El artista cubano empezó saboteando carteles en las malas calles de Manhattan. Ahora trabaja en la grandísima escala y retrata Granada
Los trabajos intervenidos de Jorge Rodríguez./elmundo.es |
Todo comenzó un viernes por la mañana, a principios de los años 90,
en Alphabet City, el lado malo de Manhattan, cuando Jorge Rodríguez
Gerada, subido en una escalera, arrancó de una fachada el papel de un anuncio de cigarrillos Newport.
En su lugar, retrató el rostro de un niño pintado con color rojizo. El
artista cubano, que emigró a EEUU en 1970, inició así lo que hoy
conocemos como 'jamming' o piratería publicitaria, que en sus orígenes
consistió en parodiar anuncios y en asaltar vallas callejeras para
modificar por completo sus mensajes.
Tanto Rodríguez Gerada como los amigos que le acompañaron en aquellos
días dieron sus primeros pasos sabiendo bien hacia dónde se dirigían.
Los 'rompeanuncios' defendían que las calles son espacios públicos, y
que, como la mayoría de las personas no pueden permitirse comprarlos,
para contrarrestar el bombardeo del márketing empresarial tienen derecho
a responder a unas imágenes que nunca pidieron ver. "Con una sola bofetada,
haces caer de espaldas al gigante. Nosotros utilizamos las fuerzas del
enemigo", resumía así el mecanismo el editor de la revista 'Adbusters'
de Vancouver, Kalle Lasn.
Como muchos otros integrantes de la cultura temprana de la piratería
publicitaria, Rodríguez Gerada pronto llevó la crítica un poco más allá
del tabaco o el alcohol, y se centró en el bombardeo publicitario que no nos deja "valorar las cosas verdaderamente importantes".
Jorge Rodríguez Gerada, trabajando en Granada.
De esto han pasado ya unos 20 años y, charlando en la terraza de un
bar del barrio de Argüelles, en Madrid, como si de una reunión entre
amigos se tratara, podemos darnos cuenta del recorrido y la evolución
coherente y constante de este artista púramente urbano. Este año ha
presentado en Granada, en la Casa de Zafra, uno de sus últimos trabajos,
'La cara de Granada'. Ha estado en nuestro país con motivo de la celebración del milenio de la ciudad andaluza, apoyado por la Obra Social La Caixa.
El proyecto pertenece a la serie 'Identidad compuesta', que consiste
en la creación de una identidad común a partir de un sistema tecnológico
de escaneos en 3D de los rostros de ciudadanos para su posterior
mezcla. "Salió una cara andrógina pero muy poética", comenta satisfecho
el artista. Territorio, tecnología y arte van de la mano. Granada con
identidad propia, sin márketing, son las piezas de su
última exposición en España. "Se trataba de que fuera la cara de todos y
al mismo tiempo la cara de nadie; nos hubiera gustado escanear todo
Granada, la ciudad entera quería participar" comenta el creador. Se han
empleado 613 fotografías de granadinos y granadinas, ni una más ni una
menos, ya que esta cifra es el promedio de semillas que contiene el
fruto que da nombre a la ciudad de la Alhambra. "La riqueza de Granada
son los granos que guarda en su interior", relata el pintor y escultor.
Pintura a gran escala, en fachadas de edificios y visualizada desde
el aire (Landsart), son los rasgos que le identifican como artista
urbano. Lo que resulta chocante es la parte efímera de su obra, muchas
veces destruida por la lluvia, el viento o desmontada por los propios
ciudadanos participantes en sus creaciones. En una ocasión, el cubano utilizó 2.000 libros donados por los vecinos de Barcelona,
que cubrieron una superficie de unos 100 metros cuadrados. Los libros
conformaron lo que sería el rostro de Salvador Espriu, su poeta más
preciado. El retrato se pintó con carboncillo durante tres días hasta
que finalmente, al presentarse la obra terminada, los mismos vecinos
pudieron llevarse los libros, como un fragmento de la memoria del poeta.
"Mis obras desaparecen, soy el bicho raro dentro del mundo. La gente me
pide que no deje que se vayan", explica Rodríguez Gerada.
Él mismo se considera un artista urbano con un enfoque contemporáneo,
"necesario" para poder abordar todas las cuestiones que siente.
Sostiene que no forma parte del grupo de otros artistas metropolitanos
como pueden ser los grafiteros, "Me doy cuenta de que lo que hacen es poner su propio anuncio,
su propio icono y al final es lo mismo, un tipo de comercialización de
sus carreras. Aún así somos grandes amigos y me encanta su trabajo, pero
yo sé que soy diferente" defiende el creador.
Miradas, sonrisas, nuevas caras.
El pintor despierta a las ciudades y propone ir a contracorriente de las
imágenes e informaciones que van arrastrándolas. Es el momento de hacer
una pausa y mirarnos cara a cara.
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