19.6.15

Lolita, un rincón chileno dedicado a libros de fútbol durante la Copa

El periodista y escritor Francisco Mouat les dio un sector de su librería a las letras futboleras
Mouat, además de cronista y escritor, es editor y de un tiempo acá librero. Tiene los mejores títulos sobre la conjunción fútbol y literatura. Aquí, su 'rincón del fútbol'./eltiempo.com

“Vamos hacia el córner”, dice Francisco Mouat. Nos guía. Allí, en ese rincón, que podría ser cualquier rincón de cualquier librería –o en cualquier cancha–, nacen miles de goles.
Lo mejores, los más raros, los increíbles, los más fantásticos e inefables. Los que brotan de la imaginación, de la palabra, de las letras.
Son columnas atestadas de libros debidamente organizados, pulcros. En ese ‘rincón del fútbol’, como se lo conoce, están los mejores títulos que la literatura y este deporte se han encargado de combinar, como si de una feroz pareja de cracs se tratara. La librería se llama Lolita (en homenaje a una perra pastor alemán que por muchos años le hizo compañía a Mouat) y queda en el sector de República de Cuba, en Santiago de Chile, donde por estos días solo se habla de fútbol, con motivo de la disputa de la Copa América.
Mouat, un periodista y escritor en retiro –y un lector vitalicio–, es el dueño del lugar. Usa anteojos grandes. Lleva el pelo blanco, algo alborotado. Tiene barba. Habla pausadamente, como masticando cada palabra que pronuncia. Le entusiasma hablar de su ‘rincón’. Aunque en Lolita no solo se conversa de fútbol, sino de mucha literatura.
Suena música de fondo, todo tipo de música, música generacional: los Beatles, Los Prisioneros... Sirven café de día; vino de noche, cuando abren puertas a sus habituales talleres, conversatorios, eventos literarios. Es una librería pequeña, acogedora. Está llena de compradores todo el tiempo. Muchos extranjeros.
De ese rincón, que Mouat ha levantado como un altar, podría salir una selección de escritores de lujo: están Roberto Fontanarrosa, Eduardo Sacheri, Juan Villoro, Martín Caparrós, Osvaldo Soriano, Rodolfo Braceli, Eduardo Galeano, Hornby, Dimitrijevic, Mouat. Y muchos más. Están los mejores autores de la pelota, todas las temáticas, no se reserva ninguno. Cualquier futbolero se animaría a entrar aquí y patear este córner.
 
Algunos de los títulos futboleros que se pueden encontrar en la librería Lolita, en Santiago de Chile.


¿Cuántos libros de fútbol hay en Lolita?

No los he contado, pero son unos 80 títulos, de todo tipo. Uno va descubriendo aquí, mirando, todo lo que hay: como los clásicos, todos los cuentos de Roberto Fontanarrosa o sus viñetas; Fiebre en las gradas, de Nick Hornby; las novelas de Eduardo Sacheri. Hay un libro sobre el Mundial del 50. Hay otros de la Copa América. Este –lo saca de la repisa, lo abre, lo ojea, medita– sobre Matthias Sindelar, una historia espectacular del austriaco que se negó a jugar en 1938 con los nazis. Hay otros libros más periodísticos, también biografías de Marcelo Bielsa, de Pep Guardiola y de otros, y tenemos a Juan Villoro, ese gran escritor...
Usted ha compartido charlas de fútbol con Villoro y con Eduardo Sacheri, ¿qué nos cuenta de esas experiencias?
Sí. Hicimos una mesa de trabajo en Guadalajara (México), en la Feria del Libro. Fue una linda experiencia, un encuentro que intentó desarrollar el tema de la literatura y el fútbol, que se encuentran en algún momento. Este rincón –señala los libros, los mira, desde arriba hasta abajo, hace pausas, se rasca la barba y continúa– es un buen testimonio de eso. Aquí concurren fanáticos del fútbol y de la literatura. Claro que pueden convivir. Mucha gente tuvo en algún momento un prejuicio ridículo de que no se pueden encontrar, eso es absurdo.

¿Cuál fue el momento en el que el fútbol se encontró con la literatura?

Creo que antes de Fontanarrosa. A mí me encantaría, por ejemplo, tener lo escrito por Diego Lucero, pero no se ha reeditado nada, espero en algún momento poder hacerlo en mi librería, su antología. Lucero fue aquel periodista uruguayo que asistió a todos los mundiales, desde el primero hasta el de Estados Unidos 94. Fue el único. Luego murió. Tiene libros de crónicas de fútbol muy bonitas, que ya no se encuentran. Es un cronista que fue capaz de encontrar ese vínculo. Claro, Fontanarrosa es de los más reconocidos por la recuperación del habla del fútbol. Osvaldo Soriano es relevante, fue un hallazgo para mí. De los 80 para adelante vino el boom de las biografías, sobre todo en España. En los 90 llegaron las investigaciones de fútbol.

¿Tiene algún escritor de fútbol favorito?

Muchos, Soriano me gusta mucho. Juan Villoro, el mexicano, es una referencia muy valiosa en la mirada y la relación entre fútbol y literatura. Demuestra mucho amor entre el fútbol y el lenguaje. El argentino Rodolfo Braceli lo descubrí hace poco, y para mí fue una novedad, es un gran narrador, gran cuentista. Tiene cuentos de fútbol, pero en realidad el fútbol es un pretexto para escribir. Me atrapó.

¿Qué debe tener un buen libro de fútbol?

