Tomás González, escritor colombiano, autor de La luz difícil. foto.fuente:eltiempo.comLa luz difícil de Tomás González, con acogida entusiasta de la crítica, afronta ahora el veredicto del gran público, mientras remite a la obra anterior del autor antioqueño
Sobre el autor
Su obra incluye las novelas Primero estaba el mar (1983), Para antes del olvido (1987, ganadora del V Premio de Novela Plaza y Janés), La historia de Horacio (2000), Los caballitos del diablo (2003) y Abraham entre bandidos (Alfaguara, 2010); el libro de cuentos El rey del Honka-Monka (1995) y un poemario, Manglares (1997/2006). Cinco de sus libros han sido traducidos al alemán, Primero estaba el mar fue publicada en francés, y, próximamente, La historia de Horacio también será traducida a este idioma.
La luz difícil
«La vida se aferra a este mundo con algo parecido al desvarío.»
Jacobo ha decidido morir. Un accidente de tránsito lo ha dejado parapléjico y con dolores tan fuertes, que le hacen la vida insoportable. David, su padre, se enfrenta a la más dura de todas las pruebas: ser testigo del proceso. Mientras Jacobo viaja a un lugar de Estados Unidos donde su muerte sea posible, David soporta en Nueva York las horas aferrándose a la esperanza de una inevitable pregunta: ¿se arrepentirá su hijo en el último minuto? Casi veinte años después ¿con la visión desgastada y el espíritu atento¿ David reconstruye su vida en Nueva York, sus días de pintor prolífico, el accidente de Jacobo y, sobre todo, los momentos de espera junto a su familia, mientras su hijo se dirige al destino que ha elegido.
El estupor del dolor no le impide presenciar la belleza con infinita atención, y su relato se convierte en testimonio de la vida misma, tan inmensa y poderosa que incluso contiene la muerte. Esta potente y emotiva novela representa de manera lúcida la narrativa de un autor que siempre se ha interesado por explorar la cercanía de los opuestos, mostrándonos que cuando la muerte es inminente, no queda más remedio que contar y reivindicar la vida.
Aquí las palabras y los silencios son igual de intensos. Una vez más, Tomás González nos conmueve con el poder de las cosas que se saben callar (Editorial).
Comentarios sobre La luz difícil
Tomás González ha logrado una novela de muchas capas: 'La luz difícil' echa un vistazo a un tema de gran actualidad como la eutanasia, retrata la historia de una familia, es una novela sobre un artista (la lucha por la luz, el anhelo por llegar al infinito y, en últimas, a la inmortalidad), sobre una pareja, sobre Nueva York, una novela acerca de un dolor casi insoportable y su superación, un himno a la vida, y, con el cuadro del pintor que envejece, es incluso un libro sobre la antesala de la muerte, de la que hablara el psicólogo y escritor Hans Keilson a sus ciento un años, la despedida del mundo: «Que el otro se quede y te marches solo. Y sin saber a dónde. Que sigas tu camino sin que te llegue nada de fuera. Que la muerte te llegue desde dentro». Un libro sobre la muerte que el lector suelta fortalecido y reconfortado, con ánimos renovados para seguir viviendo.
Peter Schultze-Kraft, agente literario y traductor, Alemania
«Nunca olvidaré la plenitud que sentí al terminar de leer La luz difícil.
Termino de leer La luz difícil. Me he devorado esa historia sobre el dolor y la redención humana. Todavía resuena en mi mente la luminosa palabra final. Cierro el libro. Me quedo en silencio. Tengo una sensación de plenitud que no quiero que se vaya. No hay nada qué decir, nada qué agregar. Pienso: eso es. Sólo hay que dejarse habitar por la presencia de ese libro extraordinario.
¿Por qué me ha conmovido tanto esta historia? ¿Por qué me parece tan buena? [...] La superación del dolor tiene mucho sentido en esta novela porque la historia de Nueva York, la de David más joven (o menos viejo), es una experiencia de dolor profundo. Y la narración se intensifica porque ante la muerte cercana todo se vuelve decisivo. La amistad, el amor filial, la ternura, se notan más. En esos momentos el humor es un bálsamo precioso. Los personajes brillan en su humanidad.
