22.7.13

Espías: no hay traición sin dilema, ni aventura sin amor

El caso Snowden devuelve a los espías a primera plana. Repasamos de la mano del autor Joseph Kanon las esencias de un género apasionante. Ficción y ensayo se han encargado de las glorias, amores y miserias de un mundo de sombras

Fotograma de El tercer hombre (1949), de izquierda a derecha los actores Joseph Cotten y Orson Welles./elpais.com

El espionaje y los espías vuelven a la primera plana de la actualidad. El caso de Edward Snowden, el joven analista que filtró la existencia de un programa masivo de espionaje por Internet orquestado por la inquietante y omnipresente NSA de EE UU, y su posterior periplo internacional han despertado de nuevo el interés por el asunto. La literatura, lecturas perfectas para este verano, y la historia se han encargado de acercarnos a un mundo lleno de sombras, de errores clamorosos y de éxitos nunca exhibidos por razones obvias. Joseph Kanon (Pensilvania 1946), que acaba de publicar en España Estambul (RBA, traducción de Antonio Iriarte) uno de los autores de novelas de espionaje más aclamados en la actualidad, reflexiona sobre el género y nos descubre algunos de los dilemas y pasiones de este mundo trepidante y al mismo tiempo oscuro. 
Todo espía sabe que está, siempre, ante una diatriba ineliduble: todo acto, toda traición, toda heroicidad, tiene sus consecuencias. Que se lo pregunten a Snowden, varado en el aeropuerto de Moscú y a expensas de Vladimir Putin después de dejar en evidencia a las principales democracias de Occidente. “Hay una pregunta esencial”, nos cuenta Kanon, “y es qué hacer cuando no hay manera de hacer las cosas bien”. El protagonista de Estambul, Leon, que tiene que proteger, para cumplir órdenes, por deber y por patriotismo, a un criminal de guerra nazi, se enfrenta a ese dilema: “¿Dónde se dibujan las fronteras de nuestra moral personal? ¿Cómo calibramos la culpa? Estas eran cuestiones muy pertinentes en 1945 y creo que siguen siéndolo”, asegura Kanon. “Lo que no nos permite casi nunca la vida es no tomar una decisión. Y a un espía menos. La gran pregunta es dónde está la línea roja de nuestra moral”, concluye. 

"Sí se puede escribir una historia de espías sin el amor por medio. Pero ¿Quién querría hacerlo? ¿Para qué?"
Joseph Kanon
La monumental The Company, de Richard Littell (Brooklyn, EE UU, 1935), con esa paranoia alrededor de los infiltrados y ese juego perfecto de engaños y lealtades rotas es uno de los mejores retratos psicológicos de esos dilemas ineludibles, tan presentes en cada Calderero, sastre, soldado espía, por rendir homenaje a la obra de John Le Carre (Poole, Inglaterra, 1931), una de las cumbres de la literatura de espías con su serie de Smiley y Karla. Kanon, Le Carre y todos los autores del género reconocen dos maestros: Graham Greene y Eric Ambler, uno de los autores más infravalorados de literatura del siglo XX. Su Máscara de Dimitros (otra vez Estambul) es un libro esencial y Epitafio para un espía y, sobre todo Journey into fear son obras fundacionales del género tal y como lo conocemos. Una virtud sobre todas las demás: saca al protagonista del ámbito duro y derechista de sus predecesores y crea personajes con inquietudes morales y sociales, hombres pequeños enfrentados al mal y a grandes maquinarias de poder y corrupción creadas por sus enemigos y, ay, por su propio bando. 
Ahora, muchas veces la ficción supera, afortunadamente, a la realidad, porque el espía normal y corriente es gris y aburrido. Kanon avisa: “La ficción de espías tienen a centrar su atención en los agentes de campo porque su trabajo es tenso y a menudo excitante, pero la inmensa mayoría de la gente trabajando en esto lo hacen desde un escritorio, manejando y analizando inteligencia. Eso no quiere decir que sea un trabajo inocente, el espionaje es el espionaje, pero raramente implica el tipo de traición personal que suele darse sobre el terreno.”.
Por supuesto, en demasiadas ocasiones se pasa por encima de estas consideraciones morales. No, quizás, los sufridos agentes de campo, pero sí sus jefes. Tim Weiner, en su Legado de cenizas, (Debate) construye un relato perfecto sobre ese monstruo de corrupción y perversión de la democracia que ha sido siempre la CIA. Victor Ostrovsky, antiguo agente del Mossad, describe en By the way of deception las barbaridades cometidas por los servicios secretos israelíes. En España, Eric Frattini ha escrito algunas obras reseñables sobre los servicios secretos vaticanos (sobre todo La Santa Alianza, Espasa) y las artimañas y maldades de la CIA y sus aliados. Sin olvidar los ensayos de Gordon Thomas sobre el Mossad o las torturas psicológicas de la CIA. La lista es inmensa. 
¿Es el amor inevitable en cualquier historia de espías? “Sí se puede escribir una historia de espías sin el amor por medio. Pero ¿Quién querría hacerlo? ¿Para qué?”, contesta Kanon. “Al final, todas las buenas historias se basan en el personaje porque recordamos los personajes, no las tramas, y en ninguna parte se ve mejor ese carácter del personaje que en los momentos de intimidad” añade. El amor y la vida de los espías comparten muchos aspectos. “La vida es confusa, complicada y a menudo contradictoria, exactamente las mismas cualidades que uno encuentra en una relación amorosa entre adultos”, asegura el autor de El buen alemán. “En las novelas de espías, las historias de amor pueden cumplir con una misión: reflejar la duplicidad y las consecuencias de la traición en la historia general. Escribir sobre sexo es muy difícil- siempre se corre el riesgo de ser excesivo- pero está en el centro de nuestras vidas. ¿Cómo no vamos a escribir sobre ello?”, concluye.
El ‘caso Snowden’, por la necesidad intrínseca de dar publicidad a la filtración para que tenga efecto, es, como antes con Wikileaks, un caso atípico que introduce nuevas variables respecto al espionaje tradicional. Kanon subraya: en un mundo con tanta presencia de las redes sociales y tan poco espacio para la privacidad, “si se tiene la tecnología necesaria va a ser inevitable recabar esos datos” y advierte: “los aspectos casi de farsa del caso nos están desviando del asunto fundamental y de lo que más me llama la atención: la indiferencia generalizada del público”. 
En esta nueva trama de intriga internacional y vodevil que se ha convertido el caso Snowden sólo falta un elemento: la historia de amor. O quizás es la última revelación que se tiene reservada el bueno de Edward.

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