Laguna Libros, una editorial independiente de Bogotá con el valor de realizar proyectos arriesgados, libros hechos con esmero y cuidado
Laguna Libros ha ido ganando posicionamiento como editorial exitosa, la muestra, Memoria por correspondencia./elespectador.com |
“Queremos hacer una editorial de libros de arte”.
“¿Por qué? ¿Ya hicieron cuentas, ya echaron números?”.
Poquito
a poco y muy lentamente, como dice la canción. El principio de todo fue
un tiempo de consultas, de recibir consejos e ir transitando por un
terreno que puede revelarse indómito y hasta salvaje. “Las editoriales
de interés general son complicadas”, les dijo alguien. Eso fue en 2007.
En
general, las editoriales son un asunto complicado, un negocio con un
alto contenido de incertidumbre, en el que fallar es una situación común
y, a veces, letal.
Hacer libros puede resultar una empresa
ligeramente suicida, si se quiere. Algunos de los primeros productos de
Laguna Libros ciertamente fueron arriesgados; los primeros y otros
tantos también.
No experimentales, aunque sí experimentan. Osados.
Libros que, en su esencia, son diferentes: varias recopilaciones de
dibujos, un set de cartas con fotografías con las que se puede hacer un
juego de memoria, títulos como Barranquilla 2132 o Viajes
interplanetarios en zepelines que tendrán lugar el año 2009. “Lucas
Ospina escribe, critica y enseña pero dibuja”, la descripción de un
autor en la solapa.
Para 2010 Laguna se retiró de los servicios
editoriales, una línea de negocios casi obligada para muchas empresas
independientes de este ramo. Primer salto al vacío: vivir de los libros.
Ese
mismo año, la empresa llegó por primera vez a la Feria del Libro de
Bogotá. Un local de 20 metros cuadrados, cuatro títulos nuevos y una
lista de deudas. “Ustedes hasta hoy hacían libros; ahora son una
editorial”, les dijeron.
Inolvidable Botero: antología de textos
sobre Fernando Botero y su obra desde 1949, uno de los estrenos que
prometía. Escritos sobre uno de los artistas más reconocidos, y
criticados, del país. El primer libro de la editorial en tener un tiraje
de mil ejemplares, segundo salto al vacío.
“El libro no se
vendió. Es una cuestión matemática, pues está en la mitad exacta de dos
públicos: a quienes les gusta el arte puede que no les guste Botero o
que hallen el libro muy ligero y a quienes les gusta Botero puede que no
les guste tanto leer sobre Botero”. Felipe González, uno de los tres
fundadores de la editorial, cuenta la historia entre risas. Claro, un
fracaso, pero una apuesta, válida incluso. En el mundo del best-seller y
los grandes conglomerados, esto puede ser casi un acto heroico.
Seis
meses después de la feria, con las bodegas aún parcialmente llenas,
Laguna comenzó a publicar una línea editorial de literatura, un paso que
González siempre había considerado, que lo tentaba desde hacía algún
tiempo.
Paralelo a esto, la editorial comenzó a nutrir lentamente
una relación con los libreros que ha probado ser fundamental, una red de
contactos entre aliados naturales.
“Acá hay un señor de una
fundación española que quiere una cotización”, dijo la voz al otro lado
del auricular. González iba de salida de su oficina, atascado en
reuniones, retrasado; un mal día. Una conversación breve y una cita, de
media hora, planeada para el viernes siguiente.
El viernes llegó y
apenas hicieron falta 10 minutos para que González cancelara sus
reuniones para el resto del día. Camilo Otero, de la Fundación Arte Vivo
Otero Herrera, le ofreció a González publicar la correspondencia entre
Emma Reyes y Germán Arciniegas, un proyecto editorial que llevaba varios
años dormido en un cajón de escritorio.
La primera persona que
leyó el libro, Memoria por correspondencia, fue el dueño de la oficina
en donde funciona Laguna, un día que pasó por el lugar. Se llevó un
ejemplar. Lo leyó esa noche. Volvió al día siguiente y se llevó cinco
más. Un buen augurio.
En seis meses, González salió de la mitad de
la primera edición del título. Para septiembre del año pasado, la
prensa comenzó a hablar del libro. Una reseña en Semana y tres columnas
en El Espectador. En dos semanas más se vendió la otra mitad del tiraje.
En
octubre salió la segunda edición, con 2.000 ejemplares. Antes de esto,
la editorial recibía al menos cinco llamadas diarias preguntando dónde
se podían conseguir más ejemplares. Los libreros, entre furiosos y
angustiados, marcaban a Laguna para contarles de los clientes que
llegaban a pedir el libro.
Entre octubre del año pasado y
principios de 2013, el libro fue editado por tercera vez y reimpreso
cinco más. El volumen se ha convertido en una sensación editorial y uno
de los títulos más leídos de los últimos años. Un tesoro improbable.
Seis
años después de su fundación, Laguna Libros ha editado 17 títulos y
anuncia siete más para la feria de este año; uno de estos es una novela
ilustrada con acuarelas. “Bueno, ahora sí nos tocó crecer”. González lo
dice con emoción. La adrenalina de saber que se están haciendo cosas
nuevas, quizá.
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