David, para exorcizar, para entender, intenta infructuosamente terminar un cuadro que capte la luz de la espuma que deja la hélice del Ferry que va a Staten Island [...] De su serie de novelas personales, La luz difícil me parece la más personal, la más autobiográfica. Sintetiza de una mejor manera el horror y la belleza, el dolor y la superación del dolor. Dice David: «Mi vida hasta ahora ha sido buena. Conocí el otro lado del dolor, su otra orilla, y con insectos y pigmentos creí a veces tocar el infinito. ¿Qué más puede esperar un ser humano?».
Luis Fernando Afanador, crítico de libros de Semana, Colombia
Sobre el autor y su obra se ha dicho
Tomás González tiene el potencial para convertirse en un clásico de la literatura latinoamericana. Leyéndolo tuve la sensación de que es un escritor de mucha pureza. Elfriede Jelinek, escritora, Premio Nobel de Literatura 2004, Austria
Tomás González es un narrador de rango universal.
Hans Christoph Buch, escritor, Die Zeit, Alemania
Fue leer el primer libro y querer el segundo y el tercero y más. Claro que me deleitó la sensualidad de su lenguaje, esa compleja y bella fronda antioqueña. Todo se huele, se ve, se siente en los escritos de Tomás González. Tomás es un escritor potente.» Elsa Usandizaga, Buenos Aires
González hace una literatura de profundidades psicológicas, de atmósferas familiares densas y de alta carga poética, donde no sobra ni una descripción, ni una simple sílaba: todo ¿hasta el nombre científico de una planta antioqueña¿ ocupa un lugar necesario en su obra para conseguir el fin último, que es llegar al alma de los seres humanos.
Marco Schwartz, escritor, Colombia
La precisión y la belleza del lenguaje, la búsqueda de la esencialidad significativa de cada término, la aventura cotidiana de seres humanos entre la naturaleza y la civilización, la soledad y los sueños y el descubrimiento de la poesía en las pequeñas cosas de la vida han sido obsesiones del escritor Tomás González.
Heriberto Fiorillo, periodista y escritor, Colombia
Tomás González ha tenido la suerte de que no le han puesto reflectores sobre los ojos. Sería una manera de espantarle sus fantasmas y dejarlo solo ahora, cuando mejor está escribiendo. Un escritor necesita silencio para oírse y aire limpio para sentirse. De esas penumbras salen las buenas novelas, como las que Tomás ha escrito. Ojalá no lo molestemos con los elogios. Preferiría que siguiera escribiendo.
Juan Diego Mejía, escritor, Colombia
Otros títulos del autor
NOVELAS
Abraham entre bandidos
[Alfaguara 2010]
Cuesta ser bueno. Ser malo, también. «Abraham, Saúl y veinte bandoleros se bañaron en el río como si fueran parte de una misma tribu, todos flacos, todos con el cuello y la cara más oscuros que el resto del cuerpo, y todos inocentes, como si entre ellos ninguno hubiera nunca asesinado a nadie.» Año 1954. A Abraham lo esperan en su casa. Enrique Medina, un reconocido bandolero que fue su compañero de primaria, ha decidido llevárselo a la fuerza para el monte. La guerra es la misma que había años antes y que habrá años después.
Mientras Abraham y su amigo Saúl aguardan ¿a veces impacientes, a veces estoicos¿ el final de una marcha que parece infinita, en la ciudad, Susana, esposa de Abraham, cuenta las historias que componen la otra cara de la moneda: la de más de cincuenta años de una vida familiar que nunca ha estado del todo ajena al conflicto.
En el monte, víctimas y victimarios entretejen sus vidas y descubren que los enemigos se convierten en cómplices cuando se comparte una misma miseria. Tomás González desdibuja con maestría los lugares comunes de un tema que creíamos conocer bien, y traza con precisión el mejor retrato de los protagonistas del destino que un país lleva a sus espaldas.
Seguramente no habrá una mirada sobre la tragedia colombiana más íntima y certera que esta presentada en Abraham entre bandidos, en donde el autor, a pesar de ocuparse de hechos tan sombríos, rescata la poesía, el humor y hasta la alegría de los sentimientos humanos en medio de la guerra.
