El cardenal Gianfranco Ravasi, ministro de Cultura del Vaticano. foto.fuente:adncultura.comEl tema será tratado durante el encuentro interreligioso que el Papa encabezará en Asís
Además de todas las confesiones religiosas, en este encuentro participarán también, por primera vez, cuatro ateos. "Yo los elegí... Pero es el Papa quien quiso a los ateos en Asís, fue una idea suya", reveló en una entrevista con La Nación Ravasi, un hombre muy afable y de inmensa cultura. "Benedicto XVI demuestra gran consideración por una antigua enseñanza de la teología cristiana: el hombre está constituido de naturaleza y de una parte sobrenatual. Lo sobrenatural no quita o destruye la natuaraleza, sino que la perfecciona. Es decir, se plantea como un elemento más, pero no elimina la naturaleza humana. En la invitación del Papa por lo tanto hay un intento de reiterar la importancia de la relación entre fe y razón", indicó.
Presidente del Pontificio Consejo de la Cultura, para Ravasi es una frase escrita por el filósofo Soren Kirkegaard en el '800 la que mejor pinta al momento actual: "La nave está en manos del cocinero de a bordo y lo que transmite el micrófono del comandante no es más la ruta, sino lo que comeremos mañana". Para él, lo más preocupante del secularismo que caracteriza a la sociedad es que no sólo es un fenómeno estrictamente religioso, sino cultural.
"Con la secularización tendencialmente se es llevado a no considerar las grandes cuestiones, sino más bien a permanecer en un nivel superficial. Hoy, el interés fundamental es por la moda, los modos, las derivas consumistas o por lo menos por las preguntas que son las menos inquietantes", lamentó Ravasi, que destacó que el secularismo, como el ateismo, tiene dos rostros fundamentales.
"El primero es el que para mí es más peligroso. El segundo es el agresivo: es el que dice que hay que cancelar cualquier símbolo religioso, como por ejemplo el crucifijo... En ese sentido, creo que está mal ver el problema solamente en el ámbito religioso, porque es más bien de tipo cultural. T.S. Eliot tenía razón cuando decía que si cancelamos todos los símbolos religiosos, toda la herencia religiosa, no podemos entender nada ni de Voltaire ni de Nietzsche. Por eso Europa es tan débil ante el Islam: al final, si se saca el crucifijo, si se sacan las festividades, al final este sacar es introducir lo gris. Para mí, es ése el secularismo más peligroso, porque es inconsistente y es por negación, por sustracción.
-Por ser politically correct...
-Sí, pero al final este ser correcto se basa solamente en lo negativo: para no ofender, nada. El otro ateismo es la secularización agresiva, la que combate explícitamente. Yo personalmente prefiero confrontarme con alguien que niega, afirma, declara, con motivos: esto es lo que hace falta hoy. Es decir, hay un ateismo que no es el ateísmo de Marx, no es el ateísmo de Nietsche, que era una visión de conjunto de la realidad, alternativa. Hay más bien un ateísmo de sustracción o indiferencia a nivel popular, no un ateísmo coherente, lógico. Diría que la Iglesia se enfrenta a esto.
-Cambiando de tema, como "ministro de cultura" del Vaticano ¿como evalúa la cultura actual?
-Primero de todo la cultura actual no correponde más al concepto de la palabra cultura que nació en el '700 en Alemania como "kultur", que era la cultura alta, es decir, las artes, las ciencias, la filosofía, etc. Ahora, el concepto de cultura es antropológico, es transversal. Es el artesano, el folklore, la cultura industrial, la economía, es todo, es la actividad humana autoconciente... Entonces, volvería al punto de partida: para los hombres de Iglesia y para los hombres de cultura, el gran problema es la indiferencia. Indiferencia religiosa, e indiferencia moral.
-¿Esta indiferencia cómo se refleja en lo cultural?
-Del punto de vista cultural es esta actitud de lo efímero, que también se refleja en el arte. Le hago dos ejemplos: habrá oído hablar del videoartista Bill Viola. La primera vez que hablé con él me dijo que el arte contemporáneo ahora intenta evitar dos cosas, que ve con horror, como la negación: primero, el mensaje; segundo: la belleza. ¡Esto es paradojal! ¡La belleza y el mensaje, dos cosas que absolutamente no deben aparecer! Y otro ejemplo: una de las expresiones artísticas más significativas es la performance. La performance en sí es linda. Miguel Angel sabía que su obra era para los siglos venideros, pero la característica ahora es que debe morir... A lo sumo quedará de ella una foto o una filmación, pero nada más.
-Cambiando nuevamente de tema, muchos católicos lamentan que la Iglesia no oye sus pedidos de modernización y apertura...
-Sí. Yo siempre digo que de un lado están los principios que deben afirmarse. Los principios para afirmar, son absolutamente indiscutibles, es decir, son las grandes afirmaciones de fondo, que constituyen un sistema, sobre todo para la religión. Por lo tanto, es indispensable afirmar con fuerza los principios, sobre todo en una sociedad como la actual, que es líquida, es fluida. Aquí no hay consistencias y al final hasta aquellos que son totalmente indiferentes, antes los grandes interrogantes humanos reclaman los principios. Cuando una madre de repente tiene un niño que tiene un cáncer fulminante y no hay nada que hacerle. En esos momentos fundamentales son los que uno necesita. Quizás al final uno llega a la blasfemia, pero, en ese caso, siempre habrá afirmado un principio o afirmado una pregunta última. Y esto vale para la Iglesia también en lo positivo. Cuando uno vive una fuerte experiencia estética, un enamoramiento auténtico, en ese momento, elige un camino de principios. Lamentablemente, la ruina de la sociedad contemporánea es que boicotea esto. La sociedad contemporánea reduce la experiencia del enamoramiento a una mera cuestión de piel, a pura sexualidad. Ni siquiera el eros es dado. El eros no es sólo belleza, sino también el sentimiento, la ternura, la pasión. Ahora los chicos consuman el acto sexual, ya el verbo es significativo. Es decir, los principios, que son los grandes valores, aparecen en los momentos fundamentales de la existencia. Pero, en el otro aspecto, yo también entiendo que lo concreto de la experiencia pastoral exige que hay que tener en cuenta las situaciones, porque el cristianismo también conoce el tema del perdón, de la misericordia, de la compasión, de la comprensión, por lo que también está este aspecto. Pero no se puede reclamar a las grandes instituciones religiosas -y hablo de la manera más genérica posible, no sólo del cristianismo-, de no afirmar los principios. Porque si no después esa generosidad, esa comprensión en la cotidianeidad, no tiene más sentido si no está motivada produndamente en los principios.
Muchas iglesias protestantes americanas, porque existe esta flexión de fieles, adoptaron este sistema de bajar el nivel: no hacer más declaraciones de principios, solo lo indispensable, lo mínimo de caridad, lo mínimo de oración. El resultado no es que las iglesias están llenas, sino que se vaciaron completamente. En todo caso buscan en otros lados la experiencia. Porque al final, como también sucede en las escuelas, si uno reduce y parte del mínimo común denominador, se hará lo mínimo.
-¿Pero cómo se explica en este marco que, sin embargo, la Iglesia pierde fieles, y por ejemplo en América latina, las sectas tienen gran éxito...
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