No por escribir de fútbol quiere decir que va a ser bueno. La gracia es que haya lenguaje, cuidado y amor, concepto, detalle, la mirada propia, el punto de vista, sabrosura; eso es lo interesante. Nosotros (Lolita Editores) tenemos una colección de libros que se llama ‘Amor a la camiseta’, y en ellos no solo buscamos un escritor que sea hincha de un equipo chileno y escriba de él, sino que sea capaz de desplegar un lenguaje de calidad, que trascienda para cualquier buen lector. No queremos atiborrar con información, sino que buscamos sensibilidad.

Usted también escribe de fútbol y ha publicado...

En nuestra colección publiqué el libro de mi equipo, el de la U (Universidad de Chile). Cada escritor publica el de su equipo. Se llaman Soy de Colo-Colo, Soy de Cobreloa, Soy de la Católica... Hasta hay uno que se llama No soy de ningún equipo. Algún día publicaremos libros de escritores que son hinchas de equipos en otros países.

¿Cómo ha logrado recolectar todos estos títulos?

Tengo muchos amigos y gente que nos ayuda con el catálogo. Dicen “oye, Pancho, descubrí este título, pídelo”. Y lo consigo. También me apoyo en mis lecturas, 35 años leyendo. Esto es una comunidad y entre todos vamos construyendo este pequeño catálogo –en ese instante lo interrumpe un ayudante suyo, de pelo canoso y bigote, que se acerca a la charla con un libro en las manos; no es de fútbol, pero sí de un deportista de Colombia, ‘Pambelé’. Es El oro y la oscuridad, de Alberto Salcedo Ramos. Francisco me lo obsequia. Le digo que ya lo tengo, que es un clásico en Colombia–. Pero seguro que no tienes el de Ediciones Lolita, llévatelo.

¿Conoce a Salcedo Ramos?

Sí, claro. Salcedo ha estado en Chile, por eso este libro lo publicamos nosotros. Gran personaje ‘Pambelé’, gran historia. Quiero convencer a Alberto para que escriba del Junior, que es su equipo. Ya se lo comenté. Cuando hagamos la colección de escritores extranjeros, quiero que él escriba sobre el Junior.

¿Conoce libros colombianos de fútbol?

No. De fútbol... –medita unos segundos, se toca el mentón–. No, nada.
Puedo recomendarle ‘Autogol’, de Ricardo Silva Romero. Una novela que habla de la época del Mundial del 94...
¡Uy! ¿De Andrés Escobar? Qué bien, interesante –se retira a apuntar el nombre, promete que lo conseguirá.

¿Qué significa esta esquina de fútbol? Porque se siente un aura emocionante...

Sí, aquí viene mucha gente a este rincón, es muy entretenido, hay incluso una colección infantil. A los niños también les gusta venir y hay muy buenos títulos para ellos.

Recomiéndenos tres títulos infaltables...

Uy. ¿Me pides tres?, ufff. A ver. Si quieren tres clásicos, no dejen de leer Fiebre en las gradas; los cuentos de Fontanarrosa y el libro Arqueros, ilusionistas y goleadores, de Osvaldo Soriano. Si quieren tres cosas menos corrientes, recomiendo Querido enemigo, de Braceli, es poco conocido y muy interesante. La vida es un valor redondo, de Vladimir Dimitrijevic, y la historia de Matthias Sindelar –vuelve y saca ese libro (Fuera de juego); es la tercera vez que lo hace, lo hojea de nuevo, se ve que le fascina.

Usted es periodista, escritor, pero se dedicó a su librería...

Desde muy chico voy a la cancha, como un hincha más. Hago periodismo desde los 20 años. Diría que hoy estoy jubilado del periodismo. Mi único pie es el programa de Los Tenores, de Radio ADN de Chile, que es de fútbol. El resto es la literatura, esta librería, mis talleres de literatura, la editorial, que lleva cinco años, con cincuenta libros publicados. Mi vida es eso, y ya. ¿Mi trayectoria? No sé, doce libros publicados, no hablo más de eso...

Pero cuéntenos un poco de esa trayectoria...

(Pancho se retira y vuelve con una montañita de libros, son algunas de sus publicaciones). Tengo varios publicados, los de fútbol: Nuevas cosas del fútbol, son crónicas, lo tengo agotado. Y un diccionario que es un divertimento en torno a las palabras que se usan en Chile para hablar de fútbol. Publiqué en el 2001 El empampado Riquelme, es de no ficción, sobre un sujeto que desaparece en el 1956 y sus restos aparecen medio siglo después en el desierto de Atacama. En el 2004 publiqué 'Chilenos de raza', que son crónicas e historias.

Ahí hay una famosa crónica que se llama ‘Condorito y el Roto Quezada’...

El Roto Quezada fue un ciudadano cualquiera, un sujeto del que Pepo, el libretista de Condorito, se quiso vengar por una grosería que tuvo con su mujer. Entonces dedicaba en todas las historietas ‘muera el Roto Quezada’, hasta que murió y solo entonces Pepo se tranquilizó y calmó su venganza cruel y brutal. Esa historia está ahí en ese libro. Y tengo otros libros, varios de crónicas. Ya ni los recuerdo todos.

¿Qué autores son los que más lee?

En mi taller leemos 40 libros al año. Es un poquito de lo que a uno le gusta. Desde poesía hasta novelas recientes, estoy permanentemente leyendo. Es mi actividad, junto con el oficio de librero. Ya no de escribir.

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