Primero estaba el mar
[1983; Punto de Lectura 2011]
Para J. y Elena el mar es el destino, el principio y el fin. Poco se imaginan hasta qué punto se les volverá insoportable ese futuro soñado. Cuando van en busca de una vida frente al mar se encuentran con un lugar más indómito de lo esperado y unos habitantes a veces incomprensibles, ante los que tienen que inventarse las tareas y la convivencia del día a día.
En medio de la lucha que implica hacer de las ilusiones una realidad, sus sueños se van esfumando y, tal como las olas del mar, se vuelven invisibles en la arena. Tan exuberante y salvaje es el paisaje como profunda y oscura la tragedia que sufren los protagonistas de esta historia en la que Tomás González es contundente con los hechos y las palabras. La primera novela de este autor es un gran anuncio de toda su literatura. Tomás González logra con esta, su primera novela, vencer el prejuicio de que la literatura colombiana es o realismo mágico o sicarios y narcotraficantes.
El título proviene de un célebre poema de la mitología Kogui donde se afirma la existencia de un mar mitológico, que es el origen de todo. La novela se desplaza hacia aquel mar del Caribe colombiano, un mar que a medida que avanza la novela se va tornando hostil, negándose a representar el paraíso utópico en que la pareja protagonista lo ha querido convertir.
La naturaleza siempre vence al ser humano en la obra de este magnífico maestro de la concisión literaria. El protagonista es un sujeto cansado de la vida urbana, «literato, anarquista, izquierdista, negociante, colono, hippie y bohemio» como lo califica el autor, que decide viajar a la costa con su segunda mujer para vivir en una finca.
Ella es una mujer indómita, tanto como el mar y los habitantes costeños. Con la aparición del siniestro Octavio, la novela abandona el tema del Paraíso Perdido y la épica sentimental y asume un vuelo trágico donde la violencia es el principal ingrediente. Finalmente, esta historia es una metáfora narrada con absoluta sobriedad, con estoicismo incluso, que muestra la vida como un árbol frente al mar.
Los frutos deliciosos, los mangos dorados sólo se pueden saborear si entendemos que el ciclo de la vida, nacimiento y muerte están profundamente hermanados (Editorial).
Sobre Primero estaba el mar
El logro de la narración, sin embargo, consiste en inscribir cada momento de su tragedia en una claridad inquietante, en la que cada palabra alude a una vorágine de significados. El infierno y el paraíso están íntimamente fundidos desde la primera página. La ineluctable condenación de sus protagonistas no anula la esperanza, ni siquiera la redención. En muy pocas frases, con unos personajes a menudo descarnados hasta el límite, el texto de Tomás González suena, a pesar de todo, como ha de ser.
La poesía de su lenguaje conciso se explica por el ritmo metronómico de su construcción y un notable sentido del detalle. Una comparación ¿«despedía un aliento sensual, como los efluvios de un pantano»¿ o una fórmula (casi demasiado) simple ¿«luego vinieron días tristes e interminables»¿ basta, admirablemente, para decirlo todo.
Y esta novela es, también, un desafío de escritura lanzada a la eternidad de una violencia animal y vegetal que lo recubre todo como el primer día. Un frágil desafío, la tumba de un hombre entre tantos. Un libro de una rara potencia.
Nils C. Ahl, crítico de Le Monde des Livres, Francia
Primero estaba el mar es la historia densa y perfecta, típica de los sueños alternativos de los años setenta, de los sueños a los que la extraordinaria naturaleza colombiana otorga el marco del paraíso buscado, encontrado y que, al igual que el infierno, no concede ninguna gracia.
Philippe Lançon, periodista cultural de Libération, Francia
Lo que me fascina de Tomás González es la capacidad de crear con escasas palabras personajes e imágenes fuertes e inolvidables: la sencillez, la autenticidad y grandeza de su lenguaje. Aunque la historia toma su curso con la inevitabilidad de una tragedia griega, la literatura de González nunca es deprimente. Sus protagonistas, incluso frente a la muerte, están inclinados hacia la vida:
«Todo es tan putamente difícil y bello».
