Eva Clarke nació en una carreta llena de mujeres muertas en el campo austriaco
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Eva Clarke, una de las protagonistas del libro Nacidos en Mathausen, nacida en ese campo de exterminio. / Carlos Rosillo./elpais.com |
Josef Mengele retorció los pechos de Anka Nathanová para comprobar si estaba embarazada. Los 30 kilos que pesaba cuando entró en Auschwitz
impidieron que descubriese el feto que llevaba en sus entrañas. Su
hija, Eva Clarke, llegó al mundo en una carreta llena de mujeres muertas
o enfermas de tifus a las puertas de Mauthausen,
adonde fue trasladada su madre desde el campo en Polonia tras viajar
durante 16 días en uno de los trenes de la muerte, comiendo apenas unas
migas de pan y bebiendo unas gotas de agua. Envolvió al bebé en papeles
de periódico y así estaba cuando los soldados americanos liberaron el
campo de concentración. Con esta dramática historia, cualquiera podría
pensar que la sonrisa no aflorase nunca en su rostro. Sin embargo,
Clarke sonríe y sus intensos ojos azules se iluminan cuando habla de
Anka. Aprendió a no odiar de su madre, una mujer, según la describe su
hija, “fuerte, luchadora. No quiso nunca que el odio se apoderase de
ella porque un sentimiento así se lleva lo bueno que hay en el ser
humano y se apodera de ti. Ella decía que no había tiempo para
lamentaciones cuando tienes que criar a un bebé”. Anka Nathanová se
licenció en Derecho por la Universidad Carolina de Praga antes de ser
deportada al campo de concentración de Theresienstadt, en la República
Checa, y de allí a Auschwitz. Murió a los 96 años.
Esta historia, junto a las de Hana Berger y Mark Osly, otros
dos bebés que nacieron y sobrevivieron en un campo de concentración,
son las que cuenta la escritora Wendy Holden en la novela Nacidos en Mauthausen
(RBA). La obra es un homenaje a la vida de Priska Löwenbeinová, Rachel
Friedman y Anka Nathanová, tres mujeres que parieron a sus bebés
escondiéndolos de los alemanes y los mantuvieron vivos hasta la
liberación de los campos. Clarke siempre quiso que el mundo conociese la
historia de su madre: “Fueron mujeres que sobrevivieron a las
circunstancias más adversas. Ella solía decir que la vida no te dé todo
lo que puedes soportar. El ser humano lucha frente a todo, y más si
tiene un hijo al que proteger”. El destino de las mujeres embarazadas en
los campos estaba claro: la cámara de gas o los experimentos de
Mengele.
Nathanová educó a su hija en el respeto a los demás, le
enseñó a no juzgar a todos por igual. Ella aprendió bien esta lección de
vida. “Cuando era joven llegué a tener tres novios alemanes, pero no
todos al mismo tiempo. A mis padres no les hacía ninguna gracia, me lo
dijeron después, sabían que si se oponían iba a ser mucho peor. Además a
mis abuelos tampoco les gustó la relación de mi madre con Bernhard
Nathan, un judío alemán empleado de los Estudios Cinematográficos
Barrandov, mi padre”. Clarke cuenta que en el entorno familiar jamás se
habló de venganza hacia los autores de sus desgracias. “Mi madre lo
único que reclamó siempre fue justicia. Quería que todos aquellos que
habían sido responsables del Holocausto judío fuesen juzgados y
cumpliesen condena”. Wendy Holden puntualiza que de los tres bebés
nacidos en campos de concentración, Mark Osly, trasladado a Israel
después de la guerra, fue el único que creció con odio.
Clarke se considera una mujer afortunada. “Cuando alguien es
capaz de sobrevivir en las circunstancias más adversas es que la suerte
está de tu lado. No todos pudieron recorrer el mismo camino que yo,
muchos se quedaron en los trenes, en las cámaras de gas o en los
barracones. Todavía hoy hay muchos seres humanos que mueren en guerras y
son presas de la esclavitud moderna. Las mafias que trafican con seres
humanos apresan aquellos que son más débiles y siguen sometiendo al
individuo bajo su capricho. Desde mi experiencia de haber perdido a
muchos familiares sigo diciendo que no hay que tener miedo al otro por
ser diferente. El miedo es lo que nos lleva a cometer atrocidades”.
FE DE ERRORES
En una primera versión de este artículo se señaló que el campo de
concentración de Theresienstadt está en Austria, cuando se encuentra en
la República Checa.
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