Informe especial: Presidente Hugo Chávez Frías 1954-2013
A nadie le queda del todo claro lo que está pasando con la revolución de Chávez: el cierre de RCTV, el movimiento estudiantil, los conflictos con la Iglesia... El autor hace un retrato de esa Caracas convulsionada
Fernando Mires trasmite sus inquietudes objetivas sobre el populismo del fallecido Presidente Hugo Chávez Frías./elmalpensante.com |
1. Vuelvo a Caracas después de un año. Esta vez, aceptando una invitación que me extendió el Goethe Institut para impartir una conferencia acerca del "populismo". Mis colegas alemanes me dijeron, antes de partir, que no había mejor lugar para hablar de populismo que Venezuela, según ellos, la Meca del populismo del siglo XXI. Les manifesté que no estaba tan seguro. La razón residía en parte en una tesis que llevaba en el maletín. Mi tesis afirma que en el desarrollo de un movimiento populista hay diversas fases: el origen del movimiento, la personificación del movimiento en un líder carismático y la estatización del movimiento. Cuando el populismo alcanza esta última fase, el populismo deja de ser populismo. Mientras que en su fase movimientista el pueblo es el sujeto del movimiento, en su fase estatista el pueblo se convierte en objeto del poder, casi siempre personificado en un mandatario omnipresente.
Efectivamente: en un mandatario omnipresente.
Miro por la ventanilla del taxi que me lleva a la ciudad y observo que mi tesis comienza a materializarse. Los retratos de Chávez han aumentado por todas partes. Es imposible no ver el rostro de Chávez.
Chávez abrazando a un pobre niño. Chávez rodeado de mujeres. Chávez con los obreros. Chávez con rostro enérgico. Chávez sonriendo. Chávez con uniforme. Chávez con ropa deportiva. Chávez con terno y corbata.
"Por todas partes se ve a Chávez", le digo al conductor del taxi. "Uf", me contesta, "cuando me voy a acostar, temo que se encuentre debajo de mi cama". Reímos.
2. Sigo mirando a través de la ventanilla del taxi. Los cerros, los barrios pobres, pobrísimos. Y sobre todo, la suciedad. Basura pestilente acumulada a lo largo del camino, y después en las calles de la ciudad. "Hay mucha basura", le dije al taxista. "Viene de arriba", me respondió arrecho. No opinaba de los cerros, sino del poder, del Estado. Recordé una frase, creo que es de Lefèvre: "El rostro del poder se refleja siempre en las calles de la ciudad". Ésa al menos parecía ser la tesis sociológica del taxista.
3. ¿Es tan difícil limpiar una ciudad? Con los recursos que maneja el gobierno sería sólo cosa de días. "Con una centésima parte de lo que regala este gobierno a Bolivia o a Nicaragua podrían limpiarse todas las ciudades del país", me aseguró el taxista. ¿Y por qué no lo hace?, pregunté. "A ellos no les interesa la limpieza", me contestó: "Ellos dicen que están haciendo una revolución, y las revoluciones nunca han sido limpias". Cerré los ojos y me acordé de aquellos años, cuando en Chile yo pensaba que también estábamos haciendo una revolución.
Probablemente las calles estaban entonces igual de sucias. Pero nosotros, los "revolucionarios", no nos dábamos cuenta. "No teníamos tiempo". Porque vivir en revolución es vivir en un permanente estado de excepción. El tiempo de toda revolución es mesiánico. Y como en todo mesianismo, el presente es una dimensión muy débil. El tiempo de toda revolución está en el futuro, no aquí o acá. "Vivimos en un momento en que la sociedad nueva está naciendo, y la vieja no acaba de morir", escuché decir después al presidente Chávez, citando a Gramsci.
Exacto, el pasado está muriendo, el futuro está naciendo y el presente no está en ninguna parte. La revolución oculta al presente. Lo esconde, ¿dónde? "Quizás el presente está debajo de la basura acumulada", pensé.
4. Ese 28 de mayo del 2007, día en que se suspendió mi conferencia en la Universidad Simón Bolívar, pasará a la historia de Venezuela. No, por supuesto, porque mi conferencia fuera suspendida. Ese día, según Manuel Caballero, irrumpió en las calles la segunda generación estudiantil del 28. La primera es la generación del año 1928, cuando un grupo de jóvenes universitarios salió a las calles a protestar en contra de la tiranía de Juan Vicente Gómez. La segunda, en cambio, es la generación del día 28, cuando todas las universidades del país comenzaron a movilizarse a favor de la libertad de opinión, como consecuencia del arbitrario cierre de RCTV, el canal de TV más popular de Venezuela. En cualquier caso, ha revivido ese grito de batalla estudiantil, tan extraño para mis oídos: SACALAPATALAJÁ. Según el presidente, su decisión fue motivada porque RCTV es un canal golpista. Suponiendo que lo hubiera sido, existían otros canales más golpistas y, sin embargo, arreglaron sus negocios con el gobierno a cambio de no sé qué cosas muy poco claras. Además, durante muchos años, el gobierno venezolano jamás levantó una acusación judicial en contra de RCTV. Y, sin mediar juicio, lo cerró. Decisión personal. Basta.
Hay que reconocer que el presidente Chávez es un hombre que dice lo que hace. Es su principal virtud. Y el cierre del canal de TV lo había anunciado bastante tiempo atrás. Más todavía, lo había anunciado para que nadie tuviera dudas de que esa intención era parte de un conjunto de medidas destinadas a "profundizar" la revolución. El problema, y eso es lo que no quieren ver políticos de otros países como Lula, es que el cierre del canal es sólo un eslabón en el proceso de destrucción de las instituciones democráticas de la nación.
