Realizamos un recorrido por la literatura nipona actual y sus nombres destacados
Un fotograma de la película Norwegian wood, inspirada en el libro Tokio Blues. Norwegian Wood, de Haruki Murakami.foto.fuente:elpais.com |
Entre aquel japonismo que filtraba vía París la realidad del país
nipón a través del arte y la literatura, y el mundo interconectado de
hoy, en el que toda distancia física es virtualmente salvable en
milésimas de segundo, han transcurrido cerca de 150 años. Quince décadas
en las que, de un lado y de otro del mundo, entre Europa y Japón, el
tiempo ha fluido a diferentes velocidades, proyectado desde puntos de
partida opuestos y eventualmente convergentes. Un 23 de octubre de 1868,
accedía al trono el emperador Meiji, artífice de una restauración que
retiró el biombo que separaba Japón del resto del mundo para poner fin a
un periodo de aislamiento nacional que se había prolongado durante más
de dos siglos. Y sin muro de contención, el torrente de la creación
occidental invadió y caló irremisiblemente en aquel país en el otro
extremo de la Tierra.
Hoy, aquella influencia continúa definiendo una literatura que
regresa de vuelta a Europa acogida por un reciente brote de aceptación
masiva y cada vez más abarcadora. “Japón siempre ha ejercido fascinación
en occidente desde el japonismo, del que hay erupciones cada 25 o 30
años”, sostiene Carlos Rubio, traductor, profesor de literatura japonesa
del Máster de Estudios Japoneses de la Universidad de Salamanca y autor del manual Claves y textos de la literatura japonesa.
Señal de esa tendencia es, por ejemplo, la reciente publicación en
español -a partir de 2011- de varias obras de la autora de novela negra
Miyuki Miyabe, que en el país oriental acumula varias decenas de
millones de ejemplares vendidos, pero de cuya existencia apenas se tenía
noticia en España. Eso sin hablar de la aparición de editoriales
dedicadas exclusivamente a las letras japonesas, como Satori,
que se creó en 2007, ni del éxito arrollador de autores como Haruki
Murakami, finalista de este año del premio Príncipe de Asturias (que se llevó finalmente el estadounidense Philip Roth), de su tocayo Ryu Murakami, Kyoichi Katayama, Yoko Ogawa o Banana Yoshimoto, entre otros cuantos.
Con una población que ronda los 130 millones, no es de extrañar que
las cifras de autores y lectores se disparen en Japón, al menos si se
comparan con España. Aun así, Carlos Rubio defiende el hambre de letras
que ruge en las tripas de aquel país. “Son uno de los pueblos más
lectores del mundo”, asegura. “Y por eso, las ediciones también salen
muy baratas, porque las tiradas son muy grandes”. De acuerdo con un
informe realizado por la Asociación de Editores japoneses, en 2009 se
publicaron en aquel país 1.274 millones de copias, de los cuales 386
millones eran de títulos nuevos. En España, con 47 millones de
habitantes, según la información proporcionada por el Instituto Nacional
de Estadística en 2010 se editaron 132,1 millones de ejemplares,
correspondientes a 76.206 títulos (no se especifica si estos son de
nueva aparición o no). O sea, que las cifras confirman la prolijidad
editorial que bulle en Japón.
No todos los autores publicados, en cualquier caso, son nipones. De
acuerdo con el mismo informe de los Editores japoneses, el número de
traducciones, excluyendo los libros infantiles, asciende al 8-10% del
total. Hace unas décadas, sin embargo, el panorama distaba de la actual
realidad. “Yo crecí leyendo un 80% de traducciones”, asegura Kayoko
Takagi, profesora de literatura japonesa de la Universidad Autónoma de Madrid.
“Sobre todo literatura rusa, la de Dostoievski y Tolstói, y también
autores franceses, y más tarde estadounidenses”. Aquellos escritores que
se filtraron con la apertura al mundo de Japón a finales del XIX,
imprimieron una huella que nunca después ha podido borrarse. “Hay quien
dice que desde 1868 Japón no es más que una sucursal de la literatura de
occidente”, señala Rubio. “Aunque para mí este juicio es demasiado
riguroso: a lo largo de su historia Japón ha imitado, pero transformando
el objeto para someterlo a un proceso de japonidad, que da como resultado un producto nuevo”.
