El editor Will Schwalbe revive el ocaso de su madre enferma. Repasa la estrecha relación que ambos mantuvieron a través de literatura que compartían
T. S. Eliot, uno de los escritores que aparecen en el libro, en Bahamas en 1957./Slim Aarons/elpais.com |
“Cuando mi madre murió no pudo leerse su obituario en ningún
periódico ya que no era una persona célebre o famosa. Lo que si era es
una persona extraordinaria, y esto es cierto para la mayoría de las
madres. Este libro es mi pequeño homenaje a nuestras conversaciones y a
ella, pero también a todas esas madres ordinarias que son
extraordinarias”. Will Schwalbe se cita con EL PAÍS en un bar del Upper
East Side neoyorquino quizás porque algunos temas son más llevables con
la compañía de un buen vino. Su libro, El club de lectura del final de tu vida (RBA) se acaba de editar en España.
Schwalbe es un hombre afable, sonriente y extremadamente amable que
en 2007 estaba al frente de la poderosa Hyperion books y dedicaba la
mayor parte de su tiempo a la lectura. Su madre, Mary Anne, era un
relámpago, colaborando en toda clase de actividades benéficas incluyendo
la construcción de una biblioteca en Afganistán, visitas periódicas a
Birmania o escapadas a Bosnia, proyectos que la llevaban lejos de
Estados Unidos varias veces al año. Todo cambió cuando a Mary Anne le
detectaron un cáncer de páncreas de diagnóstico incierto (este tipo de
cáncer es uno de los más severos) y de repente la familia se vio
obligada a tomar algunas decisiones. Schwalbe decidió que necesitaba
pasar mucho más tiempo con ella. “Siempre habíamos hablado mucho y
nuestra relación era muy cercana pero, obviamente, la enfermedad nos
unió aún más”.
El punto de unión definitivo llegó a través de los libros. Tolkien,
Wallace Stegner, T.S. Elliot, John O'Hara, Roberto Bolaño, Stieg
Larsson, Marylinne Robinson o Karen Connelly aparecen en El club de lectura del final de tu vida
(RBA) de un modo distinto, no tanto en su condición de clásicos (de
todos tipos y tamaños) sino como poderosos instrumentos de comunicación
capaces de saltar las dichosas barreras generacionales. Una pasión que
madre e hijo compartían desde siempre: “Mi madre y yo siempre nos
recomendábamos libros y nos los intercambiábamos. Hablábamos de ellos
todo el tiempo y podíamos pasar horas discutiendo sobre un capítulo en
concreto. En cierto modo el cáncer amplificó esa necesidad de hablar y
los libros se convirtieron en nuestra excusa. Fue muy divertido porque
era un toma y daca continuo que acabó convirtiéndose en un ejercicio de
memoria. En cierto modo El club de lectura del final de tu vida
trata de cómo nos relacionamos con los libros, cómo nos ayudaron, qué
nos enseñaron. No pretendí hacer una biografía, mi intención nunca fue
esa”.
Schwalbe se ajusta las gafas constantemente y nunca pierde la
sonrisa, y en ese sentido su personalidad, inquieta, se refleja en cada
una de las páginas de El club de lectura del final de tu vida,
un libro con un delicado equilibrio emocional que nunca cae en el
sentimentalismo barato y que utiliza el humor como rompehielos sin
callarse nunca nada: “Me costó escribir sobre la muerte, esa fue la
parte más dura del libro. Intenté que los hechos hablaran por si solos,
sin edulcorarlos. A veces, esos momentos en el hospital, viendo a mi
madre morirse, eran profundamente tediosos. El tiempo pasa de forma
lenta, muy lenta, y no es fácil convivir con eso. Creo que a la gente no
le gusta hablar de ello pero es cierto, no quería esconder esos
detalles, quería tratar de ser honesto”.
Sin embargo, el gran protagonista de este volumen son los libros,
toneladas de papel que el escritor y su madre devoraron hasta el final.
“Una de las cosas favoritas de mi madre era cuidar de sus nietos y
mientras escribía este libro pensé que quizás sería un buen modo para
que ellos conociesen a su abuela. Es una de las cosas más bonitas que
tiene la literatura: no sólo puedes conocer a alguien leyendo sobre él
sino leyendo los libros que le gustaban”, dice Schwalbe.
De momento, como si quisieran darle la razón, el libro ha arrasado en
Estados Unidos, no sólo en los clubes de lectura (un fenómeno muy
popular en el universo anglosajón) sino en plataformas tan dispares como
Amazon o los rankings del New York Times o las
librerías Barnes & Nobles. “Lo que más feliz me hace es la reacción
de muchas personas que me han escrito para decirme que han pasado por
algo semejante y que han disfrutado del libro. No podría aspirar a algo
mejor”.
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