Se trata, efectivamente, de conquistar, a juicio de Chávez y los chavistas, la hegemonía en el poder mediático. Las otras medidas son el Partido Único de Estado Chavista, la reelección indefinida, la creación de Consejos Comunales en todos los ámbitos (verticalización corporativista de la vida social), ideologización castrista del ejército, creación de milicias y policías "populares" (la reserva), y todo ello en el marco de una revolución de tipo "continental", encabezada por Venezuela y Cuba a través del ALBA. Claro, clarito. Ése no es un programa de gobierno, es una estrategia de toma del poder. Lo he dicho siempre, y lo digo porque tomo en serio lo que el presidente Chávez afirma, cosa que, debo confesar, no siempre hace la gente de la oposición.
Lo cierto es que parece que esta vez Chávez no calculó en su agenda de "toma del poder" la masiva protesta popular que se desataría en su contra. Mucho menos calculó el levantamiento unido de las universidades de la nación.
5. Los voceros del gobierno y el mismo Presidente dicen, haciendo uso de inagotable fantasía, que el de los estudiantes es un movimiento manipulado por Estados Unidos. "Peones del imperio", los llamó el Presidente en su dulce lenguaje. El mismo día 28 tuve el privilegio de conversar con un grupo de estudiantes de la Universidad Central.
9. Los estudiantes están enamorados de su movimiento. Como todo amor repentino, creen que ese movimiento es único y, por lo mismo, imaginan que están rompiendo radicalmente con el pasado. "Nosotros no nos identificamos con ningún partido político de oposición", me aseguran.
Nada más lejos de estar manipulados. Todo lo contrario: tuve la impresión de que ellos han tomado el bastón de mando en la lucha masiva por la democracia y por los derechos humanos que comienza a tener lugar en Venezuela. Son la vanguardia momentánea de un vasto movimiento social, democrático y popular. Hago énfasis en que la palabra "momentánea" debe ser destacada.
Ningún sector social ni cultural tiene para siempre asegurado el primer lugar en ninguna lucha política; ésa fue la idea que intenté transmitir a los muchachos cuando, con cierta preocupación, me plantearon que tenían cierto miedo frente a la posibilidad de no ser capaces de sostener el movimiento durante un largo tiempo. Yo intenté decirles que no tenían por qué hacerlo. Hoy les toca a los estudiantes. Mañana a las mujeres. Otro día a los artistas e intelectuales. Otro día a los obreros. Otro día a la Iglesia. Otro día, y llegará ese día, a los propios habitantes de los cerros. Días antes, había tenido lugar una manifestación de más de 500 mil personas a favor de la libertad de expresión simbolizada en RCTV. Si no hubiera tenido lugar esa manifestación, los estudiantes no habrían salido a las calles. Lo uno siguió a lo otro. Después, gracias a ellos, otros se atreverán a salir, y así sucesivamente. Ellos no son el movimiento, les dije. Son una parte del movimiento. Hicieron algunas muecas; naturalmente, ellos quieren ser "el movimiento".
Me pidieron que les contara algo del Mayo francés, que terminó con el gobierno de De Gaulle; al fin y al cabo yo vengo de esos tiempos.
Entre muchos aspectos que relaté, les dije que, a diferencias de ellos, los estudiantes del Mayo francés desataron un enorme movimiento social. En cambio, el movimiento social democrático desató al movimiento de los estudiantes del Mayo venezolano del cual ellos ya formaban parte, antes de asumir el rol político de "estudiantes".
No quiero nombrar a nadie. Pero vi en esos rostros atentos algunos líderes del mañana.
6. A propósito de líderes, hay una obsesión entre la gente de oposición por encontrar al líder que los conducirá hacia la liberación. Basta que alguien sepa articular una frase con otra, para que no falte quien diga: "Ése es el líder". Entre los estudiantes, hay muchos que hablan lindo y claro. Mucho mejor que Chávez, y ciertos antichavistas apuntaban con el dedo y decían: "Ése puede ser". Ya un poco cansado, dije una vez a un amigo periodista: ¿No se dan cuenta de que ya tienen el líder? ¿Quién?, me preguntó esperanzado. Chávez, le contesté.
Chávez también es el líder de la oposición. Su líder negativo. ¿Qué mejor líder que un líder negativo? Él abre los frentes. Él indica a la oposición dónde hay que ir y por qué hay que protestar; él indica, incluso, cómo hay que luchar. Cuando amenaza, hay que replegarse. Cuando calla, hay que avanzar. Es el mejor líder que puede tener la oposición. Se los dije también a los estudiantes. Ellos no habrían salido a la calle si Chávez no les hubiera indicado el camino.
Con ello intenté decirles que la lucha que ellos libraban no era tan desinteresada, ni tan idealista, ni tan altruista como ellos imaginaban. Ellos luchaban también por sus propios intereses, y el más importante de todos es el de la autonomía universitaria. Hacía un par de días Chávez se había reunido en el Teresa Carreño con estudiantes adictos, anunciando la intervención estatal de las universidades, mediante la instalación de sus amenazantes Consejos Populares. La lucha por la libertad de expresión se une entonces con la lucha por la autonomía universitaria.