Peter Schultze-Kraft, agente literario y traductor, Alemania
La prosa sobria, con un ritmo y una imaginería controlados y tensos, a la que no sobra un adjetivo, una frase, un parágrafo, refiere una inexorable tragedia que se va desplegando, gesto a gesto, en todos los actos y en cada una de las imágenes que presenta. El diálogo escueto, duro y absolutamente verosímil, la descripción segura de un paisaje y una naturaleza que afectan a los personajes, la firmeza de los trazos que pintan a los protagonistas y sus relaciones, la irrupción soterrada o abierta de la violencia, son elementos que dan a esta obra la perfección, el dramatismo y la inevitabilidad de una sonata clásica.
Jorge Orlando Melo, historiador y columnista, Colombia
La historia de Horacio
[1997; Punto de Lectura 2011]
La historia de Horacio es su historia y la de todo lo que lo rodea: sus dos vacas y los terneros que crecen en ellas, su mujer y sus seis niñas, un único hijo irrefrenable y grosero, una montonera de cuñadas, su hermano escritor y su hermano comerciante, los naranjos que le dan sombra a su Volkswagen de oscuro pasado, y las docenas de antigüedades cuidadosamente guardadas, algunas de ellas auténticas obras de arte y todas muy valiosas para él por el sólo hecho de pertenecerle.
Mientras la vida les sucede con rotundo e inevitable humor a estos personajes conmovedores, Horacio enfrenta sus últimos días. A su cuñado jamás dejó de sorprenderle: «No se entiende cómo puede uno estar tan apegado a algo que lo hace temblar tanto», decía con su voz profunda, refiriéndose al gusto de Horacio por la vida. En este relato desbordante de vitalidad, desde el principio hasta el irreversible final, están presentes el poder de la naturaleza y la fuerza de las relaciones familiares que todo lo superan.
Esta novela narra con humor irreverente, con afecto, los últimos meses de un hombre de 46 años, extraordinariamente nervioso, a quien informan que muy pronto se va a morir. Horacio, el protagonista, es coleccionista de antigüedades y vive en el campo, en las afueras de Medellín.
A partir de su contacto con este ambiente rural, Horacio establece particular relación afectiva con sus vacas, que se convierten en el centro de su vida (Editorial).
Sobre La historia de Horacio
Para mí, La historia de Horacio compensa la mayoría de las novelas con pretensiones de crítica social que han aparecido en Colombia en los últimos años.
Primero, porque Tomás González, en medio de una sociedad en la que la muerte de un individuo apenas significa algo, insiste en su singularidad y le brinda toda su atención y energía artística.
Segundo, porque él, al escribir, se mantiene fiel al tema y al mismo tiempo lo cuenta sin aparente esfuerzo, casi distraído, tal como los seres humanos, distraídos también, marchamos hacia la muerte.
Tercero, porque nos permite ser, en general, bastante testarudos y sensibles sin tener que sacrificar siempre nuestra nostalgia errática a la esperanza de éxito o de una voluminosa cuenta bancaria.
Cuarto, porque no se abusa de la omnipresencia de los animales para proyectar instintos humanos, sino que se toman como elemento irrenunciable de la existencia.
Quinto, porque describe el morir como un proceso que pertenece a la vida y no a la muerte. En la descripción del morir «natural» nadie, creo, ha osado ir tan lejos como este escritor.
Erich Hackl, Die Presse, Austria
El narrador cuenta el tiempo que le queda a Horacio como una sucesión de últimas delicias y crueldades. En el primer plano se trata un drama personal, una biografía llena de detalles, un cuadro de familia latinoamericano. Mucho de esto es trivial y nada es superficial.
Conociendo, Tomás González logra ver con los ojos de la inocencia. La historia de Horacio es una novela sobre la muerte y un himno a la vida... Un libro drástico, doloroso, maravilloso.
Ulrike Frenkel, periodista cultural de Stuttgarter Zeitung, Alemania
En La historia de Horacio uno de los personajes dice: «¡Qué difícil había sido el camino en busca de la sencillez del lenguaje, en el que las palabras aparecieran con la naturalidad del musgo sobre las piedras!». González, al parecer, ha encontrado este lenguaje.
Uwe Stolzmann, crítico literario de Neue Zürcher Zeitung, Suiza
La secuencia de trivialidades cotidianas en La historia de Horacio va ganando fuerza hasta generar todo un torbellino que absorbe al lector en torno a una muerte in crescendo, muy hábilmente administrada.
