Cada vez más clubes se reúnen una vez al mes a discutir la trama de un libro y a conversar. Esta es la historia de algunos de ellos. Y cada semana, los cafés literarios de BibloRed
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En la librería Casa Tomada existen
seis tipos de clubes en los que se puede leer, además de escritores
colombianos, a Marcel Proust, León Tolstoi y Emily Brontë, entre otros. /Carlos Julio Martínez./semana.com |
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Durante una sesión de lectura, alrededor de la obra de José Saramago./Café literario Bibliófilos./Marcelo Del Castillo./Biblioteca Pública Virgilio Barco. |
Para muchas personas alrededor del mundo la lectura dejó de ser una
actividad solitaria. Una o dos veces al mes se reúnen en casas,
bibliotecas, librerías o cafés a discutir la trama del libro elegido
para la ocasión, comer y conversar un buen rato. Este tipo de encuentros
suelen llamarse clubes de lectura y hoy día están por todas partes y
los hay para todos los gustos.
Hay unos que solo aceptan mujeres y leen literatura femenina; otros no
le ponen peros a la edad o al género de los asistentes y leen
exclusivamente novelas de terror y unos más se dejan guiar por la lista
de best sellers. En Estados Unidos e Inglaterra varios tienen nombres
como el Sassy Sistahs Book Club o el Queer Lady and Lesbian Book Club,
que de vez en vez deciden disfrazarse de época para leer algún clásico
de la literatura.
La Casa Tomada en Bogotá ofrece seis clubes de lectura distintos. El
primero se inauguró a mediados de 2011 bajo el nombre ‘Club de lectura
de las mujeres en el ático’. Comenzó como un encuentro de más de 12
mujeres que se reunían en esta acogedora biblioteca a discutir los
libros de las grandes escritoras del siglo XVIII, entre ellas Jane
Austen y las hermanas Brontë. Después de unos meses cambiaron el nombre
pues se dieron cuenta de que espantaba a los hombres y que los pocos que
asistían no se sentían del todo bienvenidos. El grupo pasó a llamarse
‘Club de lectura en el ático’ y a medida que el número de asistentes
crecía y el público se diversificaba, también lo hacían las lecturas.
Para los próximos meses escogieron dos autores de la antigua Yugoslavia:
La casa de nogal, de Miljenko Jergovic, y Un puente sobre el Drina, de
Ivo Andric.
La dinámica de estas reuniones es bastante sencilla: se encuentran una
vez al mes y discuten durante una hora y media. “Si se trata de algún
clásico de Tolstoi o de Proust solemos charlar durante más de dos
horas”, dice Ana María Aragón, dueña de la Casa Tomada y miembro del
club. Todas las sesiones tienen un guía previamente asignado –el cargo
puede ser otorgado a un invitado especial o a alguno de los miembros–
que lidera la discusión e incita a los otros a participar. En ocasiones
los debates son tan interesantes que algunos clientes de la librería se
sientan a escuchar la charla durante un rato. “La lectura suele ser una
actividad solitaria –dice Aragón–. Pero en grupo, cuando unos y otros
comparten sus perspectivas, se hace muy enriquecedora”.
Patricia Bernal es uno de los miembros más antiguos y fieles del ‘Club
de lectura en el ático’. Para ella la experiencia ha sido tan agradable
que decidió inscribirse en los otros clubes que organiza la Casa Tomada.
“En los grupos de lectura no solo tengo la oportunidad de compartir con
personas que se han vuelto mis amigos sino que además conozco libros
que de otra manera nunca leería”. Bernal le ha sacado provecho al club
de ciencia ficción, al de novelas policiacas, al de cómics, al de
gastronomía y al de literatura gay. Al único que no asiste es al de los
niños. En unos meses tiene ganas de empezar uno propio en el que mujeres
de estratos uno y dos se reúnan a leer y a discutir. “Es la mejor
manera de empoderarlas”, dice.