7. Pregunté a los estudiantes si ellos veían el canal RCTV. La mayoría no lo veía casi nunca. Algunos me dijeron que veían de vez en cuando los noticieros para escapar a la insistente propaganda gobiernista. Los culebrones tenían lugar en horas de estudio, aunque muchos de sus mamás y papás seguían las novelas. Las novelas, los llamados culebrones, prometen la utopía de amores que se cumplen, de mujeres ricas que aman a hombres pobres, de millonarios que aman con perdición a sus criadas, de amores, que como todos los amores de verdad, son imposibles, en fin, relatan los ideales de todas las vidas incumplidas, ideales que los ideólogos de cualquier escuela no pueden entender. Porque, además, las ideologías no saben de Radio Rochela, lo que equivale a decir que no saben de la vida venezolana. Contra eso se metió Chávez, quien aprendió a ver televisión cuando era niño, mirando RCTV en casa de su abuela. Quizás de ahí le viene su lenguaje popular y populista. Mucha gente destruye lo que más ama. Lo he comprobado varias veces.
Los estudiantes, en cambio, no veían RCTV. Les pregunté entonces por qué la defendían tanto. La respuesta fue casi unánime: "Queremos un país en que cada uno pueda ver lo que quiera y cuando quiera. No luchamos por RCTV. Luchamos por la libertad de expresión. Y, en estos momentos, con todas sus vulgaridades, RCTV es el símbolo de la libertad de expresión". Claro, clarito.
8. También tomé contacto con otros "chamos". Algunos de ellos ya bordean los ochenta años de edad. Tuve la oportunidad de compartir con Demetrio Boessner, Armado Córdoba, Maza Zavala, Manuel Caballero y, por cierto, con Pompeyo Márquez, y también con algunos no tan mayorcitos como Heinz Sonntag y Antonio Sánchez. A Petkoff lo vi en la TV, enojado con Chávez y peleando que daba un gusto. Supe que a Malavé Matta lo habían agredido en la calle, pese a sus 76 años. Todavía no he podido conocer personalmente al legendario Carrera Damas. Para otra vez será. Eduardo Casanova estaba enfermo; le deseo una pronta mejoría.
País de grandes intelectuales y políticos es Venezuela. Muchos de los citados vienen de la izquierda, otros son todavía de izquierda, y quizás por eso meten las patas muy seguido, pero también saben sacarlas a tiempo. Discutidores, peleones, polémicos, creativos, democráticos, inquietos y antichavistas. Todos siguen escribiendo. Con esos chicos tiene que vérselas el gobierno. Con los veinteañeros y con éstos, con las almas jóvenes de los jóvenes y con las almas jóvenes de quienes ya no son tan jóvenes. ¿Son también para Chávez peones del imperio? Seguro. Quien no es chavista es imperialista. Es la lógica del sistema.
Les creo. Tienen la inocente fuerza de la juventud y quieren tomar al cielo por asalto. Más me preocupé cuando algunos sectores opuestos al gobierno afirmaban que los estudiantes constituyen la fuerza histórica que los salvará de la dictadura chavista.
"No sobrecarguen a los estudiantes", dije en una entrevista que me hizo el hábil Roberto Giusti en El Universal. Es un error pedir a un movimiento que recién nace que los libere de aquello que los partidos políticos no han podido hacer. Tampoco me parece justo imaginar que los estudiantes son la fuerza antipartido de la sociedad. Hoy viven su momento feliz. Seguro, vivirán todavía otros momentos. Pero una democracia sin partidos políticos es una imposibilidad. Hay, sin embargo, sectores en la oposición que atacan con más fuerza a Rosales y a Petkoff que a Chávez. Dicen que se sienten traicionados. La verdad es que ninguno me supo explicar por qué. Rosales fue elegido candidato presidencial de la oposición y cumplió su papel. La oposición volvió a ocupar masivamente las calles, creó nuevos partidos, afianzó sus estructuras.
Rosales, repito, fue elegido como candidato presidencial de la oposición, y fue elegido porque no había otro mejor en ese momento. El hombre caminó y caminó por todas las calles de Venezuela, haciendo una campaña excelente. En ningún momento nadie pensó que Rosales debía ser el líder máximo de una insurrección de masas que no tenía por dónde ocurrir. Hoy lo critican porque no asumió ese papel. Absurdo. ¿Que Rosales reconoció el triunfo de Chávez? ¿Y qué esperaban que hiciera?
¿Que el 3 de diciembre del 2006 Rosales hubiera lanzado a sus partidarios a las calles, cuando el chavismo tenía a todos sus efectivos en posición de guerra, "rodilla en tierra", para librar el "enfrentamiento decisivo" al grito de Patria o Muerte? Muchas de las estructuras creadas durante la campaña presidencial hicieron posible la enorme resistencia que tuvo lugar cinco meses después frente al cierre de RCTV.
Por supuesto, en Venezuela se impone un cambio generacional. Los estudiantes lo están logrando. Cada momento tiene sus hombres y sus mujeres. Probablemente Rosales ya no será el líder de los tiempos que vienen. Hay, evidentemente, una ruptura con el pasado. Ése, empero, no es ningún motivo para enlodar a Rosales y a quienes lo ayudaron.
Quizás hoy hay efectivamente una ruptura histórica. Pero para que haya ruptura tiene que haber cierta continuidad. Los Rosales y los Petkoff, y tantos otros que vienen del pasado, deberán ser parte del gran movimiento liberador, pacífico y juvenil, viejo y moderno, que comienza a despuntar en Venezuela.
Los estudiantes tenían que volver a las marchas. "Cuídense", les dije. "Qué va", me contestó uno. "En la calle estamos más seguros que aquí, en la universidad". Y me señaló un grupo de jóvenes con camisas rojas que caminaban en fila india a lo largo de los patios. "Son grupos de choque", agregó. "Están armados".