Mueren con sus pequeñas obsesiones los hombres de una familia cerrada y omnipresente a la que perteneció el rebelde más pertinaz de la región; mueren ellos en rebeldía fumadora contra la vida, en medio de mujeres embadurnadas con cremas acabadas de llegar de Miami y en medio de vacas que paren aparatosamente en lodazales, gracias a dispendiosas inseminaciones que hacen ostentosa la continuidad de la vida.
Aquí habla una antioqueñidad sin complejos, sin acomodaciones a clichés regionales y sin retoques de idilio. Me congratulo de haber leído algo que todos haríamos bien en conocer. Ojalá tuvieran todos un amigo que les cuente de Horacio.
Carlos B. Gutiérrez, filósofo, Colombia
Para antes del olvido
[1987]
Aunque esta novela, ganadora del Premio Nacional de Novela Plaza y Janés de 1987, puede leerse de muchas maneras, básicamente es una historia de amor. En ella se sigue el viaje de un joven poeta desde su pueblo natal hasta Bogotá y de allí a Europa, donde es atrapado por la carnicería de la Primera Guerra Mundial. Josefina lo espera todos esos años y, cuando al fin regresa, él ya no la quiere.
Esa es la historia. Josefina se recupera de la traición, goza de una larga vida y merece una muerte tranquila y memoriosa. Pero en ella se concentra la intensidad del drama. Escrita en capítulos cortos, en esta novela González sigue el método de los vasos comunicantes. Si bien cada capítulo tiene cierta autonomía, es en el conjunto donde el autor alcanza la resonancia máxima.
La ambición de Para antes del olvido no es poca y podría resumirse en los versos de Baudelaire con los que el escritor encabeza uno de los capítulos: «Como largos ecos que de lejos se confunden en una tenebrosa y profunda unidad, vasta como la noche y como la claridad, los perfumes, los colores y los sonidos se responden» (Editorial).
Sobre Para antes del olvido
He titulado mi comentario «El amor fragmentado» porque es la idea general, la esencia de toda la historia.
De hecho toda la novela se organiza por fragmentos. Tiempos y lugares distintos arman un círculo, creando al final una especie de elipsis que nunca se cierra lo suficiente. Los fragmentos son autónomos entre sí que el lector une por una vaga percepción. [...] Ante todo, una prosa poética llena de plasticidad y luces; una narración rápida, donde se advierte velocidad tanto de imágenes como de pensamiento.
Esto permite un erotismo muy original. Tomás González describe escenas eróticas con impresionismo. No diciendo cómo ella lo besa y lo desnuda, y él cómo la seduce, le acaricia los senos y la penetra, sino con otra óptica: por una mesita que se cae golpeada por las piernas de ella que se arquean; por una lámpara que se apaga; por el sonido de las sábanas, etcétera.
Óptica bajo la cual vemos un erotismo fino y preciso, y acaso hasta más intenso, porque nos excita la imaginación...
Angélica Betancourt, reseñista, Colombia
Los caballitos del diablo
[2003]
En William Faulkner, en los veranos tórridos de las novelas de Erskine Caldwell, en los personajes extraños de Carson McCullers y en el ambiente del Sur Profundo de los Estados Unidos, puede pensar el lector de esta novela. Y no errará, pues este es el territorio literario de Tomás González.
El lenguaje, el estilo y los recursos que utiliza el autor hacen que esta novela sea rica en matices, en puntos de vista, con personajes dibujados a partir de lo que sugieren sus actos y, sobre todo, en la realidad envolvente que penetra lentamente en la vida del protagonista.
Ésta es la historia de un naufragio dentro de otro. Un hombre se refugia con su mujer y sus dos hijos en las afueras de una ciudad abrumada por la muerte, para huir, no tanto del caos que recorre la región como de su propio caos. Con la dificilísima sencillez de los maestros, Tomás González relata de manera poderosa la lucha por la supervivencia de un hombre enmarañado en la espesura que él mismo ha ayudado a crear (Editorial).
Sobre Los caballitos del diablo
Los caballitos del diablo, de Tomás González, no publicita sus tesoros y, por el contrario, parece escamotearlos al lector. Hay que adentrarse en el relato de manera lenta, con cuidado, paladeando cada escueta frase, cada párrafo rotundo. Tomás González se comporta como un usurero decidido a cortar a machetazo limpio cualquier exceso, una escena de más, una palabra.