El caso de Bernal es común pero no todos los miembros de un club asisten
a los otros. Es más, pensando en ampliar el círculo de clientes y
lectores de la Casa Tomada, Aragón decidió crear los otros clubes de
lectura. El de cómics –por ejemplo– es organizado por dos expertos en el
género, Daniel Jiménez y Pablo Guerra, y atrae a un público más joven.
El de gastronomía es de los más pequeños y elaborados. El libro para
leer siempre debe tener uno o varios pasajes donde se describe con
detalle la preparación de una comida. El grupo se reúne al mediodía, y
antes de comenzar a discutir la trama del libro almuerza exactamente lo
mismo que los personajes del cuento. Este es el único club cuya entrada
no es libre y requiere hacer reserva.
Los grupos han tenido un gran impacto en las ventas de la librería. “La
casa Tomada –explica Aragón– es prescriptora de lectura y más del 80 por
ciento de nuestras ventas tienen que ver con los clubes que
organizamos. Por eso nuestras listas de recomendados y de más vendidos
nunca coinciden con las de la Nacional o la Lerner”. Los miembros de
cada uno de los clubes suelen comprar en la librería el libro asignado
para la siguiente sesión y además se han convertido en asiduos clientes
de esta y la recomiendan a sus amigos.
Los grupos de lectura –escribe James Atlas en el diario The New York
Times– se han convertido en un importante motor del mercado de los
libros. Oprah Winfrey –una de las figuras más importantes de la
televisión norteamericana– fundó un club de lectura en 1995 que hoy
tiene más de 2 millones de miembros y ha roto múltiples récords en
ventas. En 2003 la presentadora habló en su programa sobre la trama de
Al este del Edén, de John Steinbeck, y lo recomendó a su audiencia. En
poco más de una hora se habían vendido 60.000 ejemplares. Algo similar
ocurrió un año después cuando propuso la lectura de Anna Karenina, de
Tolstoi. Desde su publicación en inglés en 1886 el libro no había
vendido más de 35.000 ejemplares. Apenas Oprah lo sumó a su lista vendió
79.000 en una semana. Y el de ella no es el único que deja monedas de
oro por donde pasa. La librería McNally en Nueva York tiene un club de
lectura que la mantiene en la lista de las importantes y visitadas de la
ciudad.
La madriguera del conejo –una pequeña librería ubicada en el norte de
Bogotá– debe su existencia a un club de lectura de no más de ocho
personas que durante casi diez años llegó a reunirse hasta cuatro veces
al mes. “Yo conocí a mis socios en ese club de lectura”, explica David
Roa, su gerente. “Fueron mis años más activos y felices como lector.
Entre nosotros nos incitábamos a sacarle más provecho a los libros y nos
convertimos en lectores buenos y críticos”.
Justamente pensando en esto, la biblioteca Luis Ángel Arango tiene
organizado un variado programa de clubes de lectura que busca
inculcarles este hábito a los colombianos. Adquirirlo no siempre es
fácil y no todos los libros son ricos de leer; pero sin duda todo lector
estaría de acuerdo en que es una de las actividades más maravillosas y
enriquecedoras que existen.
Bonus: También en la Red de Bibliotecas de BibloRed, funcionan cada semana los cafés literarios, donde la lectura genera debates alrededor de los temas de los libros. En la Biblioteca Pública Virgilio Barco, El Café Literario La vida se lee, Los miercoles desde las 3:pm a las cinco, en el Salón tres. Por la onda futbolística de la Copa América en Chile, se tratará de Literatura y Fútbol. Despúes seguirá Toma y Contratoma de la Lectura. Y en el Café Literario Bibliófilos, Los sábados, de las 3:pm a las 5, se desarrolla el Encuentro de Lectores en el Ciclo Neopoliciaco Latinoamericano, con El gran arte de Rubem Fonseca. Salón dos. Los invitamos. Siempre acompañados de un café gratuito.
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