10. Hay una hipertensión, cierto temor, a veces terror, que se siente por todas partes. Los estudiantes tienen también miedo de ser agredidos o baleados en las calles. "Hay mucha violencia contenida aquí", me lo dijeron varias veces. "En cualquier momento puede explotar".
El miedo no solamente alcanza a la oposición. También a algunos partidarios del gobierno, y a veces aparece donde menos se piensa que debe aparecer.
Fui a Caracas a realizar actividades académicas y me vi envuelto en situaciones que yo mismo no había buscado. Sobre esas actividades académicas no hablo en este artículo. Fueron también muy interesantes, pero hablar sobre ellas me llevaría a escribir otro trabajo. Quizás pronto lo haga. Sin embargo, el miedo circundante penetra a veces dentro de la propia academia. Valga una anécdota.
Nos encontrábamos varios colegas de diversas posiciones políticas departiendo amigablemente en el edificio de conferencias del Goethe Institut. Es el lugar más inofensivo que uno pueda imaginar en Caracas. De pronto, nos llegó la noticia, transmitida por e-mail, de que uno de los participantes a las conferencias, un conocido intelectual adicto al gobierno que debía exponer al día siguiente, excusaba su asistencia, pues el Servicio de Informaciones del Estado le había aconsejado no asistir, ya que su vida corría peligro (sic). Por supuesto, la carcajada fue general. Pero yo no reí tanto. Conocía superficialmente a ese intelectual, y siempre tuve la opinión de que era una persona equilibrada. Que de pronto expusiera públicamente tan infundados miedos fue para mí un síntoma de un clima amenazante que circula por doquier. Y ese clima viene de arriba, desde los ministerios, desde el propio Gobernante, quien atiza el miedo sin cesar. Pude comprobarlo.
Afirma que los estudiantes están preparando un "golpe suave de Estado". ¿Qué es un golpe suave? Eso no lo sabe ni Dios. Pero al día siguiente, todos los diarios chavistas hablan del "golpe suave", y no falta quien afirma: "Responderemos al golpe suave con un golpe fuerte".
Chávez rompe todos los marcos civiles. Cuando los estudiantes colmaban las calles, llamó a los habitantes de los cerros a masacrar a los estudiantes. Afortunadamente, ningún habitante de ningún cerro bajó a cumplir tan siniestro cometido. Otro día Chávez llamó a una guerra del Oeste en contra del Este, dentro de Caracas. Nadie le hizo caso.
Pero el Presidente logró lo que él quería: sembrar miedo y terror.
¿Qué gobernante en el mundo llama a la guerra interna entre conciudadanos? Sólo uno que no quiera gobernar. No hay otra respuesta.
He llegado a pensar que el gobierno busca el enfrentamiento; incluso juega con la posibilidad del golpe. Cada vez que se siente débil, habla del golpe que viene. Como el extraño golpe del 2002 los salvó de una situación muy difícil, imaginan que un nuevo golpe también les puede reportar dividendos. Pero nadie en la oposición quiere un golpe.
Además, no puede haber golpe sin participación del ejército. Pero el mismo Chávez ha dicho que el ejército es rojo, rojito. ¿Quién lo entiende? Tengo la impresión, repito, de que lo que menos interesa a Chávez es gobernar. La suya, como he dicho, es una estrategia de poder, y lo que persigue es destruir totalmente a la oposición, sea como sea. "Nosotros lo entendemos perfectamente", me dijo un estudiante. "Ellos quieren provocarnos para que nosotros reaccionemos con piedras. No lo conseguirán. Si nos atacan, nos hincamos en el suelo. Si nos amenazan, regalamos flores a los policías. Las flores son nuestras armas y eso desespera al gobierno". Y así es efectivamente; con cuánta disciplina, con qué inteligencia, con qué sabiduría política actúan estos chicos.
El día jueves 31 de mayo fui invitado a conversar con un grupo de representantes del gobierno. Para mí fue un privilegio y un orgullo.
Lo digo sin ironía. Pocos visitantes obtienen en tan poco tiempo la oportunidad de conversar con gente del gobierno y de la oposición.
Valoro en todo lo que vale la invitación, y estoy muy agradecido con ella. Sobre todo si se tiene en cuenta que he escrito algunos artículos que contradicen radicalmente las posiciones del gobierno de Chávez. Fue ése un buen, un noble gesto. Gracias; otra vez.
Sabía de antemano que no iba a ser una conversación demasiado amistosa, y no lo fue. Yo mismo advertí que el tiempo para encontrar puntos de acuerdo era muy escaso, pero que debíamos aprovechar la oportunidad para "ponernos en desacuerdo". Efectivamente: "ponerse en desacuerdo" es políticamente muy importante. Se trata de fijar los puntos reales y no los imaginarios de las diferencias. Y sin diferencias no hay política.
La conversación fue larga y, por momentos, tensa. Más de tres horas.
Mis contradictores son, realmente, personas inteligentes e informadas.
Pero, sobre todo, comprometidas. Militantes, activistas e intelectuales orgánicos. Aplico este ultimo término sin ninguna ironía sino en el exacto sentido gramsciano del término, es decir, personas que organizan sus pensamientos en torno a una idea o ideal matriz.
Me di cuenta, apenas comencé a escucharlos, de que más que diferencias de ideas, eran diferencias de paradigmas las que nos separaban. Por ejemplo, ellos hablan de la revolución con énfasis, como si la revolución fuese una fuerza magnética que de acuerdo con un orden cósmico regula los acontecimientos de la historia. Para mí, en cambio, la revolución, suponiendo que haya una, no son sino las personas que quieren hacerla, y ninguna revolución puede ser mejor que las personas que la realizan.
