Feliz cumpleaños. El escritor británico, que está festejando los 80, dice estar en paz consigo mismo. foto.fuente:Revista ÑEl escritor británico que reinventó un género masivo cuenta su vida. No sabe si seguirá escribiendo porque no entiende la nueva tecnología. Y sin ella, ¿qué hace un espía?
A los autores de novelas sobre espías suele resultarles complicado que se los tome en serio como escritores. John Le Carré, que cumple 80 años, es una excepción. Desde que hace medio siglo publicó El espía que surgió del frío, el británico es considerado un novelista respetable.
Le Carré, David John Moore Cornwell, desarrolló el arte de inventar historias de una forma casi dramática. Su madre, actriz, desapareció cuando tenía cinco años. Su padre, un estafador, vivía entre la cárcel y sus estafas. Incluso se hizo pasar por su famoso hijo para conquistar mujeres.
"Ser hijo de mi padre era algo fuera de lo común", cuenta el escritor. "Tenía caballos pero no pagaba a los corredores de apuestas, entonces me mandaba a mí al hipódromo (...) La gente me decía: 'Eres el hjo de Ronnie Cornwell? Ten cuidado muchacho...'".
"Vivíamos continuamente entre mentiras", recuerda Le Carré. "Decíamos que mi padre estaba de vacaciones, pero en realidad estaba preso". Mirase donde mirase, veía conspiraciones y traiciones. Durante esa infancia, el escritor desarrolló una desbordante fantasía y una búsqueda de estabilidad que lo llevó hasta los servicios secretos británicos. En los 50 llegó a Alemania bajo la identidad de un diplomático, pero no tuvo éxito como espía. Una de sus misiones fue descubrir si un soviético era en realidad un agente doble. "El ruso vino, bebió vodka, tocó el chelo y no dijo una palabra en toda la tarde", cuenta el escritor. Quién sabe hasta donde habría llegado el agente Cornwell... Pero apareció El espía que surgió del frío.
El breve libro, redactado en pocas semanas, cambió la vida de Cornwell y el arte de escribir novelas de espionaje. Buenos y malos se entremezclaban en un terreno más gris y los agentes dejaban de ser héroes para convertirse en personajes de carne y hueso. "La mejor historia de espionaje que leí nunca", dijo al respecto Graham Green, otro veterano del género. La novela salió a la venta firmada por un tal John le Carré. Cuando la identidad del escritor salió a laluz, su carrera como agente ya era historia.
En lugar de trabajar como espía, Le Carré se dedicó a escribir sobre ellos. Pocos años más tarde creó a su personaje de mayor éxito: el desilusionado agente George Smiley, engañado constantemente por su mujer y víctima de un entorno sin escrúpulos. Este año, El Topo recreó la aventura más conocida de Smiley, Tinker, Tailor, Soldier, Spy, con Gary Oldman de protagonista. Y eso, a pesar de que entre la publicación del libro y este filme creció una generación que casi no sabe qué fue la Guerra Fría.
Con la caída de la cortina de hierro, Le Carré dirigió su mirada crítica hacia Europa occidental. Sus libros comenzaron a tratar el tráfico de armas, negocios sucios de las empresas farmaceúticas, la guerra contra el terrorismo o la mafia rusa. Y en sus comentarios, criticó con frecuencia la política exterior estadounidense y pidió más tolerancia con el Islam.
-¿Qué le resulta difícil a la hora de escribir hoy?
-Tengo un gran problema con las nuevas tecnologías de la comunicación. Es complicado escribir un thriller sobre espías cuando uno no entiende como funcionan los sistemas de vigilancia, localización y comunicación. ¿Como funciona ahora la comunicación en el mundo de los espías? No tengo ni idea. Y no quiero escribir sobre cosas de las que no entiendo.
-Pero, ¿no ha escrito ya libros en los que aparecen computadoras?
-En El jardinero fiel el protagonista tenía una notebook, pero no sabía como utilizarla y la tiraba al mar en cuanto conseguía extraerle la información que necesitaba, lo que para mí fue un alivio. Pero en la película pusieron computadoras por todas partes...
A sus 80 años, Le Carré es un ágil caballero de cabello gris, encantador y perspicaz. Con 13 nietos a los que sirvió de puente para vivir la vida normal que su padre nunca le dio, está en paz consigo mismo. "Me siento preparado para morir", confiesa.
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