Ricardo Soca es un periodista uruguayo autor de varios libros , entre ellos, La fascinante historia de las palabras. foto.fuente:semana.comLas redes sociales son el escenario de una pelea entre Ricardo Soca, creador del servicio por internet La palabra del día, y la Real Academia Española. ¿Qué hay detrás?
Todo comenzó con una comunicación en la que la Real Academia Española y el Grupo Planeta le pedían a Ricardo Soca, creador del sitio web elcastellano.org y del boletín diario 'La palabra del día', retirar, en un plazo de 72 horas, los avances de la vigésima tercera edición de su diccionario. Soca había hecho una lista de las palabras cuya definición había cambiado y su fuente era el sitio web de la Academia, en el que ya aparecen las definiciones nuevas.
Tan pronto recibió esta comunicación, Soca, periodista uruguayo y autor de varios libros sobre la historia de las palabras, hizo pública la situación. Con una página que, según él, recibe entre 14.000 y 15.000 visitantes diarios, una lista de distribución de correo con 250.000 inscritos y un Twitter con más de 6.000 seguidores, no le costó mucho posicionar el tema en las redes sociales y, en general, en cientos de foros y sitios web dedicados al idioma. Y entonces surgieron dos campañas de apoyo: 'Nos amarraron la lengua' y 'RAE, dominio público ya', y una petición en línea titulada 'La lengua es de todos, no de las corporaciones', que ya ha sido firmada por más de 9.200 personas y ha recibido miles de trinos con palabras de respaldo.
La reacción de la Academia llegó el 5 de octubre en un comunicado que comienza por aclarar que "el Diccionario y otros recursos académicos son de acceso libre y gratuito en Internet". Después enumera todos los recursos que la Academia tiene disponibles gratis en su web y enfatiza que si alguien quiere crear un enlace a estos contenidos, solo debe enviar una petición para que la Academia la estudie. Y luego, el meollo de la disputa: "Su autorización, o no, dependerá del destino que vayan a tener. La RAE está a favor de facilitar los enlaces externos de sus recursos públicos siempre que haya una petición formal que no tenga, por parte de terceros, fines comerciales o lucrativos".
Ante esto, Soca ha sostenido que hace su sitio web por amor al arte y que no obtiene ninguna ganancia de los anuncios que contiene pues el dinero que recibe por ellos ni siquiera le alcanza para pagar los gastos de la página. Argumento que, en principio, dejaría sin piso el de su contraparte.
Pero detrás de todo está la pregunta de si un idioma puede ser propiedad privada. "Una institución académica que quiere mantener el control del conocimiento que genera es inmoral", asegura Soca, quien argumenta que la Academia está financiada con dineros públicos y que, por lo tanto, todo el material que produce tiene que ser de dominio público. "Le corresponde generar y transmitir conocimientos, devolviendo a la sociedad el fruto de sus investigaciones con la máxima divulgación posible. Que las empresas privadas comercialicen material cultural para obtener ganancias no está mal, forma parte de su papel en nuestra organización social, pero las instituciones académicas no deberían involucrarse en la busca de lucro", escribió en su sitio web elcastellano.org. Y va más allá. Sugiere que la Academia "quiere eliminar la competencia del mercado de la red". Y le atribuye esto a una estrategia del gobierno español para tener una lengua unificada en todo el mundo. "Eso representa ventajas, permite usar la misma lengua en todos los mercados, reporta ganancias que ya han sido cuantificadas. De ahí que el español hoy sea un negocio monopolizado por entidades como el Instituto Cervantes, la única que certifica su aprendizaje", dijo Soca a SEMANA.
En suma, más allá de las conjeturas sobre por qué la Academia actuó de esta forma -el de Soca no fue el único sitio web que recibió esa comunicación-, esta discusión revive la pregunta de por qué un idioma tiene que estar al amparo de una única institución, algo que no ocurre con otras lenguas.
La reacción de la Academia llegó el 5 de octubre en un comunicado que comienza por aclarar que "el Diccionario y otros recursos académicos son de acceso libre y gratuito en Internet". Después enumera todos los recursos que la Academia tiene disponibles gratis en su web y enfatiza que si alguien quiere crear un enlace a estos contenidos, solo debe enviar una petición para que la Academia la estudie. Y luego, el meollo de la disputa: "Su autorización, o no, dependerá del destino que vayan a tener. La RAE está a favor de facilitar los enlaces externos de sus recursos públicos siempre que haya una petición formal que no tenga, por parte de terceros, fines comerciales o lucrativos".
Ante esto, Soca ha sostenido que hace su sitio web por amor al arte y que no obtiene ninguna ganancia de los anuncios que contiene pues el dinero que recibe por ellos ni siquiera le alcanza para pagar los gastos de la página. Argumento que, en principio, dejaría sin piso el de su contraparte.
Pero detrás de todo está la pregunta de si un idioma puede ser propiedad privada. "Una institución académica que quiere mantener el control del conocimiento que genera es inmoral", asegura Soca, quien argumenta que la Academia está financiada con dineros públicos y que, por lo tanto, todo el material que produce tiene que ser de dominio público. "Le corresponde generar y transmitir conocimientos, devolviendo a la sociedad el fruto de sus investigaciones con la máxima divulgación posible. Que las empresas privadas comercialicen material cultural para obtener ganancias no está mal, forma parte de su papel en nuestra organización social, pero las instituciones académicas no deberían involucrarse en la busca de lucro", escribió en su sitio web elcastellano.org. Y va más allá. Sugiere que la Academia "quiere eliminar la competencia del mercado de la red". Y le atribuye esto a una estrategia del gobierno español para tener una lengua unificada en todo el mundo. "Eso representa ventajas, permite usar la misma lengua en todos los mercados, reporta ganancias que ya han sido cuantificadas. De ahí que el español hoy sea un negocio monopolizado por entidades como el Instituto Cervantes, la única que certifica su aprendizaje", dijo Soca a SEMANA.
En suma, más allá de las conjeturas sobre por qué la Academia actuó de esta forma -el de Soca no fue el único sitio web que recibió esa comunicación-, esta discusión revive la pregunta de por qué un idioma tiene que estar al amparo de una única institución, algo que no ocurre con otras lenguas.
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