Una segunda diferencia esencial es que ellos no dudan de que se encuentran situados en el lado bueno de la historia. Todos los que están al otro lado se encuentran equivocados. Eso quiere decir que ellos operan de acuerdo con la lógica de la razón dicotómica. Por ejemplo, para ellos el gobierno es la izquierda, y todo lo que sea oposición es la derecha (o imperialistas, u oligarcas). Que el nacionalismo y el militarismo hayan sido generalmente valores de la derecha, no lo computan. Que muchísima gente adversa al gobierno, sobre todo intelectuales, fuera de izquierda mucho antes de que apareciera Chávez, tampoco les interesa. En fin, lo que no les interesa, no lo ven; así de simple.
De la misma manera, ellos imaginan que todos los pobres están con Chávez, y todos los ricos están en la oposición. Sin embargo, quien como yo ha visto los barrios y mansiones lujosas en donde viven ciertos miembros del gobierno, uno que sabe que hay consorcios nacionales y extranjeros que invierten en y gracias al gobierno, y quien, como yo, vio en las demostraciones anti-Chávez mucha gente pobre, mucho color oscuro, sabe, como yo lo sé, que eso no es cierto.
12. El grupo oficialista anfitrión me dio a conocer un cuadro general de las obras sociales realizadas durante el gobierno de Chávez. La presentación fue muy exacta y ordenada. La mayoría de las llamadas conquistas sociales yo las conocía. Por lo demás, ésa es una de las razones que explican la popularidad de Chávez entre los sectores más desposeídos.
14. Despistado como soy, el día sábado, buscando el hotel, me perdí por las calles de Caracas. De pronto, me encontré justo en el medio de la concentración chavista, llamada por el gobierno, en contra de la oligarquía y el imperio. La verdad es que me impresionó mucho. Nunca había visto antes tanta gente vestida con camisetas rojas. Una enorme multitud roja que llenaba calles y avenidas. Es cierto, la marcha de la oposición a favor de la libertad de prensa y expresión fue mucho más multitudinaria. Pero ésta era más que suficientemente fuerte. Es innegable, muchos habían sido traídos en buses del gobierno, y la policía parecía cuidarlos en lugar de vigilarlos.
Un participante, ya algo alejado de las políticas del gobierno, manifestó que, sin embargo, él había visto mucha corrupción, mucho desorden y mala administración en la gestación de algunas misiones populares. Ésa no fue para mí una razón para negar el carácter popular que tiene el gobierno chavista. Corrupción e ineficiencia las he visto siempre en la política, incluso en la europea, y con eso hay que calcular siempre.
En suma, obtuve la impresión de que la mayoría de los participantes estaba realmente comprometida en un intenso trabajo social. Ellos piensan que más allá de las instituciones, incluidas las del gobierno, tiene lugar una revolución que se expresa en una mayor participación popular y en una efectiva distribución de los ingresos públicos, en fin, en un aumento considerable de la llamada justicia social.
Yo respondí que en ningún momento pongo en duda los logros en materia de justicia social alcanzados bajo el gobierno de Chávez. Pero al mismo tiempo aduje que había que proceder con cierto cuidado en dicha evaluación. Pues no hay ningún gobierno en la Tierra que no haya hecho "algo" por los pobres. Y es cierto que el gobierno de Chávez había hecho mucho más que "algo". Pero si uno recorta sólo la obra social de un determinado gobierno, supongamos, la de un gobierno fascista, nos podemos encontrar que, separada de todo contexto, la hoja social de ese gobierno podría ser, y lo ha sido en muchos casos, brillante. En fin, que tenía la impresión de que la revolución de la que ellos me hablaban transcurría por dos canales paralelos. Uno, el social, y el otro, el político.
Porque, efectivamente, ¿qué tiene que ver la obra social que realizan los activistas del gobierno de Chávez con los permanentes improperios que profiere todos los días Chávez contra Estados Unidos? El gobierno norteamericano no sólo no se ha opuesto, ni se opone a ningún acto de justicia social del gobierno de Chávez. Por el contrario, los alimenta con las remesas diarias de petróleo que compra al país.
En otros países latinoamericanos también tienen lugar muy interesantes reformas sociales. Ellas caben dentro del rubro "política social". Pero nadie habla de revolución, ni de guerra al imperio, ni mucho menos de un nuevo tipo de socialismo militar con el pathos con que lo hace el gobierno venezolano. A ningún otro gobernante latinoamericano se le ha puesto la idea de crear un partido único para uso personal, ni de hacerse reelegir indefinidamente, ni mucho menos militarizar la sociedad y cerrar medios de comunicación, como lo está haciendo el gobierno venezolano.
¿Qué tienen que ver las reformas sociales que tienen lugar en Venezuela con los íntimos contactos que toma el gobierno con las tiranías más espantosas del siglo XXI? (Siria, Irán, Bielorrusia, Cuba, entre otras.) ¿Por qué para realizar esas reformas sociales que nadie critica, ni en Venezuela ni fuera de ella, hay que armarse hasta los dientes? Si esa respuesta no es respondida con claridad, uno tiene no sólo el derecho, sino, además, el deber de pensar que las transformaciones sociales realizadas por el gobierno de Chávez no tienen otro objetivo que acumular fuerzas para lograr un proyecto de poder militar y personal que va mucho más allá de las reformas sociales.
¿Cómo estar en contra de que los pobres coman más, de que tengan derecho a más educación, a bienes civiles, a mayor autoorganización?