Basta abrir casi cualquier libro al azar para comprobar que el
imaginario de la novela nipona continúa siendo fiel a la idiosincrasia
que le es propia. Lo que no quiere decir que los personajes practiquen
artes marciales, que las casas estén construidas de bambú o que los
escenarios deban enmarcarse por necesidad en campos de cerezos en flor:
una percepción occidental de la realidad japonesa que se denominó el efecto quimono, y que hoy, dicen los expertos, ya se ha erradicado. “Gracias sobre todo a Abe Kōbō
y Kenzaburō Ōe desde los años sesenta, esas limitaciones temáticas se
han acabado y los escritores japoneses son aceptados, por fin, como
internacionales y capaces de asumir asuntos de interés universal”,
asegura Rubio.
Como miembros de un mismo mundo global, los japoneses aúnan su
tradición con la modernidad estándar impuesta desde occidente. De ahí
que los personajes de Haruki Murakami, por ejemplo, beban cerveza y
escuchen jazz. Y sobre sus cabezas, planea la imperante tecnología.
“Muchos jóvenes escritores parecen explorar lo que se llama la parte
surreal de la vida contemporánea, una especie de vida soñada que ayuda a
sobrevivir en un país como el Japón urbanita e hiperdesarrollado. Tanto
las obras de misterio como los monstruos que pueblan Tokio parecen
querer conectar con un mundo virtual, tecnológicamente creado que sigue
produciendo vacío y soledad”, señala Rosa Morente, profesora de Sociedad
Japonesa del Máster en Estudios Japoneses de La Universidad de
Salamanca.
Pero aunque Japón sea un miembro más dentro de una intrincada
amalgama de países, no puede olvidarse que sigue siendo parte de Asia.
“China es un referente obligatorio para la cultura japonesa, aunque
después de la apertura de Japón a occidente su influencia baja mucho”,
señala Kayoko Takagi. En países como Corea, el influjo llega desde
Japón. “Cuando establecieron la democracia y rompieron la prohibición de
importar productos extranjeros, se produjo una invasión de todo lo
japonés, pero porque los coreanos querían absorber todo lo que llegara
de allí, algo que a día de hoy sigue siendo muy notable”.
Definir la literatura de un país tan rico, complejo y sometido a un
drástico y vertiginoso proceso de modernización no resulta tarea
sencilla. Aunque se pueden extraer indicios. “Retratar la cotidianidad,
asuntos como la familia, el paso de la juventud a la madurez, el
nacimiento de un hijo o la muerte de un ser querido son los temas en los
que se viene centrando la literatura actual japonesa, todo ello con un
estilo sencillo y muy apegado a su tradición de la estructura de
diario”, explica Rosa Morente. Otra cualidad definitoria, apunta Carlos
Rubio, es el énfasis en los aspectos sensoriales. “Les interesa la
apreciación de la escena, es importante la captación de la imagen, la
visualidad”. Algo que, elucubra, podría tener que ver con los ideogramas
con los que plasman su escritura.
La cuestión del género literario se define en Japón por gracia de los
concursos. Dos de ellos, los premios Akutagawa y Naoki, creados en los
años 30 del siglo pasado, suponen la máxima aspiración de todo escritor
deseoso de introducirse en el circuito comercial. “El premio Naoki es
más de gusto popular, y es el que ganó por ejemplo Miyuki Miyabe,
mientras que el Akutagawa es de literatura creativa”, señala Kayoko
Takagi. “Hoy en día existe una crítica muy dura a los premios Akutagawa,
porque han pasado de ser buena literatura junbungaku a ser literatura comercial taishu-bungaku”,
matiza Pilar Garcés, profesora de literatura japonesa del Máster de
Estudios Japoneses de la Universidad de Salamanca. “Pero los premios
tienen una planificación de marketing agresivo que hace que se venda un
gran número de copias. En las antologías de los años noventa no
aparecían escritores como Haruki Murakami ni Banana Yoshimoto porque se
decía que eran escritores de éxito efímero, y la última antología los
recoge como parte del canon literario”.
