Una iniciativa popular en España propone ejercer la democracia directa. La idea se diseminó en Internet y evidenció la crisis institucional de ese país y, también, la necesidad de un sistema de representación distinto
EN PRIMER PLANO. El sueño colectivo: democracia y punto./Revista Ñ |
El 8 de enero se anunció en Internet la creación del “partido
del futuro”, un método experimental para construir una democracia sin
intermediarios que sustituya a las actuales instituciones deslegitimadas
en la mente de los ciudadanos. La repercusión ciudadana y mediática ha
sido considerable. En tan sólo el primer día del lanzamiento, y a pesar
de que se colapsó el servidor tras recibir 600 peticiones por segundo,
hubo 13.000 seguidores en Twitter, 7.000 en Facebook y 100.000 visitas
en YouTube. Medios extranjeros y españoles se han hecho eco de una
conferencia de prensa desde el futuro que anuncia el triunfo electoral
de su programa: democracia y punto (http://www.partidodelfuturo.net).
Señal
de que ya no se puede ignorar lo que surge del 15-M (nacimiento del
movimiento de los indignados). Porque este partido emerge del caldo de
cultivo creado por el movimiento aunque en ningún caso pueda asimilarse
al mismo. Porque no hay “el movimiento” con estructura organizativa ni
representantes, sino personas en movimiento que comparten una denuncia
básica de las formas de representación política que han dejado inermes a
la gente ante los efectos de una crisis que no han causado pero que
sufren cada día. El 15-M es una práctica colectiva e individual
cambiante y diversificada, que vive en la red y en las calles, y cuyos
componentes toman iniciativas de todo tipo, desde la defensa contra el
escándalo de las hipotecas a la propuesta de ley electoral que
democratice la política.
Pero hasta ahora, muchas de estas
iniciativas parecen abocadas a un callejón sin salida. Por un lado, las
encuestas reflejan que una gran mayoría de ciudadanos (en torno a un
70%) están de acuerdo con las críticas del 15-M y con muchas de sus
propuestas. Por otro lado, toda esta movilización no se traduce en
medidas concretas que alivien a las personas porque hay un bloqueo
institucional a la adopción de dichas propuestas. Los dos grandes
partidos españoles son corresponsables de la sumisión de la política a
los poderes financieros en el tratamiento de la crisis, compartiendo,
por ejemplo, la gestión irresponsable de los directivos del Banco de
España, con un gobernador socialista, en el caso de Bankia y del sistema
de cajas, que ha conducido a la ruina a miles de familias. De ahí que
el 15-M se expresó en el espacio público, en acampadas, en
manifestaciones, en asambleas de barrio y en acciones puntuales de
denuncia. Pero aunque esta intervención es esencial para crear
conciencia, se agota en sí misma cuando se confronta a una represión
policial cada vez más violenta.
Afortunadamente, el 15-M ha
frenado cualquier impulso de protesta violenta, jugando de hecho un
papel de canalizador pacífico de la rabia popular. El dilema es cómo
superar las barreras actuales sin dejar de ser movimiento espontáneo,
autoorganizado, con múltiples iniciativas que no son programa y por eso
pueden congregar potencialmente al 99% que saben lo que no quieren, es
decir lo que hay, y que se acuerdan en buscar en conjunto nuevas vías
políticas de gestión de la vida.
Para avanzar en ese sentido, ha
surgido una iniciativa espontánea de ir ocupando el único espacio en el
que el movimiento apenas está presente: las instituciones. Pero no en lo
inmediato, porque su proyecto no es el de ser una minoría
parlamentaria, sino de cambiar la forma de hacer política, mediante
democracia directa instrumentada mediante Internet, proponiendo
referéndums sobre temas clave, coelaborando propuestas legislativas
mediante consultas y debates en el espacio público, urbano y
cibernético, planteando medidas concretas a debatir entre la ciudadanía y
sirviendo a la vez de plataforma para propuestas que salgan de la
gente.
En realidad, no es un partido, aunque esté inscrito en el
registro de partidos, sino un experimento político, que se va
reinventando conforme avanza. En el horizonte sí se vislumbra un momento
en que el apoyo de la ciudadanía a votar contra todos los políticos a
la vez y en favor de una plataforma electoral que tenga ese solo punto
en el programa permita una ocupación legal del Parlamento y el
desmantelamiento del sistema tradicional de representación desde dentro
del mismo. No es tan descabellado. Es en gran medida lo sucedido en
Islandia, referente explícito del partido que nos habla desde el futuro.
Pero ¿cómo evitar reproducir el esquema de partido en el proceso
de conquistar la mayoría electoral? Aquí es donde se plantea la
decisión, criticada desde la clase política y algunos medios, de las
personas que han tomado esta iniciativa de mantenerse en el anonimato.
Porque si no hay nombres, no hay líderes, ni cargos, ni comités
federales, ni portavoces que dicen hablar por los demás pero que acaban
representándose a sí mismos. Si no hay rostros, lo que queda son ideas,
son prácticas, son iniciativas. De hecho, es la práctica de la máscara
como forma de creación de un sujeto colectivo compuesto de miles de
individuos enmascarados, como hicieron los zapatistas en su momento, o
como hace Anonymous con su famosa máscara reconocible en todo el mundo
pero con múltiples portadores. Incluso el anonimato de la protesta se
encuentra en nuestros clásicos: “Fuenteovejuna, todos a una”. Tal vez
llegue un momento en que las listas electorales requieran nombres, pero
incluso entonces no necesariamente serían líderes, porque se pueden
sortear los nombres entre miles de personas que estén de acuerdo con una
plataforma de ideas. En el fondo, se trata de poner en primer plano la
política de las ideas con la que se llenan la boca los políticos
mientras se hacen su carrera a codazos entre ellos. La personalización
de la política es la mayor lacra del liderazgo a lo largo de la
historia, la base de la demagogia, de la dictadura del jefe y de la
política del escándalo basada en destruir a personas representativas. La
X del partido del futuro no es para esconderse, sino para que su
contenido lo vayan rellenando las personas que proyecten en este
experimento su sueño personal de un sueño colectivo: democracia y punto.
A codefinir.
© La Vanguardia
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