Yo no estoy y jamás estaré en contra de la justicia y de la política social. Pero, a diferencia de algunos conocidos que están en el gobierno de Chávez, jamás aceptaría la justicia social como una alternativa a la conformación democrática de una nación. Pues esa alternativa es falsa. Si el edificio democrático se viene abajo, las propias reformas sociales no tendrán donde afirmarse, y la justicia social se acabará para siempre. O peor: quedará librada a la buena voluntad del dictador de turno.
¿Por qué tengo que creer que el socialismo del siglo XXI que levantáis como alternativa deberá ser distinto a los demás socialismos de la historia? Creéis que sois distintos, pero vuestros lemas, consignas, objetivos e ideologías no son diferentes en nada a los de los socialismos que fracasaron en el siglo XX. Y no imaginéis que pongo en duda la existencia del socialismo del siglo XXI. Cuba, Corea del Norte y Siria se declaran socialistas. Tres socialismos del siglo XXI. Los tres, en tres continentes. Los tres tienen muchas diferencias pero algo en común: exilio, asesinatos, fusilamientos, prisiones y torturas. ¿Por qué debo creer que vosotros vais a hacer algo diferente? ¿Es acaso Chávez un genio universal? ¿Sois más buenos que los demás revolucionarios de los demás países del socialismo del siglo XXI? ¿Tenéis una mejor ideología? ¿No habéis notado que estáis consumiendo cocina ideológica recalentada, chatarra de un marxismo que avergonzaría a Marx, de un leninismo que avergonzaría hasta a Lenin?
Si os distanciáis públicamente de esos macabros socialismos del siglo XXI, o si vuestro líder se separa radicalmente de Cuba, yo os voy a creer del todo. Antes, no.
Después de haber expuesto mis opiniones, parece que no había mucho más que conversar. Intercambiamos tarjetas. Hasta pronto. Ojalá. Buen viaje.
13. Me pregunté, mientras Sary —ángel de la guarda— conducía su carro, si acaso no había sido demasiado duro con mis anfitriones. Pero, después de todo, yo no soy un político. Soy un intelectual. Bueno, mediocre o malo, eso no importa. Al igual que un intelectual, un político debe decir siempre la verdad o lo que se imagina es su verdad. Pero el político debe decirla sólo en el momento preciso. El intelectual, en cambio, debe decirla donde se encuentre. Aunque se venga el mundo abajo.
Por un momento marché junto con los chavistas. De pronto creí ser transportado a los años setenta, a Chile. Sonaba la música de los Quilapayún, y la gente gritaba: "El pueblo unido jamás será vencido".
Hasta ahí no más llegó la comparación.
A pesar de todo lo que he criticado a la izquierda chilena en muchos de mis trabajos, debo reconocer que a esa izquierda jamás se le habría ocurrido uniformarse con un solo color. Por el contrario: era variopinta; y en parte, estábamos orgullosos de nuestra pluralidad, que se reflejaba en los diversos colores de las diversas banderas de los diversos partidos. Mucho menos se nos habría ocurrido rendir culto a la persona de Allende, quien fue siempre respetado; y después de su muerte, querido. Idolatrado, como Chávez, jamás. Además, los participantes de esa demostración marchaban, literalmente: marchaban.
Quiero decir: marchaban con marcialidad. Uniforme y marcialidad. ¿No son estos rasgos militares? Si uno toma en cuenta los nombres que usan los chavistas para organizarse, sólo se puede responder afirmativamente. Ellos están organizados en "comandos", "batallones" y "pelotones". La militarización de la política venezolana no sólo se refiere al hecho de que muchos militares activos ocupen los principales puestos de la administración pública, o que el lenguaje del Presidente, que es, además, teniente-coronel, sea un lenguaje militar. El militarismo se encuentra presente también en las llamadas organizaciones populares.
Sentí miedo. No de la gente. Pero sí de sus símbolos.
Esa multitud marcial me recordó ciertas interpretaciones freudianas de los sueños. Dice Freud que aquello que se presenta como antagónico en la realidad, en los sueños tiende a unificarse. Los sueños realizan la unidad de los contrarios. Ello tiende a ocurrir cuando el pasado no ha sido suficientemente trabajado por los pacientes. Y así estaba ocurriendo en las imágenes de la marcha chavista. Durante el período de la Guerra Fría, el comunismo y los ejércitos eran enemigos mortales en casi todos los países de América Latina. Ese día, en cambio, veía a masas uniformadas, a paso casi militar, coreando las consignas comunistas del pasado. El mismo Chávez es militar y comunista a la vez. El chavismo es la síntesis casi hegeliana entre militarismo y comunismo. En cierto modo, eso ha ocurrido porque los traumas del pasado tampoco han sido suficientemente analizados en los países latinoamericanos. Por eso tienden a regresar bajo formas fantásticas.
El caso es que aquello que veía ante mis ojos tenía toda la estructura de un sueño (las pesadillas son también sueños). Pero, y he aquí el problema: no era un sueño. ¿O quizás lo era? Freud dijo una vez: "Todos los sueños son sicóticos".
