Las posesiones del doctor Forrest rinde homenaje a Frankenstein, el personaje creado por Mary Shelley; a El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, de R. L. Stevenson; a Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg; e incluso a El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde
Ilustración de la época de la novela de R.L Stevenson/elpais.com |
“A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba”. Estas palabras de Dante (Infierno, La divina comedia) definen perfectamente la novela Las posesiones del doctor Forrest y también el impulso, nacido de su propia experiencia, que motivó a Richard T. Kelly a escribirla.
Tres médicos, Grey Lochran (cirujano pediátrico), Steven Hartford (psiquiatra) y Robert Forrest (cirujano plástico), que estudiaron juntos desde pequeños y que juntos siguieron en la universidad, se encuentran en la mitad de su vida. Uno de ellos, Forrest, desaparece misteriosamente. Guapo, atractivo, inteligente, su mujer, Malena, le había abandonado hacía poco por un hombre más joven. La policía no encuentra ni una pista sobre su paradero. Le habían visto por última vez junto a una espectacular mujer. Crece la preocupación de sus amigos y empiezan a suceder cosas inexplicables.
“Como el personaje de Dante, al llegar a la edad madura sufrí una crisis. Pensaba incoherentemente, tenía miedo a la muerte, ansiedad, sentimientos de pérdida. De ahí nació la primera idea para la novela. La segunda fue una obsesión por el cuerpo y la cirugía. Encontré en el género gótico, la coherencia y la arquitectura en las que podía armonizar mis sentimientos con la idea que quería contar” cuenta el autor a este blog.
Las posesiones del doctor Forrest (Alba, traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez) rinde homenaje a Frankenstein, el personaje creado por Mary Shelley; a El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, de R. L. Stevenson; a Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado, de James Hogg; e incluso a El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
“Me
interesa el gótico escocés de Stevenson, en especial cómo mezcla las
cosas reales con las fuerzas sobrenaturales. Quienes solo han visto la
película del doctor Jekyll no captan todos los matices de cómo utilizó
la química, de cómo un amigo mira desde fuera y se pregunta qué está
pasando”.
Cómo en Memorias privadas y confesiones de un pecador justificado,
Kelly parte de la cotidianidad, de los hechos más objetivos, para
iniciar después un viaje al infierno. “Es muy importante crear primero
una base realista y sentimientos profundos antes de desestabilizarlo
todo, cuando uno se pregunta ¿quién soy? ¿de dónde vengo? ¿quién es el
responsable de lo que me está pasando?”. “En Los hermanos Karamazov,
de Dostoievski, el hijo sacerdote asegura que Dios existe y el filósofo
lo niega. Yo no creo en la existencia de Dios pero sí en la del
diablo”.
Robert Forrest se compra un enorme espejo y lo coloca en el vestidor.
En determinado momento, lo atraviesa, pero no como Alicia, hacia un
mundo de fantasía e imaginación, sino hacia la zona más sombría. “No he
pensado tanto en Alicia como en la película Orfeo, de Jean Cocteau. El espejo es un símbolo. Para el cineasta, es el pasaje al infierno. También representa la vanidad”.
Sanidad pública y privada, racionalismo y fe
Forrest y Hartford han dejado la sanidad pública y se han pasado a la
privada, en cambio Lochran continúa en la pública. “No es gratuito.
Forrest ha malgasto su verdadero talento y Hartford sufrió mucho en la
pública y como su colega se ha ido a la privada para ganar más dinero,
pero le preocupa mucho cómo van las cosas. Él también ha vendido su alma
al diablo. Lochran es el más equilibrado”.
Tras la desaparición de Forrest, Hartford y Lochran escriben sendos
diarios en los que reconstruyen la vida de su colega y muestran sus
preocupaciones por un futuro incierto. “Hartford se niega a creer en lo
sobrenatural. Lochran es racionalista, como muchos cirujanos cree que
solo existe la materia, pero tiene extrañas pesadillas en las que se le
presenta un amigo muerto, un fantasma al que no ha convocado”.
Tessa, la mujer de Hartford; Livy, la de Lochran; Malena, la de Forrest; Eloisa, paciente de Hartford; la signora nera…
hay muchas mujeres en la novela, pero tienen un papel secundario.
“Vemos el drama principal a través de los ojos de los hombres, pero las
mujeres que han elegido estar con ellos también son importantes. Forrest
llega a creer que la signora nera es el mismísimo diablo. He
intentado que fueran patentes las limitaciones de la percepción
masculina de la feminidad e incluso he hecho que Forrest se transmute en
una mujer”.
La novela, además de los diarios de Lochran y Hartford, incluye notas
de la policía, relatos de Eloisa y Malena, la angustiosa confesión
final de Forrest y… la correspondencia de Livy. ¡Quién iba a decir que
aún se escribieran cartas tan largas! “¿Verdad? Yo aún me siento un
chico del XIX, pero ya voy entendiendo de redes sociales a través de las
que me comunico con los lectores más jóvenes. Me preguntan por qué
hablo de gente de mediana edad y de sus eternos problemas y sobre todo
se sorprenden por las cartas. Pero, mis padres, por ejemplo, que tienen
70 años, se negaron durante mucho tiempo a tener ordenador, pero ahora
están encantados. Sus correos son auténticas cartas y yo las escribo
cada vez más a menudo”.
Richard T. Kelly (Newcastle-upon-Tyne, Inglaterra, 1970) ha escrito dos libros de entrevistas con cineastas (Alan Clarke y El título de este libro es Dogma 95), una biografía de Sean Penn. Es guionista de televisión y colabora en la revista Esquire. Las posesiones del doctor Forrest es su segunda novela, en la que, de la cotidianidad al horror y mucho suspense, nos sumerge en un inquietante mundo de sombras.
Richard T. Kelly
Alba
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez
406 páginas.
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