Javier Moro, autor de El imperio eres tú. foto.fuente:elperiodico.comCuenta las historias encerradas en su novela con intensidad y colorido
-¿Cómo llegó hasta Pedro I de Brasil? En España es un desconocido.
-Es verdad. Incluso en Brasil se puede decir que hay bastante trabajo académico, pero falta un libro que cuente cómo era en carne y hueso.
-¿Y cómo era?
-Un loco de la vida, pendenciero y mujeriego pero a la vez el artífice de la independencia del país.
-Un mito fundacional, por tanto.
-Sin embargo, en Brasil el que está más considerado es su hijo, Pedro II, que fue el bueno, entre comillas, el monógamo, el culto, el que construyó las carreteras y trajo el teléfono. El que reinó 50 años.
-Y su padre, todo lo contrario.
-Así es. Una maravillosa contradicción. Un padre muy cariñoso pero a la vez, un marido incapacitado para la fidelidad. Fue un jefe carismático y un político avezado pero también un hombre profundamente inculto, apenas sabía leer ni escribir. Descuidaron su educación porque no estaba destinado a reinar. Las mujeres le ayudaron en esa empresa.
-¿De qué manera?
-Era muy listo, amó a las mujeres y confió en las más cultas. Leopoldina, su esposa, que llegó desde Austria, la corte más lujosa de Europa, hasta un Brasil marcado por los esclavos y la miseria fue su cabeza pensante. Otra mujer, Domitila de Castro, su amante, fue el origen de su caída. Perdió el poder por esa historia de amor. En la Biblioteca de Río de Janeiro se conserva un sobre con vello púbico de Pedro, un regalo que le hizo a Domitila.
-Caramba. ¿Es cierto que tuvo 100 hijos?
-Hay historiadores que así lo aseguran. En un momento dado tenía a tres mujeres embarazadas: la amante, la hermana de la amante y su esposa. Y las tres dieron a luz el mismo mes.
-Un portento de hombre.
-Humano. Una mezcla de Don Juan y Don Quijote. Porque luego salió a defender la Constitución liberal con 7.000 soldados frente a 80.000 . ¡Y ganó!
-Cuenta todas estas historias con familiaridad, como algo muy cercano.
-Mi labor es contar desde dentro lo que los historiadores han hecho desde fuera. Más que los datos, mis libros ofrecen el olor de la Historia. Cómo apestaban los barcos o cómo era el miedo de los que huían de Napoleón.
-¿Nunca ha sentido la tentación de la ficción no documental?
-Me gusta la investigación porque hace que me mueva.
-En eso es igual a su tío Dominique Lapierre. ¿De pequeño quería ser como él?
-No lo sé. Siendo como éramos cuatro gatos en la familia estábamos muy unidos.
-Su experiencia con la recepción de la biografía de Sonia Gandhi, El sari rojo, en la India no ha sido buena.
-Los abogados de Sonia Gandhi han impedido que el libro se distribuyera. A ella no le gusta nada que se recuerde su origen italiano y que era hija de un obrero de la construcción. Además, un indio listillo me escribió anunciándome que había hecho 500 copias de una traducción a través de
Google y las había vendido en seguida... No quiero ni pensarlo.
-¿Se siente mal comprendido?
-Sí, mi libro era muy respetuoso. Estoy harto de la India. Quizá por eso he vuelto a mis orígenes. A Brasil.
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