, según una filtración de la Asociación Norteamericana de Editores.
A ello no es ajena la labor del Kindle de Amazon, que ha provocado que las ventas de libros en edición electrónica hayan superado a las de papel tanto en ediciones baratas como en tapa dura. Frente a todo ello, para Alemania, Honnefelder habla de "poco más de un 1%", un porcentaje del que sería muy culpable la escasa diferencia de precio entre la edición de un libro electrónico y uno en papel (apenas un 15% más barato de media el primero), cifras muy similares todas a las del mercado español.
El pabellón del país invitado de honor, Islandia (el primero de los nórdicos en serlo), parece felizmente ajeno a todo ello. En el que sin duda es uno de los más bellos de las últimas ediciones casi no hay libros. Prescindiendo de plúmbeas explicaciones históricas, se muestra lo genuinamente islandés: bella tierra y grandes lectores, con Reikiavik declarada ciudad literaria por la Unesco y un país con una media por persona de ocho libros leídos al año, unas 170 editoriales y 2,5 millones de ejemplares vendidos al año para apenas 320.00 habitantes.
Fabulosa Islandia, reza con razón su lema. Una docena de pantallas muestran espectaculares parajes islandeses (en su mayoría glaciares y cascadas) en las que, en particular trampantojo, se integran libros, ya sean volando como pájaros o transformándose en saltos de agua. Y también imágenes fijas de lectores anónimos frente a sus pobladísimas bibliotecas y que lentamente cobran vida y recitan a los autores islandeses que leen (39 de ellos presentes estos días). Viejos comedores y estanterías de madera con muestras de su literatura -míticas sagas nórdicas incluidas- envolviendo a cómodos sillones cierran el espacio. Tanta calidez y beatitud de un país tan frío genera en el visitante unas irreprimibles ganas de sentarse, acurrucarse y leer un libro. En papel o de los otros, no importa.
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