¿Por qué dijo que jamás pensó en ganarse un premio como este?
“Los
premios últimamente les apuestan principalmente a figuras más públicas,
más visibles, más comerciales o a literaturas digamos más mediáticas,
lo mío no entra en ese registro, entonces por eso no pensaba que me
fueran a dar un premio de esta categoría. Me honra y me enorgullece
mucho porque, al menos yo creo, es el premio de novela más importante
que se da en el ámbito hispanoamericano”.
¿Cómo se mira a sí mismo cuando lo definen como un autor difícil de leer?
“Es
posible porque mis novelas y mis libros están muy relacionados con la
pintura, con la música, con la fotografía, con la historia, y están
permeados por ciertas reflexiones, pero yo pienso que estilísticamente
mis libros son muy transparentes, no creo que haya gran complejidad en
la manera en cómo están escritos. Hay una apuesta voluntaria al estilo
poético que puede resultar un poco difícil para cierto lector, pero en
cambio a otro es lo que le gusta. En todo caso lo que yo pienso es que
soy un escritor colombiano que vive en Medellín, que tiene de alguna
manera una relación con ese país, pero mis libros también juegan un poco
a alejarse de esas realidades y a abordarlas desde ciertos ángulos que
podríamos llamar excéntricos, no son centrales, sino que van afuera y
tocan diagonalmente los grandes temas de la literatura colombiana. Yo no
me he ausentado de la violencia, por ejemplo, pero no estoy inserto en
esas maneras en que la literatura actual lo hace. Yo soy un escritor
raro, que no entra en el rasgo característico del escritor colombiano”.
Tríptico de la infamia le dio gran dificultad escribirla...
“Es
una novela de mucho trabajo, de mucha investigación, que me significó
muchos viajes, muchas lecturas, no la saqué del bolsillo, como se dice.
La escribí entre 2010 y 2014, pero en realidad la estaba pensando desde
hace mucho tiempo. Es una novela que me ha dado una gran alegría como
este premio. Inicialmente la empecé a escribir con un apoyo de una beca
de la Alcaldía que me gané. Luego obtuve una beca del servicio
internacional académico de Alemania, que me permitió estar cuatro meses
en Europa, y allí fue donde la terminé”.
¿Cuándo descubrió a los pintores, que son los personajes centrales?
“Los
descubrí en París, cuando estaba escribiendo mi libro Viajeros, entre
1995 y 1996. En él ya existe uno de esos pintores que iba a trabajar
después en esta novela. Los descubrí en el ámbito de las bibliotecas de
París, en el ámbito académico, había un profesor mío que trabajaba mucho
este tema de los pintores europeos y su relación con la conquista de
América, que es uno de los temas centrales de Tríptico. Todo este
proceso de recrearlos, de darles vida duró muchos años y fue cuajando
lentamente, porque uno a los fantasmas de la historia tiene que
asimilarlos con lentitud, convivir con ellos, de tal modo que tú te
metes dentro de ellos y haces que ellos se metan dentro de ti. Creo que
más o menos eso pasó con estos pintores. Yo les di espacio para que se
metieran en mi sensibilidad, yo quizás los sensibilicé a ellos, porque
como son pintores de los cuales casi no había nada de sus vidas, y la
novela es vida de estos pintores, sí les di mucha carnadura desde mi
propia sensibilidad y vivencia”.
Dos de sus temas son el arte y la música, ¿por qué?
“Fui
músico durante mucho tiempo y cuando decidí pasarme a la literatura,
empecé a estudiar una maestría y un doctorado y siempre en mis trabajos
de grado abordé la música y su relación con la literatura. Mi primer
libro de cuentos es sobre músicos, entonces muy temprano me di cuenta
que esa es una de las vetas de mis obras, pero más que la música y el
arte es la relación que tiene el artista con la sociedad en que vive. Yo
lo he trasladado más al pasado, pero siempre pensando que esas
condiciones permanecen, esas condiciones conflictivas entre artista y
poder, entre artista y sociedad conviven a lo largo de la historia. En
realidad yo trato de actualizar, si se quiere, esas grandes constantes
que uno percibe a lo largo de los siglos, es decir, el artista como
representante distinto, especial en la sociedad en que vive, y esa
personalidad o sensibilidad que tiene la capacidad de criticar o de
vivir intensamente todos esos procesos dolorosos en que las sociedades
humanas se transforman”.
¿En Medellín se siente un autor invisible?
“En
Medellín me leen algunas personas, me he ganado esas becas, he sido
publicado por algunas editoriales. Se ha generado una especie de
inquietud por mis libros, pero creo que esos lectores son pocos, han ido
aumentado con el tiempo al ver a ese Pablo Montoya tan
trabajador que publica aquí, allá, que son cosas muy distintas, y eso
genera cierta curiosidad y cierta inquietud. Yo no me siento invisible
en Medellín, creo que es la ciudad que ha recibido mi voz literaria, que
la está asimilando a su manera, por supuesto. Veremos qué pasa”.
Dicen que es un premio político, ¿qué le parece?
“No
sé en qué medida está politizado al dar el premio a una novela como
Tríptico de la infamia. En el caso mío no entiendo esa politización. Yo
no envié la novela, eso lo hizo la editorial. No sé, lo que yo sí siento
es que el premio Rómulo Gallegos está manejado por el Estado, pero creo
no ha logrado incidir completamente, si se mira toda la historia del
premio. Yo no soy chavista ni madurista, mi novela no tiene nada que
ver. Lo que pretende es rescatar la figura del individuo, del artista en
medio de sociedades que son arrasadoras por la violencia que ejercen
sobre la sociedad civil. En mi caso no creo que haya politización.
También el premio se ha inclinado hacia figuras literarias muy
mediáticas, muy visibles, conmigo han hecho completamente lo contrario,
porque de los finalistas creo que yo era el más invisible.”
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