25.10.11

De cuando Gómez de la Serna "inventó" la bomba atómica

Editorial Berenice recupera un relato de 1928 en el que el escritor de vanguardias, una vez más, se adelanta a la realidad
Portada El dueño del átomo, reeditado por editorial Berenice, un texto rescatado de la Revista de Occidente.

Ramón Gómez de la Serna, rescatado y revalorizado, gracias a editorial Berenice. foto: Wikipedia. fuente:lavanguardia.com

Hace algunos días hablábamos del fenómeno de las serendipias literarias, creaciones de ficción que años más tarde se convertían, para sorpresa de todos, en realidades concretas y demostrables. Ahora, la editorial Berenice ha recuperado El dueño del átomo de Ramón Gómez de la Serna, publicado originariamente en 1928 en Revista de Occidente.

El libro, que va acompañado de relatos como La capa de D. Dámaso, La casa triangular, o El olor de las mimosas, entre otros, es una buena muestra de la infinita imaginación del escritor por antonomasia de las vanguardias españolas. Juan Bonilla, en el prólogo, explica que "sus novelas hacen agua con facilidad, pero sería difícil meterse en una de ellas sin apreciar en cada página que estamos en un libro de Ramón, porque todos los libros de Ramón – biografías, libros de apuntes, novelas, ensayos, memorias – pertenecen antes al género por el que hoy le reconocemos - el ramonismo - ".

La propuesta de Berenice también recoge el prólogo de 1963 a cargo del hermano de Ramón, Julio Gómez de la Serna. Allí, éste se muestra sorprendido por cómo el escritor "pacifista, naturalmente, en todos sus actos, en su ideología más íntima, en su convivencia humana" se ha convertido en un anticipador del desastre de, nada más y nada menos, la bomba atómica y de todos los peligros de la energía nuclear.

Como hemos dicho, el relato data de 1928, y tal como nos explica Julio Gómez de la Serna, el físico inglés y premio Nobel James Chadwick no descubrió el neutrón hasta 1932. Y no sería hasta una década después, a partir de 1943, cuando comenzó a trabajar junto a Robert Oppenheimer, a quien se le considera "el padre de la bomba atómica".

¿Cómo podía Ramón crear un texto en el que el átomo, y las consecuencias de su fisión, llevarían al mundo a la hecatombe? Y, sobre todo, ¿Cómo podía hacerlo únicamente desde la intuición, sin necesidad del cálculo?

El dueño del átomo narra la historia de un físico obsesionado con someter la energía del átomo y dominar el mundo. Lo que más sorprende de su relato no es que hable de un invento que aún no existía, sino que lo haga desde la precisión y el detalle. Se trata, nos dicen desde la editorial, de "un presentimiento poético". El final del texto, en forma de parábola, lo convierte en una reflexión extrañamente actual, donde se cuestiona – nos cuestionamos – los límites del Hombre y cómo gestiona su conocimiento.

Don Alfredo, el protagonista, busca "limitar bien el último corazón del átomo y darle un corte... De esa disociación depende una especie de poder terrible que conseguiré". El personaje de Don Martín, un oceanógrafo que funciona como si fuese un antagonista (el primero estudia lo "esencial" y el segundo; lo "caudaloso"), le recuerda: "Los inventos no han de variar nuestro conflicto interior, este conflicto frente a la muerte que hace blasfemos o místicos... Lo mismo da... Es tonto creer que los inventos han de variar el punto más íntimo de nuestra reflexión...". La ambición descontrolada, pues, que debate ante lo que hoy podríamos llamar bioética, mucho antes de que el desastre y la destrucción fueran demasiado reales. Físicos.

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