Los personajes de las tres novelas de Kanafani recogidos en esta colección editada por Hoja de Lata
actúan como símbolos, transcenden su identidad personal para
convertirse en retratos colectivos
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Gasán Kanafani, autor palestino de Trilogía palestina./Anni Kanafani./revistadeletras.net |
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Trilogía palestina de Gasán Kanafani. |
Los tres protagonistas de la pimera
novela, Hombres en el sol, muestran tres etapas
en la aceptación de la situación de los refugiados palestinos. Abu Qais,
el más anciano, simboliza la pérdida de identidad, la generación que ya
solo puede vivir de los recuerdos y seguir soñando en el país antiguo
que un día tuvieron aunque sus fuerzas se hayan marchitado y se dirija
peligrosamente a la deriva.
Maruán, el chico, muestra la inocencia
de la juventud. El ímpetu de acción combinado con su ingenuidad le
condenan inevitablemente al fracaso. Mientras que Asad, el hombre de
mediana edad, simboliza al individuo derrotado, cínico y resentido que
ha perdido la fe en los demás y solamente busca la salvación propia. Es
el paso de la colectividad al individualismo.
Por otro lado, la figura de
Abuljaizarán, el pasador de hombres, simboliza la embriaguez
capitalista. El individualismo cínico en exceso obsesionado únicamente
con el dinero que no duda en transportar a sus conciudadanos como si
fueran ganado. Y lo peor es que su cinismo capitalista, sus ansias de
ganar dinero a cualquier precio, no nos sorprenden. Este es uno de
nuestros problemas: no podemos aceptar tan ligeramente este tipo de
acciones amorales porque sus consecuencias derivan inevitablemente en
una desintegración de la civilización. La moral, por muy cuestionada que
pueda ser por su arbitrarismo generacional, cumple, entre otras, la
función de mantener al individuo civilizado. Su pérdida nos convierte en
animales. Esta es una idea que se repite a lo largo de esta y las demás
novelas de Kanafani y que adquiere mayores proporciones con el descenso
al interior del camión cisterna. Un descenso que se convierte en un
símil del descenso a los infiernos dantescos. Un descenso real, físico,
del hombre que se introduce en el fuego (el calor abrasador del interior
de la cisterna) donde debe adentrarse quitándose la camisa, en otras
palabras, despojándose de uno de los pocos elementos que le mantienen
unido a la civilización y la humanidad.
A través de estos personajes, Kanafani
también aprovecha para dirigirse directamente a sus lectores, para
intentar remover sus conciencias y hacerles plantear la necesidad de
huir de allí. “¿Pero tú crees que vale mucho más la pena vivir así que
morir?”, pregunta conocedor de la respuesta.
La segunda novela que conforma esta trilogía palestina, Lo que os queda, es una obra más compleja estructural y narrativamente que muchos han emparentado con El ruido y la fúria de Faulkner y con el estilo rompedor de Joyce.
Un texto que puso en jaque al propio autor que se halló ante la
disyuntiva de querer decir muchas cosas y al mismo tiempo querar llegar a
sus lectores. Tanto es así, que se planteó: “¿Escribo para que un
crítico diga en una revista cualquiera que he escrito una novela
excelente, o escribo para llegar a la gente?”. I en una época crítica en
la que el “deber de intelectual [de un escritor] es el de testimoniar”,
como afirma María de Madariaga en el prólogo, la respuesta está clara.
A pesar de su mayor complejidad, Lo que os queda
debe ser entendida como una novela de transición entre la primera y la
tercera pieza de esta trilogía. Aquí, según Madariaga, “se vislumbra ya
el esbozo de una toma de conciencia. La búsqueda de una solución, aunque
siga siendo de forma individual, representa ya un intento de
liberación.”
El puzle que nos propone Kanafani nos
muestra los sentimientos trágicos de Mariam, madre soltera del hijo de
su hermano que se ve forzada a casarse precipitadamente con Zacarías, un
desgraciado odiado por todos y que ya tiene otra familia, para evitar
el escándalo. Kanafani mezcla inteligentemente las horas de espera de
Mariam antes del indeseado matrimonio con las horas de andadura de
Hamed, su hermano, que está intentando huir del campo de refugiados. La
angustia de Carmen en Cinco horas con Mario se
convierte aquí en los miedos de Mariam mientras imagina donde estará su
hermano combinado con el raudal de recuerdos que llenan la cabeza del
hermano mientras lleva a cabo su particular travesía por el desierto.
Es el retrato silencioso de un mundo
interior que remueve nuestras conciencias porque “no hay silencio sin
voz, de lo contrario no podría oirse de esa forma única, cargada de
ausencias, soledad, misterio.”
En la última novela, Um Saad,
Kanafani muestra “la etapa de la toma de conciencia colectiva del
pueblo palestino”. Es la época de las guerrillas y la lucha. Después de
más de veinte años en un campo de refugiados, incluso una madre como Um
Saad se alegra de que su hijo se aliste con los fedayín, los
combatientes laicos de oriente. Cuando todo está perdido, es el momento
de los grandes sacrificios.
Según María de Madariaga, y según el
propio Kanafani, la única solución posible al problema israelo-palestino
sería recuperar las ideas originarias del 1967 e instaurar “un Estado
democrático y laico.” Un país donde “judíos, musulmanes y cristianos
puedan convivir pacíficamente, con independencia de sus orígenes
religiosos o étnicos.” Esta es también la lucha del hijo de Um Saad.
Esta es la lucha iniciada por Kanafani cuya “pluma fue su arma de
combate”. Pero el hecho de que fuera asesinado poco después y que la
situación palestina no haya mejorado demasiado desde entonces, nos
muestra que, lamentablemente, la lucha no ha terminado todavía.
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