Gran parte de esa imposibilidad para superar los traumas políticos es responsabilidad de los intelectuales latinoamericanos. A veces tengo la impresión de que muchos de ellos piensan que el derribamiento del Muro de Berlín fue consecuencia de un fenómeno tectónico, y no el producto de una profunda revolución democrática. Tampoco han hecho el necesario enlace entre el fin de las dictaduras militares, sobre todo en el Cono Sur, con el fin de la Guerra Fría, que fue el resultado del fin del comunismo. Si lo hubieran hecho, habrían comprendido que tanto el fin de las dictaduras comunistas europeas como el fin de las dictaduras militares sudamericanas no sólo ocurrieron al mismo tiempo, sino que ambos procesos son parte de una profunda revolución democrática que comenzó a tener lugar en la última década del siglo XX, revolución que se extiende hasta nuestros días. Desde esa perspectiva, la dictadura que está siendo instalada en Venezuela es representante de una contrarrevolución antidemocrática en ciernes. Es una dictadura comunista y militar a la vez. Chávez, desde esa perspectiva, no es el representante de una revolución, sino de una contrarrevolución. Quienes luchan por la vigencia de los derechos humanos en Venezuela, como los estudiantes, son revolucionarios. Los verdaderos revolucionarios de la nación.
Gran parte de esa imposibilidad para superar los traumas políticos es responsabilidad de los intelectuales latinoamericanos. A veces tengo la impresión de que muchos de ellos piensan que el derribamiento del Muro de Berlín fue consecuencia de un fenómeno tectónico, y no el producto de una profunda revolución democrática. Tampoco han hecho el necesario enlace entre el fin de las dictaduras militares, sobre todo en el Cono Sur, con el fin de la Guerra Fría, que fue el resultado del fin del comunismo. Si lo hubieran hecho, habrían comprendido que tanto el fin de las dictaduras comunistas europeas como el fin de las dictaduras militares sudamericanas no sólo ocurrieron al mismo tiempo, sino que ambos procesos son parte de una profunda revolución democrática que comenzó a tener lugar en la última década del siglo XX, revolución que se extiende hasta nuestros días. Desde esa perspectiva, la dictadura que está siendo instalada en Venezuela es representante de una contrarrevolución antidemocrática en ciernes. Es una dictadura comunista y militar a la vez. Chávez, desde esa perspectiva, no es el representante de una revolución, sino de una contrarrevolución. Quienes luchan por la vigencia de los derechos humanos en Venezuela, como los estudiantes, son revolucionarios. Los verdaderos revolucionarios de la nación.
15. Escuché gran parte del discurso de Chávez. No todo, porque debía regresar al hotel e ir a cenar con algunos amigos. Pero sí escuché gran parte del discurso con muchísima atención. No puedo decir lo mismo de la gente de rojo que me rodeaba. Ya cansados, conversaban entre sí, y de repente, justo cuando Chávez iba a decir algo importante, comenzaban a corear alguna consigna en contra del imperio, de modo que a veces me perdía las frases más decisivas del Presidente.
Seguí sí con mucha atención el largo espacio que dedicó Chávez a explicar la filosofía de Gramsci.
¿Qué tiene que ver Gramsci con todo esto?, me pregunté intrigado.
Yo fui un buen lector de Gramsci. Y debo reconocer que Chávez también lo es. Su exposición acerca del pensamiento de Gramsci fue excelente. No es que él sea un buen lector de solapas de libros, como quiso burlarse el periódico Tal Cual. El Presidente había leído muy bien a Gramsci.
Pero la pregunta acerca del sentido de traer a Gramsci a colación, todavía no la entendía.
Gramsci es, en la teoría marxista, una suerte de anti-Lenin. Los aspectos centrales de su teoría tienen que ver con el desarrollo de la hegemonía de la cultura de "la clase obrera", a través de sus intelectuales orgánicos, en el marco del orden democrático, o como dirían después algunos de sus seguidores, "a través de las instituciones". El pensamiento de Gramsci impregnó toda la historia del Partido Comunista Italiano. De algún modo, el pensamiento gramsciano influyó las políticas divergentes de Palmiro Togliatti frente a la URSS, pero sobre todo al "eurocomunismo" de Enrico Berlinguer, que posibilitó el cisma occidental en el interior del pensamiento marxista. Hoy día casi nadie habla de eso, pero yo estoy seguro de que sin ese cisma, que puso fin al avance de las políticas de la urss en Europa Occidental, no habría tenido nunca lugar el llamado colapso del comunismo, que culminó con el derribamiento del Muro de Berlín en 1990. Ésa fue la obra postrera del pensamiento gramsciano.
Por lo mismo, la pregunta era cada vez más acuciosa: ¿qué busca Chávez en Gramsci? De pronto, cuando Chávez comenzó a hablar de los enemigos de su revolución, me quedó todo muy claro. Claro, clarito.
Chávez, hábilmente, no sólo había estudiado a Gramsci, sino que lo había puesto de cabeza, con los pies hacia arriba. Una maniobra ideológica perversa; pero en su perversidad, debo reconocerlo, genial.
16. El centro de la teoría de Gramsci hay que encontrarlo en sus teorías relativas a la absorción del Estado por medio de la sociedad civil. Chávez, en cambio, estaba utilizando a Gramsci para proponer una estrategia de absorción de la sociedad civil por medio del Estado. Si Gramsci lo escuchara, pensé, se revolcaría en su tumba.
Chávez ya ha tomado el poder del Estado. Controla al ejército, a la burocracia, a los empleados del sector público, a la Asamblea Nacional y al poder judicial. Sin embargo, grandes espacios de la sociedad civil le son adversos. De ahí que intente ocuparlos mediante el ataque del Estado. Por medio de los llamados Consejos, bajo el eufemismo del Poder Popular, está corporatizando los estamentos sociales, anexándolos de modo vertical a los comandos estatales. En su discurso señaló, y de modo muy claro, cuáles son los espacios enemigos que busca ocupar mediante la acción estatal: a) El poder mediático, b) La educación, c) La Iglesia.