Adaptadas en innumerables ocasiones al cine, muchas obras literarias
japonesas llegan al español con parada en el inglés. No es el caso de la
editorial Satori que, aunque centrada en la literatura de los maestros
de las eras Meiji (1868-1912) y Taisho (1912-1926), siempre realiza
traducciones directas. “Cada vez se hacen más desde el japonés”,
confirma Carlos Rubio. “Suelen ser las editoriales grandes las que
recurren al inglés”. Una manera óptima de abordar la tarea, asegura
desde la experiencia, es hacerlo en parejas bilingües, con un miembro
hispanoparlante y el otro nativo de japonés. “Los resultados de estos
equipos suelen ser muy buenos”. En cualquier caso, tanto inglés como
francés sacan varias cabezas de ventaja al español en cantidad de
traducciones realizadas. “Aquí se suele traducir si ya se ha hecho antes
a esas lenguas”, sostiene Rubio. “En España hay muchas obras japonesas
que no se conocen y, la verdad, no me puedo explicar por qué”.
Acaso para paliar la carencia, están comenzando a surgir publicaciones especializadas como Eikyô. Influencias japonesas,
fundada hace un año para promocionar el estilo de vida nipón. "Después
de tsunami ha habido un repunte del interés por Japón", sostiene Eric
Gil, el director. Como pueblo tristemente acostumbrado a la desgracia,
aquella devastadora ola gigante que arrasó la costa este del país el año
pasado podría convertirse en un nuevo impulsor literario. Ya ocurrió
con el horror vivido en la Segunda Guerra Mundial, de donde surgió el
llamado "Género de las bombas atómicas", según explica Rubio, con el
terremoto e incendio de Tokio de 1923 o con el gran Terremoto de Kobe de
1995. "De todos ellos ha surgido una literatura con personajes que han
sufrido, que viven una gran desolación interior, como los de Ōe o
Mishima", señala Rubio. "Sobre el tsunami, si no han salido libros ya,
seguro que saldrán".
Los grandes nombres de las letras japonesas actuales
A. Falero; R. Morente; Y. Uchida; C. Rubio
Los cuatro grandes autores de la crisis y el nuevo milenio:
-Hōsei Hahakigi (1947, nombre artístico), autor de la novela Kokudō (‘Cobre nacional’ 2003), ambientada en la era Nara (s. VIII).
-Natsuo Kirino (1951): en España se ha editado su obra cumbre, Grotesco (2003, Emecé 2011).
-Ryū Murakami (1952), de quien se han traducido varias obras representativas.
-Masahiko Shimada (1961), el enfant terrible de las letras
japonesas. De él se han editado en España una selección de relatos de
principios de los noventa, y sus importantes novelas Francisco X (‘Francisco Xabier’ 2002), en torno a la figura del misionero navarro, y Utsukushii tamashii (‘Un alma bella’ 2003), segundo volumen de una celebrada trilogía.
Escritoras destacadas
-Yoshimoto Banana
-Yoko Ogawa
-Natsuo Kirino
-Hiromi Kawakami
Otros grandes nombres
-Haruki Murakami: el más famoso escritor japonés actual
-Kenji Nakagami (1946-1992), narrador outcast (burakumin) de quien no existen traducciones al español.
-Maruya Saiichi: novelista y crítico
-Matsumoto Seicho: el escritor más popular dentro del subgénero de ficción detectivesca (suiri shosetsu). Inédito en español
-Izumi Kyoka: autor de terror sutil
-Nagai Kafu: autor de geishas
-Natsuki Shizuko
-Soji Shimada
“Me alegro de poner al alcance de la gente nuestra forma de vida”
No hay comentarios:
Publicar un comentario