El lenguaje que utiliza es conciso, sobrio, preciso, sin alardes, y de este concierto de parquedades surge nítida la poesía. [...] De manera sabia, Tomás González ejecuta la obra y, a golpes de batuta, señala la entrada de una voz, de un monólogo, de un diálogo, del coro, de un objeto para la casa, de un animal, de un ámbito, de un intríngulis, de los pequeños dramas que se viven en el seno de una familia antioqueña de comerciantes, finqueros y aventureros que se acusan entre sí de alcohólicos, de haber tumbado al otro, de inútiles, de fantasiosos, de extravagantes, de desequilibrados.
[...] Este libro tiene un encanto raro y, como lector, confieso que una vez lo hube terminado de leer volví a releerlo, y luego una tercera vez tratando de desentrañar sus variados temas, sin lograrlo del todo, pues hay un algo en él elusivo, difícil de atrapar, como si el autor hubiera cifrado una verdad, un secreto, de manera misteriosa, y uno se quedara hipnotizado, al soltar el libro, respirando una desbandada de perfumes.
Alberto Quiroga, escritor y guionista, Colombia
Lo que quiero destacar de la novela y de toda la escritura de González es su sentido del ritmo y el uso de instrumentos como los estribillos que van cambiando ligeramente cada vez que se repiten, a veces ampliándose y otras reduciéndose, lo que le imprime un ritmo complejo al relato.
En La historia de Horacio el ritmo surgía de los embarazos y los progresos en la gestación de las vacas del personaje, obsesionado con su salud y con su muerte. En Los caballitos los estribillos surgen de la vida mercantil de la ciudad: «En los cafés y en las plazas la gente hablaba de cheques devueltos, utilidades, porcentajes.
Los vendedores de mangos verdes tasajeaban frenéticos los mangos. Los vendedores de piñas las pelaban y tajaban con cuchillos grandes, extraordinariamente afilados, y colocaban en pilas nítidas y brillantes que eran atravesadas por el sol». [...] Creo que el ritmo de González es una mezcla extraña entre la salsa y el hablado paisa que acompaña las historias que incitan al lector a que ría, odie y sienta a veces el tremor del sexo o de la muerte.
Salomón Kalmanovitz, economista y columnista, Colombia
Los caballitos del diablo, como toda buena literatura nos persuade por sí misma; por su lenguaje intenso y contenido y por la fuerza de sus personajes.
Luis Fernando Afanador, crítico de libros de Semana, Colombia
CUENTOS
El rey del Honka-Monka
[1994]
Cinco cuentos narran en este libro cinco viajes al límite de la experiencia humana. «Verdor» nos presenta a un pintor a quien la muerte de un ser querido afecta a tal extremo que abandona todo y se sumerge con rabia, y durante mucho tiempo, en las tinieblas.
«Viaje infinito de Carola Dixon» narra el viaje imposible que una señora jubilada emprende en un velero viejo desde las playas de Brooklyn, con el propósito, a la vez preciso y brumoso, de salvar a la humanidad.
En «Aguaceros de mayo», un maestro abrumado por la traición de un adolescente malvado alcanza la felicidad al final de sus días, refugiado en una durísima región del Caribe. «Víctor viene de regreso» relata el regreso truncado a su patria de alguien a quien el despecho amoroso ha convertido en exilado, en paria, en réprobo errante.
Y «El rey del Honka-Monka» es la historia de un hombre de negocios cuya pasión por el baile lo lleva a crearse otra personalidad, una deslumbrante vida paralela. Personajes todos que, casi sin darse cuenta, abandonan la vida normal y se entregan, enteros, a un destino amenazante (Editorial).
POEMAS
Manglares
[1997]
Al igual que su prosa, la poesía de Tomás González está lejos de cualquier grandilocuencia. A partir de una aguda observación, y sencillez tan cautivante como la de las aguas claras de un río, nos acerca a un mundo abisal que se recrea con imágenes perdurables y tan nítidas como la superficie misma. Quienes habían leído antes la poesía de Tomás, tienen ahora la posibilidad de deleitarse con una obra que fue escrita con la dedicación y la destreza de un cuidadoso artesano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario