No existen estadísticas ni registro de las palabras que están en desuso en el idioma castellano
Las palabras son como monedas, circulan o no, pero no hay que olvidarlas./Fernando Vicente./eltiempo.com |
Probablemente sean muchas si nos remontamos a la época del Quijote.
Ellas mutan o desaparecen, en ocasiones, porque lo que explican dejó de usarse o de hacerse. Un ejemplo de eso es el recordado 'chupa', el policía de tránsito que dirigía en los años noventa las calles bogotanas con su tradicional pito, su traje azul y sus botas negras de cuero hasta la rodilla. Hay quienes dicen que el 'chupa' debía su nombre al hecho de que 'chupaba' el pito para hacer su trabajo. Aunque algunos otros, sino los más, asumían que el nombre tenía relación con los sobornos a los que sometían a los infractores.
El 'chupa' mutó hacia el agente de tránsito de hoy en día en cierta medida cuando la Policía tomó las riendas de las calles capitalinas. Y si seguimos en la línea del tránsito y de la movilidad, los colombianos también nos olvidamos de la palabra 'trolebús'. Los colombianos, porque en otros lugares del mundo hispanoparlante aún se usa, tanto la palabra como el medio de transporte.
En ese afán porque las palabras no terminen en el cajón de los recuerdos, la Escuela de Escritores de Madrid convocó en 2007 a más de veinte mil hispanohablantes de todo el mundo a participar 'apadrinando' palabras en peligro de extinción. Bochinche, gaznápiro, alféizar, zangolotino y zaguán fueron las cinco más 'rescatadas' por votantes, en su mayoría españoles.
Bochinche, una palabra todavía usada en América Latina, dicen los españoles que participaron en ese ejercicio que está al borde del olvido en su país. En cambio, alguna colombiana que escribió en la iniciativa explicaba cómo la palabra es imprenta del Caribe: "Esa palabra me huele a trópico, me huele a las tierras calientes del norte de mi país, a costa, a mar, a la alegría de los personajes mágicos pero cotidianos de esa zona que tanto calor da al resto del país. Yo, que soy del altiplano cundiboyacense, de Bogotá, de solo imaginar el 'bochinche' y la alharaca de los mercados de Magangué, Ciénaga, Mompox o las mismas Cartagena y Barranquilla, sin olvidar a Santa Marta o Riohacha, me lleno de calor y de alegría. Bochinche, sonido, música, fuerza y alegría de la palabra. Esa es mi elegida. Y que siga el 'bochinche'".
Sin duda, hablar de palabras olvidadas es recordar y revivir, tocar esas fibras de la nostalgia. Fernando Ávila, delegado para Colombia de la Fundéu BBVA, recuerda aquí el vocabulario que alguna vez se usó en Bogotá.
Asueto
Era una de las palabras más agradables para los niños del colegio en los años 60. El asueto era el descanso de los miércoles por la tarde, cuando no había que ir a clases. Los otros días, lunes, martes, jueves y viernes, la jornada terminaba casi a la cinco. El asueto era la pausa esperada en la dura actividad académica.
Zapatones
Los inviernos en Bogotá eran violentos. Cuando caía uno de esos aguaceros de padre y señor mío, papás y tíos se ponían, además de gabardina o encauchado (otras dos palabras en desuso), unos zapatos de caucho que se ajustaban a los de cuero para protegerlos de charcos y salpicadas de agua. Se llamaban zapatones. Hace años (por no decir "siglos") que no veo un par de zapatones.
Bollos
Los ahora llamados envueltos de mazorca se llamaban bollos. La mamá decía: «¡Niños, bajen a comer, que los bollos están listos!». Con la llegada masiva de paisas a Bogotá, a finales de los 50 y principios de los 60, dejamos de decir bollos, porque a ellos les sonaba muy feo, y pasamos a decir envueltos. Los costeños no han tenido inconveniente en conservar su palabra y siguen comiendo bollo limpio.
Ariquipe
El dulce de leche que las mamás preparaban en la casa se llamaba ariquipe. Yo raspaba la olla cada vez que mi mamá lo preparaba. Cuando Alpina industrializó el ariquipe, a alguien más papista que el papa se le ocurrió que la palabra derivaba de Arequipa, Perú, y que lo correcto era arequipe, con e. Así se quedó. Ahora hay que decir arequipe.
Bregar
Cuando algo era muy difícil se decía que había que bregar mucho para lograrlo. Y de ese verbo derivan dos sustantivos, que cada quien usaba según su preferencia, briega y brete, «¡esta sí es mucha briega, mijo!» o «¡qué brete tan terrible!».
Zoroco
Sinónimo de bobo o de pendejo era este zoroco, que no sé si algo tendría que ver con la población boyacense de Zoracá, pero si de jalar las orejas se trataba, los papás le decía a uno "¡No sea tan zoroco, mijo!".
Amalaya
De las palabras 'ah mal haya', se usaba para indicar que se echaba de menos algo. Por ejemplo, en el sopor del cansancio y el calor, "¡amalaya una gaseosita!".
Víspera
Es 'el día anterior', pero ya nadie la usa, salvo que esté cantando "La víspera de Año Nuevo, estando la noche serena...". Antes era habitual, "si quieren nos reunimos la víspera, para ensayar".
Ellas mutan o desaparecen, en ocasiones, porque lo que explican dejó de usarse o de hacerse. Un ejemplo de eso es el recordado 'chupa', el policía de tránsito que dirigía en los años noventa las calles bogotanas con su tradicional pito, su traje azul y sus botas negras de cuero hasta la rodilla. Hay quienes dicen que el 'chupa' debía su nombre al hecho de que 'chupaba' el pito para hacer su trabajo. Aunque algunos otros, sino los más, asumían que el nombre tenía relación con los sobornos a los que sometían a los infractores.
El 'chupa' mutó hacia el agente de tránsito de hoy en día en cierta medida cuando la Policía tomó las riendas de las calles capitalinas. Y si seguimos en la línea del tránsito y de la movilidad, los colombianos también nos olvidamos de la palabra 'trolebús'. Los colombianos, porque en otros lugares del mundo hispanoparlante aún se usa, tanto la palabra como el medio de transporte.
En ese afán porque las palabras no terminen en el cajón de los recuerdos, la Escuela de Escritores de Madrid convocó en 2007 a más de veinte mil hispanohablantes de todo el mundo a participar 'apadrinando' palabras en peligro de extinción. Bochinche, gaznápiro, alféizar, zangolotino y zaguán fueron las cinco más 'rescatadas' por votantes, en su mayoría españoles.
Bochinche, una palabra todavía usada en América Latina, dicen los españoles que participaron en ese ejercicio que está al borde del olvido en su país. En cambio, alguna colombiana que escribió en la iniciativa explicaba cómo la palabra es imprenta del Caribe: "Esa palabra me huele a trópico, me huele a las tierras calientes del norte de mi país, a costa, a mar, a la alegría de los personajes mágicos pero cotidianos de esa zona que tanto calor da al resto del país. Yo, que soy del altiplano cundiboyacense, de Bogotá, de solo imaginar el 'bochinche' y la alharaca de los mercados de Magangué, Ciénaga, Mompox o las mismas Cartagena y Barranquilla, sin olvidar a Santa Marta o Riohacha, me lleno de calor y de alegría. Bochinche, sonido, música, fuerza y alegría de la palabra. Esa es mi elegida. Y que siga el 'bochinche'".
Sin duda, hablar de palabras olvidadas es recordar y revivir, tocar esas fibras de la nostalgia. Fernando Ávila, delegado para Colombia de la Fundéu BBVA, recuerda aquí el vocabulario que alguna vez se usó en Bogotá.
Asueto
Era una de las palabras más agradables para los niños del colegio en los años 60. El asueto era el descanso de los miércoles por la tarde, cuando no había que ir a clases. Los otros días, lunes, martes, jueves y viernes, la jornada terminaba casi a la cinco. El asueto era la pausa esperada en la dura actividad académica.
Zapatones
Los inviernos en Bogotá eran violentos. Cuando caía uno de esos aguaceros de padre y señor mío, papás y tíos se ponían, además de gabardina o encauchado (otras dos palabras en desuso), unos zapatos de caucho que se ajustaban a los de cuero para protegerlos de charcos y salpicadas de agua. Se llamaban zapatones. Hace años (por no decir "siglos") que no veo un par de zapatones.
Bollos
Los ahora llamados envueltos de mazorca se llamaban bollos. La mamá decía: «¡Niños, bajen a comer, que los bollos están listos!». Con la llegada masiva de paisas a Bogotá, a finales de los 50 y principios de los 60, dejamos de decir bollos, porque a ellos les sonaba muy feo, y pasamos a decir envueltos. Los costeños no han tenido inconveniente en conservar su palabra y siguen comiendo bollo limpio.
Ariquipe
El dulce de leche que las mamás preparaban en la casa se llamaba ariquipe. Yo raspaba la olla cada vez que mi mamá lo preparaba. Cuando Alpina industrializó el ariquipe, a alguien más papista que el papa se le ocurrió que la palabra derivaba de Arequipa, Perú, y que lo correcto era arequipe, con e. Así se quedó. Ahora hay que decir arequipe.
Bregar
Cuando algo era muy difícil se decía que había que bregar mucho para lograrlo. Y de ese verbo derivan dos sustantivos, que cada quien usaba según su preferencia, briega y brete, «¡esta sí es mucha briega, mijo!» o «¡qué brete tan terrible!».
Zoroco
Sinónimo de bobo o de pendejo era este zoroco, que no sé si algo tendría que ver con la población boyacense de Zoracá, pero si de jalar las orejas se trataba, los papás le decía a uno "¡No sea tan zoroco, mijo!".
Amalaya
De las palabras 'ah mal haya', se usaba para indicar que se echaba de menos algo. Por ejemplo, en el sopor del cansancio y el calor, "¡amalaya una gaseosita!".
Víspera
Es 'el día anterior', pero ya nadie la usa, salvo que esté cantando "La víspera de Año Nuevo, estando la noche serena...". Antes era habitual, "si quieren nos reunimos la víspera, para ensayar".
Es inevitable que algunas palabras dejen de usarse. Algunos aferrados
al pasado pensaríamos que nuestro querido idioma castellano está en
vías de extinción. Nada más errado que ese pensamiento. En realidad, así
como salen algunas palabras de circulación, otras muchas entran en
ella. Desde 2001 la Real Academia de la Lengua intenta actualizar la
cantidad de vocablos que surgen día tras día.
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