Que nadie se equivoque entonces. El cierre de RCTV es parte de la ocupación del poder mediático por el Estado, y no un producto de un arrebato de rabia del Presidente, como ha querido hacerlo aparecer la oposición. La lucha en contra de la autonomía universitaria ya la declaró en el Teresa Carreño frente a los pelotones estudiantiles chavistas. En su turno y en su momento, atacará a la Iglesia. La Iglesia, lo dijo Chávez, se encuentra siempre al lado de las clases dominantes y ha llegado el momento de enfrentarla. Contará, seguro, con la complicidad bastarda de más de algún teólogo de la liberación.
Por cierto, acabar con un solo canal de televisión le ha sido más difícil de lo que tal vez imaginaba. Acabar con otro, con el único que queda (Globovisión), le costará más aún. El frente educacional ya ha mostrado su fuerza y los universitarios antichavistas ya están ganando todos los centros universitarios. Lo más probable, entonces, es que Chávez elija un ataque diagonal. Fundar universidades chavistas, por ejemplo, con rectores, profesores y alumnos chavistas. En gran medida, eso ya está ocurriendo. Cuando fui invitado a cenar por el embajador de Alemania, conocí personalmente a un rector de una universidad chavista. Es una Universidad para la Cocina (donde se enseña a cocinar y a comer). Cuando pregunté al rector cómo eran elegidos los profesores de dicha universidad, me respondió muy orgulloso: De acuerdo con su "compromiso social" (¡!).
17. En su ataque a la Iglesia, Chávez no vaciló en mentir, al afirmar que la Iglesia se encuentra siempre del lado de las clases dominantes. Todo el mundo sabe que aquella Iglesia católica unida a los sectores neocoloniales, sobre todo latifundistas, hace tiempo que dejó de existir en nuestro continente. No han sido teólogos de la liberación marxistas, sino representantes conservadores y tradicionalistas, quienes más se han jugado a favor de la democracia en América Latina. Ni monseñor Romero en El Salvador, ni Dom Helder Câmara en Brasil, ni el cardenal Silva Henríquez en Chile fueron revolucionarios, pero entendieron perfectamente que la propagación de la fe necesita un espacio democrático. Hay un pacto tácito y no escrito entre Iglesia y democracia. Ese pacto fue evidente en Polonia. El papa Benedicto ya ha dado las señales con relación a Venezuela. Ni siquiera falsificando el mensaje de Jesucristo, como ha intentado hacer Chávez en diferentes alocuciones, podrá doblegar al pueblo católico de la nación.
Ha sido el mismo Chávez quien ha abierto los frentes de lucha. Yo lo entendí perfectamente durante su discurso. También entendí que se hacía tarde, de modo que pregunté a una señora chavista, que se había salido de las filas para comprar helados, la dirección del hotel donde yo residía, la que me indicó de modo muy amable y detallado.
18. Durante la cena de despedida, mis amigos se apiadaron de mí. Casi no hablamos de política, pero sí de música. Bajo la dirección del excelente anfitrión, escuchamos viejas canciones del ayer. Algunas profesoras del cendes cantaron junto con Lucho Gatica, Toña la Negra, Olga Guillot, Doménico Modugno, Nat King Cole y la Sonora Matancera. Puedo asegurar que no les faltó entusiasmo. Al final me despedí de ellos con cierta tristeza. Puede que cuando yo vuelva a Caracas no los encuentre a todos. Algunos están pensando en irse al extranjero. Adiós, amigos queridos.
19. Al día siguiente, justo después de otra entrevista periodística, llegó el mismo taxista que me había traído cuando llegué. Nos saludamos como antiguos amigos. Durante el trayecto, el taxista me dijo: "Qué mal negocio hizo el Presidente, ¿no?". "¿Qué negocio?", pregunté. "¿No se da usted cuenta? Cambió la reelección indefinida por el cierre de un canal. Después de las protestas que desencadenó el cierre de RCTV, es difícil, si no imposible, la reelección. Si yo hubiera sido Chávez, habría lanzado el referéndum por la reelección indefinida inmediatamente después de las elecciones de diciembre, y en seguida habría cerrado todos los canales que hubiera querido". "Es cierto", le dije. "Debo reconocer que no había pensado en eso. Pero eso no quita que, cuando se le presente un buen momento, lo pueda hacer". "Difícil, muy difícil", contestó. "Ya tiene mucha gente en contra. Y, además, la economía no va para arriba sino para abajo".
Cuando llegué a casa, me esperaba en el programador la encuesta de Hinterlaces, una agencia que en ningún caso puede ser considerada como contraria al gobierno de Chávez. De acuerdo con los nuevos cálculos, más del 65% de la población es adversa a Chávez. Entonces me dije: "En la cabeza de ese taxista se esconde el cerebro de un profundo analista político".
20. Cuando llegué al aeropuerto de Frankfurt, lo primero que hice fue buscar un periódico. Durante una semana me había desconectado de la política en Alemania y estaba ansioso por saber qué pasaba en este país. Casi me voy de espaldas cuando leí que, como consecuencia de la reunión del G8, detrás de un alambrado muro (especialidad de la casa) donde se había discutido sobre nada para llegar a un acuerdo sobre todo, había más de mil heridos en la ciudad de Rostock, además de autos incendiados, jardines destruidos, vidrios quebrados y muchos detenidos. En ese momento, pensé que me gustaría tomar un avión de regreso a Caracas. Después de todo, allí estaba más tranquilo.
Este artículo se pública por la actualidad del pensamiento populista del fallecido Presidente Hugo Chávez Frías. Fernando Mires es un intelectual chileno de izquierda.
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